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Los hermanos Barrón pretenden robarse la cruz con la que el magnate Don Montero fue enterrado, sin tener idea del mal que liberarán al pueblo.


Humor Black humor Not for children under 13.

#cuento #vampiros #horror #comedia #ladrones #humor-negro
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La Cruz de Plata

Por las afueras de San Julián, dos hombres caminaban por la noche: Uno bajo de estatura y flacucho como una calavera y el otro alto como una torre y fornido de los brazos a los pies. Este ultimó iba a lado de una mula que, con cuerda al cuello, jalaba una vieja carreta desvencijada. El animal iba a paso de tortuga y avanzaba con mucha renuencia.

—Oye Pánfilo—Gritó el flacucho— Haz avanzar a esa mula que no quiero que se haga más noche.

Pánfilo trataba de hacer caminar más rápido a la mula, pero con berridos quejumbrosos se negaba ir a mayor velocidad. La carreta ya estaba algo estropeada y crujía como si fuera a desbaratarse en cualquier momento, sin embargo, por puro milagro ese trasto viejo seguía en pie.

—Creo que Filomena tiene hambre Porfirio— respondió el gigantón de manera pausada—.Debimos haberla alimentado antes de venir para acá.

Se acercó a los oídos del animal y se puso a decirle cosas bonitas para calmarla, a ella le encantaba que la consintieran como a una bebe.

—Comerá cuando volvamos al rancho— protestó Porfirio deteniéndose en seco. Desde que la compraron siempre habían tenido problemas con ese animal.

—La tienes muy mimada por eso siempre anda tan caprichosa. Un día de estos la voy a poner a dormir si sigue así.

—No digas eso Porfirio, la vas a asustar— dijo Pánfilo abrazando al animal. Lo protegía de su hermano mayor como una madre protege a su hijo de un padre golpeador.

—Entonces haz que se mueva o le voy a meter una buena patada— gritó Porfirio casi desesperado.

Pánfilo rogó a filomena que continuara caminando para que el malvado de Porfirio no la lastimara, como otras veces había hecho. La mula pareció entenderle ya que comenzó a caminar al ritmo de sus dueños. Ahora sí, los hermanos Barrón continuaban su caminó por el páramo.

En el cielo la luna brillaba con una luz blanquecina, pura y hermosa, como una perla en el cielo. Pánfilo miraba anonadado la estrella, cómo un infante que la descubre por primera vez, mientras caminaba tranquilamente junto a Filomena. Tan distraído estaba que se tropezó con una piedra en el camino y por poco estuvo por caerse al suelo; Si no hubiera sido por su fiel mula, quien lo atrapo con su cabeza, probablemente se hubiera rompido la boca al caer al suelo.

Su hermano Porfirio avanzaba con la frente en alto. Colgando sobre su hombro tenía un morral con una botella en su interior.

—Oye Porfirio—Dijo Pánfilo luego de un rato.

—¿Qué?— preguntó Porfirio irritado.

—¿A dónde vamos?— Preguntó su hermano pequeño.

—¿Se te olvidó?— Respondió Porfirio. Se había enojado como cabía de esperar.

Pánfilo tímidamente asintió cabizbajo.

—Si serás Bruto—respondió. —Siempre te tengo que repetir las cosas. Bien hizo nuestra madre, que en paz descanse, en dejarte a mi cuidado porque eres tan tonto que no podrías cuidar de ti mismo.

Porfirio respiro profundamente.

—Vamos al cementerio municipal, el que está en las afueras de San Julián— Le explicó lenta y pacientemente. —Vamos a ir a sacar la tumba de don Montero y nos la vamos a llevar a nuestro rancho.

—Pero Porfirio a mí me dan miedo los panteones— musitó Pánfilo asustado. — ¿Para qué quieres abrir esa tumba?

—En la tarde estuviste de acuerdo en hacerlo, no seas collón. Además, a mí no me interesa su tumba sino lo que tiene dentro.

Pánfilo casi se desmaya al escuchar eso; Poco le falto para caerse al suelo si su hermano mayor no hubiera estado ahí para sostenerlo. A pesar de ser mas grande y fuerte que él, Pánfilo era alguien bastante asustadizo y cobarde, como un pequeño niño tímido. Si Porfirio dejaba que se cayera al suelo, ya no podría volver a levantarlo de ahí.

—Ay hermano— dijo Pánfilo asustado. — ¿Para qué quieres a un muerto en el rancho?

—Lo que tienes de grande lo tienes de bruto— exclamó Porfirio. —No me interesa el cadáver sino la cruz con la que fue enterrado.

Pánfilo no comprendió y le pidió a Porfirio que se explicara.

—Veras— le explicó lentamente; a Pánfilo se le tenía que decir las cosas dos veces (o incluso más) de lo contrario no las captaba.

—Este Viejo Don Montero era un extranjero de España que Hace poco murió aquí en San Julián. Era un hombre muy rico, tenía una gran hacienda, varías propiedades, terrenos, un establo completo de caballos pura sangre y tanto oro como te puedas imaginar. Al morir, se le colocó una cruz de plata con piedras preciosas incrustadas. Se dice que esa cruz vale mucho dinero, tan solo con decirte que cada una de las piedras que tiene vale miles de monedas de oro. Con solo una de esas, nos volveríamos millonarios. Jamás tendríamos que volver a limpiar zapatos en las plazuelas o barrer las calles. Viviríamos como reyes hermanito.

Su hermano menor lo miraba con cierta desconfianza. Porfirio siempre salía con semejantes ocurrencias para ganar dinero fácil y todas terminaban en un rotundo fracaso. Por más inocente que fuera Pánfilo él se daba cuenta que sus planes podrían no funcionar.

—No lo sé hermano, ¿Y si nos agarran y nos meten a la cárcel? No quiero ir a la cárcel. La cárcel me da mucho miedo como los cementerios—

—Tú no te preocupes por ello— dijo Porfirio confiado—.Déjamelo todo a mí, tu solo preocúpate de obedecer mis órdenes.

Sin embargo, Pánfilo seguía dudando del plan de su hermano y no se decidía a seguir caminando. Porfirio se acercó a él y extendió su brazo a su hombro.

—¿Te gustan las gallinas?—murmuro suavemente.

—Si, me encantan—contestó Pánfilo asistiendo.

—¿y no te gustaría tener un rancho llena de ellas? Tan solo imagínatelo una en cada rincón de nuestro rancho o dentro un gallinero.

Pánfilo asintió emocionado, visualizándolas en su imaginación como si las tuviera ahí mismo frente a él.

—Sí y todas serían blancas como te gustan. Y comeríamos sus huevos...Ricos huevos de gallinas blancas.

Su hermano menor reía de la emoción.

—Sí y yo cuidaría a las gallinas y a sus pollitos— respondió Pánfilo.

—Claro que si hermanito— dijo Porfirio sonriendo. —Tú serás el encargado de cuidar las gallinas. También tendríamos dinero suficiente para comprar mermelada de todos sabores. Fresa, chabacano, moras, naranja y arándano. —

A Pánfilo se le hacía agua la boca con todo lo que decía su hermano. Se imaginaba así mismo con una rodaja de pan en sus manos untando suavemente la mermelada sobre su textura e introduciéndolo dentro de su boca, saboreando su dulzura.

—Pero para que nosotros podamos tener eso y más, necesitamos robar esa tumba— puntualizó Porfirio en esto ultimo—. Es un trabajo desagradable, pero la recompensa que tendremos lo vale. Así que necesito que me ayudes a cargar el ataúd y llevarlo a la casa. ¿Entiendes?

—Si, yo te ayudo hermano— dijo con premura.

—Eso es lo que quería oír— contestó Porfirio orgulloso y de esa manera los dos hermanos continuaron su camino junto a la mula con dirección al panteón municipal.

Luego de unas horas caminando lograron vislumbrar el panteón en la oscuridad. La entrada estaba formada por un arco de concreto viejo y una reja oxidada que se encontraba entreabierta, lo suficiente para que cualquiera pudiera entrar. Porfirio se colocó entre esta abertura y paso como si nada. Le indicó con señas a su hermano que la abriera para que él pudiera pasar. Pánfilo tiró de la puerta produciendo un sonido chirriante al desplazarse.

—¿Quién anda ahí? —retumbo una voz seca y desgarrada. Ambos hermanos se estremecieron al escucharla.

Entre las tumbas, surgió una silueta encorvada sosteniendo un ocote prendido en fuego que se acercaba hacia ellos a paso apresurado. Al tenerlos más de cerca la luz del ocote revelo a un viejo canoso de barba prominente y nariz alargada. Se apoyaba en su mano izquierda con un bastón de madera.

—¿Quiénes son ustedes y que negocio tienen a estas horas? —les preguntó el viejo velador. Acercó el ocote a los rostros de Pánfilo y Porfirio para tratar reconocer a los extraños que trataban de colarse en su panteón. Uno era enano de pelo ondulado y ojos negros y el otro era casi un gigante de cabellos castaño y ojos de color miel.

Porfirio hizo una señal a su hermano indicándole que lo dejara hablar y él se quedara callado.

—Buenas noches Don Filiberto—Saludo Porfirio con una sonrisa exagerada. —¿Cómo le ha ido? hace tiempo que le veía.

El viejo al que llamó don Filiberto se acercó un poco a más a los muchachos para verlos mejor. Sus caras no le resultaban familiares.

—¿Quiénes son ustedes?— Dijo Filiberto tras haberlos analizados concienzudamente. — Jamás en mi vida los había visto.

—¿Qué paso Don Fili? Me extraña que no se acuerde de mí— exclamó Porfirio. —Yo jugaba en su colonia todos los días y siempre me pasaba a saludarlo. Acuérdese que le ayudaba a usted y su mujer, dios la tenga en su gloria, a hacer los mandados al mercado.

Don Filiberto volvió a echarle un ojo al rostro de Porfirio e hizo un esfuerzo por recordar. Luego de un rato logró reconocer al hombre.

—Ya me acuerdo de ti— dijo con una sonrisa traviesa en sus labios. —Sí, sí, eres Porfirio. —

—Así es, ya ve que si me recuerda.

El viejo velador alzó su mano izquierda en señal de abrazo, pero en su lugar le asestó una serie de golpes con su bastón en el hombro. De repente el viejo se había puesto iracundo y no dejaba de golpear la cabeza de Porfirio. Pánfilo trató de intervenir, pero su hermano mayor lo detuvo. Con la altura y fuerza que tiene podría matar al pobre viejo.

—Ya me acuerdo de ti— dijo con amargura—Tú eras el mocoso endemoniado que hacía fechorías en mi casa y le robaba el cambio de los mandados a mi mujer.

—No, usted se confunde Don Fili. —respondió Porfirio nervioso. Por supuesto que Porfirio era ese niño al que Filiberto el velador hacía referencia, solo que Porfirio creyó que con la edad se le hubiera revuelto la memoria al viejo.

Logró calmarlo a duras penas luego de insistirle que solo venían a hacerle compañía a un pobre anciano solitario como él. Filiberto soltó una carcajada.

—¿Quieres que te crea eso maldito mañoso?—se preparaba para golpearlo con otro bastonazo, pero Porfirio sacó de su morral una botella de pulque. Al ver el fino líquido gris, elixir de los dioses, Don Filiberto bajó y sostuvo la botella.

—Bueno así cambia la cosa—contestó con una sonrisa. La mayor debilidad de un viejo solitario como Filiberto era el pulque, y un poco de compañía juvenil que le ayudará a matar el tiempo durante aquellas noches siniestras en el panteón.

Invitó a pasar a Porfirio y Pánfilo a una pequeña morada en la que vivía Don Fili al interior del cementerio. Dentro solo había una pequeña mesa, una cama y algunos muebles destartalados. En un rincón de la habitación se encontraba un par de palas y picas.

El velador bebió con los dos jóvenes en su morada; se zampó todo el pulque mientras sus invitados escuchaban viejas historias de un viejo hombre. Porfirio se moría del aburrimiento y no podía esperar el minuto en que Don Fili cayera dormido, mientras que Pánfilo escuchaba con mucho interés las historias del anciano.

Filiberto se acabó toda la botella de pulque y su cabeza no tardó en impactar con la superficie de la mesa. Quedó dormido al instante y sin señales de poder despertar en al menos unas ocho horas. Porfirio le indicó con señas a su hermano que agarrara las palas y las picas mientras él tomó el ocote encendido de Filiberto.

Afuera el viento había comenzado soplar con intensidad produciendo sonidos agudos y ahogados que Pánfilo interpretó como el murmullo de los espíritus chocarreros que relataban sus tragedias al mundo. Las tumbas yacían inmóviles sobre la tierra seca del panteón; pequeñas construcciones de piedra o mármol demacradas con el tiempo como los cuerpos que ocultaban, algunas tenían estatuas de ángeles que parecían mirar a los dos hermanos con ojos vigilantes.

Revisaron tumba por tumba, cuidando de hacer el menor ruido posible. Por fin encontraron con la tumba de Don Montero. Destacaba por sobre las demás al ser una especie de estatua blanca que, se suponía, tenía tallada la imagen del difunto tal como fue en vida. De hecho su nombre estaba plasmado en finas letras de oro resaltando lo costosa que debió haber sido.

—Aquí está—murmuró Porfirio con satisfacción y colocó el ocote en una posición que los iluminara. Pidió a su hermano una de las palas y enseguida se pusieron a cavar la tierra donde fue enterrado Montero.

La tumba era más profunda de lo que Porfirio había esperado; La tierra estaba algo dura por lo que ambos tuvieron que apoyarse con las picas para romperla y continuar desenterrando la tumba.

—Oye Porfirio. —dijo Pánfilo algo agitado. —¿Está seguro de todo esto?—

—¿Dudas de nuevo? ya te he dicho que todo saldrá bien, para mañana tendremos nuestras bolsas llenas de dinero.

—Sí, pero… No sé —dijo sin poder acabar la oración.

—¿Qué tanto te preocupa?— preguntó Porfirio sin dejar de excavar. Su hermano se detuvo y con mirada inquieta comenzó a jugar con sus manos.

—Es que…—.comenzó a decir por fin. —Una vez doña Juana me dijo cosas sobre ese don Montero. Decía que se la pasaba todo el día en su casa, solo salía por las noches y siempre que regresaba a su hogar lo hacía acompañado de una mujer. Pero a ninguna de las que entraban se les volvía a ver.

Porfirio dejo de cavar y le dedico una mirada dura a su hermano.

—Bien que si te acuerdas de lo que te cuenta esa bruja, pero de lo que yo te digo no— dijo algo resentido mientras Pánfilo apartaba la mirada avergonzado. —Ya te he repetido muchas veces que no le hagas caso a lo te dice esa anciana. Solo quiere asustarte, se aprovecha de que eres un inocente para jugar contigo. Pero mañana va a conocerme esa vieja cabrona y no se la va acabar.

Pánfilo volteo a mirar a su hermano mayor.

— Pero Porfirio, yo lo he visto —dijo asustado. —Ocurrió una mañana que yo iba caminando hacia el mercado, pase por la casa de Don Montero y de repente vi que de su puerta salía una muchacha… estaba blanca como un fantasma, tenía la mirada perdida y caminaba tambaleándose como si estuviera borracha. Vi que se cayó al suelo pero jamás se volvió a levantar.

—Debiste haberlo soñado—vocifero su hermano Porfirio.

—Estaba toda pálida— murmuro para sí mismo. —Parecía que le hubieran robado el alma.

—Ya déjate de tonterías Pánfilo— lo regaño Porfirio, aunque no pudo evitar sentir un pequeño escalofrío en la sien al escuchar la historia de su hermanito. —Sigamos cavando antes de que ese viejo se despierte, que si lo hace y nosotros seguimos aquí te voy a dar una tunda que hasta muerto la vas a sentir.

Enseguida Pánfilo continúo cavando apresuradamente junto a su hermano. Si había algo que a Pánfilo le asustara más que cualquier cosa, eran los golpes que le daba su hermano cuando Pánfilo lo hacía enojar mucho.

Pasaron varios minutos en los que los hermanos Barrón estuvieron cavando. El agujero con el que habían iniciado pronto se trasformó en una zanja profunda formando en su exterior un enorme montículo de tierra. Pequeñas raíces colgaban del muro de tierra que rodeaba a los dos hermanos. Por sus paredes, pequeñas lombrices se retorcían al contacto de la pala, aunado a varios ciempiés saliendo de la tierra a resguardarse de los intrusos que invadían su morada.

Finalmente, la pala de Porfirio topo con un objeto duro y al apartar un poco de tierra encontró una superficie gris lisa. Se trataba del mismísimo ataúd de Don Montero.

—Lo encontramos—.dijo Porfirio riendo de alegría. Sacaron el ataúd con unas sogas que trajeron de su casa y entre los dos lo alzaron sin muchas complicaciones, gracias en su mayoría a la gran fuerza de Pánfilo.

Colocaron el ataúd en la carreta atada a Filomena y Pánfilo logró que la mula caminara con el ataúd por detrás. Abandonaron el cementerio enseguida sin molestarse en cubrir la tumba que saquearon.

Llegaron a su rancho sin mucho problema. El lugar apenas estaba conformado por una pequeña casa algo vieja y unos corrales desvencijados que en otro tiempo habitaron cerdos, gallinas y hasta una vaca. Ahora solo les quedaba una mula vieja y necia.

Entre los dos colocaron el ataúd en la mesa del comedor y con una lámpara de petróleo iluminaron su interior. Entre los dos habían abierto el sarcófago gris; dentro yacía un viejo vestido de ropas finas y expresión serena en su rostro.

Parece como si estuviera dormido pensó Pánfilo al notar lo bien conservado que estaba el cadáver. Ni una sola señal de podredumbre se dibujaba en aquel cuerpo, como si apenas se acabase de morir; ni siquiera apestaba a carne putrefacta como suelen oler los cuerpos en descomposición al contrario exudaba una fragancia fresca... y eso que llevaba más de tres semanas de muerto.

Porfirio revisó el cadáver en busca del objeto que tanto ansiaba; al escrutar entre el cuello del viejo encontró una brillante cruz de plata. Estaba adornada con pequeñas esmeraldas en las orillas y un rubí rojo en el centro.

—Mira Pánfilo—. Exclamó Porfirio con una sonrisa extasiada. — Aquí tienes lo que nos sacara de la pobreza.

Al decir eso beso la cruz efusivamente como jámas lo había hecho con una mujer, a excepción quizás de su madre.

— ¿Y qué haremos con el cadáver? —preguntó Pánfilo.

Porfirio lo volteo a verlo con indiferencia y se limitó a decir —Mañana lo enterramos en el patio— y no se volvió a hablar al respecto. Ambos hermanos se encontraban cansados por semejante labor así que fueron a acostarse a la cama los dos juntos. Porfirio durmió enseguida, sosteniendo la cruz de plata en sus manos, ilusionado por todas las riquezas que tendría con semejante objeto en su poder: una casa nueva, comida por montones, sementales pura sangre en sus establos y claro mujeres que se matarían por su compañía. Pánfilo no compartía el mismo entusiasmo que su hermano, pero la idea de tener mucho dinero le hizo soñar con una nueva granja y animales, muchos animales, perros, gatos, conejos, vacas, pollos y cerdos, a los que el cuidaría con mucho cariño y acariciaría constantemente. Tal como lo había hecho de niño, cuando su rancho estaba en mejores condiciones y su mama aún vivía.

A altas horas de la madrugada Pánfilo se despertó con ganas de orinar, tomó la lámpara de petróleo y salió al patio a hacer sus necesidades para luego regresar a la casa. Al pasar por el comedor notó que el ataúd gris se encontraba abierto. Su hermano había olvidado cerrarlo cuando se fueron a dormir. Temeroso se acercó al comedor con la lampara iluminando su camino; con su mano derecha tomo la tapa para cerrar el ataúd pero al mirar en su interior noto que no había cadáver adentro.

—Porfirio—.Grito Pánfilo aterrado. —Porfirio, Porfirio, Porfirio.

Grito cuatro veces más hasta que su hermano mayor llegó corriendo. No tenía la cruz en su mano, se le cayo cuando vino corriendo.

—¿Qué chingaos te pasa? ¿Por qué gritas así?— preguntó hastiado.

—No está—respondió Pánfilo angustiado.

—¿Qué no está?

—Don Montero…no está en el ataúd.

Porfirio miró dentro y efectivamente estaba vacío. Se llevó la mano a la barbilla pensado en que pudo pasar.

—Porfirio—musito su hermano aterrado. —¿No crees que... el cadáver se haya levantado?

—No seas tonto—.grito Porfirio Alterado. —Los muertos no caminan.

—Entonces ¿Qué paso? — preguntó Pánfilo casi al borde de lágrimas.

—No sé—respondió. —Algún hijo de la chingada nos ha de haber seguido y tomo el cadáver para asustarnos.

Era la conclusión más lógica a la que podía llegar su mente. Antes de llevar acabo el robo se había asegurado de que nadie los siguiera en el camino; aun así con todas las precauciones era probable que hubieran seguido a él y a su hermano sin que se dieran cuenta debido a que en la oscuridad era difícil percatarse de ello. ¿para que alguien quería robarse un cadáver?

De repente la respuesta se le vino a la mente como un rayo.

—La cruz— exclamó. El cadáver solo era una distracción lo que el ladrón en verdad quería era robarse la cruz. —Pánfilo ve por el machete rápido antes de que el ladrón se nos escape.

Porfirio salió corriendo de regreso a su cuarto mientras obedientemente Pánfilo buscaba el machete. Su hermano buscó desesperado la cruz de plata entre la maraña de sabanas viejas que había en su habitación. Cuando por fin pudo encontrarla, la sostuvo en sus brazos y la besó aliviado. La acerco a su pecho y pudo sentir su corazón perturbado que latía enloquecidamente. Tan fuerte era la emoción que sentía que no se percató de la maligna presencia que se cernía detrás de él.

Pánfilo había encontrado el machete que le pidió su hermano y enseguida se lo llevo presuroso a su cuarto.

—Porfirio lo encontré—dijo nervioso. —Encontré el machete.

Sin embargo no hubo respuesta de parte de su hermano más que el siniestro silencio de su habitación y la oscuridad que reinaba. Se adentró en el cuarto llamando constantemente a su hermano. No hubo respuesta, en cambio un aire enrarecido comenzó a inundar la habitación. Pánfilo sentía sus pies como rocas con cada paso que daba seguido de una sensación gélida que congelaba cada extremidad de su cuerpo.

Pánfilo siempre fue más sensible que su hermano mayor, razón por la cual él pudo percibir la monstruosa presencia que se cernía sobre él a sus espaldas. Apretó con fuerzas el machete, en cuanto se diera la vuelta le asestaría un golpe con el arma a quien fuera que estuviera detrás.

Se volteó con rapidez en la oscuridad y alzó el arma en el aire con intención asesina, pero al momento que quiso blandir el machete sobre el cráneo de su enemigo, se paró repentinamente en seco. Sus fuerzas mermaron de golpe y a pesar de ser grande se sintió empequeñecido frente a la figura que tenía enfrente. Apenas podía distinguir a quien tenía por delante, estaba cubierto casi en total oscuridad tan solo podía distinguir su silueta humana avanzar hacia él. Lo ultimó que vería de aquello serian sus cuatro cuatro colmillos, brillando en la oscuridad, dibujados en una funesta sonrisa seguido por unos pequeños ojos rojos que lo miraban con sumo deleite.

El pobre no pudo hacer otra que cosa que quedar paralizado por el miedo y ser consumido por Don montero o lo que fuera que haya sido esa criatura.

Al recibir los rayos del sol mañanero en su rostro, don Filiberto se encontró así mismo tirado en el suelo; Tenia un sabor amargo en la lengua, unos mareos terribles y la cabeza a punto de estallarle. Se levantó y miro a su alrededor.

Aun adormilado inspeccionó el resto de su choza, notó que las herramientas que usaba para cavar no se veían por ningún lado. Las buscó desesperadamente por los rincones de su morada, pero no la encontró en ningún rincón de su morada.

Trato de hacer un poco de memoria, pero lo único que logro recordar fue que se bebió una botella completa de pulque.

Don Filiberto salió afuera a tomar aire fresco y aclarar sus ideas. De paso también vomitaría todo el alcohol que tenía dentro de su sistema. Notó que a la distancia había un enorme montículo de tierra cerca de la tumba del Fallecido Arturo Montero. Alarmado el viejo velador se apresuró hacia el lugar. En el camino encontró sus herramientas y una enorme zanja que se había hecho en la tumba.

—Si se enteran de esto me van a mandar de patitas a la calle. —murmuro consternado. Le dio una mirada a la zanja para ver qué tan profundo había sido el agujero, pero lo que encontró hizo que gritase horrorizado.

Dentro se encontraba postrados dos cuerpos sin vida. Uno pequeño y otro gigante. Ambos estaban pálidos de pies a cabeza y con dos agujeros sobresaliendo en sus cuellos. El pequeño sostenía en sus manos, una peculiar cruz de plata con pequeñas esmeraldas adornando sus bordes y un rubí rojo en el medio. Por mucho tiempo se ha rumoreado que este objeto vale millones de monedas en oro por su hermosa formado y acabado elegante, pero en realidad este se trata de un amuleto muy poderoso capaz de mantener a los vampiros en estado de aletargamiento eterno y evitar que sea liberado a la población; Esta cruz es muy utilizada, por los expertos, en los países de Europeos (en donde estos demonios son originarios) para retener a estas criaturas. Si alguien se atreviese a quitarla de sus cuellos, se encontraría con una muerte segura y de paso traería un enorme mal al pueblo en el que fuese liberado.

Jan. 5, 2023, 9:44 p.m. 1 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Stavoli Un cuentista principiante, que adora la la literatura tanto como cualquier otro medio. Escribo cuentos por hobby y con el tiempo quiero ofrecer mejores historias.

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Evelyn Biassi Evelyn Biassi
Fue bastante interesante, aunque yo recomiendo hacerle una repasada en cuanto a la ortografía y algunos detalles, pero la historia está muy bien :)
June 02, 2023, 21:40
~