Presente
Una cabellera azulada camina gacha hasta el balcón y se para al lado de alguien más. Su semblante es triste, pero eso no es nuevo en él.
Habla mientras ve pasar los autos que, por la altura, parecen ser del tamaño de hormigas.
—Odio mi vida.
Un rubio bufa burlesco, luego lleva un cigarrillo encendido a sus labios para darle una calada.
—Define odiar —comenta mientras suelta el humo.
—No voy a caer de nuevo en tus jueguitos. —Alza la cabeza y ve que él otro está fumando apoyado en el barandal a dos metros de distancia, se acerca con sigilo y sin pedir permiso toma el cigarrillo de los largos dedos ajenos para tirarlo.
—¡Luciel! —Se para recto de golpe y mira al otro enojado.
—Ángel —lo nombra con un tono entre suplicante y hastiado—. No fumes, se supone que los ángeles no hacen cosas malas.
—¿Por qué me sigues llamando así? Ese no es mi nombre.
Solo habla alto e igualmente asusta al otro por su gruesa voz. Rápidamente reflexiona, apoya los codos en el barandal y se lleva las manos al cabello para hablar con tono arrepentido.
>>No me llames Ángel, no lo soy, mucho menos lo merezco, dime por mi nombre. —Por su mente pasan imágenes de sucesos que todavía no sabe soltar.
Luciel toma delicadamente la cara del contrario y lo obliga a mirarlo.
—Pero si con esos cabellos rubios, tus ojos verdes claros y tu piel pálida pareces un ángel, uno muy guapo.
Ante el comentario Ángel mira a Luciel: bajo, cabello teñido de azul marino junto con pecas que se esparcen principalmente en sus mejillas quemadas por el sol y nariz, dejando de ser abundantes en su frente y cuello donde, las que hay, resaltan por solitarias. Estos detalles le dan un toque de androginia que, si bien es agradable, no es su tipo. Aun así, le es imposible ignorar la tristeza que emana su amigo y compañero de cuarto.
Mirando los lentes de Luciel habla en vez de pensar:
—¿Quién te dañó tanto? Incluso no puedo verte a los ojos porque me deprimo, ¿Por qué desprendes tanta tristeza incluso en tu forma de caminar?
Luciel agacha su cabeza «¿Es por eso que nunca me mira a los ojos?».
Ángel se da cuenta de lo que pasa.
—Mi voz interna apesta. —Deja colgando su cabeza arrepentido—. ¿No?
—Sí. —Esquiva la mirada del rubio mientras duda entre hablar o no —. ¿En serio quieres saber eso?
—Sí, por favor, cuéntame.
—Si te lo cuento, ¿Prometes dejar de fumar?
Se sorprende cuando el otro lo mira serio a los ojos, esos que dio a conocer que, aparentemente, le parecen demasiados tristes para quedárseles viendo.
—Lo prometo.
Luciel se hace el tonto, en este punto no le importa realmente si le está mintiendo o no; empieza a contar su historia por primera vez. Ángel a cada minuto que pasa está más sorprendido, el comportamiento de su amigo va tomando más sentido a la vez que avanza la narración que de momentos es deprimente, alegre o un poco tétrica.
Luciel ha sufrido, pero él también y no anda tan deprimido, ¿Luciel es un sentimental? ¿O él está siendo insensible? No tiene forma de saberlo y cada palabra de su amigo convence a su mente de una sola cosa: el enano había sido un bastardo mal parido e insufrible... Pero le da pena su historia.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.