Universidad Nacional de Seoul, Corea.
Los pasillos se encontraban atestados de alumnos yendo y viniendo, era momento del receso. Había grupos de a dos o tres personas juntas dirigiéndose hacia el buffet para desayunar juntos, para socializar entre ellos. También los había de a cuatro personas, siendo dos hombres y dos mujeres por lo general.
Pero claro, siempre existen las excepciones; hay quienes prefieren disponer de algún momento de soledad a que hacer vida social. Estaba la manzana sola alejada del manzanero, y esa fruta ahora se trataba de Mark Lee que, descansaba la espalda contra una de las columnas del campus que el edificio tenía repartidas por la universidad. También estaba sentado con las piernas entrelazadas sobre una banca de material.
Mark tenía un amigo, Johnny, pero éste ese día no concurrió al establecimiento por estar enfermo.
Se preguntarán qué estaba haciendo, pues, nada más que… leyendo un manga, aprovechando el descanso.
A su vez, traía puestos unos cascos escuchando a su cantante favorito: RAVI del grupo surcoreano masculino VIXX. Movía la cabeza y hombros al compás de la melodía.
No había nadie alrededor suyo molestándolo, la paz lo rodeaba. Claro que esto no podría perdurar en el tiempo. Pronto un ser externo a él, que venía saliendo del módulo en el que se hallaba el aula donde estaba antes, iba caminando en dirección al buffet, también solo. Por casualidad, los ojos de este ser dieron con la figura canadiense cómodamente disfrutando de la ocasión.
De inmediato, las pupilas brillaron con picardía, tramando algo en mente.
¿Qué podría hacer para molestar al canadiense? Una idea no tardó en aparecer en la mente de esta persona.
Sin siquiera preocuparse por no hacer ruido ya que el menor de 22 años castaño claro estaba con los cascos, procedió a acercarse de forma directa y rápidamente le quitó los cascos para colocárselos él mismo y asentir al ritmo de la música. Sostuvo los cascos contra las orejas y frunció el ceño a la vez que mostraba una expresión placentera. Los auriculares eran inalámbricos, por lo que no tuvo necesidad de quedar inclinado por el cable.
Mark apenas los cascos le fueran quitados, tendió a mirar hacia el atacante de inmediato, por lo que al ver de quién se trataba rodó los ojos y cerró el libro. Se trataba nada más ni menos que de su mayor enemigo: Nakamoto Yuta, el japonés de 24 años de edad más idiota que había conocido desde la adolescencia, en la escuela secundaria. Tuvo el “lujo” de compartir escuela con él.
—¿Puedes devolvérmelos? —le pidió con un semblante serio.
El japonés continuó bailoteando con la cabeza.
—No te escucho —casi le gritó Yuta por no poder en verdad oírlo debido al volumen de la música.
Mark bufó de manera cansina y dejó el libro manga sobre la banca antes de incorporarse para quitarle de una vez los cascos y colocarlos alrededor del cuello propio.
—Por qué tienes que venir a molestarme a donde sea que vaya —le reprochó sin mirarlo, inclinándose para coger el libro y comenzar a caminar hacia otra parte por el pasillo de las columnas.
—Sólo pasaba por aquí y te vi bailoteando tan feliz que quise serlo también —avanzó junto a él.
Mark lo ignoró y continuó con la caminata.
—Aunque tus gustos para la música son del asco —continuó el rubio (Yuta).
—Bien que estabas disfrutándolo —le escupió con acidez.
—Sólo fingía. Tienes mal gusto.
—Mira —se detuvo de abrupto para enfocarlo—. Si sólo vienes a molestarme, vete. Tengo mejores cosas que hacer que desperdiciar mi tiempo contigo.
—Ouch, atacas fuerte —cerró un ojo y se tocó el pecho, mostrándose afectado—. En realidad, venía por algo.
—No me importa.
—Me gusta ese libro que estabas leyendo, vi la tapa. Es mi favorito.
El canadiense guardó silencio, ignorándolo una vez más.
—¿No me lo prestas? Te lo devuelvo en la semana —Volvió a hablarle el japonés.
Mark no dijo absolutamente nada, caminando sin rumbo, esperando que el otro se marchara.
—No vas a ceder por lo que veo. No me dejas otra opción... Matanga —estiró el brazo y le quitó el libro de las manos para alejarse corriendo.
Mark sólo lo miró, reaccionando tarde.
—¡Hey! ¡Ven aquí! —sin tener más remedio, lo siguió, corriendo tras él—. ¡Idiota!
Yuta reía felizmente, corriendo marcha atrás enseñándole el objeto y la lengua, burlándose porque no pudiera alcanzarlo.
Mark era rápido para correr, pero Yuta lo superaba en velocidad.
Continuaron correteando por un minuto más, hasta que Yuta se introdujo en un baño que tenía un letrero de reparación. Mark dudó de ingresar, pero una mano tiró de él hacia el interior y fue empotrado contra la pared.
No esperaba que sucediera eso.
Continuará...
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.