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Tomas Fernández


Lo que debió de ser el año de esplendor de Alba se vio convertido en un desastre. Mediante su amiga descubrió una persona que le abrió nuevos mundos


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Mi año

Pensé que este iba a ser mi año. Cumpliría dieciocho años, era mi último curso antes de la universidad y en general, todo me iba bien. Tenía una vida más o menos ordenada. Iba a clase por la mañana. Por la tarde un poco al gym. Tenía bastante soltura para estudiar incluso tenía un novio que quería, o eso pensaba yo.

Nada más lejos de la realidad. Terminó el verano y comencé el nuevo curso. Sabia que iba a ser duro. Poco a poco las materias se iban complicando, el contenido se me acumulaba y el estrés aumentaba a cada día que sé acercaba la fecha de los exámenes finales.

Tan duro se me había hecho la situación que decidí dejar el gym. Era mi desahogo, me daba paz mental y encima me mantenía el trasero durito. Pero que va, se me iba el tiempo montada en el bus, más la hora y media de sesión, más la ducha, más el cansancio que me acumulaba… un caso total. En fin, ya lo retomaré en verano.

Luego el tóxico de mi ex. Que tío más asqueroso. Amor de verano fue, lo conocí en el pueblo y resultó que era vecino del barrio. Yo pensaba que estaba enamorado de mi, como yo de él. Pero no se como no vi venir sus intenciones. Seis meses insistente para que tuviéramos sexo, siempre magreándome y muy pero que muy pesado para que nos acostáramos.

En febrero fue mi cumpleaños. Preparo una escapadita romántica para los dos ese día. Fuimos a un hotelito modesto en las afueras, pero muy mono. Solo unascuantas habitaciones tenía, las justas para algunas parecidas románticas como nosotros. Las vistas a las montañas era idílicas, cuando caía el sol bañaba de dorado los árboles que en combinación con la escarcha de sus ramas creaba un calendoscopio natural difícil de olvidar.

Tan especial me pareció ese entorno que decidí dar mi pureza, y compartí con aquel impresentable mi pureza.

Me había comprado mi primera lencería de encaje para la ocasión. La verdad que era una cucada. En la parte de abajo un culote verde con transparencias y encajes; para la parte de arriba un sujetador también con encajes y semicorset, con relleno por supuesto.

Había ido a la peluquería. Me había depilado entera ya saben. La verdad que me sentía especial. Estaba radiante como mujer, cumplía mi mayoría de edad, estaba con mi chico…

El por su parte también hizo sus deberes. También había arreglado su cuerpo, fue al peluquero, dejó atrás sus míticos chándales y para la ocasión usó un polo y unos pantalones chinos. Llevaba una caja de preservativos de esos sensitivos, eso sí, el muy capullo mando al hermano a comprarlos porque le daba vergüenza.

Hubo unos buenos preliminares. Besos caricias, tocamientos. Sabíamos que iba a pasar y estábamos preparados. Todo empezó bien hasta que se convirtió en “ la Fatídica tarde de febrero”. Aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Nos costó colocarle el preservativo. Ni el sabía, ni yo tampoco. Miramos la hojita de las instrucciones varias veces. Después de desaprovechar dos o tres condones y de que su pene se hinchara y deshinchara el mismo número de veces logramos tenerlo todo listo.

Yo había perdido un poco la pasión con tanto trajín, pero ya estaba todo listo, así que me recosté con una almohada bajo el trasero, abri las piernas y lo esperé. Se arrastró encima de mi. Colocó sus brazos al lado de mis hombros, parecía que iba a hacer flexiones o algo así.

Fue un momento muy tenso, yo estaba muy nerviosa porque era mi primera vez y él pues como que tampoco estaba muy hábil en la situación. Apunto su pene en mi vulva y empujó. No acertó. Resbaló hacia arriba y me hizo un poco de daño en el clitoris. Para el segundo intento yo ya estaba alerta y cuando empujó fue hacia abajo. Con un golpe de cadera esquive su miembro que se dirigía directo a mi ano. Por mi seguridad decidí guiarlo hacia el sitio indicado y de golpe introdujo todo dentro de mi. Sin sensibilidad, sin consideración, sin cariño alguno por su parte. Sentí dolor y brotó de mi algunas gotas de sangre. Giré mi cabeza hacia un lado en lado en la almohada y una mueca triste se dibujó en mi cara. Lo lógico hubiera sido parar y acompañarme en ese momento que de mágico pasó a ser traumante, pero como si con él no fuera el asunto siguió jadeando sobre mi.

Estaba asqueada, dolorida, y solo lo veía a él encima de mi con un vaivén desacompasado y poniendo extrañas caras. Suerte o desgracia la mia que el animal que tenía encima de mí acabara en unos minutos y al retirarse de encima mia y acostarse exhausto en la cama me pude escapar al baño.

Con agua fría refresque mis parte íntimas y de paso aproveche para darme una ducha. Bajo el agua se me escaparon unas lágrimas que pronto se convirtieron en llanto mudo. Rompí a llorar en silencio, no quería que aquel energúmeno se enterara. Me había hecho daño, no había compartido conmigo la experiencia, en definitiva, me había robado mi momento.

Después de ese día poco tarde en darme cuenta de que me utilizó para un solo propósito. Ya no venia las tardes a verme, los fines de semana se llenaban de excusas para no estar juntos y en apenas unas semana la pareja se desvaneció.


No se si tal desilusión con aquella persona me afectó, pero deje de creer en el amor. Solo me centré en mis estudios, que bastante cuesta arriba se me estaban haciendo. Gracias a mi amiga Andrea pude sobrellevar la situación. Me ayudó en mis tardes grises después de romper y solíamos quedar algunas tarde para estudiar juntas en su casa.

Nov. 6, 2022, 8:49 p.m. 0 Report Embed Follow story
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