moniarranz Mónica Trujillo

La peor noche de Halloween para los frikis miembros del club. Descubre los misterios que envuelven a esta particular familia en un sino trágico y macabro. Era una inocente afición pero ahora es una maldición de orígenes insospechados que puedes desvelar en los nuevos capítulos.


#60 in Horror #6 in Teen horror All public.

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EL CLUB DE HALLOWEEN

El año anterior el club de mi primo Javier no había podido celebrar la mejor fecha del año. No pudieron celebrar “SU FIESTA”, con mayúsculas. Todos eran amigos inseparables desde primaria, incluso algunos eran compañeros desde que cursaban la escuela infantil. Los miembros del Club de Halloween eran cuatro chicos y dos chicas que hacían reuniones periódicas para discutir sobre su tema preferido. Por supuesto que debo reconocer que un grupo tan particular solía ser visto con malos ojos por el resto de la gente, incluida yo. Siempre me imaginaba cosas muy tenebrosas al verlos juntos. Tenían ganado a pulso el apelativo de “frikis”. Desde aquellos primeros años en los cuales sus padres los disfrazaban para su día especial, su afición fue creciendo más y más hasta convertirse en verdadero fanatismo por esa temática.

Cada año había sorpresas pero, sobre todo, había también tradiciones, como ganar sí o sí el gran concurso de disfraces organizado en el centro comercial más grande de la ciudad. Todos los años durante los últimos seis, habían premiado a alguno de los integrantes del grupo o al grupo entero en la categoría de comparsas. Lo importante era ganar. Cada año se ponía a prueba su imaginación considerando un gran reto aquello de ganar el concurso.

Pero la dichosa pandemia que nos tocó vivir terminó con la tradición, ese horrible año no había cuerpo para celebrar nada. La muerte había campado a sus anchas en el mundo así que poca gracia tenía simular escenarios terroríficos, bastaba con ver las noticias y el recuento de contagiados y

fallecidos. Casi todos pasamos la infección por Covid. Y lo peor, también casi todos perdimos a uno o más familiares por su causa. Uno de ellos, Javier, mi primo, se quedó huérfano y tuvo que venir a vivir con nosotros a las afueras de la ciudad en nuestra casa campestre rodeada de tierras que cultiva desde hace muchísimo tiempo nuestra familia.

Para Javier fue muy duro cambiar de vida. No tengo ni que explicar que perder a sus padres y verse obligado a venir a vivir con nosotros fue un acontecimiento trágicamente inesperado. Nuestro trato siempre había sido lejano, salvo unas pocas reuniones familiares al año, no teníamos mayor contacto. Lo cierto es que aunque me comporté de forma correcta y civilizada, saber que Javier iba a venir a vivir con nosotros me movió el piso. Lo conocía tan poco, que no dejaba de ser un incordio compartir casa, mesa, tele y padres. Sí, he dicho padres. Los míos se volcaron por completo en darle cariño y comprensión exigiéndome paciencia, y por ello durante un tiempo pasé a un segundo plano.

Ya que ambos éramos hijos únicos y contemporáneos, la familia esperaba que pudiéramos conectar para hacer más llevadera la tragedia, y puedo decir con alivio y que cumplimos ese objetivo, justamente a raíz del confinamiento tuvimos mucho tiempo para compartir y nació una buena amistad. Nos pusimos al día después de todos esos años de vidas separadas, pudimos conocernos sin máscaras desde la confianza de la convivencia y con ésta, surgió un respeto mutuo. Parece mentira, pero la sangre tira y teníamos más cosas afines de las que hubiésemos podido imaginar. Javier me presentó a su grupo de amigos y me uní al club a tiempo para su celebración emblemática, el día más terrorífico del año, su esperado Halloween. Ya no me parecían tan “locos”, solo eran otros chicos de mi edad que habían conseguido su distintivo para no ser unos más del montón, y eso es algo genial.

Unos días antes de la fecha límite, como todos los años, nos reunimos los seis miembros fundadores del grupo más la séptima y nueva integrante: yo, Gema.

Siendo la medianoche del día trece de octubre, se inició la preparación del gran día. Lo hicimos en casa de Roberto, aprovechando el gran jardín trasero donde nos había preparado una barbacoa. Tengo grabado todo en mi cabeza, jamás olvidaré todo lo sucedido y siento la imperiosa necesidad de contar todo aquello, con la urgencia propia de hacer algo para intentar que jamás se pierda en el olvido.

El primero en tomar la palabra nada más sonar la alarma que teníamos con la cuenta regresiva desde comienzos de mes, fue Javier:


— Amigos, tengo una propuesta que les va a encantar. Como el año pasado no hicimos nada, éste año tiene que ser el mejor.


Hizo una pausa deliberada para mirarnos a cada uno a la cara de manera dramática; eso le encantaba. Y añadió:


—Gracias a Gema, mis tíos nos van a dejar el granero para que pasemos allí la noche. Cada uno debe llevar su saco de dormir y nos podemos organizar en el altillo, la parte de abajo podemos decorarla como queramos.


Todos aplaudieron eufóricos dando saltos y se acercaron a mí para chocar las manos en señal de aprobación.


— ¡Eso es genial Javier! ——interrumpió Roberto —pero no quiero perderme

por nada el concurso de siempre... — ¡Es la tradición y debemos ganar!

— ¡Siiii!—gritaron todos al unísono.

— Nadie dice lo contrario—respondí con rapidez para aclarar todo lo que le había propuesto a Javier— iremos al concurso, ganaremos y nos iremos a casa a celebrar hasta el amanecer...esa es la propuesta.

— Siendo así, creo que todos lo aprobamos. ¿Alguien se opone?—preguntó Luisa.


Pero como era de esperar, todos estaban de acuerdo. A continuación, cada miembro del club hacía su aportación, se repartían las tareas y se aprobaban las propuestas. Como siempre habían sido seis, el turno de palabra se otorgaba jugando a los dados, el que sacaba el primer seis hablaba primero y así sucesivamente. No obstante, conmigo ya éramos siete, así que al ser la nueva, decidieron que sería la última en intervenir. Era un verdadero reto para mí puesto que para ganar la membresía definitiva del grupo, debería aportar ideas muy buenas. Mi emoción aumentaba por minutos, todos los ojos estaban puestos en mí y no quería defraudarlos. Tiraron los dados y la primera en sacar el seis fue Luisa.


— Mi propuesta es que nos presentemos al concurso en la categoría de comparsa, porque somos expertos como nadie en el tema, así que con nuestros disfraces hechos a medida, con la ayuda de mi madre, seguro que nadie nos supera. Además he hecho un curso de caracterización, así que seré la maquilladora oficial. El tema que propongo es el día de muertos al estilo mexicano, ya tengo fotos de los mejores que he visto en Internet para que cada uno escoja el suyo.

— ¡Aprobado! — dijimos todos sin dudarlo, nos pareció una gran idea y daba mucho juego para lucirse con trajes y maquillaje. Pocos participantes se lo tomaban tan en serio. El turno llegó entonces para Mario:

— Yo me encargo de las películas, tengo los mejores clásicos de todos los tiempos para escoger entre esos la que pondré en la madrugada. Para la llegada a la fiesta tendré otra película más moderna, me reservo la sorpresa del título, tengo varias para escoger que no nos defraudarán. Se me ha ocurrido que al celebrarlo en el campo, buscaré un título relacionado. Éste año voy a llevar mi equipo nuevo: sonido envolvente y total oscuridad para disfrutar de la pantalla gigante.


Los miembros del Club de Halloween nos emocionábamos cada vez más con cada intervención y la imaginación hervía para ultimar hasta el último detalle. Nada quedaría al azar. Ahora quien hablaba era Roberto:


— Chicos, como siempre mi especialidad es la comida. Tengo un menú que les va a encantar si se atreven a comerlo. Para nuestra gran fiesta he hecho un curso On line que terminé en septiembre. No había comentado nada porque respeto las tradiciones: en ésta reunión cada uno trae su propia sorpresa. Tengo platos salados y postres, todo de un aspecto asqueroso....pero muy rico.

—Por lo visto llega mi turno—dijo Alfredo cuando por fin el dado cayó en el seis—ya saben que lo mío es la decoración. Ésta vez incluiré ambientación de efectos especiales con luces, niebla y sonido, con la colaboración de Mario. Como ya está decidida la temática campestre, no los defraudaré.

— Mi propuesta, que espero acepten, es un reto que ejecutaremos nada más terminar la película—Andrea miraba retando a sus compañeros— Solo podemos llevar una antorcha e iremos caminando por los cultivos hasta al centro de la finca. Haré un espantapájaros para plantarlo el día anterior. Iremos en fila india, el que saque la carta del demonio de mi baraja de criaturas terroríficas irá de último.


Todos aplaudieron emocionados, la adrenalina estaba asegurada, ya se imaginaban todo el escenario de la super fiesta del terror. Inmediatamente todos me miraron, ya estaban zanjados los demás preparativos, solo faltaba escuchar mi propuesta de novata. Toda la semana había estado buscando en mi ordenador las mejores ideas y al escuchar lo del reto, recordé algo que parecía estar hecho a medida para el final de nuestra fiesta, sin dudarlo tomé la palabra diciendo:


— Propongo completar el reto de Andrea: al llegar al espantapájaros lo vestiremos con una prenda de cada miembro del grupo, tiene que haber sido usada por cada uno, no vale nueva, y cuando esté vestido, haremos un conjuro invocando espíritus. Eso sí, que respondan o no ya no es mi problema, no lo puedo garantizar, pero lo intentaremos y será un juego muy chulo. He visto un ritual donde vestían un maniquí en un sótano, lo haremos igual pero con nuestro espantapájaros.


Todos se quedaron alucinados ante mi propuesta, les pareció genial. Yo estaba encantada, sería un miembro importante del club.

Todo estaba perfectamente encadenado: después de ver la película, la adrenalina fluye y el reto sería el final perfecto, ya me parecía vernos cruzando la finca con una antorcha, mucho mejor que un pasaje del terror de la feria, auténtico campo y solos contra el espantapájaros que íbamos a conjurar.

En ese instante les propuse concretar detalles, les dije que debíamos asignar las prendas que cada quien llevaría para ponerle al espantapájaros, deseaba ejercer con toda la seriedad que requería la ocasión mi debut en la organización de la fiesta. Para poner aún más suspenso, les sugerí anotar el nombre de cada prenda en un trozo de papel que doblamos y metimos en una bolsa, así que el azar decidió lo que cada uno aportaría:

Roberto dejaría la camisa; Luisa, el pantalón; Alfredo, los calcetines; Andrea, el cinturón; Javier, los guantes; Mario, la bufanda; y yo, el sombrero.

El resto del mes fue intenso, cada uno estuvo ocupado en su tarea para que todo saliera como lo habíamos planeado: tras un año de paro, éste sería el mejor Halloween, lo recordaríamos hasta el fin de nuestros días.

Llegada la fecha, nos desplazamos al centro comercial para el concurso. Llegamos encapuchados para que nadie nos viera maquillados hasta el mismo momento del desfile de comparsas.

Cuando salimos al escenario, bailando una coreografía sencilla que habíamos ensayado, nos quitamos las capuchas dejando al público perplejo ante los ya indiscutibles ganadores. Luisa se había lucido con cada uno de nosotros.

Las características calaveras del día de muertos parecían salidas de una película. Añadió unos detalles propios de su imaginación para dar el toque final.

De mi ojo izquierdo salía un gusano que parecía real. La quijada de Alfredo parecía estar rota y al fondo se asomaban ojillos fosforescentes de alguna criatura. El brazo izquierdo de Mario estaba rodeado por una serpiente. Por debajo del top de Andrea, había creado la ilusión de un murciélago colgado de la última costilla. Javier tenía maquillada la cabeza entera, con el pelo cubierto,

parecía que la parte de atrás dejaba ver su cerebro. Para Roberto, creó unas arañas peludas que simulaban escalar sus pantorrillas. Finalmente, Luisa reservó para sí misma una auténtica obra de arte: la mitad del rostro era esqueleto y la otra mitad zombie.

Recibimos el premio orgullosos de nuestro estupendo trabajo; yo no me podía creer que la gente se me acercara para tomarse fotos, gente del público y competidores vencidos. Incluso saldríamos en la página web del centro comercial. Disfruté como nunca de ese instante de gloria. Una vez más cumplimos nuestro objetivo, ya era el octavo trofeo del club.

Llegamos muertos de hambre a la granja, donde dimos buena cuenta del menú preparado con tanto esmero por Roberto. Desde un ponche con aspecto de sangre coagulada hasta unos dedos de mazapán, pasando por carne desmechada con salsa mucosa. No lo hubiese superado ni el mejor chef de la ciudad. Casi no consigo probar unos “ojos” gelatinosos, pero debo decir que todo estaba delicioso.

Y siguiendo nuestro programa nos sentimos inmersos en la espeluznante decoración que nos rodeaba. Alfredo cumplió lo prometido con creces: instaló unas luces de colores rojos, anaranjados y amarillos que con niebla artificial y el decorado tipo cementerio lucía verdaderamente terrorífico.

Ya sobre la media noche el turno fue para la película elegida por Mario: “El espantapájaros maldito”, que consiguió aumentar nuestros niveles de adrenalina a picos insospechados. Terminada la película continuamos con la aventura final de la noche, la expedición al centro de la granja en busca de nuestro propio espantapájaros. Encendimos una antorcha y jugamos a las

cartas con el naipe de Andrea. El ganador fue Mario, así que empuñó la antorcha para guiar al grupo. A mi me tocó el demonio, por lo cual me correspondió el último sitio de la fila. Yendo por el camino a través de los cultivos, tardamos unos quince minutos en llegar al sitio donde íbamos a llevar a cabo el ritual.

A esas horas de la noche, a falta de luna llena, solo la luz de la antorcha y el brillo de las estrellas nos acompañaba en nuestra macabra excursión.

A pocos metros del espantapájaros se podían escuchar los cantos de los grillos, algún sonido lejano de una rapaz nocturna y el galope de nuestros corazones. El mío me dejaba sorda por segundos, tenía las manos heladas por la emoción y aunque sabía que era la finca donde crecí, parecía estar en un escenario diferente bajo el influjo de las nuevas emociones. Cuando por fin llegamos al enclave del espantapájaros, pareció volver mi alma al cuerpo, pero como todos sabíamos que lo “mejor” apenas iba a comenzar y la sensación de tranquilidad duró demasiado poco.

Faltaba la guinda del pastel, la clausura definitiva de nuestra increíble noche. Por momentos me sentía tan nerviosa que llegué a arrepentirme de haber propuesto semejante barbaridad. Me preguntaba: ¿Qué pasará si realmente funciona y nos responden los espíritus? Luego me decía a mi misma que era una tontería, que esas ceremonias son chorradas que simplemente sugestionan a sus participantes que luego ven lo que su mente asustada se inventa. Sin embargo, a pesar de mis reflexiones, no conseguía relajarme, estaba demasiado excitada después de mi debut como miembro de pleno derecho del club de Halloween.

En fin, ya no había vuelta atrás. Como les había dicho, cada uno llevaba la prenda que le tocaba, y en el mismo orden de la fila fuimos vistiendo al muñeco. Yo fui la última, coronando a nuestro amigo de paja con mi sombrero. Terminada la preparación de nuestro inerte protagonista, conseguí sentirme un poco más tranquila, ya que así vestido se veía muy gracioso. Incluso recuerdo las bromas de Luisa, que tras haber demostrado sus cualidades con el maquillaje que llevábamos, se burló del resultado diciendo que ahora teníamos al octavo miembro del club, un amigo un poco extraño pero nada terrorífico.

Yo había releído muchas veces el ritual y llevaba preparado todo lo necesario para realizarlo. Repartí velas a cada uno, las encendimos e hicimos un círculo rodeando el adefesio de paja. Entonces empezamos a recitar el conjuro, todos iban repitiendo en voz alta lo que yo les leía.

A continuación les ordené que cerráramos los ojos, dejamos las velas en el suelo y nos tomamos de las manos sudorosas apretando con fuerza mientras contábamos lentamente desde el trece hasta el uno.

Cuando abrimos los ojos, estábamos rodeados por una densa nube de humo, que parecía provenir de una hoguera central inexistente puesto que la antorcha estaba perfectamente ubicada donde la habíamos anclado al llegar.

Al irse disolviendo la bruma, descubrimos aterrados que el frío espantapájaros había cobrado vida como en la película. Y entonces el juego perdió toda la gracia.

Algunos, como yo, nos quedamos paralizados al instante, pero otros comenzaron a correr como alma que lleva el diablo tratando de regresar al granero.

Pasados pocos segundos, el engendro empezó a atacarlos uno a uno cortando con sus propias manos transformadas en cuchillos. Su primera víctima fue Alfredo, que del susto se tropezó y cayó a pocos metros. Cuando intentaba ponerse de pie, el demonio le cortó de un solo machetazo los dos pies dejándolo en un charco de sangre mientras daba unos alaridos como jamás había escuchado en la vida.

Andrea estaba a mi lado convertida en estatua cuando se giró para mirarnos. Ni siquiera me dio tiempo a ver nada, solo cuando volvió a darse la vuelta para perseguir a nuestros amigos que huían, me di cuenta de que le había rajado el abdomen a la altura de la cintura muriendo en el acto. La inercia la había mantenido en pie, pero en un breve lapso de tiempo, cayó la mitad superior de su cuerpo frente a mí, que no conseguía moverme ni articular palabra.

Roberto había sido el primero en escapar a toda velocidad, pero sin la antorcha no consiguió avanzar lo suficientemente rápido como para refugiarse en el granero. El ser demoníaco le dio caza dividiendo de un tajo su tórax siguiendo la línea del esternón. Mario fue degollado desde atrás a continuación, pude verlo porque mi amigo ya se devolvía gritándome que hiciera algo por deshacer el maldito hechizo. Yo continuaba en shock contemplando la matanza que se ejecutaba a mi alrededor.

Luisa se había escondido en medio de los cultivos laterales, pero con el resplandor de sus ojos, el espantapájaros maldito la localizó pronto y sin titubear le cortó las piernas, una con cada mano filosa. De repente apareció desde atrás mi primo Javier, empuñando la antorcha que no sé en qué momento había tomado. Pretendía quemar a nuestro atacante o algo así, fue el

único que intentó defenderse, pero lo único que logró fue ver sus manos cercenadas que caían ante su aterradora mirada. Sus venas se vaciaron más lentamente de lo que podría pensarse, pero igualmente falleció mutilado.

Yo estaba acurrucada en el suelo gritando y llorando ya sin voz cuando se giró para mirarme a los ojos. Los cuchillos de sus manos se convirtieron en manos humanas y los ojos fosforescentes comenzaron a perder brillo transformando al demonio en un dulce muñeco de peluche que se quitó mi sombrero, el que yo misma había puesto allí sobre su cabeza de paja a la par que me hacía una reverencia estrambótica. Me lo puso en mi cabeza enajenada y se plantó de nuevo en su sitio original, el centro de nuestro círculo ceremonial.

Al día siguiente, el macabro escenario que descubrieron mis padres fue un espantapájaros de paja vestido como si fuera un hombre común rodeado por seis chicos maquillados mutilados, vilmente asesinados.

Yo estaba inconsciente pero intacta, manchada totalmente de sangre puesto que estaba tumbada sobre uno de los charcos dejados por las víctimas, mis recientes amigos. Llevaba puesto mi sombrero de paja nuevo, que había comprado expresamente para la ceremonia y que nunca llegué a estrenar. En el conjuro dejaban muy claro que las prendas debían haber sido usadas por lo menos durante un día por aquellos que se iban a inmolar.

Dicen que estoy afectada por graves secuelas psicológicas al ser testigo presencial de una matanza además de ser la única superviviente.. Lo cierto es que espero algún día superarlo.

Ahora ya nadie se interpone en mi felicidad, estamos solos mis padres y yo.


NOTA: En el siguiente capítulo Gema destapa sus sentimientos y descubrimos cómo una simple fiesta adolescente pudo terminar en una matanza despiadada.

Oct. 21, 2022, 9:17 p.m. 10 Report Embed Follow story
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Zaycko Joria Zaycko Joria
¡Bravo! Estuvo muy creativo. Creo que se te pasó una pizca de fantasía por momentos, ¡pero qué va! Si creemos que Dios creó el planeta en una semana XD. Me gusta. 👏
October 21, 2023, 05:53
ALEXANDER JOSÉ VILLARROEL SALAZAR ALEXANDER JOSÉ VILLARROEL SALAZAR
Fragmenta aun más las ideas y le darás mejor vista a tus escritos. No amontones tanto el texto, acorta los parrafos
October 12, 2023, 18:34
Ana Kayzen Ana Kayzen
Me gustó y me sorprendió
September 07, 2023, 07:01

  • Mónica Trujillo Mónica Trujillo
    Me alegro, te agradezco mucho el comentario y tu tiempo. September 07, 2023, 08:02
joe Rider joe Rider
MUY bueno 😌😃
August 17, 2023, 23:52

  • Mónica Trujillo Mónica Trujillo
    Te agradezco mucho el comentario y sobre todo tu tiempo para leerlo. August 18, 2023, 13:14
LV Lucas Vera
Me gusta muchísimo el relato, empecemos diciendo eso. El giro con la intención macabra de la narradora, al final, es una delicia. Mis únicos aportes son: 1. Lo del holograma interactivo quiebra bastante la verosimilitud. 2. El giro con la narradora/protagonista, al final, es muy salido de la nada. Quizá algún pasaje sobre su incomodidad con Javier o uno que sugiera un mínimo resentimiento servirían bien. Sin eso el giro es salido de la nada y muy arbitrario. Sacando esas dos cosas, como dije, el relato me encanta!
August 16, 2023, 14:50

  • Mónica Trujillo Mónica Trujillo
    Gracias por leerlo y por tus comentarios. Efectivamente alguien más me sugirió preparar el giro final y lo haré para que no sea tan repentino. Y lo del holograma es totalmente cierto, pondré algo más "real". Me encantará que lo vuelvas a leer cuando lo corrija y espero hacerlo pronto. August 16, 2023, 18:01
ALEXANDER JOSÉ VILLARROEL SALAZAR ALEXANDER JOSÉ VILLARROEL SALAZAR
párrafos muy largos, te sugiero fragmentarlos pues facilita la lectura y mejora la estructura del escrito
August 11, 2023, 18:18

  • Mónica Trujillo Mónica Trujillo
    Gracias por leerlo y por la sugerencia, la tendré en cuenta. A lo mejor también amplío el interlineado para facilitar la lectura. August 14, 2023, 23:46
~

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