fran-laviada Fran Laviada

Un día me dio por bajar (con linterna, por supuesto) al oscuro, destartalado, sucio y olvidado sótano de la vieja casona familiar, y allí lo encontré. Un diminuto libro, con unas tapas marrones y duras que el tiempo había reblandecido y con unas pocas hojas, tan amarillentas como un limón…


Inspirational All public. © Francisco Álvarez Arias

#Un librito insignificante.
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Las enseñanzas de un pequeño libro.

El inesperado hallazgo, despertó en mí, una entusiasta curiosidad, así que me dispuse a leer aquella miniatura, algo que tan solo me llevó unos pocos minutos, y ustedes lo entenderán perfectamente por la brevedad de la exigua obra.


Título: "La vida es breve"

(¡Y el libro más!)


Autor: Licerio Berbedel 

(¡Ni puñetera idea de quién era el tal Licerio, vaya nombre!)


Año de publicación: 1875 

(¡Ya llovió desde entonces!)


Prologo:

¡Lo bueno, si breve dos veces bueno!

(Baltasar Gracián)


(Supongo que el autor puso esa frase refiriéndose a su libro y no a la vida, porque por muy buena que sea, si es breve, es una verdadera putada)


Capítulo I:

   La vida es tan corta, que tan solo desperdiciar un segundo en tonterías, es un gran pecado.


Capitulo II:

   Todo lo que puedas hacer hoy, quizá no lo puedas llevar a cabo mañana.


Capitulo III:

   Perder tiempo pensando en el pasado, es de desocupados, incluso de tontos.


Capí­tulo IV:

   El presente dura tan poco, que al día siguiente ya no existe.


Capítulo V:

   HOY, es una palabra maravillosa, positiva y llena de vida.


Capítulo VI:

   El futuro solo existe cuando llega, antes, es un auténtico desconocido.


Capí­tulo VII:

   Lo que vives ahora, es siempre irrepetible, aunque haya dí­as muy parecidos.


Capítulo VII:

   Si te adaptas positivamente a la brevedad de la existencia será más fácil que aproveches tu tiempo.


Epílogo:

¡Breve et irreparabile tempus omnibus est vitae!

(Virgilio)

(¡El tiempo de vivir es para todos breve e irreparable!) 



El libro enano del Señor Berbedel me resultó muy interesante, y una lectura ideal para el lugar en el que me encontraba, y en el que no me interesaba permanecer demasiado tiempo, pues el sótano era un sitio tenebroso que me recordaba a una película de Drácula, y además la pila de la linterna, estaba más gastada que las sandalias de un peregrino y precisamente cuando la bombilla comenzó a parpadear para indicarme que el fin de la batería estaba próximo, fue justo, cuando terminé de leer el escueto libro, y nada más hacerlo lo dejé en su sitio, una estantería con otros libros, de parecido tamaño, y también llenos de polvo y telarañas. Un mueble de madera apolillada, que ejercía como lugar de descanso eterno de aquellos antiguos ejemplares. Era una especie de cementerio de las palabras, y por eso nunca pasó por mi cabeza llevarme ninguna de aquellas obras. Siempre hay que respetar el sueño de los muertos y nunca profanar su tumba, aunque estos sean libros, y en todo caso, leerlos, que fue lo que yo hice con uno de ellos, y con sumo cuidado para que no se derritiese en mis manos, por eso, mejor dejarlo donde estaba, antes de que se convirtiera en inútil polvareda de papel desintegrado, que sin duda alguna, haría que sus enseñanzas desaparecieran en el aire, dejando un pequeño espacio para que se adueñara de él, el oscuro poder de la ignorancia.


Fran Laviada


Nov. 13, 2017, 7:34 p.m. 0 Report Embed Follow story
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Meet the author

Fran Laviada Editor de contenidos. Especialista en Liderazgo y Motivación. Técnico Deportivo Superior. Entrenador Nacional de Fútbol. Profesor de Enseñanza Deportiva. Articulista y Escritor. La imaginación nos permite darle tienda suelta a nuestra creatividad para que nos lleve volando con las alas de la inspiración a un universo fantástico que nos aleje de la cruda realidad, aunque al final no tengamos más remedio que volver a ella y poner nuestros pies en el suelo de la auténtica existencia diaria.

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