El calor de esa mañana convirtió el ambiente en áspero,
El sonido de aquellos latidos despertó las ansías.
Las pocas caricias que vuelven los sentidos en un torbellino,
Los toques delicados de los labios del viento,
Provenientes de todos lados,
Generan un estremecimiento placentero,
En aquel cuerpo que anhela ser descubierto.
Las rugosas papilas saborean esos montículos rosados,
Signo de pecados y extravagancias,
Que altera esos pálpitos desprovistos de compas.
Las perlas blancas que rosan ese delicado terciopelo,
Que despiertan el fuego placentero del amor,
La ricura caliente de ese soplo, proveniente del interior,
El contacto sin ritmo, pero lento de las manecillas del reloj,
Encienden una explosión de múltiples sensaciones,
Ralentizando el tiempo de aquellos seres,
Que se esmeran por entregar lo que han descubierto.
Los dos encuentran la comprensión de lo que quieren transmitir,
Retroceden para observarse y comprender,
Que el sueño del amor,
Va más allá del simple roce de los pétalos de las rosas,
Descubriendo que una carta al amor,
Está marcada en sus almas.
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