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Dormir con Animales

Inés está acostada en el lado derecho de la cama, boca arriba con la cabeza apoyada sobre la almohada. La cama no está deshecha, la colcha solo se ve un poco ajada. Aunque Inés duerma, la almohada que todavía está debajo de la colcha levanta la cara de Inés y parece que mira hacia el frente. Sus pestañas son espesas y su boca está entreabierta. Tiene el codo izquierdo doblado y su mano está a la altura de sus hombros, con los dedos se sostiene con fuerza del volado de encaje de su pijama, se jala la manga completa hacia abajo por eso tiene el hombro descubierto. Su pelo, separado en mechones, corre largo por debajo del brazo. Lleva una pijama larga rosa, de una tela brillante que parece casi crujiente, el color es muy pálido, las mangas terminan en vuelos blancos, la pijama la envuelve por el pecho hasta los pies pero se nota que está sin cerrar. Es muy grande para Inés, pero se ve cómoda y abrigada. Las piernas de Inés están dobladas hacia la derecha, debajo del pijama se adivina un poco flexionada la rodilla izquierda pero sus pies tampoco se ven.

Justo sobre su cabeza, también sobre las almohadas en la cama y también mirando directamente hacia el frente hay un tigre. Sus ojos amarillos, bien abiertos, miran hacia adelante. Su cabeza es mucho más grande que la de Inés, la desproporción hace que la cabeza del tigre parezca flotar sobre la cabeza de ella. Tiene el hocico abierto. Cómo está inclinado hacia adelante se le notan marcadas las vértebras en el lomo, los músculos marcados por el esfuerzo, los codos doblados, salidos hacia arriba y las pezuñas cerradas con las uñas incrustadas en la colcha. El cuerpo lo tiene acomodado hacia el lado derecho de la cama pero siempre hacia atrás, la cola enroscada hacia arriba lo hace parecer más grande aún. Debe pesar unos 50 kilos, mientras que Inés no pasa de 30, pero de alguna forma la pijama extra grande con la tela brillante crea un balance extraño en la escena.

Las cabezas y los hombros de Inés están perfectamente alineados con los del tigre, el tigre saca la lengua y le lame la cabeza, el pelo a Inés. Primero se mueve hacia abajo y hacia adelante y luego se mueve hacia arriba. Inés abre un poco los ojos, el tigre respira fuerte sobre ella, gotas de saliva caen sobre la cabeza y la cara de Inés. El tigre la lame de nuevo y otra vez más antes de que Inés reaccione. Inés solamente parpadea lentamente pero no se mueve.

El tigre respira sobre Inés y la tela de manga se frunce aún más dentro de su mano, Inés suelta un leve gemido y estira las piernas, la tela de su pijama cruje como un reflejo. Se encuentra con la mirada de la única otra persona que está en la habitación con ella, esta sentada frente a la cama, pero sabe que no debe hacer ningún ruido. Inés sin saber que hacer implora con su mirada a la figura que permanece indiferente ante ella. Siente una lágrima tibia rodar por la mejilla derecha.

El ambiente está cargado de humo de cigarro, casi logra esconder el olor del animal. A través de la luz de la mañana que entra por la ventana todo se ve gris azulado con remolinos de humo como suspendidos en el tiempo. Inés siente muchas náuseas pero reprime las arcadas. Quiere hablar, quiere moverse. Siente urgentes ganas de orinar, no puede aguantar más y una mancha húmeda y oscura empieza a recorrer la tela de su pijama.

Con un gesto de decepción la figura frente a ella mueve la mano con desdén. Como por arte de magia el tigre desaparece. Todo el aire se mueve y se arrala. Inés siente que puede respirar, se incorpora un poco sobre la cama pero no intenta levantarse ni quitarse la ropa orinada. Ahora que está mojada siente frío y también tiene hambre. Detrás del hombre que la mira hay un tocador con un espejo, puede verse a ella misma desde la cama.

Sobre el tocador hay una bandeja con un cenicero, un pichel, dos tazas y una canasta de repostería y dos servilletas de tela dobladas. Inés no puede apartar la vista. ¿Me puedo levantar? Pregunta. Como no hay respuesta lo hace, con dificultad tratando de sostener la pijama tan grande y mojada llega hasta el tocador. Con la mirada el hombre la invita a comer y le sirve una taza de lo que parece ser té. No hay azucarera a la vista, Inés toma su té amargo sin preguntar por el azúcar. Se mete a la boca medio cangrejo cubriéndose ella, su pijama y la alfombra a su alrededor de boronas, mastica con voracidad pero con la boca cerrada.

El hombre la mira en silencio, paciente, como si le tuviera cariño.

Su figura es larga y delgada, aunque se nota que es fuerte, tampoco es viejo, aunque todos lo que vienen a esta casa le parecen viejos a Inés; si no, son niños, como ella. El hombre le dice algo para tranquilizarla pero Inés no escucha, solo mastica y traga. Se repite una y otra vez en su cabeza: ”no debo desesperarme, la ansiedad es normal de la abstinencia, pasa cada vez que ellos se van, en un par de días volverán y traerán más drogas para mí”. Normalmente consume drogas con las personas que llegan a la casa, eso la hace sentirse ligera, feliz; cuando consume tampoco le importa lo que le pasa ni lo que pasa a su alrededor. Pero cuando acaban las fiestas y despierta sola en esta casa vacía normalmente desespera, puede pasar días llorando y sin comer. Pero últimamente ha sido mejor. No debo pensar en lo que ya pasó, se dice a sí misma, ni en lo que pasará, debo concentrarme en el presente, solo existe el presente.

El hombre permanece sentado con las piernas cruzadas y fumando. Se ve fresco y limpio, parece que acaba de llegar. Su presencia tranquiliza a Inés, de alguna forma le da seguridad. Y deja que Inés termine de comer antes de ofrecerle un plato de plata con unas 4 líneas de coca hechas, Inés mira el plato aliviada e inhala dos de ellas. De nuevo con un gesto y sin palabras el hombre le indica que regrese a la cama.

Inés obedece, se acuesta boca arriba y mira al techo. Es de madera, muy decorado. Lo forman paneles rectangulares que en el centro tienen tallados en relieve motivos vegetales, flores y hojas, alrededor de cada rectángulo varios marcos también en relieve. Las decoraciones forman una complicada red de líneas paralelas y otras que se cruzan. Inés se pierde en ellos, empieza a contar las líneas, los puntos en los que se cruzan, los rectángulos que se forman, las volutas en relieve, cuenta cada elemento cuánto encuentra en el techo. Cuando llega al final empieza de nuevo, en cada ronda encuentra más detalles que contar.

Aug. 15, 2022, 2:12 p.m. 0 Report Embed Follow story
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