hiromi-yamada Hiromi Yamada

Jeon JungKook lleva siete años huyendo de Kim Taehyung. El temor al deseo que él le incita y el saber qué tipo de relación desea mantener lo impulsan a huir, a buscar una vida que lo hace viajar por todo el mundo y a alejarse de él y de su hermano gemelo. Pero ahora, el círculo parece cerrarse y un nuevo empleo sitúa a JungKook en la mansión Kim con Taehyung y su hermano Vante. Ya es bastante duro enfrentarse a aceptar una relación con Tae, sabiendo lo que quiere, pero tener que aceptar que el hermano de su amante también lo toque lo llena de temor. Rumores, habladurías y trozos de historias de jugosos secretos colman la sociedad en la que se mueve ahora. ¿Podrá enfrentarse al mundo sabiendo que es amante de ambos hombres, o sus dudas y temores destruirán su oportunidad de ser feliz para siempre? ✤ Contenido adulto, ✤ Alteración de las edades ✤ Violencia ✤ Lenguaje explícito ✤ Contenido Smut ✤ Escenas Sexuales muy explicitas ✤ Leer bajo su responsabilidad ↠ TaeKook ↠VKook ↠VHope ↠ YoonMin ↠ HopeMin ↠ MinChae ↠ DahMo


Fanfiction Erotic For over 21 (adults) only.

#taekook #bts #lemon #mpreg #boylove #erotico #vkook
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PRÓLOGO



Su padre le había dicho que se mantenga alejado de él. Que era una mala persona. Que los gemelos Kim eran muchachos con los que los niños no se juntan. El era una buen chico, pero no creía que Tae fuera un chico malo. Éstaba sufriendo, y el no podía verlo sufrir. Tenía trece años, y los chicos estaban empezando a coquetear con el. Le gustaba el coqueteo, pero no le gustaba como actuaban sin palabras. Tae tenía dieciocho, era mayor, pero a veces sólo quería abrazarlo, porque juraba que él podía sentirse mal aunque nunca lo demostró o habló de ello.


A diferencia de otros chicos, Tae no le dijo a nadie cuando se lastimó. Y no coqueteaba con el tampoco. Cuando lo veía, le hablaba, y cuando los chicos mayores lo molestaban, siempre parecía estar allí. Aquellos ojos verdes se clavaban en los otros chicos de una forma que siempre la hizo temblar atemorizado. Y evidentemente, los hizo temblar a ellos, también, porque corrieron, rara vez lo molestaba. Buscaba salir con Kim Taehyung en cada oportunidad que tenía, a pesar de la advertencia de su padre.


Ladeó su cabeza, cepillando su cabello castaño mientras miraba el viejo camión oxidado que conducía. Estaba estacionado en la carretera a la vuelta de la granja de su padre, lejos de la casa y en una zona vacia. Estaba sentado allí en silencio, simplemente mirando el parabrisas cuando paró su caballo y lentamente se iba bajando.


—Quédate, Kook. —Acarició la crin del caballo, mientras envolvía las riendas en torno a una rama en un árbol cercano y se trasladaba hacia el camión.


Su padre rara vez le permitía cabalgar lejos de la casa. Vio su brazo elevándose para llevar una botella a sus labios, y se contrajo de dolor. Era whisky y muy temprano para estar bebiendo. Se trasladó del lado del pasajero y no, él no había venido a buscarlo, porque todo su cuerpo parecía tenso.


—Vete, niño. —Su voz tenía un tono duro, como gruñendo cuando abrió la puerta lentamente y entró en el vehículo.


Estaba tan triste. Se veía demasiado solo ahora. Con su pelo negro enmarcando su salvaje cara, y aquellos ojos verdes remolineando con emociones que le hicieron doler el pecho, aunque no sabía cuáles eran. Estaba rígido, su brazo izquierdo hacia abajo a su lado, frente a la puerta del camión, su otra mano sosteniendo aquella botella de whisky.


—No es un buen lugar para que estés en este momento. —Levantó la botella de nuevo.


Su papá le había advertido siempre que tenga cuidado de un hombre que estaba bebiendo. Pero Tae rompió su corazón. Su expresión estaba destrozada, como en el funeral de sus padres tres años atrás. El chico se acercó y se apoderó de su muñeca, sintiendo el calor de su piel mientras él se tensaba.


—No, Tae —susurró—.Estás lastimándote.


—¿Y? —Su mirada lo pinchaba como alfileres ahora, y tuvo que forzarse para no tener miedo.


Lo miraba desesperadamente, hiriéndolo, hiriéndose con él.


—Espera por mí, Tae. Creceré y alejaré todas las cosas malas. —No sabía de donde vinieron las palabras, o las lágrimas que llenaron sus ojos.


Sólo sabía que lo estaba perdiendo. Justo aquí, lo perdería para siempre, y eso lo estaba aterrando. Su mirada parpadeó con agonía entonces.


—Maldición, Kook. Eres un bebe. No sabes qué diablos dices.


—Tú eres sólo mi amigo —le susurró—. ¿Quién va a correr a los chicos más grandes cuando me molesten, si no esperas por mí? Si me dejas, no tendré a ningún oscuro caballero. Intentó sonreír, pero quería llorar.


El sacudió la cabeza y miró por el parabrisas de nuevo.


—Los caballeros oscuros son malos —finalmente murmuró—Lejos de los cuentitos de hadas. Será mejor que busques un caballero blanco.


—Ellos son aburridos. —Intentó sonreír, pero su rostro estaba tan quieto, tan afectado por el dolor, que no podía encontrar algo para hacerlo curvar sus labios.


—Ellos son seguros. —Su voz se hizo eco con una soledad que de repente la asustó.


—Vas a irte, ¿no? —Una lágrima cayó de sus ojos


—Y nunca te veré de nuevo Kook,


—Tal vez. —Finalmente, aclaró su garganta—Tal vez me iré por un tiempo. Su voz era débil, rebosaba dolor.


Quería aliviarlo, y no sabía cómo.


—Yo soy tu amigo, Tae —le dijo ferozmente


—Esperaré que regreses. Yo no soy como Baekhyun, siempre queriendo aferrarse a ti y correr a tus amigos. Quiero que tengas un montón de amigos. Y siempre estaré aquí cuando vuelvas.


Se volvió y lo miró de nuevo, los ojos perforando en su interior.


—¿Qué quieres de mí, pequeño Jeon JungKook? —Su voz era dura, igual que su padre cuando decía algo que no aprobaba.

Su mano apretaba sobre su muñeca, soltándolo se empujó lejos mientras lo miraba confundido.


—No quiero nada de ti, Tae. Sólo quiero verte sonreír. Y no quiero que te vayas.


—¿Por qué? —Su voz era brusca—¿Por qué es importante?


—Porque eres mi amigo, y porque te amo. Te amo más que a nada, Kim Taehyung. Te amo lo suficiente para saber que si te vas, uno de estos días me gustaría encontrarte. Y cuando lo haga, te mostraré lo que significa realmente un amigo.


Y era su amigo. Un amigo que nunca quiso perder. Tae lo miró asombrado y se dio cuenta de qué salvaje había sonado. Al igual que su mamá sonaba cuando le estaba diciendo a su padre lo mucho que lo amaba. A veces, Kook los escuchaba hablar por la noche. Y la voz de su mamá sonaba igual. Entonces Tae sacudió la cabeza.


—Eres peligroso —suspiró.—Dilo, Tae, entonces no seremos mejores amigos. Porque eso es lo que papá dice acerca de ti.


Tae miro cuando Kook montó su caballo de vuelta, y exhaló ruidosamente. Los dedos de su mano izquierda todavía apretados en torno a la pistola, la única bala alojada dentro sólo esperando ser liberada. Era el arma de servicio de su padre. La pistola militar que había utilizado antes de su muerte. Una bala, sólo tenía necesidad de una.


Miró de vuelta donde Kook había montado. Ese niño era más salvaje que el viento. Su padre no tenía esperanza en el infierno de guardarlo y mantenerlo fuera de problema. De alguna manera, no se imaginaba cómo, había recaído sobre él mantener a los molestos bastardos fuera de su alcance. Los chicos que eran demasiado viejos, y seguro como el diablo con la edad suficiente para saber mejor como engañar a un bebé. Pero tenía razón. ¿Quién los correría si él se iba? Él dejó la pistola con energía y agarró el whisky. Si, era demasiado débil para tomar la salida más fácil, entonces, tomaría la salida de la manera difícil.


Hijo de puta. La manera difícil jodía, también.





📷




Ocho años después


Era el chico malo de la fiesta del año, que se celebraba fuera de la pequeña ciudad de Daegu, Jungkook había estado excitado. La música estaba fuerte, palpitantes pulsaciones a través del aire de la noche. Una hoguera se quemaba en el centro del claro, enormes parlantes están ubicados en la parte trasera de una camioneta, la música golpeando a través de ellos mientras la cerveza y moonshine fluían libremente. Los cuerpos bailaban con abandono, los gritos de alegría y los alaridos podían ser oídos a través del claro mientras el olor de la madera quemada llenaba su nariz.


Era el primer año que asistía. Por desgracia, Taehyung estaba aquí, y nunca dejó de sacarlo dentro de los primeros minutos. Tae podría estar aquí ahora, pero su excusa para sacarlo ya no se aplicaba. Se inclinó contra la caja de una de las camionetas, cerveza en mano, y miró las travesuras de los asistentes. El primer escalofrío tenue de rendición estaba en el aire, la universidad estaría iniciando su primer semestre la próxima semana, y la fiesta anual para celebrar el final del verano se está llevando a cabo con toda la desesperada y exuberante emoción de la multitud y de las vacaciones que estaban prontas a terminar. Muchos de los que estaban aquí habían venido durante años y nadie quería perderse esto.


El chico dejó vagar su mirada sobre la multitud una vez más, buscando la alta y peligrosa figura de su torturador. Taehyung había estado sacándolo de esta fiesta desde que tenía dieciséis años, cuando había tratado de asistir la primera vez. Siempre estaba aquí.En el centro del claro los cuerpos giraban, hombres y mujeres, bailando. Se pregunto si Taehyung bailaba cuando estaba aquí. Con su altura, su cuerpo duro y musculoso, el agraciado modo de moverse, sería una fantasía sexual hecha realidad. Pero dudaba de él. Taehyung no era el tipo de hombre que agitaba su bote para la multitud. Sonrió cuando levantó la cerveza a sus labios, con la intención de tomar el primer trago del líquido frío y amargo. Había estado postergándolo tanto tiempo como pudo. Mientras tocaba sus labios, una mano dura y bien curtida vino de atrás, se apoderó de la botella, y se la quitó. Apenas pudo saborearla contra sus labios, apenas sintió la sensación helada del líquido. Pero detrás, el calor del hombre quemo su espalda.


—Tu padre se enojara si te ve aquí. El temor surgió en su estómago con el sonido de la oscura voz en su oído, el tacto de una palma cubriendo su cadera y la sensación de estar rodeado de calor.


Le sacó la botella de la mano y se la dio a una mujer que pasaba al lado de ellos. La rubia lo miró con una sonrisa y un guiño mientras la tomaba y continuaba con su compañero.


—Eso fue de lo más grosero —le dijo.


Por primera vez en todos los años había sido la burla y la tentación de Kim Taehyung, finalmente lo estaba tocando. Su pecho presionaba contra sus hombros, su mano se apoderó de su cadera, el brazo descansado en el lateral del camión a su lado. Se sentía rodeado por él, caliente, pecaminosamente consciente de la dura presión de su cadera contra su espalda baja y de la erección debajo de su pantalon.


—Eso fue sentido común. —Quemó su oído y el chico sintió encender su pulso con un fuego que quemaba a través de sus terminaciones nerviosas—No deberías estar aquí.


—Soy legal—le recordó, de repente sintiéndose bien de lo que se había sentido en su vida.


—¿Por tres meses? —El sonido áspero de su mejilla contra su oído casi lo hizo deshacerse.


Estaba respirando con dificultad. No podía detenerlo. Su corazón estaba a las carreras en su pecho, los muslos se sentían húmedos, su zona intima estaba palpitando, sus pezones duros. Podía sentir cada centímetro de su cuerpo preparándose para él.


—Tres meses, tres años —se encogió de hombros con un intento de risa—¿Importa?


Mientras hablaba, levantó su brazo, como una señal. En unos segundos, el vibrante disco de música dura fue retirada para ser sustituido por una melodía más lenta. Era tarde, era normal. La música se volvió más sexy, palpitando con excitación en lugar de anticipación.


—Baila conmigo. Kook se puso rígido, en estado de shock cuando la mano de Tae apretó su cadera y lo guió hacia las sombras en la parte frontal del camión, el cual había sido girado hacia el anfiteatro de la fiesta.


Se dio vuelta en sus brazos, presionando sus manos contra la camiseta oscura mientras él lo miraba, su amplio pecho refugiándolo, calentándolo cuando sus brazos.


—Tae —el asombro llenaba su voz.


El chico había estado muriendo por esto durante demasiados años. Por ser abrazado contra su gran cuerpo, sus brazos a su alrededor. Sentía el roce de su mejilla contra la parte superior de su cabeza, el deslizamiento de sus pantalones contra sus msculos. Tae no llevaba vaqueros, llevaba los pantalones de camuflaje que usualmente vestía cuando dejaba o retornaba su trabajo. ¿Cuánto tiempo había estado en el hogar? No pudo haber sido mucho tiempo. ¿Había venido directamente aquí por el? ¿Sólo por el?


—No deberías estar aquí, cariño. —Deslizó sus manos sobre su espalda.


Luego, deslizó su mano debajo de la parte inferior de su camisa y tocó su carne desnuda. ¡Oh, Dios! Sus manos eran grandes y callosas, cálidas, increíblemente excitantes. Podía sentir los estremecimientos explotando en su columna vertebral por su toque, haciendo pedazos el control que se había prometido tendría. En sus veintiséis años, Tae estaba a un mundo por delante en experiencia. Un guerrero, un conquistador. Eso era con su rostro oscuro, con aquellos ojos verdes.


—¿Dónde debería estar? —El chico levantó su cabeza, lo encarcelaba con su mirada. Lo meneaba con la música, se frotaba contra el.


—A salvo —respondió.


—En casa, ¿jugando con mis juguetes? —sugirió dulcemente—. Esos días han quedado atrás, Tae. Su expresión era hambrienta.


El chico se burlaba, aunque lo conocía bien. Inclinó sus caderas hacia él, luego respiro con dificultad cuando Tae deslizó sus manos en su trasero, apretó la redonda carne y lo tiró hacia él.


—¿Tae? —Sus uñas se arañaron sus hombros cuando la dura cuña de su erección presiono firme contra la sensible carne entre sus muslos.


—Puedes ir a casa conmigo, o puedo llevarte de vuelta con tus padres —dijo en tono áspero


—¿Y? Sus labios se abrieron mientras el chico luchaba por respirar, por dar sentido a este brusco cambio en el hombre con quien había estado coqueteando con burlas durante tantos años.—La fiesta.


—No vas a quedarte aquí —lo recostó contra la parte delantera del camión, levantándolo hasta que estuvo acuñado totalmente contra el chico, sus manos deslizándose bajo el pequeño short hacia la carne desnuda que mostraba la tanga que llevaba.


No, el no iba a quedarse aquí. Miro sus ojos, el instinto encontrándose con la necesidad y el miedo, luchó por respirar a través de las sensaciones que la recorrían. La fiesta era un catalizador, nada más. Siempre lo había sido, desde aquella primera fiesta, cuando tenía dieciséis años. Tenía el gesto oscuro cuando se trasladódesde las sombras, atrapó su muñeca, y la arranco de la cita con la que había venido.Tae iba a llevarlo a su casa esta noche. Esta noche, lo tomaría en su casa. Desde que tenía trece años y lo encontró en ese camión en la parte posterior de la tierra de su padre, Tae ha sido su protector en formas que nunca lo había sido antes. Lo empujó a su camioneta, abrió la puerta de pasajero, y lo levantó a su asiento. Antes que pudiera volverse, una mano resbaló en su cabello, la otra ancló su cadera, y estaba mirándolo. Su mirada taladraba la del menor, la tensión creciendo hasta que Kook sintió como si lo comiera vivo.


—¿Mi casa o la de tus padres? —su voz era dura, exigente. No había preguntas por qué.


—La tuya —había esperado demasiado tiempo, fantaseado durante demasiados años.


Tan pronto como las palabras lo dejaron sus labios cubrieron los del chico. Posesivo, exigente. Su lengua acarició su boca, empujó contra la suya y en aquellos segundos aprendió más acerca de un beso que lo que había aprendido en toda su vida. Aprendió que un beso puede quemar desde la parte superior de la cabeza a la punta de sus dedos. Que podía golpear en su vientre, agitándolo y liberando dentro de el un hambre que era capaz de sentir. Sus brazos envueltos alrededor de sus hombros, la cabeza inclinada hacia él, llorosas exclamaciones dejaban sus labios cuando los quemaba, los chupaba y presionaba contra ellos. Lo besaba como si se estuviera muriendo por su sabor. Lo besaba con una experiencia. Cuando se alejo, lo miraba, aturdido, desconcertado y queriendo mucho más.


—¿Sabes lo que significa venir a casa conmigo? —le preguntó entonces


—¿Todo lo que significa? asintió. Oh sí, sabía lo que significaría.


No estaría tirado en su cama solo. Estaría en su cama, debajo de su cuerpo duro.


—¿Todo, Kook? —Los dedos aforraron su pelo cuando lo atrajo más cerca, sus mulos ensanchando los del chico, hasta que la dura prueba de su excitación presiono contra el suyo.


—Todo —suspiró. Podría tenerlo aquí mismo en el asiento delantero de su camioneta, si eso era lo que quería. Se estaba muriendo por más, y preparándose para ello.


—No deberías haber venido aquí esta noche —sus dedos acariciaron su mejilla, su expresión oscurecida—Cualquier noche, pero no ésta.


—Pero sabía que estarías aquí esta noche —respondió—Vine por ti, Tae. Yo siempre vengo por ti.


Hizo una mueca, mientras sus manos se deslizaron en sus muslos, curvadas sobre la carne desnuda y sus caderas presionaban más contra el chico. Kook sintió sus pestañas bajar, una sexual debilidad lo llenaba. Un drogado conocimiento del hecho de que era más hombre que lo que el chico podía manejar, pero el único hombre que quería.


—¡Entra ahí antes de que acabe follándote aquí! —Lo soltó, resbaló a su alrededor en el asiento de cuero y golpeó la puerta.





📷





Condujo rapido de vuelta a la casa que compartía con su hermano en el otro lado de la ciudad. Tomó los caminos a una velocidad imprudente, pero controlada. Manejó el vehículo de la misma forma en que la había manejado más temprano. Con confianza y determinación, condujo la camioneta dentro del garaje donde la frenó y apagó el motor. No iba a darle una oportunidad de cambiar de idea. Se dio vuelta, abrió su puerta, y salió antes de acercarse de nuevo al chico. Levantándolo contra su cuerpo duro, los dedos de sus pies apenas tocando el suelo, sus labios le robaron un beso y sus sentidos.


Sus labios devoraban los suyos, su lengua resbaló dentro, lamió la suya y acaricio, mientras el chico se tensaba para conseguir acercarse más. Envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, se agarró firme, perdido en un mar de sensaciones tan increíbles. Sus sentidos estaban lanzados en medio de la lujuria fuera de control entre los dos, pero había más, pensaba. Había toda una vida de espera, de conocimiento que esto vendría. Años de guardarse para esta noche, para este hombre. Un brazo siguió alrededor de su espalda mientras que el otro se apoderó de su trasero, amarrándolo contra él mientras caminaba, tal vez tropezando un poco hacia la puerta que conducía a la casa. Sus ojos estaban cerrados y desesperados gemidos estaban haciendo eco en su garganta. Su mano apretó sobre su culo cuando Tae lo empujo contra una pared. Ni siquiera sabía en qué habitación habían entrado.


—Sácate esto. —Tiró la camiseta del chico sobre su cabeza, la arrojó detrás de él, y un segundo más tarde estaba acostándolo de espaldas en un amplio sofá de cuero mientras se arrodillaba en el suelo a su lado.


Tae miraba hacia abajo, con aquellos brillantes ojos verdes concentrados en sus duros e hinchados pezones. Adoloridos con la necesidad de su toque, el trazo de su lengua,en sus labios.


—Eres hermoso —dijo simplemente, su voz demasiado ronca y raspando contra el hambre que el chico sentía en la parte baja del estómago, apretado en violenta reacción.


—Nunca tendré suficiente de ti —una mano amplia ahueco su pecho—Nunca.

En segundos, sus labios cubrieron su pezón, succionándolo profundo dentro de su boca, mientras el chico arqueaba la espalda y un grito escapo de sus labios. Era apenas consciente de otra mano empujando la banda elástica de su short, empujándolo sobre sus caderas. La tanga por debajo demasiado breve, casi no lo había llevado. Pero este era Tae. No tenía ninguna vergüenza. Kook se retorcía bajo su boca, su lengua golpeando sobre su pezón, desollándolo con el calor mientras pateaba el short de sus tobillos y su gran mano presionaba su pene duro. Sus dedos empujaron debajo de su tanga, encontrándolo caliente y húmedo, cuando un grito se arranco de sus labios y sus dedos se aferraban a sus cabellos. La punta de un dedo frotaba en la entrada de su cuerpo, extrayendo más de la sedosa humedad. Kook sintió como si se estuviera quemando desde adentro hacia afuera, perdida en un vorágine y luchando para encontrar su camino.


—Aférrate a mí, bebé —susurró.—Sólo aférrate a mí. Está todo bien.


Pero no estaba bien. Había esperado demasiado tiempo, lo había necesitado demasiado. Sus manos rompieron su camisa hasta que la arrancó de sus hombros. Sus otra mano continuaba frotando suavemente, masajeando su hinchada polla. El Chico presionaba sobre su pecho mientras luchaba por respirar, sus dedos buscando a tientas su cinturón, luego la cremallera de sus pantalones. Un minuto más tarde, la dura e impresionante longitud de su erección estaba libre. Tae se arrodilló al lado del sofá, sus dedos haciendo cosas eróticas, perversas entre los muslos, y todo lo que el chico podía hacer era mirar la dura, hinchada cabeza de su polla. Era oscura, palpitante, el gran eje nervudo temblaba bajo sus dedos cuando los curvó en torno a él. No podría. Había mucha carne allí.


—Kook —él gruñó su nombre, un sonido brusco y espeso, cuando levantó su mirada y puso un beso en su muslo.


—He soñado con esto. —Y así era. Interminables noches de sueños.


—¿Todo esto, Kook? —él le preguntó entonces—¿Todo?


—Todo —levantó la cabeza y lamió su polla, el sabor del tormentoso macho y la oscura lujuria reunida en su lengua mientras gimió con el conocimiento de que Tae lo quería.


—¿Al igual que esto? —Su mano atrapó su pelo, aferrando su cabeza, sus caderas presionando la espesa longitud más profundo


—Abre tu boca, bebe. Lento y fácil. Llévame alto.


Lento y fácil. El menor dejó su lengua golpetear en la cabeza, sintiendo sus manos apretar en su pelo mientras llenaba su boca con la carne dura. Kook no podía dejar de gemir. Lo miraba, sus pestañas pesadas, el calor consumiéndolo, cuando empezó a recorrer la delicada punta de su polla, chupando y lamiendo. Reviviendo todas las fantasías que había tejido en su cabeza para cuando estuviera con Tae. Mientras lo recorría sintió su tanga deslizar por sus piernas. Sintió su mano separando sus muslos. Su lengua lamiendo la húmeda carne de su ano, deslizándose a través de la estrecha rendija. El chico lo miro. Tenía una mano enterrada en su pelo, la otra sobre su polla guiándolo dentro y fuera de su boca. Y entre sus muslos...Un gemido escapó, cuando lentamente aquella lengua penetraba su entrada, callosas manos de hombre ampliaban más sus muslos. El chico trató de retirarse, pero sus dedos apretaron. Kook gritó, mirando a Tae sorprendido, cuando sus ojos se abrieron, sus pupilas de fuego con algo similar a la agonía retorcía sus facciones. Su polla resbaló de sus labios y su cabeza se alzó, mirando hacia abajo para ver a su gemelo, Vante, levantar la cabeza de entre sus muslos. Sus labios manchados con su presemen. Sus ojos, demasiado iguales a los de Tae, sus facciones idénticas, de repente apretadas con el shock y el conocimiento.


—¿Tae? —Su voz era dura.


El chico sabía lo que venía. ¿Correcto? Kook sacudió su cabeza, estremecido, quebrado entre suplicarles parar, o suplicarles terminar. Una montaña rusa de sensaciones lo estaban desgarrando. Sus sentidos estaban vivos con demasiados impulsos, demasiado placer, y demasiada conciencia. No se trataba solamente de Tae. Quería todo. Y entonces el chico recordó. Como un valde de agua fría, conocía los rumores de los hermanos compartiendo sus amantes, no era sólo un rumor.


—Esto es todo —susurró Tae, tocando su mejilla, el chico volvió su mirada a él, sus ojos atormentados, sombríos—Yo pensé que sabías, Kook. Pensé que estabas advertido que significaba todo.


Ver a Tae. Todo lo que significa entregarse a él y Vante. El aviso, dado por un amigo que había ignorado. Kook lo había negado. Pequeños chismes, se había dicho. Pero era verdad.


—¡Maldita sea, Tae!—Vante estaba parado, sacudiendo su camiseta y empujándolo a las manos de su hermano.


Sacudiendo la cabeza, Tae lentamente pasó sus brazos dentro de la camisa, mientras el chico lo miraba, tratando de entender lo que quería, lo que ellos querían. Cuando Tae juntó los bordes de su camisa el chico le susurró miserablemente,


—Soy virgen, Tae. Se había reservado para él. Durante todo el tiempo.


No había nadie más para JungKook, salvo Kim Taehyung. Se congeló mientras ampliaba sus ojos, sus dedos en los botones de su camisa.


—¿Qué dijiste?


—Soy virgen. Mientras Vante daba vueltas por la sala Tae exhaló pesado.


—Voy a llevarte a tu casa ahora, Kook.


—He esperado por ti —susurró—. Sólo por ti.


Tae ahuecó su rostro en sus manos y luego lo miró, el dolor y las sombras remolineando en los ojos.


—Voy a llevarte a tu casa. Mantente alejado de las fiestas, porque no estaré ahí de nuevo, y nadie va protegerte, cariño te dañarán. Y con Dios y Vante de testigos, mataré a la persona que se atreva a hacerte daño.


El chico sacudió la cabeza, confundido, la incertidumbre de lo que había permitido se deslizaba a través de sus dedos.


—Espera —Kook se apoderó de su muñeca cuando Tae empujó su erección dentro de sus pantalones y tiró de la cremallera


—Tae, dime por qué. ¿Por qué esto? Iba a llorar. No quería llorar.


Quería a Tae, deseaba el calor, la perversa intensidad, y una parte de si quería conocer todo lo que era ahora. Aquella parte lo aterrorizada.


—Pensé que sabías —dijo una vez más, su voz suave, llena de pesar.—Dios, JungKook, pensé que sabías lo que querías. Vamos, deslizó su short sobre sus piernas luego lo paró sobre sus pies y lo colocó alrededor de sus caderas mientras se arrodillaba delante del chico.


—¿Tae?


Estaba demasiado silencioso, un aire de dolor en torno a él, cuando lentamente apoyó su mejilla contra su estómago. Y Kook sintió la primera lágrima caer. No sabía lo que había perdido esta noche, y de repente, estaba aterrorizado por preguntar, dejándolo asombrado.


—Vete a casa, Kook. Por nuestro bien, por mi cordura, vuelve a casa.



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Nov. 28, 2023, 11:37 p.m. 0 Report Embed Follow story
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