Tantas veces admiré tus ojos y desde ellos recorrí tu cuerpo, tantas veces te soñé e imaginé tu torso desnudo cuando te tuve cerca de mi, descubrí en mis más internos infiernos a los más hambrientos pero corpulentos demonios, todos gritando tu nombre, acelerando la velocidad de la sangre que corre por mis venas, deseando tener tu cuerpo a mi disposición... Algo tenía claro, ellos debían ser libres. Recuerdo verte en el cuarto, dejando caer tus prendas, los nervios acosaban lo poco de cuerdo que me quedaba, miraba tus manos en cada uno de sus movimiento y mi mente los repetía como disfrutando la escena al máximo, cada prenda que caía aumentaba la lujuria que se respiraba en el ambiente, el deseo de mi cuerpo que se convertía en sed de tu ser ¡me hundía en mis pasiones y el calor del momento, mi entrepierna quemaba, me acomodaba de mil formas! pero, el animal me dominaba: "cuando la manada de lobos hambrientos acechan su presa, de actuar idéntico a mi razonamiento y al de mis demonios, identificando roles, independizando acciones, pero bajo un mismo objetivo... El pecado que tanto perseguí".
Me dejé ganar de aquellos deseos infames, al final, terminaron consumiendo mi razonamiento: "el desespero de un hombre sediento, pero bajo la tranquilidad del saber actuar", como si fuese la manada de lobos, entonces me levanté de donde estaba sentado, caminé muy lentamente hacia ella y me uní a su sensual danza. Me acerqué a su cuello y pude respirarla, ese dulce aroma que brotaba de su cuerpo me trasladó rápidamente a un estado de satisfacción, entré en la droga de su ser, sus besos rompieron la monotonía del instante, mis demonios clamaban por tenerla cerca; en la sincronía de besarla, cada vez más la apretaba hacia mi cuerpo, como dos fuerzas ineludibles que están destinadas al choque. Todo se hacía cada vez mas intenso, dibujé un mapa de su cuerpo con mi boca, mordí sus piernas, su cadera, la apretaba hacia mi, jamás había deseado tanto ese momento, nuestro sudor se mezclaba, sin estigmas, buscando una sola cosa en común, demostrar tantas miradas, volver sudor tantos sueños, hacer del universo un pecado más. Sus gemidos cada vez eran mas fuertes, mi respiración era muy corta, los movimientos eran bruscos, pero complacientes, la situación los ameritaba.
Al final, luego de tal faena, un beso en la frente y una vuelta a la realidad, recordándonos que eramos un pecado más que alcanzar.
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