El año terminó con un extraño sabor agridulce en la boca, en el cuerpo y entre todos. Todo parecía estar bien hasta que escuche "me duele la espalda otra vez, busca un cojín para sentarme..." en ese momento me di cuenta que la cosa no estaría bien, por lo menos no del todo bien.
El 31 de diciembre del año 2015, ya era de noche, todos estaban celebrando el final de un año y el comienzo de otro, con la esperanza de que todo mejorara en ese venidero año. Mi abuela bailaba, con el dolor en la espalda, pero bailaba la música que más le gustaba, lo hacía sola, en medio de la sala, disfrutando de cada acorde que hacía del ritmo algo hermoso e inigualable.
En ese instante un nudo crecía en mi garganta, la imagen quedo grabada en mi mente para siempre, esa fue la última vez que la vi bailar y disfrutar de la música. los primeros tres meses del año 2016 fueron todo, menos agradables, su salud se fue deteriorando de una forma muy rápida e imparable.
Los médicos solo decían que eran glándulas, yo sabía que era más que eso, sabía que el cáncer había vuelto. No podía verla sufrir, casi no fui a verla en esos últimos meses de vida.
El 19 de febrero celebramos, casi obligados, su ultimo cumpleaños. Sus ojos ya no eran negros, sus músculos habían desaparecido, solo quedaba la piel pegada a cada huevo, su mirada era profunda, sus ojos se habían tornado grises. Su cuerpo no tenía fuerza para mantenerse de pie, su cabello ya no era negro y ni su torta favorita le apetecía.
Disfrutar de la comida ya no era su pasión, cada bocado de comida le dolía, me suplicaba que la ayudara a convencer a sus hijos de no darle comida porque no podía con tanto dolor.
el 1 de marzo de ese año, fue el último año que ella me deseó feliz cumpleaños y su promesa de estar en mi acto de graduación desapareció 15 días después cuando, en un hospital de la zona, falleció.
Desde ese día, una parte de mí se fue con ella, pero también nació otra. Nació la que está dispuesta a complacer mis deseos, resolver mis inquietudes y conocer lo desconocido. Desde ese momento comenzaron mis ganas de dejar de complacer a todo el y comenzar a complacerme a mí.
Pasaron las horas, los días, las semanas y los meses, disfruté de muchas cosas, comencé a salir con gente, a viajar, a conocer, a explorar todo, incluyendo mi sexualidad...
Salí con hombre, con uno de ellos decidí comenzar a salir con mujer, y de ahí para acá la historia se volvió más interesante. Ahora si era yo y no lo que otros querían ver:
Nazareno...
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El choque ocurrió en el momento, justo en ese momento en el cual, falleció mi abuela, ahí entendí que la vida no se puede ir en complacencias, que debe ser algo mío y muy genuino. Por eso, fuera de cualquier cosa que tenga que ver con rebeldías, comencé a vivir de forma más placentera.
Empecé a viajar, conocer lugares que nunca antes había visto, culturas, comidas, personas. Pero todo se volvió una locura desde que decidí experimentar mi sexualidad...
Comencé a leer libros que hablaban de la sexualidad abierta, a conocer historias, a instruirme, a darme cuenta que sí me gustaban las mujeres. Que no era solo una apreciación del resto de la gente.
Un día Orangel, que, en ese momento era mi "novio", por decirlo de alguna manera, me propuso hacer un trio, puesto que vio mi interés en experimentar con las mujeres. Orangel me llevaba como 20 años y no era un hombre de medias tintas, mucho menos con prejuicios.
Me dio: Yo busco a la chica para hacer el trio.
Y así lo hizo, unas semanas después me fui de viaje con él y conocí a Claudia, una chica morena, un poco más joven que yo, como de 19 años, yo tenía 23, en ese entonces. Ella era Flaca, morena, bajita, cabello liso, de ojos pequeños y oscuros, unos rasgos muy asiáticos, con una mirada profunda, traviesa y un poco tímida.
Para ser sincera, no era el tipo de mujer que me imaginaba, pero tampoco era de mi desagrado, tenía algo en esa inocencia, en esa mirada que me gustó e hizo que siguiera en el juego de seducción.
Orangel era un hombre alto, con cabello oscuro, moreno y ojos oscuros, con una mirada profunda y muy traviesa, él sabía perfectamente lo que quería, disfrutar de la compañía de dos mujeres jóvenes, dispuestas a complacer su perversa idea sexual.
Yo veía a la mujer y pensaba ¿Qué estoy haciendo? ¡Mi mama se entera de esto y me mata! Pero lo voy hacer, quiero saber si de verdad me gustan las mujeres o es solo una idea de mi cabeza.
Camila se sentó en la cama, esperando que comenzara el juego, la vi frágil y traviesa, inocente y, al mismo tiempo, totalmente consciente de lo que estaba haciendo y quería hacer.
Me acerqué a ella con un poco de temor, no quería asustarla, solo quería besarla, descubrir el sabor de sus labios, saber que reacción tendría ella con eso, se veía que también era la primera vez para ella.
La tomé de las manos, la acaricié, la miré a los ojos, quería que sintiera que no le haría daño y que haría todo lo posible por hacer que le gustará la experiencia (aunque yo no tenía ni idea de cómo hacerlo posible).
Ella me sonrió, parecía entender lo que le quise decir con la mirada. Acerqué mi mano a su cara ¡Dios! Que suave y tierna la piel de Camila. Provocaba besarla, acariciarla, desnudarla y saber si toda su piel era igual de suave.
Eso hice, lo hice ante la mirada depredadora de Orangel, la besé, suave, lento, con cuidado, con ternura y con deseo. Me encantó la dulzura de sus labios y todo lo que eso causó en mi interior.
En ese instante supe que no era algo de mi cabeza, que no era solo una idea. Entendí que mi cuerpo lo disfrutaba y yo lo deseaba. Deseaba poseer a Camila como nunca antes imaginé desear a ningún hombre.
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