Durante el anochecer de 2011 con el tumor de que,
un año mas tarde el mundo entero perecería destruido,
por los bailes de la corteza terrestre, o
el manto de las llamas
cuando los cerillos plantados, o esparcidos por todo el globo prendiesen la zona
donde mi cuerpo habitaba,
iba el ahi;
muerto de duda al terminar rasgado por fantasías mediocres
cargadas de fe, y sensibilidad vacía; panico en el centro
por la impotencia humana,
o mejor dicho miedo, y delirios
reprimido al sobrepensar
sobre el cataclismo que avecinaba,
porque se acababa el mundo
y yo acababa de despertar
en ese cuerpo roto de un niño inocente al que sólo le importaba observar a los animales, su pelo y bellaje
diferentes entre todos con el fondo celeste, la tierra que sostenia sus pies; el fruto del suelo que comian y, cuando se aniquilaban de unos a otros
entre todos ellos
los humanos.
Acababa de despertar, y
lo más escencial estaba por morir
llevándose consigo sus lágrimas cromáticas,
por los derrames en el núcleo
vistos como desastres en el exterior
que provocarían que la azul sangre se desvordara
de las venas en las tierra, o de depósitos debajo el manto al subir de un estallido, las corrientes rojas de lava; amenazando con explotar la burbuja, desencajada de la naturaleza, ahi afuera en el aire volando va
lo abstracto; mi habitad.
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