clearymelody Melody C.

Albert Capdevila tiene todo: Belleza, carisma, el cuerpo ideal y un ingenio de muerte. Además, es abiertamente gay y no lo esconde de nadie. ¡Ni de su abuela! Sin embargo, el amor no parece querer tocar la puerta de este perfecto espécimen. Al menos, no de la forma que Albert quiere. Donatela Neves es la mosquita muerta de la oficina. Una novata que se deja pisar por todos, incluso por él vigilante del edificio donde trabaja. Y encima, tiene la mala suerte de haber nacido ordinaria. Nada que destacar en absoluto. En un principio, tanto Albert como Donatela no encajan. Pero, bajo capas y capas de superficialidad hay algo más. Una apetencia similar. Albert desea ser dominado, y Donatela necesita a alguien con quien desahogarse.


Erotica For over 21 (adults) only.

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Capítulo 1

El olor a alcohol barato entremezclado con el humo de tabaco es embriagador. Manos húmedas. Hay música de fondo, pero Albert no sabe decir de qué género musical. Tampoco importa demasiado.
— Quiero metértela hasta el fondo. — El desconocido le ronronea al oído en el rincón más alejado de la discoteca. Albert tiene que girar la cabeza para oírlo bien.
— ¿Y a qué esperas cariño? ¿Una invitación? — Replica restregando el trasero en la genital del tipo que recién acaba de conocer. El hombre suelta un pequeño gruñido antes de flotar su cuerpo contra el de Albert.
Lo que pasa luego es lo esperado. Siempre igual, aunque con alguna que otra variación.
Hoy por ejemplo, le ha tocado hacerlo en el lavabo de la disco. No es la primera vez que él lo hace, y Albert sabe con cada fibra de su ser que tampoco será la última.
Hay tanta gente bailando y gritando que por momentos Albert se siente ofuscado. Pero entonces percibe el bulto prominente rozándole el culo por detrás y vuelve a estar alerta, y algo cachondo ¿Para qué engañarnos?
La noche de momento, no pinta mal.

♣♣♣
Desde el pasillo se oye el sonido de archivadores siendo ubicados en la estantería proveniente del ínfimo despacho al lado de las escaleras. Es tarde.
No mucho rato después sale de dentro una mujer con un carrito lleno de más archivadores, muchos abiertos y tantos otros desorganizados. Con rapidez ella se encamina al ascensor pero se da cuenta con pavor que no funciona. Hace exactamente dos horas cuando salió de él lo hacía perfectamente.
— No puede ser. — Ella mira de un lado a otro antes de dar media vuelta y bajar por las escaleras. No la queda otra que ir a preguntar al vigilante nocturno.
Descender ocho pisos enteros en tramos de escalera no es agradable, y Donatela espera no tener que hacerlo más por lo poco que la queda por hoy. Sin embargo, la suerte no parece estar de su lado.
— Hola, buenas noches. — Ella saluda amigablemente al vigilante una vez se detiene en la caseta que hay a la entrada del edificio.
— Buenas noches señora. — El tipo responde con una media sonrisa. Es joven, guapo y parece estar en forma. Muy probablemente tenga la misma edad que Dona, aunque la llame señora porque sí, cosa que ella no es. Pero Dona deja pasar esto por alto.
— Hola, una cosa rápida. — Ella apoya el codo sobre el mostrador con nerviosismo.
— ¿Sí? — El tipo la observa indiferente.
— ¿Hay algún problema con el ascensor? Que no funcio… — Antes que Dona pueda añadir decir algo más el vigilante la corta.
— Está desconectado. —Explica con monotonía. — Protocolos de la empresa. Deberías de saberlo señora.
— Yo no…tenía constancia de ello. — Dona mira a sus propias manos avergonzada. — Acabo de empezar hace un mes y…
—Entiendo. — El vigilante vuelve a interrumpirla. Es más que evidente que a él no le apetece seguir charlando.
— Es que tengo un carrito lleno de archivadores en el octavo piso y…
—No es mi problema señora. Para algo están los protocolos.
Dona rápidamente asiente con la cabeza.
— Entiendo. — Es la respuesta que ella chapurrea. No hay nada que pueda hacerse al respecto.
Y aun así, su queridísimo jefe no hace mucho, la había dicho expresamente que para el día de mañana el cuarto de archivadores debería de estar impoluto y organizado. Pero él no ha tenido el detalle de explicarla que el ascensor es desconectado cada noche como norma general, y que por lo tanto, Dona tendrá que utilizar las escaleras para terminar el trabajo.
— Hasta luego. — Ella se despide del vigilante antes de encaminarse hacia las escaleras, aunque, no escucha un hasta luego de la parte del sujeto. Una prueba clara del evidente desinterés.

♣♣♣
Todo ocurre demasiado rápido, y antes que Albert se da cuenta de ello el tipo ya ha tenido un orgasmo. Sin embargo por desgracia, Albert no.
— Estuvo bien ¿Eh? — El tipo comenta con la voz ronca mientras se abrocha el pantalón. Albert en cambio sigue con la frente apoyada en el espejo empañado del lavabo sin decir palabra. — Llámame un día de estos y lo repetimos.
No va a pasar, Albert piensa consigo mismo por un momento.
Entonces, el ruido se hace evidente y el aporreo en la puerta del baño empieza a ser molesto. Por eso, él se abrocha los pantalones rápidamente, pero no sin antes notar con desagrado que está manchado en la parte del muslo, cuando antes él se apoyó en la encimera del lavabo.
— Además de mal follado, manchado. Lo que me faltaba. — musita con mal humor. — ¡La mare que el va parir! — se encamina a la puerta que el desconocido muy cortésmente ha dejado abierta, sin tener el detalle de esperar a que Albert se vistiera del todo. Un completo caballero.
Y encima, por la forma como el tipo empotró a Albert en el mueble de aquel baño, era más que evidente que era un hetero curioso. Actuó un poco bruto por momentos, pero por lo demás un blandengue de mucho cuidado.
— Tengo que dejar de ilusionarme solo por una cara bonita. — Se recrimina mientras esquiva a la gente moviéndose por la pista de baile. En un principio él tiene pensado quedarse un rato más, pero está tan mosqueado por el pantalón manchado que se le van las ganas. Además, necesitaba aliviarse él solito, ya que el otro tipo no ha terminado el trabajo. Y mira que no es complicado hacerle contento.

♣♣♣
Dona finalmente llega al octavo piso y sus piernas tiemblan. Hace años que ella no se movía tanto, mucho menos en escaleras como aquellas.
Su cuerpo no está acostumbrado a eso, aunque, por hoy no hay otra solución más que esta.
— Puedo bajar todo esto en cuatro viajes. — Observa el carrito con exasperación. Mañana simplemente tendrá que ubicar los archivadores en la estantería. Su despacho se encuentra en el segundo piso, así que no será un tramo corto que recorrer, pero es trabajo al fin y acabo.
El primer viaje es aceptable, Dona lleva bajo el brazo los tres archivadores más pesados y tiene especial cuidado al bajar por las escaleras. El problema es volver a subir otra vez.
El segundo viaje la cuesta. Siente molestias en la espalda y sus piernas siguen temblando. Casi se cae en uno de los tramos, suerte que a final consigue apoyarse en la barandilla de la escalera. Cuando alcanza su despacho y ubica los archivadores sobre la mesa Dona acaba por sentarse en la silla. Necesita descansar ni que sea un poco.
En el tercer viaje ocurre algo inusual. Dona se levanta y está a punto de dirigirse a las escaleras cuando se da cuenta que la luz del ascensor está encendida. Se acerca a las puertas y observa el panel de botones desconcertada. Efectivamente, funciona.
No lo entiendo, es lo que pasa por la cabeza de ella antes de ver como la puerta se abre delante de sus narices.
Dona toma distancia de inmediato y dentro del ascensor sale Ivonne, la mujer de la recepción.
— Oh Dona, ¿Qué haces porque aquí a estas horas?— La rubia la observa sorprendida. La mujer lleva demasiado maquillaje y un vestido de escándalo. Dona se pregunta si no siente frio nunca. Durante todo el mes desde que empezó a trabajar en esta empresa de márquetin, no hubo un solo día en que viera Ivonne llevar algún abrigo por fino que fuera. Vestidos y tacones es lo que siempre tiene puesto. Como una segunda piel. Es bonito y atractivo, Dona lo sabe perfectamente, y hay veces que la gustaría vestirse de la misma forma, aunque por desgracia, al menos en el caso de Dona, es poco práctico.
— Tenía algo pendiente de acabar y...— Explica mirando fijamente al ascensor. — Oye Ivonne…
— ¿Qué pasa?
— ¿El ascensor no se apaga como protocolo?— Apunta hacía el panel de control.
— ¿Sí?— Ivonne quita importancia al tema dándose de hombros. — Pero si le dices al vigilante que necesitas entrar y le muestras tu identificación te tiene que encender y dar permiso.— Observa el reloj con molestia antes de volver a mirar a Dona.— Lo siento cariño pero tengo prisa ¿Vale?— Con desinterés la echa un último vistazo.— ¡Y deberías pegarte una buena ducha luego! ¡Pareces agotada cielo!
— Lo haré. — Dona responde con una débil sonrisa. Por dentro, ella tiene ganas de romper algo y chillar como loca. Sin embargo por fuera se resigna a asentir y tomar la oportunidad de bajar el carrito ahora que el ascensor está activado.
Y es lo que hace.

♣♣♣
El tráfico es monótono y apenas hay gente en la calle. Marta se ha quedado en la discoteca, pero Albert sabe que ella está bien. No obstante, antes de irse la buscó para comprobarlo por él mismo, como también de paso preguntarla si quería irse. Marta respondió que no, y eso es todo.
Con pereza Albert mira su reflejo en el espejo panorámico del mini countryman negro. A parte del enfado que lleva encima por el pantalón manchado, Albert sigue estando divino. El tupé no se le ha deshecho, y su melena negra brilla más que el futuro de mucha gente. La barba como siempre, él la lleva corta con patillas para realzar más su aspecto. En especial los ojos, que son azules oscuros. De vez en cuando Albert se pone algo de maquillaje, aunque nada muy exagerado, solo el suficiente para quitarle la blancura fantasmal que parece tener de fábrica.
Él alcanza las llaves y da marcha al coche. Señaliza con el intermitente que va salir y en un principio todo fluye como debe ser. Sin incidentes.
Distraídamente enciende la radio y por costumbre deja puesto Catalunya Ràdio con las noticias. Nada de otro mundo.
Más adelante hay un semáforo a punto de ponerse en rojo. Albert tiene ganas de saltárselo pero al final se da cuenta a tiempo de que un peatón amenaza con atravesar la calle, así que para el coche con desagrado.
Es una mujer la que quiere pasar, muy por encima de peso y de raza negra. La ropa que lleva no es para nada atractiva y se ve horrenda bajo las luces de las farolas de la calle. Él ni siquiera pierde el tiempo en observarla por más tiempo. A cambio se distrae con la luz roja que lo impide seguir adelante.
— Dios santo. — Sube más el volumen de la radio y juega con la palanca de cambios hasta la luz parpadear de roja a verde. Cuando lo hace, Albert pone primera y avanza de camino a casa.

♣♣♣
Es tarde cuando Dona sale del edificio. Ella está cansada y necesita una larga ducha como recomendó Ivonne. Por cortesía se despide del vigilante pero no comprueba si él hace lo mismo. Dona aprende rápido a mantener las distancias de quienes no la quiere cerca.
Por desgracia, su coche está en el mecánico, así que hoy, de todos los días la toca ir en taxi a casa, ya que no hay trenes a esta hora de la noche y autobuses tampoco.
Con agilidad Dona se encamina a la plaza mayor donde suele haber taxis disponibles sin la necesidad de espera, o verse obligada a descargar alguna aplicación en el móvil para contactarse con uno en específico.
Dona sabe que puede seguir yendo recto por este lado de la calzada, pero al ver que el semáforo está a punto de ponerse en verde a su izquierda, opta por atravesar la calle.
Es entonces cuando oye un coche que se detiene de repente, y por puro reflejo Dona gira la cabeza y mira al vehículo. Está oscuro, y no hay mucho que ver aparte de sombras y las luces cortas del coche encendidas.
Ella tiene el ímpetu de decir algo, desahogarse aunque sea un poco. Su día de momento viene siendo un completo desastre. Pero al final opta por seguir caminando.
No vale la pena.
Por eso sigue su camino.

Jan. 31, 2022, 9:31 p.m. 1 Report Embed Follow story
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Dulce deLeche Dulce deLeche
Buen principio. Esperemos que llegue la acción!!!!
April 25, 2022, 11:56
~

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