pia-marian Pia Marian

Aunque los siglos le pasaran encima y la gente ya no creyera en cosas como él, seguía gustándole visitar a su familia de vez en cuando.


Fantasy All public.

#romance #literatura fantastica #fantasía #familia #visita
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Capitulo único

Le gustaba sentarse sobre aquel edificio abandonado, más que nada, porque le permitía observar buen aparte de la ciudad. El Cerott se estiró, luego se acomodó un poco los desordenados cabellos castaños, desde el fallecimiento de su esposa, había perdido la humana costumbre de peinarse

—Me pregunto cómo estarán…— pensó observando a una familia que pasaba por allí —sí…— murmuró sacando la botella que contenía su poder, un diminuto recipiente hexagonal de color dorado, del bolsillo —les haré una visita, tengo ganas de verlos— volvió a estirarse antes de cerrar los ojos, luego retiró el corcho, haciendo un ruido que siempre le sacaba una sonrisa.

La mujer pelaba duraznos para sus dos hijos y marido. Siendo aquella una ociosa tarde de domingo, no tenía ganas de preparar un postre más complejo

—Hola— saludó el hechicero de la botella tras aparecer como si siempre hubiera estado allí, recibiendo un chillido sorprendido como respuesta. Los ojos, del mismo color dorado, se encontraron

—abuelo, no me asustes así.

En realidad, la humana que fue su amante vivió siete generaciones atrás, pero debido a lo complicado de dar un título a alguien tan antiguo, siempre le llamaban “abuelo”

—Lo siento, hábitos son hábitos— le dio un abrazo bastante efusivo, levantándola— ¿Dónde está tu pareja? ¿Y mis nietos? 

—Lucas se quedó dormido sobre el sofá, los niños están arriba.

—iré a saludar.

El marido de su nieta era un par de años menor que ella, trabajaba en una oficina y siempre parecía tener sueño. En ese momento, se hallaba tirado en el sofá con los ojos cerrados y una postura incomoda.

El Cerott se río y, tras abrir la botella, hiso un movimiento con la mano que levantó al hombre varios centímetros por encima de su lecho.

Este despertó asustado, empezando a patalear como si ayudara a mantener la altura

—hola Lucas, ¿cómo estás? 

— ¡estaría mejor si me bajaras! — gritó nervioso. Se calmó cuando la petición fue cumplida —gracias.

—luces cansado.

—Fin de mes, tengo que hacer papeleo.

—Si gustas, puedo ayudarte con el dolor de cuerpo.

—estoy bien, no te preocupes.

Con el tiempo, los amantes de su descendencia convivían más o menos con él, Lucas se tomaba bastante bien su existencia, pero se notaba incomodo con sus habilidades, quizás, creyéndole poderoso cuando no lo era.

—Como gustes. Iré a saludar a mis nietos.

Subió la escalera de dos en dos, cuando llegó, los dos pequeños de ojos dorados y cabello rojizo heredado del humano, se pegaban con almohadas

— ¡abuelo!— soltaron las armas y, llenos de plumas, lo abrazaron, casi tirándolo al piso

—Hace tiempo que no los veía, están tan grandes…— seguía sorprendiéndole.

Porque a medida que la sangre se diluía, su descendencia se volvía más humana, adquiría cada vez más la capacidad de crecer. Y, desgraciadamente, también se alejaban de su propia naturaleza.

Las voces infantiles lo trajeron de vuelta

—El otro día el Martín se hiso pipí en la cama.

— ¡mentira! — el pequeño dio un empujón a su hermano mayor

—No peleen— les dijo con calma —o su madre va a molestarse, ¿eso quieren? — aunque Ana ya no poseía magia o una botella, seguía siendo una mujer temible cuando se enojaba. Los niños negaron con la cabeza

—Vengan, les contaré un cuento.

— ¿sobre una bruja? 

— ¿sobre cómo conociste a la abuela?

—Ese es viejo.

—a mí me gusta.

A él también.

Amaba recordar como ella encontró su botella, de como prometió mostrarle secretos antiguos a cambio del preciado objeto. Adoraba rememorar los paseos por caminos abandonados durante siglos, los fuegos fatuos sobre las fuentes…

El primer beso mientras la cargaba sobre un lago y, aunque no se lo contaría a sus nietos, la expresión de su cara la primera vez que compartieron el lecho.

Y las siguientes.

Cuidar a su único hijo fue un desafío, pero gracias a él, pudo seguir adelante cuando su amada falleció.

Sí, amaba esa historia, pero se la guardaría esta vez

—les hablaré de un mago que conocí hace mucho tiempo…

Luego de escucharla y cenar, Ana les envió a dormir

— ¿te irás? — interrogó Lucas

—sí, hay algo que quiero hacer. Vendré pronto— y desapareció.

Ella se río

— ¿deberíamos decirle que su último “hasta pronto” fue hace tres años? — interrogó a su esposa

—no creo que eso sea mucho tiempo para alguien que ha vivido siglos— contestó ella.

Caminó por un sendero que había hecho con los años, finalmente, llegó a un claro con una tumba

—hoy fui a ver a nuestros nietos y tuve ganas de visitarte, ¿no te has sentido sola? Espero que no— tomó asiento a su lado —Martín y Cristóbal hacen lo mismo que tú, esa cosa de “crecer”, aunque todavía no lo entiendo del todo…

Incluso, cuando ya había llegado el alba, todavía tenía cosas que contarle. 

Oct. 7, 2017, 6:42 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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