Te juro que nunca te dejaré solo, yo regresaré por ti, aunque parezca imposible. Hago este pacto con mi propia sangre, la sangre de la Bestia Divina, por eso recorreré el cielo, la tierra y el infierno para encontrarte y así volveré a ser tuyo.
Enero 15 de 2022...
—Oh Virgen María —inició Juan mirando directamente hacía el cielo nublado—. Protégenos en esta difícil misión, no permitas que fallemos en nuestro deber, ayúdanos a llegar a salvo a nuestro destino —agarró suavemente la mano de su compañera Camila, que se encontraba justo a su lado izquierdo, al igual que el resto, ella estaba siguiendo la oración al pie de la letra, con todas las pausas que Juan realizaba en el proceso—. Ayúdanos, para que todo salga bien. —Sus ojos se iluminaron, se veían hermosos.
»Dios mío, líbranos de lastimar a algún ciudadano —cada día tenía miedo por ello, pedía ayuda y su fe se lo permitía. De su overol, sacó su rosario y con cuidado lo besó—, perdona todos nuestros pecados y errores. Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
Hizo una breve pausa antes de continuar, necesitaba tomar aire, además debía de tragar la suficiente saliva para poder decirlo, era obligatorio reunir todo el valor, porque después de decir “amén”, daría inicio a la carrera de la muerte y no habría vuelta atrás. Sus manos comenzaron a temblar un poco, al igual que su voz. Se logró controlar.
—Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal — Le faltaba decir la última parte, esa palabra, la que lo marcaría todo, aquella que significaba “que así sea” sólo era eso, es sencillo—. Amén… —tragó saliva. Hubo un leve silencio para que la oración subiera de forma exitosa al cielo.
Todo el equipo terminó de orar, unos cuantos, al mismo tiempo, entonces se soltaron las manos, se observaron unos a otros, quizá esta sería la última vez, eso era imposible de saber, si saldrían vivos o muertos ese día. Una forma mejor de describir aquello sería como las loterías, no sabes si ganas o pierdes, es cuestión de pura suerte. Y eso es lo mismo a esta situación o tal vez… no era simplemente suerte, sino algo más interesante, era algo más que suerte en un aburrido juego de azar.
Luego ingresaron rápidamente al vehículo, casi corriendo a su máxima velocidad, debían ser muy hábiles. Juan, cuando ya estaba en los asientos de atrás, se estiró para poder pasarle el rosario, que tenía más o menos desde sus diez años, al conductor, quien delicadamente lo colgó del retrovisor, se podría decir que ese era su lugar especial. Con esto, la ambulancia estaba tan protegida, que Satanás ni se acerca.
Encendieron el vehículo en un abrir y cerrar de ojos, la ambulancia ya estaba lista para toda la acción y la violencia que vendría a continuación, sería mejor que una película, ni Tarantino se arriesgaría a filmar esas escenas. El radio, que tenía conexión directa con el hospital, le daba varias instrucciones al equipo, como, por ejemplo, dónde llegar o probablemente cuántos heridos resultaron en el hecho, la camioneta comenzó a ir a toda velocidad y allí mismo… iniciaron su nueva misión.
Mientras tanto, cada uno de ellos se colocaba los implementos necesarios, tales como tapabocas, máscaras y los trajes especiales, a veces eran diferentes, pero eso dependía de la gravedad del accidente, en algunos casos, si el carro accidentado estaba hecho fuego, cambiaban a otro traje, este para poder resistir un poco las llamas, claro que cuando la situación era de carácter grave y el fuego estaba violento, normalmente contaban con el apoyo del Bomberos Voluntarios de Cali. En algunas ocasiones con el apoyo de la Policía Nacional, eso era solo cuando en la zona hubo algún tiroteo y estaba la posibilidad de que llegara a repetirse, o cuando había un asalto y las personas resultaron heridas, allí estaban ayudando a evitar otra tragedia.
Y claro está, que el equipo no se dedicaba sólo a atender accidentes automovilísticos. En algunas ocasiones atendían a personas que habían sufrido algún infarto y luchaban por quedarse en este mundo defectuoso. Varios que perdían la respiración de diversas maneras, uno de ellos, no respiraba por atrancarse con un coco, la gente es rara. Algunos con hemorragias, y dejaban todo manchado de sangre; otros con fracturas, en muy pocas ocasiones atendían a mujeres que estaban a punto de dar a luz, era lo peor, los gritos enloquecen a cualquiera, también tenían que transportar a unos empresarios violentos que querían llegar rápidamente al aeropuerto de Palma Seca, para no perder su vuelo y unos cuantos que poseían un resfriado.
Bueno, ahora regresando al interior de la ambulancia, en el epicentro de toda esta historia, el equipo se encontraba organizando algunos objetos para atender la emergencia, varios tanques de oxígeno o los equipos de reanimación, realmente había una gran variedad de implementos, medicinas y algunas otras cosas para toda clase de usos, pero eso según la gravedad o la necesidad que tenga el herido. Siempre que iniciaba la misión, todo está tan minuciosamente organizado y limpio. Ah, pero cuando todo terminaba, la ambulancia parecía… la casa del diablo y él sí que estaría muy cómodo allí dentro. Sí, así con manchas de sangre por todas partes.
Cada vez iban a más velocidad, más y más, casi llegando a los noventa y dos kilómetros por hora, un accidente por mínimo que sea, a esa velocidad sería simplemente mortal. La sirena estaba encendida y gritaba a todo pulmón que necesitaban atender una emergencia, que significaba que la vida de alguien estaba a punto de apagarse. Tenían que llegar rápidamente al lugar del accidente, lo más pronto que pudieran, si no, sería todo un fracaso y eso no sería nada bonito.
Aquel trabajo tenía que ser un éxito, fuese como fuese, era obligatorio, no había lugar alguno para los errores. Necesitaban el dinero para poder llevar a la mesa el pan de cada día, para poder alimentar a sus hijos, pagar el alquiler del hogar, impuestos y lo demás. Ese dinero era necesario, pero lograrlo era algo delicado; además sobrevivir en ese trabajo resulta complicado. Debían evitar a toda costa, por más imposible que pueda ser, lastimar a cualquier civil. Eran personas, pero en ese momento debían transformarse en máquinas, programadas de tal manera que alcanzaran la perfección.
Salvo que, en esa ocasión era difícil, y como no, yendo a aquella velocidad, era complicado poder reaccionar a tiempo para evitar causar una terrible catástrofe, que invadiría las portadas de casi todos los periódicos, ¿Y que cómo diría el titular? “Otra vez los paramédicos asesinando a los peatones” lo normal es que pasara casi que a diario y ni hablar de las redes, con las múltiples amenazas de muerte, insultos de toda clase y maldiciones, etc. Aquello siempre daba impotencia, era injusto. Ellos daban su vida para intentar salvar vidas y los demás bien cómodos en un sofá abriendo la jeta.
La ambulancia ingresó lo más pronto que pudo a la ruta del MIO y cada vez aumentaban más la velocidad, no podían parar, debían llegar justo a tiempo. Por la ventana de la misma se podía ver todo lo que estaba por fuera, como si sólo fueran rayas, los árboles eran manchas verdes y las personas no se lograban distinguir, apenas si se podía ver lo que había al exterior. Era como viajar a la velocidad de la luz. Varios carros les abrían paso, pero algunos ni se inmutaban, el zig zag era la salida.
Realmente todo parecía como cuando a una pintura fresca se le pasa la mano, así sin más, simplemente la arrastrabas hacía un lado, obviamente sería satisfactorio, pero la obra quedaba arruinada, aunque en algunas ocasiones podía quedar hermoso. Al igual si mirabas la ambulancia por fuera, verías un rayo pasar a toda velocidad, con unas luces rojas y azules, de un blanco. Apenas si era visible para el lento ojo humano.
La ambulancia empezó a pitar fuertemente para abrirse un poco más el paso, mientras disminuye drásticamente la velocidad. Adelante estaba el bus azul y tenía que esperar a que el demorado semáforo cambiara a verde, era demorado. Unos cuantos segundos después cambió de color, el autobús arrancó a toda velocidad para darle el paso a la misma, la ambulancia también incrementó la velocidad, hizo unos ruidos tan fuertes, pero siguieron conduciendo. Por fin, había dos carriles en la calle.
Y astutamente la ambulancia dio un fuerte giro hacia la izquierda para lograr esquivar al bus y no impactar violentamente con aquel gigante o coloquialmente llamado como: el Borrador, y es que es cierto, esa cosa puede borrar de la faz de la tierra todo lo que se le atraviese. Lo adelantaron ágilmente y continuaron a toda velocidad, casi a unos ciento veinte kilómetros por hora. ¿Cómo se veía eso dentro de la ambulancia? Era literalmente como vivir Rápidos y Furiosos en persona.
Algunos de los chicos que iban atrás de la ambulancia, miraban hacia delante, para ver que tanto sucedía, aunque podía llegar a ser contraproducente, sería ver valientemente a los ojos de la muerte. En algunas ocasiones, eso era igual a ver una película de terror, pero no cualquiera, te hablo de las que en sí son buenas, esas que son capaces de ponerte el corazón en la mano. Salvo que este filme era mucho mejor, porque en ella si podías morir, era super realista.
Y allí, en el retrovisor de la ambulancia, Jesucristo colgaba, se balanceaba de izquierda a derecha y viceversa, cada vez más ágil, como si fuese un metrónomo o también podía llegar a parecer un péndulo de un simple reloj antiguo. Y te hipnotizaba de una forma rara, pero emanaba un poco de paz. Estaba allí, crucificado, con sus tres puntillas en su cuerpo, azotado brutalmente, derramando cada gota de su sangre, con un rostro que expresaba tanto dolor, como compasión, mientras la humanidad cometía la abominación de acabar con la vida del mismo hijo de Dios. Con la palabra Inri arriba de su cabeza, que decía claramente Jesús de Nazaret, rey de los judíos; estaba justo allí, en el interior de la ambulancia, colgando del retrovisor; protegiéndolos.
Luego de poder ir en línea recta y a una velocidad increíble, casi sin poder parar, haciendo que la ambulancia hiciera unos ruidos terribles que podían llegar a dejarte sordo, quizá eran las ruedas, pero en esos instantes era casi imposible saberlo. Después de un corto tiempo, volvió a haber un semáforo, rápidamente cruzaron en rojo, había una fotomulta, pero las ambulancias en esto son intocables, siguieron apresurándose para no causar otro accidente que tendría que atender otra ambulancia.
Los carros venían a toda velocidad, casi de todas partes, de izquierda a derecha, e incluso cruzados, increíblemente el paramédico que conducía, en una hábil maniobra, logró pasar sin causar ningún daño, casi a nada de colapsar con múltiples automóviles, todos pitaban porque no esperaban toparse con una ambulancia que iba a 95 km, y es que, de no haber ido a aquella velocidad, todos los noticieros del país mencionarían ese grave desastre, eso era algo muy obvio. Camila casi que al instante empezó a rezar, sin parar como si viniera incluido en su código, programada para ello, así nomás.
En los momentos cercanos a la muerte, lo más común es comenzar a orar. Juan simplemente la abrazó como pudo, para que se sintiera un poco mejor, quizá protegida, probablemente no se sentiría tan indefensa así, pero aquel abrazo no hacía mucho que digamos. Jorge alistó un poco la camilla para los que resultaron heridos en el accidente que tendrían que atender urgentemente, él se tambaleaba un poco por la gran velocidad que estaba alcanzando la ambulancia, iba más rápido que un Chita. Mientras que Jorge hacía aquello con mucho esfuerzo, Paulo, que era aquel chofer, decía en voz alta que ya estaban un poco cerca del terrible accidente, el GPS ya lo decía.
—Dios mío —inició Juan para sus adentros—, ya casi llegamos al lugar. Te lo ruego, ayúdanos con esto, Jehová, escuchame.
Al estar allí adentro, en esa estrecha ambulancia, con el gélido aire que te hacía dar escalofríos, he incluso se te podían llegar a poner heladas las manos y para variar se podía sentir una sensación de muerte, de miedo, de maldad y de desespero, puedo decir que era el peor trabajo. Era el peor ambiente, sin duda alguna, y sí todas las misiones eran iguales, nada cambiaba y cuando cambiaba era demasiado raro para todo el equipo. Siempre estaba latente el peligro de que el equipo muriera o que, por el contrario, asesinaran a un civil, en esos momentos tan críticos, normalmente la población acostumbraba a explotar, literalmente, así sin más. No se sabía que era peor.
Por dónde lo vieras era un trabajo demasiado estresante, una profesión suicida, cada uno de los integrantes del equipo daban sus vidas, así, sin pensarlo dos veces, sólo con el propósito de salvar más vidas, podrían morir en el intento y esa era permanentemente la mayor posibilidad. Siempre que eran las cinco de la mañana, se levantaban felizmente de sus camas, se cambiaban y se ponían el traje para el trabajo y vivían aquel día tan atareado como si fuera el último de sus vidas, aquello ya se había vuelto la costumbre, quizá así la muerte no los tomaría de sorpresa o quizá sí.
Ahora sí, continuando con la acción, la ambulancia continuaba su trayecto, cada vez más cerca de su destino, hasta que se terminó la vía del MIO, por lo que tenían que girar y continuar como fuera en el carril de los carros particulares, pero por desgracia, en ese momento era la hora pico y el tráfico estaba horrible, las calles colapsaron y los accidentes subían como fuegos artificiales y nunca paraban.
Debían sobrepasar los veinte accidentes, sino no sería un día común, sería un día en el que los conductores estarían concentrados en la vía; no era muy común que los accidentes bajaran de veinte, pero sí, a veces se daba eso. Para el momento casi que todo Santiago de Cali estaba en la vía, bueno eso es casi que imposible, pero sí era un completo embotellamiento. Al instante el conductor comenzó a pitar para tratar de abrirse paso, otra de las difíciles tareas del equipo; pero en esos momentos casi que ningún carro lograba avanzar, el carro de al frente empezó también a pitar, para ayudarles a abrir paso entre tanto carro, el que le seguía realizó lo mismo, el de la derecha también, era un gesto bonito de parte de los ciudadanos. Camila al escuchar aquello sonrió.
Poco tiempo después, arrancaron todos los autos, la ambulancia, hizo un zigzag para adelantarlos, pero algunos simplemente se quedaban quietos, no sabían cómo reaccionar y eso los detenía. Muy por detrás de ellos, llegó otra ambulancia para la misma emergencia, entonces el equipo escuchó la sirena y en ese momento se estresaron aún más, era su rival, si aquella ambulancia llegaba primero que ellos, perderían la comisión que tanto estaban esperando, aquella que les ayudaba un poco para llevar algo más que pan a la mesa, para pagar algunos alquileres y servicios, no le podían dar el lujo de obtener la victoria, el equipo tenía que ganar la carrera.
Por fin el carro de al frente arrancó, la ambulancia giró y logró pasarlo, ya el tráfico empezaba a avanzar, pero no del todo, por lo que el único remedio que les quedaba era hacer muchas maromas para poder avanzar, esas casi rozaban a los otros carros, la otra ambulancia les estaba rozando los talones, eran realmente fastidiosos, ellos estaban cada vez más y más cerca del estresado equipo. Entonces otra vez todos los carros se quedaron quietos, todos al mismo tiempo comenzaron a poner direccionales, había algo en la mitad que no los dejaba pasar, entonces dentro de la ambulancia, levemente se logró escuchar un pitido, era el tránsito y ya sabían lo que eso significaba, tenían el accidente al frente de ellos, sólo faltaban unos cuantos carros.
Cada vez iban o intentaban ir más rápido, hasta que por fin lo vieron, aquel terrible accidente. El tránsito, recién había llegado, la ambulancia aceleró y se acomodó para no estorbarle a los carros de la vía que tenían que llegar a donde sea que debían llegar. La policía no demoraría mucho en llegar, la gente en el carro le tomaba foto a todo, como si fueran celebridades.
El equipo se bajó lo más pronto posible y corrieron hacía el accidente. Se trataba de un camión largo, que llevaba cerveza en su interior, la misma se había roto y se derramaba en la carretera, al frente, había impactado con un carro particular, era de esos que se conocen en Colombia como Zapatito, o para ser más claro, los carros que no tienes casi nada de cajuela, ese era perteneciente a una familia de cuatro personas.
Camila corrió hacia la parte de adelante del carro particular para sacar a los heridos, abrió la puerta como pudo y logró sacar a un hombre, de unos treinta y nueve años, tenía unas leves heridas, lo más grave que le ocurrió, fue que se le arruinó un poco el traje, pero por el impacto estaba inconsciente. José se dirigió a la puerta del copiloto, en este caso era una mujer, de unos veintiocho años, intentó abrir bruscamente la puerta, pero esta no abrió, siguió forcejeando, pero sólo perdió el tiempo, por lo que alzó el codo y le dio un fuerte golpe al cristal, pero este no se rompió, lo volvió a hacer, pero esta vez con todas sus fuerzas, su codo siguió derecho y el cristal cayó rendido, pero obviamente no sin antes dejar un pedazo clavado en su tríceps; maldito cristal, sí, siempre tan resentido.
Fue una horrible sensación, pero como pudo arrancó ese pedazo de cristal de la parte inferior de su brazo, cuando este lo quitó, quedó el hueco del mismo, no era muy grave, pero aun así dolía bastante, la sangre le caía a chorros del brazo, por lo que arrancó un poco de su uniforme y lo amarró en la parte de la herida, lo hizo con los dientes y con el otro brazo en perfecto estado, claro esto lo hizo casi que a toda velocidad.
Luego retiró un poco los pedazos de cristal que estorbaban y con su mano en el interior del carro, movió el seguro y luego logró abrir la puerta. Allí estaba, una señora, tirada hacía la parte de adelante, su rostro se había estrellado con la pasta que tenía al frente, por el golpe parecía inconsciente, como pudo consiguió sacarla del automóvil y la tendió delicadamente en el suelo, tenía rota la nariz, esta no paraba de emanar sangre. Jorge corrió para ayudar a José.
Juan se dio a la tarea de brindar la ayuda necesaria a los pasajeros de adelante, entonces, abrió rápidamente la puerta, y en el interior estaba sentada una niña, este al ver aquello ingresó como pudo para darle el auxilio necesario, la cargó en sus brazos, no pesaba casi nada, o al menos para él. La acostó en el piso, pero ella no respondía. Le puso el dedo en el cuello para sentir su pulso, pero en ese momento no sintió sus latidos, entonces, intentó reanimarla con las manos, ya tenía la piel pálida, igual al papel.
Paulo al ver aquello, trajo corriendo el equipo de reanimación, Juan lo tomó, pusieron una carga alta y la descargaron en la niña, seguía sin dar señales de vida, lo hicieron casi por unos tres minutos, no hubo respuesta alguna. Miró atentamente su reloj.
—Doce y treinta y nueve del medio día —Paulo, aún miraba su reloj de mano.
—No tendría ni nueve años —Juan se sentía impotente—, era sólo una niña.
Camila vio lo devastado que estaba Juan, pero debían continuar brindando atención, en esos momentos todos los sentimientos debían ser erradicados.
Mientras tanto, a la niña, aquella niña que murió en el accidente, le colocaba una manta blanca, primero, fueron cubriendo sus pies y luego su delicado rostro, ya no se podía hacer nada por ella, había partido y se dirigía al mundo de los niños.
—Lo siento mucho… —Juan miró el cuerpo que estaba tendido en el piso—. Niña.
Camila le tomó de la mano para que se pudiera recuperar un poco, ambos se dirigieron al otro asiento, derribaron la puerta y dentro de esta, estaba otra niña, casi de la misma edad que la fallecida pequeña de los zapatitos rosados, solo que más joven. Todos la sacaron a la vez para que fuera más pronto, para poder ayudarla, se esforzaron para atenderla. La niña estaba inconsciente, aunque aún respiraba, tenía unas cuantas heridas, pero no eran nada graves, le vendaron las cortadas. Y claro, sí podía sobrevivir.
Paulo trajo las camillas, pusieron a todos los heridos en ellas, fueron tres, la niña de los zapatos de color rosa, debía quedarse allí, luego harían el levantamiento del cadáver. La gente que pasaba en los carros se quedaba viendo la trágica escena, tomaban fotos, lloraban o sólo chismosean la situación, la mayoría se quedaban viendo el cadáver.
Y sí, así suelen ser algunos, quizá porque quieren poder decirle a alguien en algún momento de sus vidas “—¡Oh por Dios! —obviamente con voz chillona. Personalmente creo que esta imitación se va a llevar el Oscar—, ¿Sabías que he visto un cadáver?”. Y bueno, no hay que negarlo, sería un buen tema de conversación, da algo de importancia.
Luego llegó la ambulancia rival, la que venía detrás de ellos, no había llegado porque se había quedado en el trancón; está, al llegar se dirigió al camión que colisionó, ya que aún no le habían brindado ayuda, trajeron unas cuantas camillas más, entonces el equipo les ayudó un poco, se tuvieron que dividir los heridos, cada uno se llevaría dos lesionados, al mismo hospital, el equipo eligió a la niña inconsciente y a la señora que también estaba inconsciente, aquella que tenía fracturada la nariz por el impacto.
La otra ambulancia se quedó con el señor que conducía el carro particular y también con el hombre que conducía el camión, este último quedó con la pierna en terribles condiciones, quizá por la maquinaria del camión, además de severo golpe. Cada ambulancia llevó a dos hombres y a dos mujeres. La carrera de la muerte apenas iba a comenzar, el que obtuviera la victoria, ganaría la vida y el perdedor la muerte.
Juan se acercó por última vez al carro, sólo para revisar que no hubiera una mascota o un bebé superviviente, podía estar en cualquier lugar del vehículo, incluso debajo de los asientos, nunca se puede saber. Pero, en la parte de atrás, logró encontrar un librito rosa, estaba manchado de sangre; el libro le pertenecía a la niña fallecida, tenía un corazón en la portada, la niña le había dibujado encima un unicornio, a su manera, era adorable. Miró a la niña, que sólo estaba allí con una manta blanca con manchas rojas.
Rápidamente colocó el librito en el bolsillo izquierdo, no sabía que haría con él, pero lo utilizaría para algo, sí, es raro, pero se sentía culpable, esa niña era tan joven y tierna. Luego salió corriendo para ir a ayudar a su equipo, para poner a los heridos en el interior de la ambulancia, era lo más fácil de todo. Pero, la mujer con la nariz fracturada despertó.
—¡Mi hija! —gritó mirando a su alrededor—. ¿Dónde está mi hija? —Juan se dio cuenta de que había despertado, pero, la señora logró ver la manta blanca en la calle, esa que cada vez se teñía más de rojo. Y vio el zapatito rosado que llevaba la niña—, ¡Ella no puede ser mi hija! —añadió intentando incorporarse—. ¡Ella está viva! —rugió.
Cerraron las puertas de ambulancia, el equipo ya estaba en el interior e intentaban con gran esfuerzo calmar a la mujer. A cada instante su palpitación era más rápida, mientras sollozaba sentada. Pero tenían que atender su herida, el problema es que la señora no se dejaba, quería la respuesta de dónde demonios estaba su pequeña.
—Señora, lamento mucho su pérdida —inició Juan tomándole la mano en un gesto de compasión, ese era su lado débil—. Ella sí es…
Aquella señora rompió en llanto y gritos antes de que Juan pudiera decir “su niña”. Empezó a quedarse sin respiración mientras tenía un ataque de histeria; daba patadas y puños, los intentaba morder, todo con tal de liberarse para buscar a su hija muerta.
—¡No me importa lo que diga! —gritó con todas las fuerzas—. ¿Entiende que mi hija está bien? —inquirió haciéndole una mirada asesina a Juan, que, aunque no tenía la culpa de que la niña hubiese muerto, se sentía de cierta manera como un criminal—, ¡Déjeme ir imbécil! —le gruñó—. Tengo que ver a mi hija, ¡No me toque, malparido!
Entonces la acostaron a la fuerza, Camila le puso la inyección que nuevamente la dormiría; al fin habría más silencio en la ambulancia. Atendieron como pudieron la herida de la nariz, solo era necesario evitar el sangrado y le pusieron una mascarilla con oxígeno, al igual que la niña pasajera que estaba aún inconsciente.
La carrera de la muerte ya iba a comenzar… En sus marcas, listos, ¡Fuera!
Y otra vez la camioneta volvía a ir a toda velocidad, ahora de camino al hospital, esta vez todo era un poco fácil, el hospital estaba aún más cerca, y el tránsito avanzaba a un paso acelerado, no se demorarían nada en llegar. La ambulancia esquivaba y adelantaba carros como si estuvieran en un juego de carreras y sí, iban ganando aquella competencia. Cada vez más cerca de la meta, aumentaban la velocidad, la intangible felicidad por llegar aumentaba. Pero nunca se debe cantar victoria antes de tiempo, alguna vez alguien dijo que a tres pasos de terminar la cuerda floja… se puede caer.
Salmo 23:4
Un día normal, como cualquier otro día del año, pero un suceso lo cambiará todo, la línea de la historia de la humanidad se verá en peligro. ¿Acaso tomamos mucho anoche o sí está ocurriendo? ¿Es acaso una guerra divina? ¿Es el fin del mundo? Literalmente... el cielo se cae. . ...No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. . THE BLOODY BIBLE UNIVERSE COLLECTION . David Blum Read more about THE BLOODY BIBLE UNIVERSE.
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