fran-laviada Fran Laviada

Estas son algunas cosas curiosas que le pasan a un súbdito del imperio británico en un país llamado España, en el que el dinero va y viene, se blanquea, se oculta, se falsifica, se defrauda, o se roba, y en el que los que tienen mucho, no se conforman con ser ricos, el egoísmo y la ambición se apodera de ellos, y desean tener más y más, y ese más, nunca tiene límite, y los que tienen poco o nada, simplemente, se joden y se aguantan, porque no les queda otro remedio, ya que además tampoco tienen a quien quejarse ni donde reclamar.


Humor All public. © Francisco Álvarez Arias

#El crack #Un pelotero llamado Richard
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Un pelotero llamado Richard.

Me llamo Richard Johnson y aunque soy inglés, llevo ya varios años viviendo en España. Soy un gran aficionado al fútbol y mi equipo de toda la vida es el Manchester United aunque desde que se retiró el gran Sir Alex Ferguson, el club, ya no es el mismo, parece que le falta algo, y es que, cuando un entrenador está más de veinticinco años sentándose en el mismo banquillo y ganando títulos sin parar, es normal que se le eche de menos, más bien diría, mucho de menos.

Pues bien, como decía, a pesar de mi pasión por el fútbol, nunca he jugado un partido, excepto en algún prado del extrarradio (cuando todavía existía la hierba, en las ciudades), ya que como se suele decir en el argot futbolístico español, soy lo que se llama, un Tronco, o lo que viene siendo, un “tartamudo con los pies” (algo sin importancia, si tenemos en cuenta que mis compañeros de juego, eran tan torpes o más que yo), aunque nadie lo diría, viendo como me llaman ahora en el barrio. Y por eso voy a contar la siguiente historia:

Tres veces me robaron en el portal de mi casa, y las tres, el mismo tipo, un individuo bajito y delgado, con pinta de no tener ni “media hostia”, pero con una cara de loco que acojonaba nada más verlo, y con un cuchillo para matar osos y tiburones al mismo tiempo. Total, que el muy cabrón, en sus tres asaltos me había robado casi novecientos euros (se ve, que me tenía controlado, pues siempre coincidió su presencia, en días que había sacado dinero del “banco”, el asunto, como se puede ver, va de atracadores), así que decidí prepararme para evitar el cuarto, pues estaba seguro de que volvería a intentarlo, ya que merodeaba habitualmente por el barrio, y lo normal era, que intentara repetir, ya que yo me había convertido en un estupendo cliente para él, incluso de los mejores, pues por donde yo vivía, la mayoría de la gente estaba en el paro (por suerte, a mí, las cosas en el aspecto económico, me iban fenomenal), así que, si algo escaseaba por la zona, era la “pasta”, es decir, que casi todos los vecinos estaban “más tiesos que la mojama”, que es otro de esos dichos tan originales que tienen los españoles, y que a los extranjeros nos encanta aprender, aunque reconozco que muchas veces los repetimos hasta la saciedad, y en algunas ocasiones sin venir a cuento, y nos volvemos tan cansinos con nuestro entorno de amigos, que podemos llegar a resultar insoportables.

Bueno, voy a seguir con mi historia, porque a veces me pierdo de tanto hablar, y ya casi ni me acuerdo de lo que quiero contar.

Comencé un curso de defensa personal (de esos, que te enseñan un aprendizaje rápido y básico, para que en caso de necesidad, puedas darle cuatro “hostias” bien dadas, al “chorizo” de turno, que en un momento dado se presente por sorpresa), y durante cuatro meses, tres veces por semana, y dos horas de clase por sesión, me dediqué con gran disciplina y esfuerzo, al aprendizaje y entrenamiento de las técnicas que un antiguo policía, buen amigo mío, además de experimentado instructor, me enseñaba, poniendo en ello toda su capacidad y conocimiento, para que yo aprendiera a defenderme. Aunque he de reconocer, que pagué un alto precio por ello, ya que mi amigo era lo que se dice un “cachas”. Estaba “cuadrado”, medía cerca de dos metros y pesaba alrededor de cien kilos, y cuando abría los brazos, ocupaba más espacio que un armario de tres cuerpos. Y era inevitable que con tan tremenda humanidad, algún golpe fuera a parar a mi cuerpo. Una vez su puño que era del tamaño aproximado de una raqueta de tenis, aterrizó por desgracia en mí cara, y estuve media hora dando vueltas como una peonza y con una especie de confusión mental, más propia de una coz de mula con los “cables cruzados”.

Pero como siempre fui consciente de que nada bueno, es gratis, tenía que sacrificarme al máximo para conseguir mi objetivo, y eso hice. Me entregué en “cuerpo y alma”, a la actividad física para ponerme los más fuerte y prepararme como un profesional del combate cuerpo a cuerpo, como si fuera a formar parte del equipo de guardaespaldas del presidente de los EE.UU

Durante el tiempo que duró el curso, tuve la suerte de que el “Mangante Chorizo”, se olvidara de mí (seguro que el hijo de la gran puta, se había ido de vacaciones con mi dinero y se lo estaba pasando en grande, con los euros, que mi buenos sudores me habían costado ganar), pero una vez que mi etapa como alumno llegó a su fin, estaba deseando que el “enano de las narices”, volviese a aparecer, para darle su merecido, seguro que se iba a llevar una desagradable sorpresa.

Mis deseos, no se hicieron esperar, y una noche, nada más entrar en el portal, y encender la luz, me encuentro frente a mí, una cara “chupada” y conocida, con aquella voz ronca, y con el cuchillo talla XXL de otras veces, que volvía a repetirme aquello de:

¡Dame todo lo que lleves encima o te rajo maricón de mierda!

¡Vas a rajar a tu puta madre!, le respondí, acojonado, pero haciéndome el valiente, con el refuerzo positivo mental, que daba mi especializado entrenamiento de defensas anti-cacos.

Cuando veo que el malvado, se acerca hacía mí, le hago una de las “llaves” aprendidas en el curso, pero mezclo movimientos de unas y otras, me hago la “picha un lío”, y me sale una cosa muy rara, tanto, que el ladrón se empieza a "descojonar" de mí (en ese instante, me pregunto, ¿pero de que cojones se ríe el imbécil este?) y es en ese momento de distracción de aquel impresentable, cuando aprovecho para abalanzarme sobre él, y me olvido de “llaves y de hostias”, y le lanzo una patada en los huevos que le hace gritar de dolor, mientras se agacha llevando las manos a sus testículos (casi con toda probabilidad, hechos tortilla), y yo que lo veo, me envalentono, me transformo en un Bruce Lee de andar por casa, y como veo que el cuchillo le ha caído, y está en el suelo lejos de su alcance, trato de rematar la faena, cual “matador de toros”, para que además de las orejas, pueda también cortar el rabo, así que me aprovecho de su postura de queja, con el culo salido para afuera, y le lanzo con todas mis fuerzas y con todo el estilo de futbolista con el que siempre había soñado, otra patada en dirección al “ojete”, con una técnica precisa y depurada, que para sí quisieran muchos “peloteros” profesionales. Total que el tío, vuelve a pegar otro grito, pero esta vez todavía más intenso que el anterior (¡que ya es decir!), y a mí me da la sensación, que le he atizado tan fuerte, que las almorranas le han salido por la boca, aunque, como se le estaba poniendo la cara completamente roja, quizá alguna de ellas le había quedado atascada en la garganta, y eso le impedía respirar. Pero bueno, la cosa solo se quedó en el susto, que el caco se llevó, y nada más que recuperó fuerzas, salió corriendo a toda pastilla, y sin mirar atrás (como alma perseguida por el diablo), por si acaso le caía otra hostia, aunque yo desde luego, ya no tenía intención de seguir dándole, pues con lo que recibió, ya iba el tío, muy bien servido. Dos patadas, dos goles, podía haberle dado una tercera, y hacer un “Hat Trick”, pero lo dejé ahí, ya que a cambio de conseguir el “triplete”, igual me “cargaba” a aquel desgraciado, y al final era yo el que terminaba en el “trullo”, pasando de inmediato de ser víctima a culpable (¡lo que me faltaba!).

Desde aquel día, el ladrón desapareció. Han pasado dos años, y nadie lo ha vuelto a ver, debe de haber ido muy lejos, así que no se sabe, si todavía sigue convaleciente de la rotura de huevos, de la del “ojete”, o de ambas, pero a partir del incidente, mi barrio es un lugar más tranquilo, y los vecinos me lo agradecen siempre que me los cruzo por la calle, y ahora me llaman el “crack”, como si yo fuera Messi, y siempre es de agradecer que reconozcan tus méritos, pero sin pasarse, que el alago excesivo, siempre debilita. Incluso he vuelto a mis clases de Defensa Personal, para perfeccionar algunas llaves, pero manteniendo siempre las distancias con mi instructor. Ahora las hostias, se las lleva el novato que ha empezado hace unos días, y que ya ha dado tantas vueltas de peonza, que ha batido el récord del gimnasio.

Por cierto, se me olvidaba decir, que he decidido probar suerte como futbolista, y he fichado por el equipo del barrio, aunque todavía no he debutado, ni creo que lo haga, porque al entrenador no le caigo muy bien, incluso creo que me mira igual que lo hacía el “chorizo atracador”, incluso he llegado a pensar que quizá sean parientes…


June 9, 2017, 10:59 a.m. 0 Report Embed Follow story
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Fran Laviada Editor de contenidos. Especialista en Liderazgo y Motivación. Técnico Deportivo Superior. Entrenador Nacional de Fútbol. Profesor de Enseñanza Deportiva. Articulista y Escritor. La imaginación nos permite darle tienda suelta a nuestra creatividad para que nos lleve volando con las alas de la inspiración a un universo fantástico que nos aleje de la cruda realidad, aunque al final no tengamos más remedio que volver a ella y poner nuestros pies en el suelo de la auténtica existencia diaria.

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