vic00208 Vico López

Nerea nunca imaginó que alguien como ella terminaría en esta encrucijada. Y sin embargo, aquí esta tratando de elegir entre una trampa que sabe que le costará la vida y un futuro incierto. Todo le dice que huya: oye explosiones en el fondo, gritos de dolor y caos a su alrededor; pero algo la tiene clavada al piso sin poderse mover. Ese rostro. Esos ojos... Esos ojos negros que vinieron a ella en sueños. Esos ojos negros como los que su tribu tanto le advirtió. Esa mirada de un negro profundo donde ella bien sabe que podría caer perdida. Esa mirada negra que le causaban tanto temor como curiosidad. Era momento de elegir, entre su vida, o seguir esos ojos negros


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Pithi

La vida de Nerea es tan sencilla. En los Glaciares de Pithi -en el fin del mundo- no hay mucho que hacer. Nunca hay nada emocionante a su alrededor. Solo nieve, frío y blanco por dónde mires. Mientras acababa de acomodarse sus guantes de piel para nieve siempre imaginaba lo que sería vivir en un lugar cálido, con colores, con más gente; con animales y ruido. Una pequeña sonrisa se esbozó bajo la piel con la que cubría la mitad de su rostro. El imaginar los ruidos de aquellas criaturas de las que tanto ha oído pero nunca ha visto siempre tenía ese efecto en ella.

Esas criaturas que de las que su tribu tiene tantas historias. Esas historias que tantas veces escucho en la noche que le contaban de la fuerza del gran oso de las tundras del oeste (varias veces su padre y su abuelo tuvieron que enfrentarse a ellos. Más de una vez estuvieron a punto de no regresar a contarle ninguna historia gracias a ellos.). O las historias de los zorros con pieles suaves y blancas como las que su tribu usaba para cubrirse del frío. Soñaba con ver esas criaturas jugar a su alrededor...

También sabía algunas de las historias que llegaban de reinos lejanos. Como de aves tan pequeñas que parecían ratones de colores voladores y de gatos tan grandes que podrían devorar hasta un caballo.

Pero siempre le advirtieron sobre esas criaturas con ojos tan obscuros que de verlos te petrificabas. "son las más peligrosas de todos, Nere. No todos regresan después de enfrentarse a esas criaturas con ojos negros como abismos. Huye cuando los veas pues tú vida no será la misma." le habría dicho su madre cuando era pequeña...

Todos estos animales la obsesionaban. Nerea pasaba horas soñandolos pues sabia que jamás los conocería. Para hacerlo tendría que salir de Pithi, y solo conocía 2 posibles formas: la primera, siendo parte de los cazadores; un selecto grupo de hombres de la tribu dedicados únicamente a salir a la tundra a encontrar animales para el consumo de la misma. Nunca ninguna mujer había sido cazadora por lo que sus posibilidades eran... nulas. La segunda menos probable (además de que era prácticamente imposible): que los esclavistas llegaran, la eligieran y se la llevarán. Nadie sabía el destino de aquellos prisioneros. Se rumoreaba que los llevaban a alguna de las Tribus de Oitmaa y eran vendidos,sin embargo nunca nadie había regresado para contarlo. Algunos rumores decían que esos esclavos podrían comprar su libertad después de unos pocos años y se volvían libres...

Volteo a ver de reojo el abrigo de su hermana colgado a lado de la puerta. Ella sufrió ese destino, sea cual fuere.

"Al menos ella pudo salir. No importa que habría sido de ella, nada puede ser peor que estar destinada a limpiar escamas de pescado toda la vida en este pequeño lugar" pensó.

Ojalá ella hubiera tenido esa suerte, si tan solo se la hubieran llevado a ella en vez de a Izar.... En fin, ese destino no era para ella. Siempre que llegaban los esclavistas -cada 10años aproximadamente- se llevaban a miembros de la siguiente generación: Izar fue ese miembro de la familia hacia 14 años ya, Nerea apenas tenía 3 años cuando eso pasó, no lograba recordar mucho sobre ese día, y tampoco era un tema que ella y su padre tocarán... de cualquier manera, las probabilidades decían que a ella jamás le tocaría salir del pueblo.

La hora de ir a trabajar se acercaba. Damien de seguro la esperaba, como siempre en su cabaña, listo para limpiar el pescado del día y las focas que han atrapado los cazadores.

"Increíble que todo mi día gire en torno a esperar la pesca del día." Sintió caer la nieve suavemente sobre la poca piel de su rostro que aún estaba desnuda ante el frío mientras abría la puerta de su casa. Con un leve suspiro se adentro en la nieve mientras se dirigía al otro extremo de la aldea donde Demian y su padre vivían.

Camino lentamente mientras escuchaba el suave crujido de la nueve bajo sus pies. Algunas pequeñas hogueras cubiertas iluminaban su camino y calentaban un poco los senderos por donde caminaban. A pesar de que el clima era clemente ese día no había niños jugando en la calle. Se acercaba la fecha de retorno de los esclavistas y la gente acostumbraba a esconder a los más jóvenes de las calles en esas fechas por miedo a que llegaran los esclavistas antes de tiempo y que fueran llevados sin que nadie pudiera ayudarlos.

Siguió por esos senderos que ya se sabía de memoria. A veces incluso los seguía con los ojos cerrados. Caminó recto y en la esquina de la casa del anciano gruñón giró a la derecha. Caminó un poco más y llegó a casa de Demian. Salía humo de la pequeña chimenea y olía a guiso de pescado. Kera, la matriarca del pueblo, abuela de Demian-, sin duda se encontraba guisando su "famoso" pescado para su hijo que regresaba de cazar.

Tocó suavemente a la puerta y espero un momento mientras se sacudía la nieve de el abrigo y las botas. Cuando la puerta de madera por fin se entre abrió vió una anciana con ojos fríos, del color del agua que la miraba fijamente. Kera no era muy alta y era mas bien regordeta. Le recordaba un poco a las albóndigas que hacia su papá aveces. Tendía a moverse lentamente por donde fuera. A pesar de su físico que podría semejar el de una anciana amigable Kera era lo que el padre de Nerea definía como "un hueso duro de roer", era gruñona, y siempre parecía que algo la molestaba. Nerea creía que era una vieja grosera manipuladora que siempre lograba salirse con la suya.

La anciana se limitó a verla fijamente a los ojos, y con un pequeño suspiro, casi de asco, dijo entre dientes:

-Llegas tarde.- su voz era seca y cortante.

- Perdóneme, anciana. Es que... -Empezó Nerea en lo que rápidamente buscaba una escusa para el retraso que había tenido temiendo que la anciana estuviera molesta, mientras se tocaba la frente con 3 dedos y los alejaba en dirección a la anciana.

-Ahorratelo, no me interesa. -dijo dándose la vuelta y dejando a Nerea ahí parada. Ni siquiera se molestó en saludarla de regreso o en abrir bien la puerta. Caminó lentamente a la hoguera donde estaba calentando el guiso. -Quítate ya ese abrigo y prepárate. Ya llegaron los trineos. Demian esta ayudando a descargar. Es hora de trabajar.- Mientras se sentaba en el piso agarraba el cucharón y mezclaba el guiso añadió- Deben venir cansados.- dió un rápido sorbo al guiso y sin despegar mucho los labios de la cuchara continuo- Ya sabes donde se encuentran las cosas...

Nerea se apresuro a entrar y quitarse la ropa estorbosa. Buscó las cestas y las herramientas para limpiar la pesca y la caza, cuando escucho que la puerta se abría de golpe.

-¡Vaya, hasta que llegaste!-Dijo Demian con una alegre sonrisa torcida mientras con 3 dedos se tocaba la frente y los alejaba en dirección a Nerea. Ahí estaba él. Alto, atlético, de pelo castaño y ojos como el agua, llenos de vida. Más de una chica se moría por él, y ¿cómo no hacerlo? Era atractivo, tenía buen carácter y era de buena familia. Cada vez que Nerea lo pensaba se daba cuenta de lo raro que era que Demian no tuviera pareja en el pueblo, siendo que todas las familias del pueblo querían a su hija como esposa de él. era como si Demian esperara a otra mujer, una que jamás llegaría.- ¿De nuevo se te pegaron las mantas?-su tono burlón ayudo a que Nerea se sintiera un poco más en casa.

-No...-contesto Nerea tajantemente- Y bien ¿dónde esta el botín?

Demian deposito un costal frente a ella manchado de sangre. Focas. Nerea calculo que al menos eran unas 4 focas ya endad madura.

-¿Qué? ¿Solo esto? Vamos dejate de juegos- insistió Nerea - ¿Dónde esta lo demás?

Su sonrisa poco a poco desapareció y la sus ojos se llenaron de seriedad. Volteo a ver a puerta impacientemente.

En eso 4 figuras encapuchadas entraron a la cabaña. Al quitarse la capucha los 4 hicieron el mismo saludo hacia la anciana y hacia Nerea: tres dedos tocaron su frente y se alejaron en dirección a ellas. Nerea fue la única que devolvió el saludo.

-Madre- Dijo la primera figura. Era Lati, el padre de Demian, un hombre fornido, de ojos claros como su madre y su hijo, con una cicatriz en la mejilla que le endurecía su rostro pero con una sonrisa amable lograba suavizar sus facciones un poco. Se acerco y se sentó frente a la hoguera. Se quitó los guantes, dejando ver sus manos llenas de cicatrices.- Traemos noticias de las aldeas del norte. La gente teme una nueva llegada de...

-Siempre pasa eso cuando es tiempo de que lleguen los esclavistas, Lati. Es hora de que te acostumbres a eso.- Se limito a decir Kera mientras servia pequeñas tazas con el guiso que acababa de preparar, como si en verdad no le interesará lo que su hijo tenía por decir

-No, madre. No es a los esclavistas. Temen a los mercenarios de Searenianos.- dijo con cautela, mientras agarraba la taza que le ofrecía su madre, como si tuviera miedo de que se la fuera a aventar a la cara por haber contestado.

-¿Mercenarios Searenianos? ¿Qué hacen en territorios tan alejados de Kume?- Nerea de inmediato sintió curiosidad. Era sumamente raro escuchar de los mercenarios searenianos fuera de Kume, la capital del reino Knosiano donde tenían una pequeña base de operaciones. Kume se encontraba muy alejada de Pithi, a varios días en trineo. Los Searenianos eran famosos por ser muy pragmáticos y era difícil imaginarlos perdiendo el tiempo en pequeñas aldeas como las que se encontraban al norte de Pithi... Por no mencionar a Pithi misma.

-Reiniciaron la búsqueda.-dijo mientras daba un sorbo a su taza- los rumores dicen los han contratado para encontrar a los Neri'i restantes...

Al escuchar esta palabra, Demian que había estado relativamente nervioso se acerco rápidamente a la hoguera y se sentó en el piso a lado de su abuela. Nerea, al ver esto, se sentó a lado de el, ligeramente atrás

-¿A los Neri'i?- repitió Demian, mientras se mordía el labio. Este era un gesto que tendía a hacer cuando algo le preocupaba, sin embargo Nerea no entendía de donde venía esa preocupación. Hacía varias generaciones que los Neri'i se daban por extintos en Givraia. La palabra "Neri'i" para en Pithi significaba "los bendecidos". De hecho, era raro escucharla (la aldea había creado cierto repudio a esa palabra aunque Nerea jamás supo por qué). Cuando se escuchaba era en las noches cuando las madres contaban leyendas a sus hijos para dormir. Nerea no pudo evitar reír por lo bajo. Quien quiera que le hubiera pagado a los Searenianios por buscar fantasías, más vale que tuviera lo prometido. Nadie quería jugar con los Searenianos pues eran famosos por saberse cobrar las deudas.-¡Shhht!- chistó Demian. Nerea se confundió, ¿Acaso hablaban en serio?¿Demian no le veía lo chistoso a esta plática?.

-Si, a los Neri'i.- confirmo su padre, sin quitar los ojos de Kera. Era como si el y la anciana pudieran comunicarse sin necesidad de hablar.

Otra pequeña risa se escapo de los labios de Nerea, ahora fue Lati quien la vio intrigado.

-Perdón, Lati. Pero no creerás en esas niñerías. Los Neri'i son historias que les contamos a los niños para dormir... Todos hemos escuchado las historias miles de veces: personas capaces de transformarse en animales, de controlar las emociones, las memorias, de controlar los elementos... tienen generaciones extintos....¿Acaso has conocido uno?- dijo incrédula, retando a Lati con su argumento

Lati medito por un momento.

-Lati- previno Kera. Nerea juro ver un destello de odio en los ojos de la anciana.

Lati ignoro esto y miro fijamente a Nerea.

-Si Nerea. Conocí a una...- y con una breve sonrisa completo-... y tú también.

May 18, 2021, 1:25 a.m. 0 Report Embed Follow story
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