Tic, tac, tic, tac.
De soslayo, observé el reloj de madera que colgaba en una de las paredes del estrecho y vacío pasillo, en el que me encontraba sentada de rodillas en el suelo, ya que por desgracia no había ninguna maldita silla en la que pudiera reposar mi bonito culo. Me pregunté cuándo narices se abriría la puerta y me invitarían amablemente a entrar, pues no por nada estaba malgastando mi valioso tiempo de recreo dentro del instituto.
Suspiré con impaciencia al comprobar que ya habían pasado más minutos de los que tenía previstos y me apoyé en la pared que había justo detrás de mí.
¿Por qué me había dejado influenciar por Solji? "Vamos, ¡no seas sosa! Una calada no te va a matar". Sí, yo también había creído eso al principio, pero la mueca de horror de la frígida profesora de matemáticas al abrir la puerta del retrete y pillarnos infraganti con el cigarro en la mano me aseguró por completo que sí me iba a matar, pero mi madre cuando se enterase.
¡Maldita sea! Yo nunca fumaba en los aseos ni me saltaba las clases, es más, siempre procuraba hacer las cosas correctamente y ser una buena alumna, no tenía la culpa de que mi mejor amiga fuera una descerebrada que me incitaba a pasarme al lado oscuro. ¡Y lo peor de todo es que a la que habían mandado al despacho del director había sido a mí! No a ella, que fue la que me dio ese asqueroso cigarrillo del diablo para que lo probase, que encima sabía fatal. ¡No era justo!
—Señorita Min —al escuchar mi nombre, mi cuerpo dio un pequeño brinco debido a la sorpresa y me mordisqueé el labio con nerviosismo. No estaba preparada para lo que se avecinaba. —Pase, por favor.
La profunda y masculina voz del nuevo director resonó tras la puerta que tenía justo en frente. Aquella intimidante puerta que no me atrevía a cruzar, ya que en cuanto me adentrara en ella mis días escolares en ese instituto caro, al que mis padres se habían empeñado en mandarme, se acabarían oficialmente. Sí, lo más probable fuera que me expulsaran y ya no volvería a ver a mis compañeros de clase, ni a mis profesores, ni al calvo bonachón del conserje, ni a las cocineras que tan amablemente me servían la comida en el comedor, ni—
"¡Soyoung! Deja de desvariar y entra en el maldito despacho."
Con las piernas temblorosas e intentando mantener el equilibrio, me levanté con parsimonia, atrasando todo lo posible el inminente enfrentamiento. ¡No quería entrar, no quería que me castigaran, ni mucho menos que me expulsaran! Maldita Solji, me vengaría de ella, eso seguro. Le confesaría al popular y guapo Kim Seokjin que su compañera de pupitre llevaba babeando por él desde tercero. ¡Já! Dulce venganza, eso iba a hacer, ¡y no me temblaría el pulso al decírselo!
—Eh... —carraspeé al empujar ligeramente la puerta. Estaba asustada y mis manos parecían de gelatina. —Con permiso.
Cerré tras de mí y di un par de pasos. No sabía dónde colocarme, así que me situé en el medio, un poco alejada del rectangular y grande escritorio que presidía la estancia, con los nervios a flor de piel y el corazón a punto de salirse disparado de mi pecho. Estaba más nerviosa que en los exámenes orales o cuando me tocaba exponer un maldito trabajo delante de toda mi clase, ¡y ya es decir!
El misterioso director que me había ordenado pasar yacía sentado en una enorme silla de respaldo alto y tapizado granate intenso, como esas típicas que salen en las películas americanas, pero estaba de espaldas, lo que me impedía visualizar su rostro. No pude evitar pensar que todo aquello era demasiado cliché, es decir, me imaginaba que de repente se giraría y aparecería un villano acariciando un gato persa de color blanco mientras me contaba su malvado plan para destruir la humanidad y dominar el planeta.
"¡Soyoung! Lo estás haciendo otra vez." Mierda, sí. Debía dejar de lado esa maldita manía de abstraerme y pensar en cosas estúpidas.
Oh, y digo misterioso porque su identidad era un auténtico misterio, por lo menos para los estudiantes, ya que el antiguo señor que ocupaba su puesto se había jubilado hacía pocas semanas, hecho del cual me alegré infinitamente. No tenéis ni idea de lo aborrecible que era ese hombre, ¡siempre jodiéndonos la vida con sus estrictas normas! Ni un mísero abrazo te podías dar en los pasillos, ¡totalmente absurdo!
—Señorita Min —pronunció de nuevo, pero esa vez con calma, arrastrando cada sílaba y provocando una severa arritmia en mis respiraciones. Su voz me ponía la piel de gallina.
—¿S-si? —logré preguntar, jugueteando con mis pulgares y agachando la mirada al instante, mansamente, como un animal al que están a punto de regañar, mentalizándome de lo que vendría a continuación.
Escuché un ruidito metálico, proveniente de la silla en la que se sentaba mi verdugo, que me indicó que se había dado media vuelta y que con toda probabilidad me estuviera observando con reprobación, optando por cuál sería la mejor forma de arruinar mi futuro académico. ¡Lo peor es que había sido mi culpa, yo solita me lo había arruinado! Genial, lo más seguro es que acabara trabajando en un McDonalds, o quién sabe, metida en el tráfico de drogas, ¡o hasta en la prostitución!
—Así que fumando en los baños, ¿eh? Chica mala...
Abrí los ojos de golpe y parpadeé un par de veces, estupefacta ante lo que mis oídos acababan de escuchar. Definitivamente todo aquel asunto me estaba volviendo loca. Era imposible que un director, no, cualquier miembro docente, dijera algo como eso y en ese tono tan estremecedor.
En un acto de valentía, posé la mirada en la persona que estaba ahí sentada, examinándome curioso de arriba abajo, esbozando una sonrisa ladina que probablemente había conseguido mojar las bragas de una infinidad de jovenzuelas, y apoyando los codos sobre la mesa con aire despreocupado. Noté cómo mi mandíbula casi se desencaja al darme cuenta de que el intimidante y misterioso director de voz profunda era, nada más y nada menos, que ¡un chico! O sea, uno joven, de unos veintimuchos años, eso seguro, pero joven de todos modos. Por no mencionar que era jodidamente atractivo. ¡Madre mía, ese rostro tenía que ser ilegal!
Sería imposible plasmar con palabras la perfección del adonis que se encontraba justo delante de mis narices, pero podría hacer un breve resumen; ojos grandes y redondos, de doble párpado y negros como el azabache. Nariz recta y masculina, algo prominente, pero aún así preciosa. Boca de labios finos y rosados, ligeramente humedecidos y demasiado apetecibles como para ser reales. Cabello negro engominado hacia atrás, aunque unos cuantos pelillos rebeldes caían sobre su perlada frente, dándole un aire juvenil y sexy. Mandíbula cuadrada y tan afilada que podría apostarme un ojo de la cara a que si la rozabas con la piel desnuda salía sangre. Cuello ancho en el que destacaba una imponente nuez que seguramente se convertiría en mi nuevo fetiche. Hombros firmes y varoniles, se notaba que hacía ejercicio habitualmente ya que sus marcados pectorales se ceñían a la camisa blanca que tan bien le quedaba.
¡No podía creer que el mismísimo Dios se hubiera materializado en forma humana! Tragué saliva repetidas veces. Necesitaba con urgencia una botella de agua que paliara la repentina sequedad de mi garganta.
—¿Tienes sed?
Como si hubiera leído mis pensamientos, señaló con su cabeza el botellín cristalino, situado a una esquina del escritorio. ¿Había oído bien? Me estaba ofreciendo su botella de agua, la misma que tocó esos carnosos labios, cuyo contenido se deslizó por su esófago, ocasionando que su manzana de Adán se moviera. ¡No podía aceptarla! Al pensar en la posibilidad de beber de aquel recipiente, el rubor acudió a mis mejillas.
—No —contesté titubeante, observando cómo el joven me miraba divertido ante mi reacción. Normal, me había quedado embobada con la boca abierta, maravillada por completo de su belleza. ¡Qué vergüenza! —Gracias, director...
—Jeon —completó mi frase revelándome su apellido, el cual conjuntaba a la perfección con su rostro, ya que ambos eran bonitos. —Director Jeon.
Asentí con la cabeza, ruborizándome de nuevo. La presencia del director Jeon me ponía nerviosa. ¿Qué me estaba pasando? Mi cuerpo era incapaz de reaccionar con normalidad.
—Cuéntame, Soyoung. ¿Qué se supone que hacías fumando en los aseos en horario escolar? —un suspiro ahogado se escapó de mis labios al escuchar mi nombre de pila. Dicho por él sonaba genial. Se levantó de su sitio y se acercó a paso lento, con ambas manos en los bolsillos de su pantalón de traje negro. Se posicionó a unos pocos centímetros de mí, hecho que me paralizó por completo el corazón. —Rebelarte, ¿quizá? ¿Estás en esa edad en la que las niñas buenas quieren ser malas?
Esa última pregunta la dijo en un susurro jodidamente sexy que provocó que todos mis músculos se tensaran y la cara me ardiera como si me encontrara a milímetros del mismísimo sol. Incapaz de mirarle, clavé la vista en la moqueta de estampado beige que cubría el suelo de aquel despacho, el cual parecía encogerse cada vez más y más. Su repentina cercanía me incomodaba, pero a su vez provocaba sensaciones contradictorias en mi interior, queriendo alejarle para poder respirar con tranquilidad, pero también acercarle más a mí, extender una mano para alisar los pliegues de su camisa, repasar con mis dedos cada minúsculo botón de ésta, arreglar con cuidado el nudo de su corbata, azul como el océano...
—Te he hecho una pregunta, jovencita —acortó la distancia de seguridad que había creado, invadiendo mi espacio personal y dejándome sin aire, susurrándome tan cerca de mi oído que juraría que me iba a desmayar. —Cuando te pregunte, debes responderme.
Me quedé quieta en el sitio, estática, pues mis rodillas eran incapaces de efectuar movimiento alguno. Seguía con la mirada fija en el suelo y sintiendo su cálido aliento rozar mi cabello.
—¡Todo es por culpa de Solji! —grité sin pensar, demasiado exaltada como para que mi cerebro procesase lo que estaba diciendo. —Me convenció de que sería divertido, de que nadie nos pillaría... ¡Ni siquiera me gusta el tabaco, por el amor de Dios!
—¿Solji? ¿Park Solji?
¡Mierda! Alcé la vista, arrepentida de mi error, y me encontré con sus oscuros ojos analizándome inquisitivos, con la duda reflejada en ellos.
—... ...
—Te he hecho una pregunta.
Tragué saliva. Sabía lo que eso significaba, me lo había dicho hacía unos segundos; debía contestarle.
—No la meta en esto, por favor —rogué, de forma bastante patética. Vale, Solji había sido la culpable, no lo negaba, pero no por ello quería que la expulsaran a ella también, no era tan mala de hacerle eso a mi mejor amiga. Además, seguramente estuviera preocupada por mí y yo aquí, delatándola. —Si va a expulsarme, hágalo, pero no la expulse a ella también...
—¿Quién ha dicho que vaya a expulsarte?
—¿No va a expulsarme? —pregunté atónita, con un deje de estupefacción en mi voz que no le pasó desapercibido, ya que soltó una sonora carcajada y negó con la cabeza.
—Claro que no.
Inhalé una bocanada de aire, reteniéndolo unos segundos en mis pulmones, para luego echarlo con profundo alivio. Relajé mi postura y sonreí de oreja a oreja. ¡No iba a ser expulsada! En esos momentos me encontraba flotando en una nube. La vida era maravillosa, no iba a acabar traficando con drogas ni prostituyéndome. Todo parecía un sueño hasta que... un momento...
Había dicho que no iba a expulsarme, pero en ningún momento especificó que no fuera a castigarme.
—Director Jeon, ¿va a castigarme?
Observé cómo se remojaba los labios ante mi inocente pregunta, y deduje que eso era exactamente lo que quería escuchar. Con una mano de dedos largos, apartó con suavidad uno de los mechones que caían por mi cuello, echándolo hacia atrás grácilmente y dejando al descubierto mi oreja derecha, la cual me ardía de la sensación que me producía ese hombre tan apuesto, y que parecía no tener ningún tipo de pudor en cuanto a acercamiento se refería. ¿Cómo era posible que un director se tomase tantas confianzas con una alumna? ¿Acaso no era eso ilegal? ¡Cualquiera podría malinterpretar sus intenciones! Las piernas me temblaron y empecé a boquear como una estúpida, incapaz de moverme o decir algo coherente.
—Te castigaré —sus labios rozaron con delicadeza mi expuesta oreja, echando su aliento en ésta y provocándome infinitas sensaciones, cada cual más intensa. Sus dedos juguetones danzaron en mi cuello, marcando a fuego en mi piel el camino recorrido por éstos, sintiendo calor en cada parte de mi ser, ocasionando que cerrara los ojos ante su tacto orgásmico. Con su otra mano aprisionó mi muslo desnudo y subió por mi pierna hasta dar con el pliegue de mi falda. Dudó entre si sobrepasar el límite e internarse debajo de ésta o mantener el contacto justo en ese punto, pero se decantó por la segunda opción, para luego detenerse abruptamente y soltar su agarre, dando por finalizado aquel juego que había empezado y el cual no quería que terminara —cuando me lo pidas.
Thank you for reading!
Me gusto mucho que hicieras colaboración con la autora de suggar daddy,fue un final asombroso.!! Realmente extrañaba tu historia.❤
Es que me encanta! Es una historia que empieza explosiva de primera, las emociones son demasiado maravillosas y fuertes, me encanta como la autora expresa que siente cada personaje, como se desenvuelve todo AYYY TREMENDA OBRA LITERARIA!
Fue una experiencia increible, me había quedado en él capitulo veinti-tantos antes que la borraran de wattpad, me alegra haberla terminado. Llevaba como un año creo esperando saber él final. Gracias por volver a subir la historia aquí. Amo
Simplemente puedo decir que es el mejor fanfic que he leído hasta ahora, no es por hablar de más pero me leería este fic miles de veces y no me cansaría. De verdad lo extrañé<3
El libro me cambió la percepción del verdadero amor. Sin clichés, ¿entienden? Me recorrí a mí misma a lo largo de los capítulos. Y si, Punishment es la prueba de que esos a los que nos dan por perdidos, también podemos encontrar la felicidad. ¿La delicia extra? También es un fanfic de dos de los hombres más deseados y apuestos del planeta. Si eres ARMY (con la edad requerida) no puedes perdértelo.
Me encanta lo explosivo que es este capítulo, la manera en la que la autora describe con lujo de detalle todo, es magnífico.
gAQue emoción! Estoy súper feliz de que se haya publicado la historia de nuevo. Una de mis favoritas.💓
La emoción en este capítulo tiene dos dueños, el encuentro del taekook en el pasillo y la escena de los baños, es magistral.
la primera vez que leí este cap (es la 3era vez que leo esta historia) dvdd pense que el coche le iba pasar por arriba ㅠㅠ ay
he dicho otras veces que me encanta como los personajes se desenvuelven en las situaciones en las que se encuentran y ademas de eso lo descriptiva que es la autora con todo lo que sucede con ellos, me encanta esta historia
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