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Su Musa

Jean Carlo había nacido siendo un soñador. Mientras sus compañeros de escuela pasaban incalculables horas jugando a ser guerreros destructores de universos completos, él simplemente se sentaba en el pasto a soñar con visitar universos paralelos, plagados de hermosos colores y criaturas completamente distintas a las que se ven en el planeta Tierra. Simplemente cerraba los ojos, y permitía que su mente volara libremente.

Los años pasaron, y él encontró la forma de poder pasar esos sueños al papel. Creó bellas pinturas que maravillaron los ojos y los corazones de todos aquellos que lo conocían. Medio mundo elogiaba la calidad de su arte, sin embargo, él no se sentía satisfecho del todo con lo que había logrado. Cada una de sus líneas le transmitía una inmensa sensación de frialdad, en lugar de la tibieza que soñaba con transmitirle al mundo entero.

Intentó de todo para tratar de colmar a sus obras con mayor sentimiento; desde meditación, hasta llegar a ingerir sustancias ilegales, pasando por visitar nuevos lugares. Sin embargo, nada de eso parecía funcionar. Sus obras seguían siendo estéticamente agradables, pero carentes de emoción a un nivel profundo.

Y entonces, ella entró a su vida. Mina. Una mujer de 1.63 metros de estatura, grandes ojos marrones y un cuerpecillo de gitana. Una bailarina caída proveniente de una buena familia, caída en desgracia por los excesos de su hermano mayor. Una chica que había soñado con pisar escenarios europeos, se dedicaba a llenar pequeños escenarios por toda la ciudad y los estados circunvecinos.

Los dos coincidieron de forma casual en un evento organizado por la secretaría de cultura de la ciudad. Los dos no se cayeron bien instantáneamente, pero acordaron en intercambiar números telefónicos para tal vez, intercambiar información sobre eventos culturales que les pudieran a ambos.

Pero así, como sin nada, un intercambio de mensajes se fue trasformando en algo más; en una sensación casi tan tibia y dulce como el sol. Se dieron cuenta de que a pesar de tener distintos orígenes, sus corazones latían de una manera similar. El recelo de ambos, se transformó poco a poco en una conexión hermosa. Quizás ella no parecía una diosa, pero si era lo suficientemente bella como para ser su musa.

Y así, él encontró al mismo tiempo una razón más para vivir, y la intensidad que su arte necesitaba.

May 4, 2021, 8:02 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Patricia Pixie Poesía y microrrelatos son mis pequeños grandes placeres a la hora de escribir.

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