A
Ariadna Jiménez


Canadá, Vancouver. Mia Bassett, una chica de 20 años que se ve envuelta en la vida de los modelos más codiciados del momento, Oscar y Damián. Ella es la fotógrafa. Ellos los modelos, pero eso no es impedimento para que los tres se vean envueltos en una tórrida y excitante experiencia, donde los tabúes y los prejuicios están fuera de la ecuación.


Romance Erotic For over 21 (adults) only.

#erotico #romance #trio
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I

Los copos de nieve caen. Algunos se quedan pegados a la ventana, pero la gran mayoría de ellos se unen al gran manto de color blanco que hay en el suelo. Se puede sentir el frío que transmiten desde aquí, incluso estando al otro lado de la cristalera, a salvo. El chocolate ya se ha enfriado, demasiado. No he parado de admirar el paisaje. Creo que ya ha pasado una hora. El cielo se comienza a oscurecer.

En invierno oscurece muy pronto. Son apenas las cuatro y media y está completamente oscuro.

—Mia —escucho que me llaman. Giro la cabeza, encontrándome con Charlotte —¿te encuentras bien?

—Eh. Sí. Lo siento. Me he quedado en las nubes —intento justificar mi falta de atención hacia ella —¿Qué pasa? ¿Todo bien?

Le doy un vistazo rápido a la cafetería. Su cafetería. Un bonito local que siempre está lleno por sus tartas caseras y el chocolate caliente. Su idea era buena cuando quiso montar este sitio, aunque he de admitir que era un poco escéptica por ello. ¿Un lugar donde solo vendían dulces y bebidas sin alcohol? ¿Un lugar para familias donde se sientan todos seguros?

Por mucho tiempo pensé que sería un total desastre, que simplemente vendrían ancianos y algunas familias cuando les apeteciera comer algo. Pero no. Todo el mundo viene aquí. Tanta gente, que ha comprado también el local de al lado y quiere tirar la pared para hacer una ampliación.

Suelta un suspiro.

—¡No me estás escuchando! —exclama, enfadada. Me disculpo con la mirada. ¿Qué me pasa hoy? —¿puedes ponerte en la barra y atender a los clientes? Serán veinte minutos.

—Sí claro —respondo al instante. No quiero que me vuelva a acusar por no hacerle caso.

Voy al mostrador. No hay nadie a quien atender así que me pongo a limpiar la suciedad inexistente. Todo está en absoluto orden. Los pasteles, las tazas, la cafetera

Debería haberme traído la cámara. Quizás así podría haber fotografiado algunas familias para mi página web. No habría estado mal. Un cuadro general de miles de familias, normales y nada pretenciosas disfrutando y siendo felices por el mero acto de tomarse un café.

Telepatía de Kali Uchis suena en el ambiente. Una muy buena canción. Sin duda. No tengo idea de español, pero se nota que es una pieza con mucho carácter y sentimiento.

La campanita de la puerta tintinea. ¡Clientes! Enderezo la espalda y pongo mi mejor sonrisa antes de decir lo que Charlotte siempre dice:

—Buenas tardes. Bienvenidos a chocolate con amor. ¿Qué puedo ofrecerles?

Un señor, de apenas cuarenta años me devuelve la sonrisa antes de contestar.

—Hola, cielo. Querría un buen chocolate caliente, con dos terrones de azúcar.

—Enseguida, caballero.

Toco la campanilla que hay encima del mostrador, señal que indica que he escuchado la orden y comienzo a ello. El espacio entre la barra y las maquinas es limitado, por lo que puedo escuchar perfectamente lo que dice.

—Tu cara se me hace familiar. ¿Acaso sales en la tele? —antes de que pueda responder lo hace él —no. No es eso —al mirarlo de reojo veo como se da unos golpecitos leves en la barbilla con el dedo índice —¡Sí! Ya sé. Vi tu cara en internet. Eres muy guapa jovencita —me sonrojo. Sé perfectamente de lo que está hablando, pero parece demasiado entusiasmado intentando averiguar quien soy, así que dejo que siga adivinando —era en el Vancouver Sun. Mostraba tus obras. Eres fotógrafa ¿verdad?

Lo ha adivinado. Vaya No sabía que pudiera reconocerme, aunque aún no ha pasado tanto tiempo como para sumirme en el olvido, simplemente tres semanas.

—Así es, señor. Hice una sesión fotográfica. Esa en concreto era sobre el amor verdadero y apariencia real.

—¡Sí! —parece muy feliz —se llamaba Cómo se llamaba.

—El amor no es un juego.

Chasquea los dedos, dándome la razón.

—Eso. Un título perfecto —con una de sus manos se saca una tarjeta pequeña del traje —tu trabajo era simplemente perfecto. Lograste que personas de a pie quedaran como auténticos modelos —me la ofrece. La cojo entre mis dedos —soy Richard Jefferson.

—Encantada de conocerle, señor Jefferson, yo soy Mia Bassett —nos estrechamos las manos por encima del mostrador. Aprovecho la oportunidad —aquí tiene su chocolate caliente. Que lo disfrute.

—Gracias, cielo. Cuando puedas déjame la cuenta sobre mi mesa. Me encargaré de dejarte una generosa propina por sacarle una sonrisa a un carcamal como yo.

Su comentario me hace gracia, pero antes de que pueda negarme a lo de la generosa propina se va, mirando su teléfono hacia la esquina. En la misma mesa donde estaba yo antes. Bueno. No pasa nada. Se lo diré cuando le lleve la cuenta.

Me ha reconocido.

Me causa cierto placer que a la gente le guste mi trabajo, pero ¿a quién no? No se trata de vanidad, sino de alegrarte por algo que solo tu has creado. Al fin y al cabo, hacen cumplidos a nuestro trabajo, no a nosotros. Los autores simplemente somos los intermediarios de la obra. Los que explican que significa, que trasmite

Termino de recoger todo lo que he ensuciado. Preparo la cuenta y me acerco a la mesa.

—¡No puedes hacerme esto ahora Mikael!¡Tienes un contrato! —escucho que exclama en voz baja, no queriendo llamar la atención. Dejo el papel, dispuesta a irme en cuanto lo dejo sobre la mesa. No quiero ir de chismosa, cotorreando sobre temas que no me interesan, pero me hace una señal para que espere —¡Pienso demandarte!

Cuelga el teléfono, impactándolo contra la mesa. Intento calmar mis nervios tosiendo falsamente.

—¿Te lo puedes creer? Tengo una sesión fotográfica pasado mañana. ¡Pasado mañana y me pasa esto!

—Lo siento mucho, señor Jefferson. Sé cuánto frustra.

Su mirada se queda clavada en la mía, examinando mis palabras. Me remuevo incómoda. ¿Por qué me mira fijamente?

Deja de hacerlo y ahora empieza a teclear algo en su móvil. Segundos más tarde lo bloquea y vuelve a mirarme.

—Tutéame, Mia. No me hagas sentir más viejo.

—Perdón señor Jeff Richard —me corrijo en el momento.

—Sé que quizás sea mucho pedir, incluso para mí lo es. Estoy abochornado, pero necesito ese fotógrafo para ya. ¿Podrías ayudarme? ¿Podrías sustituir a ese capullo?

Parpadeo, consternada.

¿He escuchado bien? Mi yo interna me pellizca, convenciéndome a mí misma que he escuchado mal, pero no. Si he escuchado bien.

—¿Yo? Yo no tengo nada de profesionalidad, señor. Apenas he cumplido veinte años. Además, suena muy importante como para dejarlo a una novata como yo.

—Por favor, Mia. Nunca haría esto antes, pero estoy completamente desesperado. Sé que haces buenas fotos, las mejores que he visto en mi larga vida, en realidad. Así que te lo suplico, no rechaces mi oferta.

Madre tierra, ¿por qué me pones en estas situaciones donde el no, no es una respuesta valida?

—Está bien. Le ayudaré en las fotos.

—¿De verdad? —asiento. Echo un vistazo a la barra. No hay nadie —entonces vendré aquí mañana. Tendremos una reunión y te lo explicaré absolutamente todo. ¿A las cinco te parece bien?

Niego.

—A las cinco tengo un compromiso familiar. ¿Le parece que quedemos mejor sobre las doce?

—Perfecto Mia —se levanta y me envuelve en un efusivo abrazo. Me sorprende al principio, pero me acabo adaptando y le devuelvo el abrazo—me has salvado la vida. Te debo una.

Encojo los hombros. Lleva su atención al papel que le he dejado encima de la mesa. Saca la cartera y me tira un billete de veinte dólares. Abro los ojos. ¿Veinte dólares? ¡Pero si el café cuesta cinco! Antes de poder protestar o devolvérselo, desaparece del local.

Bufo. Me dejo caer en una de las sillas, observando el billete.

¿Cómo se le ocurre? Bueno, me lo avisó en la barra. Que me dejaría una generosa propina. Tan generosa

Charlotte aparece por el marco de la puerta.

—¿Mia? —levanto la mirada. Le enseño el billete con una sonrisa —¿quince dólares de propina?¡Esa es mi chica! Debería contratarte. ¿Quién era?

—Era un señor. Muy amable.

Evito decirle la información de la sesión de fotos. No quiero que se haga ilusiones antes de tiempo. Tiene hasta mañana para cambiar de idea y buscar a alguien más cualificado, así que no tiene sentido ilusionarme y contárselo a todo el mundo. Sería mucho más bochornoso de esa forma. En cambio, si solo lo sé yo, no habrá más que una simple decepción, que se irá en apenas unos minutos.

La sigo ayudando durante todo el resto de la jornada. Hasta las siete. Terminamos de atender a los últimos clientes y cerramos, listas para ir a casa. Nos subimos a su coche, de camino al apartamento. No está demasiado lejos. Cuando empezamos a buscar lo hicimos fuera de la zona central de Vancouver, y aún así el alquiler llega a las cuatro cifras. Pero era eso, o seguir viviendo con nuestros padres.

Me centro en las ventanas. Está empezando a nevar, de nuevo.

—¡Odio el invierno! — exclama, dando un golpe en el volante — siempre hay nieve por todos lados, y en cuanto sales se te congela el alma.

—El invierno no está tan mal.

—¡Deberíamos irnos de vacaciones! He oído que en Australia ahora es verano. Podríamos disfrutar de la playa, los cócteles, y volver con un bonito bronceado.

—Creo que después de eso tendríamos que pensarnos seriamente en vivir en otro lado, quizás en un pueblo pesquero fuera de la civilización para al menos vivir en un estudio.

Rueda los ojos. No dice nada. De hecho, ninguna de las dos vuelve a decir nada durante el resto del trayecto.

En cuanto aparcamos, corremos hasta el vestíbulo de nuestro apartamento, para resguardarnos del temporal. Hace demasiado frío fuera, y estoy empapada. Me descalzo. Me quito las botas antes de subirme al ascensor, al igual que Charlotte, dejando caer algunas gotas de agua que se han colado dentro de estas.

Llegamos a nuestra planta. Introducimos la llave en nuestra puerta y nos resguardamos en nuestro hogar. Dejamos la botas, los abrigos y todo aquello que está mojado en los percheros que están al lado de la puerta. me quedo en unos vaqueros negros y un suéter de color blanco.

—Voy a abrir una botella de vino. ¿Quieres?

—¿Otra? Ayer ya nos bebimos una.

—Mia. No te estoy pidiendo permiso, te pregunto si quieres una copa o no —asiento —bien.

Me dejo caer en el sillón, observando las vistas de la ciudad blanca. No hay nadie en las calles. Todos los coches están aparcados y cubiertos con nieve. Charlotte llega, con la botella y dos copas. Me llena la copa hasta la mitad. Brindamos. No sé exactamente por qué, pero brindamos.

—¿Qué tal te ha ido en la universidad? —pregunto.

—Pues voy bien, aunque me siento abrumada. El local, los estudios, las cargas económicas He pensado en que No sé si debería dejarlo. Ya tengo veintitrés años con un negocio de éxito, debería centrarme en eso y olvidarme este sueño frustrado.

Bebe, centrándose en las vistas.

—No sé que puedo decirte. Sea lo que sea te apoyaré, pero me encantaría verte cumplir tu sueño frustrado. Se lo prometiste a tu padre, que lo lograrías.

Le doy un sorbo a mi copa. No quiero que le entre sentimiento de culpabilidad, ni siquiera que piense que estoy intentando hacerla sentir mal, simplemente quiero recordarle lo que le prometió antes de morir. Que haría lo que le verdaderamente le gustase; la gastronomía. Ha hecho una parte de su promesa, triunfar, ahora le queda especializarse.

Observo su reacción. Es una mirada nostálgica, como si se estuviera transportando a tiempos anteriores. Parece que está justo en ese momento, cuando se lo prometió.

—Tienes razón —suelta — Ya estoy en segundo año. No me iré ahora cuando ya tengo medio camino asfaltado.

—Así me gusta.

—¿Y a ti? ¿No te han ofrecido otra exposición?

—No. La colección sigue expuesta en algunos sitios. Además, no he trabajado en nada más. Simplemente algunos detalles.

—Lo que tu llamas detalles, los críticos de arte lo llamaban ¿Cómo era?¡Ah, sí! Detalles simples que te despiertan el alma, exquisitez visual, las mejores fotos del momento

—Vale, lo he pillado —digo sonrojada.

Seguimos durante el resto de la tarde y de la noche hablando, comiendo y viendo canales malos de televisión. Aunque he de decir que mi mente se encuentra en otro lado. Se encuentra un día en el futuro, el almuerzo con mi madre.

Mi madre No sé qué la habrá impulsado a venir aquí. A Vancouver. Ha salido de Milán para venir aquí. Abandonar su ciudad y vida acomodada, para venir a visitar una ciudad que ella misma calificó como burda y zafia.

También me encuentro en la reunión de mañana con Richard Jefferson. Ejerceré de fotógrafa. No como freelance, sino como contratada. Mentiría si no dijera que no me hace ilusión y que a la vez me comen los nervios. Miles de preguntas suscitan en mi mente. ¿Qué fotografiaré? ¿Durante cuanto tiempo? ¿Cuántas personas? ¿El qué?

—Me voy a dormir, Mia —me dice Charlotte, interrumpiendo mis pensamientos —ya son las once. Nos vemos mañana. ¿Tienes la comida con tu madre no?

—Sí, pero te acompañaré al local —me mira, confusa —mañana te lo contaré todo. Buenas noches

Asiente. Se va, y segundos más tardes escucho su puerta cerrarse. Dejo mi copa sobre la mesa, justo al lado de la de Charlotte.

Camino, haciendo el menor ruido posible hasta llegar a mi cuarto. Es el más pequeño del apartamento, pero no me importa, ya que soy la que menos paga de alquiler.

Quito todos los cojines violetas que hay sobre la cama, colocándolos de forma ordenada y escalonada sobre la silla de color blanco. Me desmaquillo, dejando mi piel lo más limpia posible, aunque solo llevaba puesto lo más básico; un poco de máscara de pestañas y lápiz de ojos.

Me pongo la bata antes de ir al baño, donde me doy una ducha rápida y me pongo mi pijama, volviendo al cuarto en menos de diez minutos. Me meto entre las mantas, buscando el calor para reconfortarme del frío exterior.

Las sábanas huelen a talco, a lilas silvestres y a nuevo. Tomo una gran respiración, inundándome de todos los olores que hay ahora mismo a mi alrededor. Los pensamientos siguen rondando. Las preguntas siguen en mi mente, incluso se generan algunas más, pero aun así me quedo totalmente dormida debido al cansancio y al frío, con miles de preguntas sin responder, sumiéndome en la oscura y tranquila nada.

April 12, 2021, 4:19 p.m. 0 Report Embed Follow story
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