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Dos solitarios se encuentran

A kilómetros de allí, otros jóvenes de su edad se dedicaban a ahogar sus penas con frías cervezas. Mientras tanto, estos dos corazones escurridizos, se dieron tiempo para amarse lejos de miradas indiscretas. Ella sonrió, ligeramente temerosa, pero al mismo tiempo, deseosa por ser amada con la misma intensidad que el mar acaricia la costa. Uno, dos y tres segundos bastaron para olvidar las burlas provenientes de compañeros de colegio celosos de su amor. Él, dejando de lado por un segundo su fachada de tipo rudo, dejó que su corazón se llenara de gozo al ver a la mujer que tanto amaba, tan cerca de él. Mil veces, durante las más oscuras horas de la noche, se imaginó cómo sería el cuerpo de esa que le enseñó el significado de amar con cada centímetro del alma.

Con sus alargados dedos, él entró poco a poco dentro de ella. La joven, en lugar de retroceder, dejó que los rincones más ocultos de su bien formada anatomía fueran acariciados por dentro lentamente. Sus caderas se comenzaron a mover lentamente de lado a lado, como si su cuerpo quisiera abarcar tan deliciosa sensación segundo a segundo. Ella, olvidándose de toda forma de timidez, se fue despojando poco a poco de cada uno de sus prendas, al tiempo que ayudaba a su amado a hacer lo propio.

Prenda tras prenda, el piso de la pequeña habitación de hotel quedó cubierto parcialmente, mientras ellos quedaron desnudos de toda culpa. ¿De qué te escondes cuando la persona que está frente a ti te puede ver tal como eres?

Narcótica diosa envuelta en el disfraz de una apocada estudiante. Con cada bamboleo de sus pechos, le hacía recordar al universo la razón de su existencia. Con su sexo, era capaz de poner incluso al soldado más valiente a sus pies. Se dejó devorar con la misma serenidad de una sabia mujer, sabiendo que era su deber aprovechar de la mejor forma tan delicioso momento que le ofrecía la vida.

Imitación juvenil de Adán, cubierto de una maraña de inseguridades, casi tan revuelta como su propia cabellera. Entre las piernas de ella logró encontrar algo parecido a eso que los creyentes dicen se haya en el cielo.

Ambos se volvieron uno mismo, acompasando sus movimientos en un magnético baile. El mundo de afuera, ya no les importaba. Eran un solo espíritu con dos corazones que latían juntos. Ninguno de los dos hizo un esfuerzo por retrasarlo. Se dejaron llevar hasta estallar en un pequeño río de humedad, pero que se sentía en sus adentros como algo casi tan ardiente como la más deliciosa lava.

Después de haber terminado, ambos se quedaron en silencio observando los azulejos del techo de la habitación de hotel. Ninguno de los dos se atrevió a hacer sonido alguno. Cualquier palabra sólo serviría para profanar la santidad de tan precioso momento.

Teniendo cuidado de no despertarla, él se acercó lentamente hacia ella y le dio un pequeño beso el cuello. De su tersa piel todavía se desprendía un dulce aroma, casi tan fresco como el del deseo recién satisfecho.

March 29, 2021, 7:10 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Patricia Pixie Poesía y microrrelatos son mis pequeños grandes placeres a la hora de escribir.

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