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La noche en la colina

Estoy en la colina, junto a un niño que acabo de conocer, se llama Dan y es mi vecino. Nos recostamos en el pasto a observar las estrellas del cielo nocturno. Nuestras madres nos acompañan, pero nos gusta hacer como que no están, para sentirnos adultos. Hemos estado horas hablando de innumerables temas, y he llegado a conocer un poco mejor a mi amigo Dan.


Solo llevamos un rato charlando, pero me encuentro tan fascinado con las locuras de Dan. Él es un hombre de película, siempre feliz y rodeado de amigos. Le gusta mucho hablar y escucharse a sí mismo, se nota, por eso me extraña que en nuestras conversaciones el que más habla soy yo. Más bien, Dan es el que más pregunta. Reímos juntos mis vergüenzas, se aflige con mis pérdidas y me aconseja cuando de amor se trata. Sea lo que sea, siempre disfruto este momento en la colina. Dan es un hombre de película y yo soy su espectador, pero acá en la colina, soy yo el que se siente admirado.


“Dan, ¿crees que la vida tiene sentido? Es decir, incontables personas han habido antes que yo, e incontables personas habrá. Todos nacieron o nacerán, murieron o morirán, pero la importancia de cada uno es lo que no logro ver”. Usualmente los cuestionamientos son un fastidio para él, pero esta vez, Dan me dio una respuesta que logró conmover mi corazón: “Mi amigo, yo veo a las personas como a las estrellas de este cielo nocturno. Según la ciencia hay millones de estrellas que se esconden en la infinita oscuridad del cielo, pero son estas pocas que tenemos enfrente las que significan algo para ambos. Es probable que nadie más vea la hermosura de este cielo estrellado, pero para nosotros, es símbolo de nuestra amistad”. Esto me hizo darme cuenta de porque he admirado tanto a Dan desde que éramos niños. Siempre me encanto ver las estrellas de la colina, y para mi, Dan era una estrella más.


Estoy en la colina, admirando el nostálgico cielo estrellado. Siempre he pensado que los placeres carnales son lo que más satisface a un humano, pero a estas alturas, me he dado cuenta de que no hay nada más valioso que el placer de la compañía. Si no hubiera conocido a Dan, yo habría sido un sabiondo infeliz. Pero él me enseñó que a veces el conocimiento le otorga tristeza al alma. Y ahora más que nunca, estoy seguro de eso, porque hace poco me enteré de que las estrellas también mueren.

March 22, 2021, 1:30 a.m. 0 Report Embed Follow story
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