arosesfortae Andy

1880, época de cambios. Tras la pérdida su hermano, Taehyung tendrá que hacer frente a sus temores, a sus deseos más profundos y decidir entre su moral o su pasión.


Fanfiction Bands/Singers For over 18 only.

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Los comienzos.

Corría el año 1880, el otoño se acercaba lentamente a las calles de un abarrotado Forestlost.

Las casas se solapaban unas con otras y los grandes ventanales se mantenían cerrados para prohibir la entrada al frío. El ruido de los carruajes de fondo y el murmullo del gentío desde el mercado llenan el lugar de cierta vida.

Está nublado y el suelo es resbaladizo por culpa de las lluvias que han atacado estos días, las personas se amontonan en los puestos locales, ensimismados, intentado regatear cada pieza de carne o pescado que el tendero expone.

Un hombre vestido con ropajes rotos y sucios de hollín y barro camina con dificultad entre la multitud. Su rostro sucio y pálido vislumbra juventud aunque su apariencia es de una persona más mayor, como si la vida le estuviera castigando por sus decisiones.

El hombre parece invisible a ojos de las personas pero al mismo tiempo tiene la presencia que ninguna de estas tendrá jamás.

Se hace el silencio, daba la sensación de que la calle de repente estaba vacía, como si hubieran visto un fantasma. El hombre aparentemente alto pero encorvado comienza a tambalearse por la calle en un intento por buscar otro bar al que dejar seco de alcohol barato.

La gente lo observa, le reconocen, saben perfectamente quién es, con incredulidad y lástima, como si supieran lo que le iba a pasar pero sin poder hacer nada por salvarle.

Cae al suelo, su cuerpo no aguanto mas, suplicando clemencia consigo mismo para no probar una gota mas de alcohol. Al lado del hombre, una niña paliducha lo mira con incredulidad, intenta dar un pequeño paso, parecía un ángel bajado del cielo para salvarle, queriéndose acercar a él. La fría mano de su madre se interpone entre la niña y el hombre, que con dureza, tira hacia ella para detener su acción.

-Elizabeth, no te acerques- ordena su madre con dureza y preocupación. La niña no dice nada, solo camina, intentando seguir el rápido y apresurado paso de su madre sin quitar ojo al hombre que yace tendido en el suelo.

El murmullo comienza a crecer por la ahora menos abarrotada calle cuando el rostro del hombre es descubierto. Se palpa la mezcla de sentimientos que rodean el lugar. Gente murmura con lástima-¿Cómo ha podido acabar así?-. Otros en cambio no tienen piedad en escupir su opinión -Se lo merece, por no ser leal a su familia- El hombre con dificultad consigue ponerse en pie, haciendo caso omiso al gentío que habla de él.

Un hilo de sangre había hecho un recorrido desde su frente hasta su mentón. Este toca la herida con la punta de sus dedos sucios de barro, sin darle mucha importancia a la posible infección que tendrá después y resopló con frustración.

Con dificultad se arrastra hasta la pared que le queda más cerca y se sienta con torpeza. La gente observa cada acción que hace, juzgando hasta su forma de parpadear. La incomodidad camina por las calles.

El hombre agacha la cabeza, intentando pensar en sus palabras, intentando volver a la realidad y una especie de carcajada sale de su boca, irónica, venenosa. Su respiración entrecortada parecía que le estaba ahogando. Se veía cansado, cansado de los murmullos, de su vida y de no poder hacer nada para poder arreglarlo.

-¿No tenéis nada mejor que hacer?- tomó una pausa -Rezar, ¿por ejemplo?-Pregunta de la forma más sarcástica y frustrada posible, con tono ebrio y sin dirigirse a nadie directamente, como si esa orden, con tono de ruego, se lo dijera a cada persona que ha decidido juzgar cada elección que ha tomado en su vida.

De repente el murmullo cesó bruscamente, nadie dijo nada, nadie replicó sus palabras, y el ruido de la gente haciendo sus vidas volvía a cobrar vida segundos después, sin tender la mano a ese hombre que yacía en el suelo.

Y las horas pasaron, la calle se iba haciendo cada vez más vacía y más oscura a medida que el tiempo avanzaba.

El hombre yacía tirado en el suelo, recogido como si de un cachorro abandonado se tratara. Solo, congelado y mal herido.

No se movía. No respiraba.

El cuerpo de Taehyung se disparó de la cama, su respiración agitada y la frente sudorosa le hacían saber que estaba despierto, por suerte o por desgracia, un día más.

Su oscura y rizada melena ocupaba toda su visión, se retiró el pelo mientras intentaba recuperar el aliento, de mala manera, maldiciendo para sí mismo el poco control que tenía sobre su mente.

Se incorporó en aquel cómodo y vacío colchón.

Se quedó pensativo por varios minutos, intentando procesar aquel sueño que se repetía una y otra vez desde hacía ya 8 meses. Le martirizaba pensar que se volvería a repetir aquella escena, pero en el fondo lo necesitaba, le hacía sentir cerca de aquel hombre, como si le debiera sufrir con dolor y tristeza aunque sólo fuera en sueños.

Un tenue rayo de sol se coló a través del ventanal de su cuarto y chocó en la cara de Taehyung, haciéndole volver a la realidad y alejándose de aquellos pensamientos negativos y de mala gana y con cansancio, se levantó de la cama.

Poco a poco el sol fue iluminando ligeramente la habitación. Era bastante amplia, el blanco crema y azul pálido eran los protagonistas de aquel cuarto, los detalles que tenían las paredes y las puertas estaban pintadas de oro, haciendo la estancia más luminosa. Las decoraciones se llenaban de cuadros, estanterías con libros y lámparas con alguna vela ya desgastada.

Una lámpara de cristal colgaba en el centro del alto techo y llenaba de reflejos aquella habitación.

El frío suelo de mármol rosa pálido estaba abrigado por unas grandes alfombras a juego con los tonos de la estancia. Había pocos armarios, pero los suficientes para recoger todos los trajes y pijamas que el señor Taehyung usaba. No era de tener grandes cantidades de ropa, pero sí de calzado, pues su padre era realmente estricto con aquella prenda “un caballero se viste por los pies Taehyung que no se te olvide”

La puerta sonó -¿Señor Kim? ¿Se puede?- preguntaba una voz femenina al otro lado.

-Si, adelante- ordenó el muchacho mientras terminaba de abrocharse los botones de su pijama.

La doncella entró al segundo de escuchar la orden. La acompañaba otra criada más. Ambas portaban un par de conjuntos pesados, de tonos rojizos, marrones y negros.

-Estos son los trajes que su padre le ha escogido, señor- informó la doncella de apariencia mayor.

Taehyung los miró detalladamente y asintió -Gracias, déjenlos en la cama- dijo mientras se sentaba de nuevo en el colchón.

Las mujeres obedecieron su orden y la más joven de ellas se retiró con educación de la sala cerrando la puerta tras de sí.

-¿Se encuentra usted bien?- preguntó preocupada la mujer. Taehyung asintió, intentando transmitir calma hacia la doncella -Si, he pasado una mala noche, eso es todo- sonrió a la mujer con cariño mientras recogía el libro que yacía en el suelo desde la noche anterior.

La mujer le devolvió con educación el gesto -El desayuno estará servido a la hora de siempre señor, ¿desea algo más?- informó la mujer después.

Taehyung negó -puedes irte, gracias- respondió mientras dejaba caer el libro en la cama. La doncella asintió con la cabeza y caminó por la sala hasta salir del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Dejando a Taehyung nuevamente solo.

El chico suspiró y se tumbó en la cama, boca arriba, mirando al techo intentando buscar una respuesta a una pregunta que no se había hecho todavía.

-Será mejor que me vista sino quiero hacerles esperar…-dijo para sí mismo mientras se incorporaba de nuevo en la cama

La comida se esparcía a lo largo de la mesa de madera, frutas, bollos y jarras con zumo, café y leche tapaban el mantel de hilo blanco.

La mesa estaba acompañada por cinco sillas de madera, tapizadas con una elegante tela de rosa palo y estampado de flores.

Un hombre alto, de complexión fuerte y espalda firme se sentó presidiendo la mesa. Llevaba consigo el periódico y parecía haberse despertado feliz. Iba en un traje negro impoluto y el pelo perfectamente peinado.

La sirvienta que descansaba al otro lado de la sala le sirvió una taza de café sin haber tenido que escuchar la petición.

-¿Y Taehyung?- Preguntó el hombre mientras leía el periódico.

-Estaba despierto, señor, bajaría en un momento- informó la doncella. El hombre asintió y pasó de página -¿todo listo para la fiesta?-

-Si señor, apenas quedan por poner los cuadros y la cena se pondrá en marcha esta tarde, el salón está preparado-

El hombre volvió a asentir impasible con la información que la mujer le estaba dando.

-Habla con la señora, ella tiene que dar la última palabra- comentó - puedes irte- espetó en una orden seria y directa. La mujer solo asintió y salió de la estancia dejando al hombre solo con su periódico, esperando a que el resto de la familia se incorporase al desayuno.

-Buenos días padre- espetó el muchacho mientras se sentaba en su sitio de siempre -¿Cómo ha dormido?- su tono tenía cierto toque de curiosidad mientras se servía una taza de café. No es que le apasionara aquella oscura y amarga bebida, pero le mantenía despierto las suficientes horas como para fingir ser persona.

El hombre dejó de leer el periódico y lo dejó encima de la mesa, con cierto enfado por aquella pregunta tan rutinaria.

-He descansado, como deberías de haber hecho tú- espetó mientras cruzaba sus manos y se apoyaba en la mesa -Se que eres joven y quiero que te diviertas, pero hoy es un día muy importante para tu familia y tenías que estar descansado-

El muchacho suspiró, volteando los ojos, haciendo caso omiso a aquellas acusaciones. -Padre, estuve dibujando hasta tarde, nada más, no volverá a pasar- dijo mientras mantenía cierta tensión en su mirada, pero antes de que tan siquiera poder darle réplica, la esposa y madre de Kim Taehyung entró al salón. Emanaba elegancia por cada por de su piel, tanto, que parecía irreal.

-Buenos días queridos- dijo sonriente mientras saludaba con un tierno beso en la mejilla a los dos hombres que, ahora, la miraban con ternura.

La mujer llevaba un vestido claro, en tonos naranja pastel casi imperceptibles, su pelo negro estaba recogido en un moño caído, algunos de sus mechones rebeldes se asomaban, dándole un aire elegante pero juvenil. Su cara era blanquecina como la porcelana, pero llena de vida. La mujer acomodo su vestido y se sentó en la silla, en frente de su hijo y al lado de su marido, como de costumbre.

-Buenos días madre- respondió Taehyung mientras alcanzaba la taza de la mujer para preparar su té rojo favorito mientras su madre terminaba de acomodarse en el asiento.

-¿Todo bien?- preguntó con cierto toque sarcástico y divertido, sabiendo perfectamente que había evitado otra disputa entre los hombres.

-Nada querida, nuestro hijo se quedó hasta tarde, dibujando-informó su marido, volviendo su mirada hacia la de su hijo.

-O eso suena maravilloso Taehyung - sonrió de forma cálida, extendiendo su mano hacia la de su hijo en forma de ánimo. El muchacho mostró una tímida sonrisa y le devolvió el gesto, agradecido.

-Ya hemos hablando de esto- espetó su padre, cortando aquel momento madre-hijo.

-Hablamos de que no se dedicaría a esto, no de que no volviera a pintar- informó la mujer mientras dirigía la mirada a su ya enfadado marido.

-¿Acaso no recuerdas lo que le pasó a mi hijo?- espetó el hombre, subiendo el tono de voz.

-¡También era mi hijo!- espetó con dolor la mujer, su voz se sentía rota.

-¿Ya basta, por favor- exigió con cierta autoridad Taehyung, que sin darse cuenta se había puesto de pie. El chico suspiro, intentando mantener la calma.

-Era mi hermano- dijo con la cabeza caída, sosteniéndose sobre sus hombros todo el peso de la tristeza que cargaba -seguiré las normas, no volverá a pasar, pero parad de discutir- rogó mientras intentaba sonar firme. El chico levantó su mirada para encontrarse con la de sus padres, estos yacían sentados, mirando perplejos a su hijo, sin poder decir nada más.

-Ahora si me disculpan, he de prepararme, hay una fiesta que organizar- terminó de espetar con cierto dolor en sus palabras.

Y abandonó la sala sin esperar una sola respuesta de sus padres, que seguían atónitos como su hijo se marchaba de malas maneras, dejándoles con la palabra en la boca.

El muchacho caminó con rapidez, dirigiéndose al estudio, donde pasaba la gran parte del día, allí trabajaba, estudiaba, leía, pintaba… Más que su estudio, era su refugio, allí podía ser él mismo, sin temor a las miradas de su padre, sin ser juzgado, sintiéndose libre de poder expresar en lienzo lo que no podía expresar en palabras.

La familia Kim era una de las familias de nobles fundadores de Forestlost.

Llevaban el comercio textil y ganadero de prácticamente todo el territorio junto con el resto de familias.

Taehyung nació aquí, junto con su hermano, le costaba adaptarse al mundo y encontró refugio en la pintura. Pasaba grandes horas dibujando junto con su hermano Kim HyungSik, cinco años mayor que él.

A HyungSik lo definían como una persona espontánea y ambiciosa, era el futuro heredero de la empresa una vez su padre se retirara, estudioso, con cierto talento para el espectáculo y con un humor que haría reír a la persona más seria del mundo.

Taehyung podría decirse que era bastante diferente a él.

Poco a poco se fue haciendo un nombre en el mundo del arte, desde adolescente siempre destacó con sus dotes artísticas, sus cuadros eran reclamados por todo Foreslost y ya había llegado a tener encargos importantes de nobles fuera de la comarca.

Pero todo se paró repentinamente hace ocho meses.

Lo que creía importante, dejó de serlo. Las personas que quería, las dejo de querer un poco menos y sus ideales, tan intocables como su moralidad, fueron tirados y abandonados en el estiércol.

El joven abrió el cajón de aquella cómoda de madera oscura, salpicada de pinturas y llena de pinceles y carboncillos usados. Sacó un trozo de carboncillo nuevo, tenía una manía y era que cuando estaba enfadado, necesitaba estrenar un pincel o un material nuevo, eso le calmaba, sentía que cada material que usaba era único y merecía tener toda su atención. Se acomodó en el sofá de cuero marrón, desgastado y manchado de pinturas, con algunos roces en la madera por el paso de los años, pegado en el ventanal blanco que enseñaba el bosque, le transmitía paz y sosiego ver los pinos verdes y los pájaros revolotear. Comenzó a dibujar, sin saber el que, se dejó llevar por su mano, que bailaba libremente sobre el lienzo, haciendo líneas y curvas mientras conseguía formar la imagen borrosa de un rostro.

El día pasó lento, como de costumbre en la casa Kim. Las doncellas ultimaban los detalles de la gala, la comida estaba en proceso de estar terminada, los cuadros estaban colocados, las lámparas brillaban tanto por el lustre que apenas se necesitaban velas.

La mansión de los Kim era considerada una de las viviendas más cotizadas de todo el pueblo. Gozaban de una gran cantidad de habitaciones amplias y cómodas para invitados, familia…

En ella vivían Kim DaeHyung y Kim YoungHye; los padres de Taehyung, la señora YoungMi, hermana de la señora Kim, Adrien Dubois un viejo amigo del señor Kim y los empleados del hogar.

Contaban con hectáreas de campo que usaban para ir haciéndose un hueco en la agricultura, una pequeña cuadra y una pequeña granja donde guardaban las telas y demás materiales, su fuerte era la industria textil y contaban con una pequeña fábrica donde creaban las telas y piezas de ropa.

La familia Kim organizaba cada año una celebración de aniversario, festejando el día en que se hicieron fundadores del pintoresco pueblo. En esta fiesta se subastaban cuadros, se hacían contactos, había el baile tradicional del pueblo…

La comida y la música abundaban y eso hacía que hubiera una buena relación entre familias.

Pero este año sería diferente, al menos para Taehyung, pues aunque no era de fiestas y grandes celebraciones el hecho de que se cumpliera también un año de la desaparición de su hermano no ayudaba en su mayoría.

Había intentado en varias ocasiones convencer a sus padres de cancelarlo, pero sin éxito alguno, pues la apariencia para ellos era más importante que la familia y tenían, bueno, necesitaban mostrar al mundo lo bien que les iba pese a las adversidades y las ausencias.

Taehyung se encontraba en su habitación. Acababa de terminar de darse el baño que le habían preparado, su cuerpo brillaba por las gotas de humedad que recorrían su pálido torso. Su pelo, aún empapado, creaba mechones rebeldes, algunos pegados a su frente y otros sueltos, dejando caer pequeñas y frías gotas de agua.

Taehyung escogió uno de los trajes que estaban perfectamente colocados en la mesa. Era un traje de dos piezas, negro, con las decoraciones de este en verde oscuro. Era elegante y sutil. La camisa era blanca, aunque se vería poco gracias al chaleco grisáceo que llevaría puesto, alboroto su pelo hacia atrás y resopló al notar que todavía estaba húmedo. No le apetecía nada ponerme tantas piezas de ropa, si por él hubiera sido, habría hecho venir a los invitados en pijama.

No había pasado más de media hora desde que comenzó a arreglarse cuando el reloj comenzó a sonar, marcando las 7:30, hora en la que debía de estar listo para recibir a los invitados de la fiesta en el recibidor de casa. No le gustaba hacer esperar a nadie, odiaba la impuntualidad, así que en estos momentos se odiaba así mismo.

Se apresuró a colocar su corbata en un perfecto nudo y salió con paso acelerado de su habitación.

-No me diga nada, ya sé que mis padres esperan- dijo tajantemente al ver al mayordomo en el pasillo, intuyendo que iba a buscarle.

Taehyung se paró en seco y volvió su mirada hacia el hombre -disculpe, y gracias- dijo de forma sincera, a lo que el hombre asintió, agradeciendo el gesto e invitando a Taehyung a seguir su camino hacia el recibidor.

-Aprieta más el corsé- exigió la mujer a la sirvienta. Esta respondió tirando con fuerza de las cuerdas, haciendo que las costillas se comprimieran aún más y la figura de aquella joven mujer; que se sujetaba en el marco del espejo para no caer, se estilizara aún más; si eso fuera posible.

-Ya basta por favor, no puedo respirar-suplicó la joven, mirando el reflejo de la mujer, pidiendo clemencia en sus ojos.

La doncella paró y ató con agilidad las cuerdas, dejando un bonito lazo -ya esta señora, la cuerda no da más- mintió como buenamente pudo, aunque sirvió de poco, pues la señora ya estaba acostumbrada a estas escenas de la joven.

La mujer se acercó para confirmar lo que la sirvienta dijo y con una mirada superficial hizo un gesto de aprobación, colocándose detrás de la joven, esta, al notar su presencia, y como de un acto reflejo se tratase, tensó su cuerpo.

-¿Sabes una cosa mi querida Lady Alizee?-preguntó en un tono lleno de maldad -las mujeres hemos sido creadas para lucir hermosas ante un hombre- dijo mientras deshacía el lazo con brusquedad y enrollando las cuerdas en su mano para después tirar fuertemente de ellas. La joven hizo un gesto de molestia y bajó su mirada hacia el suelo, intentando concentrarse en las formas de la alfombra y evitar así pensar en el dolor.

-Y para que eso ocurra, la elegancia y el cuerpo de la mujer tiene que estar perfecto para él- paró de tirar y desenrollo las cuerdas de su mano, viéndose leves marcas en las palmas de la estas por el esfuerzo al tirar y comenzó a anudar las tiras.

-Haz honor a lo que eres y deja de quejarte- dijo con sequedad y prosiguió mientras apretaba con fuerza el nudo para evitar que las cuerdas se aflojaran.

La joven muchacha asintió en respuesta al consejo que le dio la mujer y levantó la cabeza lentamente, con miedo de que su mirada y la de la señora coincidieran.

-Ahora termina de vestirte, no querrás llegar tarde- instó la mujer que, dando un último vistazo a la chica y quedándose conforme con lo que veía, salió de la habitación, dejando a la doncella y a ella solas.

-Aflójame esto por favor- rogó la chica en cuanto pudo a la doncella. Esta se negó automáticamente, con lástima en su mirada -Señora, ya sabe lo que pasará si Doña Aubury se entera-

La muchacha resoplo e intentó aguantar las lágrimas, no por el dolor que le suponía llevar aquella prenda, estaba acostumbrada, sino por la frustración que sentía por dentro al saber que la doncella tenía razón.

Alizee ya había intentado en varias ocasiones escabullirse del corsé, de los guantes blancos y los sombreros que le hacían roce en su frente y aplastaban su pelo, pero la mano inquisidora de doña Aubury siempre la estaría esperando junto con una cuerda de esparto para hacerla entender cuán de importante era el protocolo y la etiqueta en una mujer.

La historia de Alizee de Moreau es triste, amarga y con toques leves de un intento de cazar la libertad.

La familia de Moreau se trasladó no hace mucho a Forestlost, en la búsqueda de empezar de cero con la trágica muerte de la señora de Moreau.

Se dedicaban a la creación de, según ellos, oro rojo; vino.

Lady Alizee es la única hija y la pequeña de tres hermanos, criada durante toda su vida por su madre y viviendo las constantes ausencias de su padre. Fue enseñada en el valor por la naturaleza, en el de su cuerpo y en el poder que tenía y que debía proteger a toda costa. Su madre la educó para ser una mujer inteligente y libre, haciéndola leer cada libro que había en la biblioteca privada de su marido y compartiendo con ella su amor por el arte ya que, prácticamente, el noventa por ciento de los cuadros que decoraban la casa habían sido pintados por la señora De Moreau.

Era tanta la pasión que tenía hacia la pintura que le hizo jurar a su hija; días antes del fatídico día, que jamás se detendría en alimentar su curiosidad por el arte.

El arte es vida mi querida Alizee, vive”

-Viviré por las dos, madre- dijo la muchacha en voz baja, viajando en sus recuerdos familiares mientras se miraba al espejo.

Y es por ese motivo, que Alizee se tragaba su orgullo e ideales en estos momentos, ya que su familia había sido invitada a la fiesta de la familia Kim y era de sobra conocido por todo el pueblo que la familia Kim era una gran amante de las obras de arte.

La doncella se acercó a la muchacha y acarició sus brazos, intentando consolarla de alguna forma.

-Su madre estaría orgullosa- consoló a la joven que miraba en el espejo.

Alizee sonrió de lado y suspiró, intentando quitarse ese sentimiento de pena para poder centrarse en la última capa del vestido.

El sol cayó y la noche se impuso en Forestlost. La mansión Kim abrió sus puertas para los invitados a la celebración.

Un pequeño camino de piedras ligeramente iluminadas por farolas guiaban a los carruajes desde la entrada hasta la puerta principal, donde se encontraban recibiendo a las familias el señor y la señora Kim.

Taehyung estaba de pie, al lado de su madre, saludando con una mano a cada invitado de la forma más cortés y educada que podía, siempre pensaba que las personas no eran su fuerte.

El carruaje de la familia De Moreau llegó. Destacaba entre los demás al ser de madera oscura, brillante, más que ninguno, aunque la noche fuera la más negra del año. Paró frente las escaleras y uno de los hermanos abrió la puerta.

-Antes de bajar- advirtió el padre -Den buena imagen, somos nuevos en este pueblo, y ya saben que significa-

Los chicos asintieron. Alizee no dijo nada, se quedó observando desde la ventanilla a la familia Kim.

-Alizee, por favor- insistió su padre.

La muchacha volvió su mirada a su padre, que la observaba con tono serio en su cara-Si padre, lo he entendido, disculpe- dijo, intentando calmar la expresión alarmante que tenía el hombre.

La familia fue recibida con educación y les guiaron hacia la sala donde se celebraría el banquete. Alizee se quedaba absorbida por la elegancia de la casa conforme caminaba por los pasillos, tan concentrada en no perder detalle alguno que perfectamente se podría haber perdido la cena con tal de poder estar mirando los cuadros que colgaban en las paredes.

La cena fluyó con normalidad, nada en especial, Alizee fingió un par de sonrisas hacia los comentarios de la belleza de su rostro, intentando copiarse de cómo sus hermanos hablaban, con fluidez y educación, fingiendo interés en lo que las otras personas les contaban.

El señor Kim se levantó para recitar un pequeño discurso contando la historia de su familia y el porqué de esta ceremonia y agradecimiento por aceptar la invitación.

-Y si me permiten, para finalizar, me gustaría dar unos minutos al señor Jerome de Moreau y a su familia-

Todas las miradas de la sala se dirigieron a ellos y el padre de Alizee; cómodo en este tipo de circunstancias, asintió aceptando la oferta y levantándose.

-Muchas gracias, mi familia y yo nos sentimos agradecidos por su invitación y acogida. No duden que para la próxima reunión, la bebida correrá a cargo de nosotros y nuestras cosechas- sonrió con orgullo y animó a dar un brindis.

Después del banquete, los invitados esperaron a ser llevados al salón de baile, donde daría comienzo la pequeña venta de cuadros y el tan importante baile.

El salón era amplio, de forma redondeada y se solía mantener cerrado.

Las paredes estaban empapeladas en un tono crema, con finas líneas rojas que hacían un elegante mosaico alrededor de la pared. El suelo, de mármol marrón, estaba cubierto por una alfombra azul redondeada. Del techo colgaba una gran lámpara de araña que iluminaba la estancia acompañada de pequeñas lámparas colgadas en las paredes. Había un par de sofás del mismo tono azul cielo que la alfombra y los cuadros estaban colocados encima de los trípodes de madera, uno al lado del otro.

Las doncellas colocaron el último par de sillas para que los invitados se sentaran y pudieran abrir las puertas de este. Los invitados entraron mientras la música sonaba por debajo del murmullo de las conversaciones.

Alizee pidió permiso a su padre para poder ir sola a observar los cuadros, odiaba cuando alguno de sus hermanos la tenían que “vigilar” pues se sentía una carga y encima apenas podía tener conversaciones fluidas con ellos ya que “no dominaban bien el lenguaje femenino”. Su padre aceptó, contento por el comportamiento que había tenido su hija durante toda la cena y prosiguió con su conversación con la señora Kim.

-Ve con cuidado Alizee-insistió su padre a lo que la joven respondió con asentimiento.

La muchacha salió del salón sin que su padre se diera cuenta para buscar con entusiasmo uno de los cuadros que le había llamado la atención. Era un paisaje primaveral, un par de siluetas sentadas en la orilla del mar observaban a lo lejos la puesta de sol.

La joven intentó seguir el camino que había hecho a su llegada, pero falló, pues de repente se encontró con un pasillo completamente diferente, lleno de cuadros colgados en las paredes, si, pero un estilo más oscuro, como si el pintor intentase buscar la imagen perfecta del sufrimiento.

Mientras tanto Taehyung se escapó de un tortuoso debate sobre el precio de unas hectáreas, dejando a su padre solo con el alcalde del pueblo.

Camino apresurado hacia su estudio, su refugio, necesitaba estar solo. El esfuerzo que le supuso este día, levantarse, arreglarse y ejercer contacto visual con desconocidos le había agotado emocionalmente.

Camino por el pasillo cuando, al final de este, la figura de una mujer observando uno de sus cuadros lo paró en secó, era Alizee que se quedó observando con asombro el retrato de un joven de piel pálida.

Taehyung se acercó con cierto miedo hacia ella, sin querer asustar a la joven que yacía hipnotizada por la mirada del protagonista que dibujó con sus manos.

-¿Qué hace usted aquí?- preguntó el chico, con la mezcla en su voz de sorpresa y cierto pánico.

March 19, 2021, 12:46 a.m. 0 Report Embed Follow story
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