Las grietas en la tierra facilitaron mi huida. Arrastré mi cuerpo, inmortalizando el viaje con mis fluidos. Desearía arrastrarme más rápido.
Esa cosa sonaba como el mismísimo infierno. Sus engranajes oxidados friccionaban las carnes descubiertas de la cabeza y cada cierto tiempo lanzaba bramidos por alguna de las trompetas que brotaban de su frente.
Me arrastré hasta perder el aliento. Miré atrás y ya lo tenía encima. Su rostro de piel muerta, cocida a la maquinaria sanguinolenta, me analizaba con placer. Se arrastraba enterrando los dientes astillados de la única mandíbula que le quedaba. Lo hacía tan rápido que el viento empujaba hasta el último pelo retorcido cubriéndolo.
Se paró justo frente a mí. El calor del desierto potenció su hedor y tuve que aguantarme las arcadas. El sonido húmedo de la maquinaria se escuchaba al interior de mi mente y yo no podía moverme. El sol caldea la tierra y mi cuerpo desparramado se resiente. Me atravesó con su mandíbula.
Arranqué desgarrando mi carne hasta separarme de sus dientes. Cerré mis ojos y me arrastré en un acto de fe. Me atrapó al instante.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.