patypixie Patricia Pixie

18 + Mientras los demás brindaban, ellos dos se escabulleron para festejar de una forma muy particular.


Erotica For over 18 only.

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Una fiesta "privada"

Hay mujeres que nacen para seguir órdenes, y otras que nacen para que todo mundo se incline ante ella. Clara era del último tipo. A su corta edad, ella estaba acostumbrada a marcar el ritmo de los demás. En la escuela, con sus amigos, con su familia, y sobre todo, a la hora de hacer el amor. Javier lo había aprendido a la mala. La chiquilla que él imaginó iba a terminar dócilmente satisfaciendo cada uno de sus perversos deseos, se había ido transformando en la dueña de su alma. Sacando provecho a sus juveniles formas, esa pelirroja lo había hecho llevar a otro nivel los deseos de su alma. Como aquella vez en que lo logró convencer de escabullirse con ella a una habitación vacía durante una fiesta de navidad. Mientras que los más altos ejecutivos de la compañía automotriz se encontraban en un estado de embriaguez, producto del alcohol y los bocadillos de carnes frías, en una de las habitaciones de la casa, unos amantes se escondían para hacer de las suyas entre las sombras de la noche.

— ¿A poco no está genial mi idea? —Sonrió la chica de cabello rojizo despreocupadamente— Todos están tan borrachos que no se darán cuenta de nuestra ausencia hasta mañana.

El hombre intentó retroceder al sentir que ella se le acercaba, siendo golpeado por un súbito arrebato de razón que casi lo derrumba al piso.

—No podemos, Clara, esto está muy mal. Tú lo sabes y yo lo sé. ¿Por qué no nos regresamos de una vez con los demás a la reunión?

— ¿Cómo que no podemos? Yo sé que tú deseas esto tanto como yo. Se te nota—ronroneó la pelirroja al tiempo que con sus largos dedos comenzaba a acariciar la virilidad del caballero que se encontraba frente a ella—Si nos apuramos y somos discretos, nadie tiene por qué saber lo que hagamos aquí. ¿O tan fea estoy, Javi?

—N-No. ¡Al contrario! Eres una de las chicas más bellas que he visto. Pero esto estuvo mal desde el principio. Eres apenas una muchachita…

—Sí, soy una muchachita, pero una que sabe hacer cosas, que los de tu edad ni se imaginan. Así que por qué no mejor te callas y disfrutas de este momento—replicó ella, comenzándole a besar lentamente el cuello.

Javier cerro sus pequeños ojos marrones, e hizo un último esfuerzo por resistirse a la diablesa pelirroja, que enfundada en un mini vestido negro, le comenzaba a bajar la cremallera del pantalón.

—Eres tú la hija de uno de mis compañeros... Clarita, si él se entera te juro que hasta ese día voy a vivir…

—En primera, no me digas Clarita, ¡ni que tuviera cinco años! Y en segunda, no te preocupes, mientras me tengas satisfecha y estés calladito, papi no va a saber absolutamente nada. Yo voy a seguir siendo su niña buena y tu trasero va a resultar intacto. Todos ganamos.

Él ya no pudo abrir la boca para contrariarla. Un par de labios teñidos del carmín más escandaloso comenzaron a cubrir de besos la parte más viril de su cuerpo. Era realmente un espectáculo de otro mundo el ver a una criatura con un porte tan distinguido, lucir con tanta clase al estarle haciendo sexo oral a un hombre. Sus rojizos caireles caían sobre su pecoso rostro, enmarcándolo de una forma sutil, dándole un aspecto casi inocente. Ni un santo podría haberse resistido a los labios y a la lengua de esa criatura, quien claramente, tenía experiencia en hacer llegar a los hombres al cielo sin que ellos la tocaran siquiera. Javier simplemente entre cerró los ojos, y se dejó amar. No pudo ocultar una enorme sonrisa de satisfacción al sentirse a sí mismo estallar entre los labios de su joven amante.

—Eso fue rápido, Javi—murmuró entre dientes la joven pecosa—Espero que para lo que viene, puedas aguantar un poco más o si no me voy a buscar a otro ¿eh?

Entre beso y beso, las prendas fueron cayendo al piso, arremolinándose junto a la cama. Las dos pieles se entrelazaron en un tibio abrazo. Como si ella se encontrase hecha de caramelo puro, él se dedicó a lamer con ansia cada rincón de su pálida anatomía. Se detuvo a especialmente a darle un par de mordisquitos a sus rosados pezones, haciendo que de los labios de Clara se escapara un dulce gemido, al tiempo que los rincones más íntimos de su ser comenzaban a humedecerse.

— ¡Ay, amorcito! —sonrió ella sarcásticamente mientras lentamente se posicionaba sobre el miembro erecto de Javier—Siempre dices que te da pena, pero por lo visto, tu amiguito está feliz de verme.

Ambos se comenzaron a mover rítmicamente, completamente ajenos al ruido que se generaba en la parte de debajo de la casa. Después de unos segundos, las caderas de Clara se comenzaron a mover solas, como deseando saborear cada milímetro del miembro de su compañero. El miedo y el pudor habían quedado a un lado, arrumbados junto a las prendas de los amantes.

Un fuerte empujón de caderas, y ambos cuerpos se estremecieron al mismo tiempo, justo antes de que un tibio río los recorriera a los dos por debajo. Después, todo se volvió sombras durante unos segundos.

Ambos se quedaron durante unos minutos abrazados en la cama en completo silencio durante unos minutos. Nadie de los dos se atrevió a murmurar siquiera una palabra. Sus cuerpos ya lo habían dicho todo lo necesario unos minutos atrás.

Apenas bastó un pequeño instante, para que Clara silenciosamente se incorporara y comenzara a vestirse. Mientras tanto, abajo todos continuaban brindando y celebrando. A ella no le extrañó que papi no se inmutara de su desaparición, después de todo, él sólo tenía ojos para sí mismo.

Con los ojos entrecerrados, Javier no perdía detalle alguno del pálido cuerpo de la pelirroja bajo la luz de luna que se colaba por la ventana. A momentos, su pecosa piel parecía brillar como si se encontrase cubierta por una fina capa de polvo estelar.

—Eso ni estuvo tan mal, ¿eh? —Sonrió ella con cierta picardía, mientras que se acomodaba el vestido—Espero verte en la fiesta que papá va a dar en nuestra finca de campo el 31. Creo que no me vendría nada mal divertirme un poco antes de Año Nuevo.

—Ten por seguro que allí nos veremos—respondió el hombre de cabello oscuro, al tiempo que se incorporaba de la cama para comenzar a recoger sus prendas, que en medio de la pasión.

A pesar de fingir lo contrario, él, quizás un poco ingenuamente, había esperado que su amante de cabello de fuego le dedicara aunque fuesen un par de palabras de amor o que por lo menos, hubiera tenido el tacto de fingir sonrojarse un poco ante las caricias, en lugar de simplemente salir de la habitación contoneándose en total silencio. Pero él sabía que eso jamás hubiera sido auténtico a la auténtica esencia de Clara. A ella no le gustaba azucarar nada a la hora del sexo. Era su juego favorito, y nadie le iba a enseñar cómo jugarlo. Tal vez mañana habría tiempo para cosas tales como el amor. Por hoy, ella únicamente buscaba distraerse un poco del frío de afuera con unas caricias furtivas. Era su juego. Era su forma de intentar engañar a la razón.

Dec. 23, 2020, 9:09 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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Patricia Pixie Poesía y microrrelatos son mis pequeños grandes placeres a la hora de escribir.

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