patricia_nunez Patricia Núñez Autora

Raquel siente deseo por su jefe, y no espera lo que va a sucederle en cuanto entre a su oficina como todos los días. La pasión sorprenderá a Raquel y a Vicente, su jefe, y juntos alcanzarán cotas inimaginables de placer. Algo que Raquel jamás olvidará. Esta novela está registrada en Safe Creative bajo la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 con número 2112280136367 a fecha de 28/12/2021


Erotica For over 18 only.

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-¿Puedes traerme los documentos al despacho? -me dice mi jefe acercándose a mi mesa.

-Po.... por supuesto, ahora mismo -tartamudeo yo.

Hoy está como un queso. Traje de tres piezas, ajustado, marcadito. Si es que a este hombre le sienta todo bien, incluso que no lleve nada puesto. Aunque eso no lo he podido comprobar. Todavía.

Discretamente le lanzo una sonrisa a Gala, mi compañera de curro y ésta me corresponde con una vuelta de ojos de lo más dramática.
Me rio por dentro, Gala y yo estamos coladitas por el bombón de nuestro jefe.
Moreno, de piel bronceada, ojos castaños, alto a rabiar y con un tipazo que me rio yo de los top models. Quién pudiera catar ese metro noventa de carne bien distribuida, ¿qué digo carne?, ¡de monumento español!

Me recompongo todo lo que puedo, sin que se note que las bragas se me han caído medio metro desde su posición original, y sostengo los documentos que el culito prieto de mi jefe me ha pedido. Suspiro, aunque no me alivie la frustración que ahora mismo me corre por las venas, es la única válvula de escape para que no me explote el clítoris mientras trabajo.

Y no es que esté todo el día pensando en él o en su cuerpo torneado, su cabello sedoso, su sonrisa seductora... No, todo el día no, también toda la noche y parte de la madrugada, hasta que me vence el sueño y pueden descansar mis hormonas revolucionadas.

Camino todo lo recto que puedo y entro en su oficina sin llamar. Entro tantas veces a su oficina que el llamar cada vez que entro es un protocolo que decidimos ignorar. Le miro y está atendiendo una llamada de espaldas a mí, puedo verle los hombros recortados por la luz que entra por el ventanal. No me oye, o finge no oirme mientras me tropiezo con la alfombra que ha colocado recientemente, me castigo mentalmente por ser tan torpe y dejo los documentos sobre su mesa. Espero dos segundos, por si decide regalarme una de sus miradas o sonrisas, pero me doy por vencida y me doy la vuelta, intentando llegar a mi mesa sana y salva.

-¡Raquel!

¿Es eso real? ¿Me ha llamado? Mi corazón palpita rápido y sin control, y me giro lentamente para no caerme por culpa de la puta alfombra, ¡que manía le tengo!

-¿Si? -le pregunto, y ahí está, cuando giro me ciega, la sonrisa que estaba esperando. Y acompañándo a su sonrisa, mi tic en el ojo, que siento que se me va a cerrar en cualquier momento y quiero evitar guiñarle el ojo a mi jefe por todos los medios, lo que me hace mostrar un rictus extraño en la cara.

-Maldita alfombra, ¿eh? Fue idea de mi diseñador de interiores.

Me tranquilizo con la broma y relajo mi postura, que estaba más tensa que una red de tenis. Le devuelvo la sonrisa involuntariamente.

-¿Necesita algo más? -pregunto solícita, que para eso me han contratado, para que siga las órdenes de este escultural morenazo.

-¿Puedes cerrar la puerta? Tengo que hablar contigo en privado.

Me asusto. ¿A qué viene tanta seriedad? Llego puntual, entrego los informes que pide y redacto todo lo que me dicta, no he faltado ningún día... ¿No querrá despedirme? Ay, ay, ay... Que se me acaba el curro y a ver donde consigo otro en estos tiempos...
Vuelvo a tensarme, y se me eriza el bello de la nuca.

Cierro la puerta, y espero que no se me note el temblor de las manos cuando me pide que ne siente.

Me mira y apoya las dos manos en la mesa. Recoge los documentos que acabo de dejarle y los mete en un cajón a su derecha. Vuelve a centrar su mirada en mí.

- No se ponga nerviosa Raquel, la noto tensa, ¿un café?

Si, para café estoy yo. Empiezo a sudar y veo como se levanta a servirse un café. Lo hace con movimientos tan relajados que me pregunto porque yo estoy tan tensa. Respiro un par de veces e intento relajarme, aunque sé que será imposible.

-No gracias, no me apetece nada.

Vuelve a sentarse frente a mí, apoyando la taza sobre la mesa.

-¿Hace cuánto trabajas aquí Raquel?

-Dos años -le respondo. Bajo su cargo solo llevo seis meses, pero antes de él mi jefe fue su tío y dueño de la empresa, nada que ver con el hombre que tengo enfrente.

-Por mi tío sé que su trabajo en la empresa es intachable, por eso que decidiera mantenerla y no incorporar a mi ayudante de Valencia.

Que me esté echando flores no hace más que impacientarme.

- Le doy las gracias por el voto de confianza, espero que no se haya arrepentido de su decisión -no sé como he conseguido sonar ni medio normal, siento como me palpita el ojo otra vez.

-No, la verdad es que estoy muy contento con su trabajo, y mis expectativas se han cumplido con creces -me sonríe y se levanta dándome la espalda.

Punto para mí. Él sabe que soy su mejor empleada, eficiente y eficaz, un arma de doble filo, no me puede despedir. Sé que no me puede despedir.
Bajo la guardia y dejo de estrujar el bajo de mi falda, hecho del que no era consciente en la neblina de nerviosismo en la que me encuentro.

Mientras él contempla la ciudad, yo, inconscientemente, centro la mirada en su trasero. Tiene que machacarse en el gimnasio, seguro, con un culo así no se nace, o al menos no conozco a nadie que le venga por los genes.

-Por eso me cuesta tanto decirle esto, -se gira y yo tengo que levantar mi mirada hacia su cara, por que la alternativa es que me quede mirando a su entrepierna, y eso no está bien, tampoco está mal pero bien del todo no está-, está despedida.

Está despedida... Está despedida... Está despedida... ¿Que estoy despedida? ¿ Cómo que estoy despedida?

-¿Perdón? -logro articular.

-Su trabajo aquí ha terminado, y es por la estima que le profesa mi querido tío, que he decidido darle la noticia en persona.

Mierda. Mierda. Simplemente mierda.

Da la vuelta a su mesa y baja los estores de las ventanas interiores.

Tengo tres opciones; primera: encabritarme y exigirle el motivo, segunda: ponerme a llorar hasta que me readmita de nuevo, puedo hacerlo, soy buena en eso, conseguí que me aprobaran una asignatura en la facultad así, o tercera: ... bueno vale, no hay tercera. Enfadarme o llorar, puede que acabe haciendo las dos, me decido por la primera de momento.

-Pero no entiendo por qué, ¿puede darme un motivo? -intento sonar digna, pero francamente, me están abandonando las fuerzas.

-Podría dársela, pero no sé si está preparada para oírla.

Su voz suena justo detrás de mí. Es una voz fuerte y seductora, tan grave que me hace temblar levemente.

-Tendrá que darme un motivo, acaba de decir que soy buena, no puede echarme porque soy buena -punto para mí, a ver como debate eso, me digo a mi misma, como si eso pudiera hacerle cambiar de opinión.

Entonces noto su respiración en mi nuca y doy un respingo.

-No puedes trabajar aquí, no a menos que...

Lo noto vacilar, ¿a menos que qué? Me levanto y giro, y lo tengo más cerca de lo que lo he tenido nunca. Huelo su aroma y hasta puedo distinguir el apurado de su afeitado.

-No podemos seguir trabajando juntos -dice muy pegado a mi, y yo me inclino hacia atrás-, o me voy yo, lo cual no estoy dispuesto a hacer, o te despido a ti.

-No sé de qué me estás hablando -la confusión se refleja en mi cara, no entiendo nada.

-De esto -y me besa la boca atrayéndome hacia él, agarrándome de la cintura y poseyéndome la boca, torturándola, derritiéndola.

No puedo parar, y lo peor es que no quiero que pare. Me introduce la lengua y es entonces cuando exploto y le agarro con fuerza.
Me toca, le toco, nos devoramos y dejo que suavemente me apoye en la mesa. Ya no tengo escapatoria.

Suavemente baja la mano por mi muslo y la introduce debajo de mi falda. La sube, y con ella también sube la falda, dejando a la vista la piel de mis muslos.
Entre su lengua despiadada en mi boca y su mano en mi muslo pierdo la concentración y lo aparto de mí. Se aleja, pero solo un poco, lo justo para saber que nadie nos está viendo a través de las ventanas, y sin descanso sigue recorriendo mi muslo hasta la costura de mis bragas, las cuales siguen en su sitio a pesar de pensar que las tendría tres plantas más abajo.

Sus dedos siguen la costura de mi ropa interior mientras me sostiene la mirada.
No puedo pedirle que pare, ni tampoco puedo hacer mucho por alejarme, sus caricias me hacen perder la razón.

Así que mi única baza es seguir hablando y hacerle hablar, así al menos mantengo su lengua fuera de mi boca, por mucho que me estuviera gustando.

-Esto es acoso laboral -logro decir.

-No lo es si tú también lo deseas -cómo me ha cazado.

-Esto no está bien -digo, y en ese momento introduce dos dedos dentro de mis bragas y me toca íntimamente, haciendo temblar mis rodillas.

-Oh no, esto está muy bien -dice ronroneando, y se lanza a mi cuello con pequeños mordiscos y lenguetazos que hacen que pierda por completo mi capacidad de hablar y de pensar, sólo puedo sentir.

Exploro su espalda a la misma velocidad que él lo hace en mis bragas y en mi cuello. Un pequeño jadeo escapa de mi boca. Estoy totalmente rendida.

-Estás realmente húmeda -y casi suena como un cumplido, si no fuera él mi jefe y yo su empleada.

-Nono... no podemos hacer ésto -me cuesta respirar mientras el aumenta la velocidad de sus acometidas en mi cuerpo.
Yo apenas logro sujetarme en sus brazos para no caerme sobre la mesa y dejarme totalmente expuesta.

-Éste no es el lugar ni momento para ésto -dice y retira sus manos de mi cuerpo, recreándose un poco más en mi cuello.

Se aleja de mí, dejándome vacía y libre, y lo veo lamer los dedos que se encontraban hasta hace unos segundos sumergidos en mí. Eso me provoca una sacudida de deseo inesperado, ¡¿pero qué estoy haciendo!?

Va hasta su silla y se sienta, como si nunca hubiera pasado nada. Yo me siento como si me hubieran dado el cielo y me lo hubieran arrebatado de buenas a primeras, arrebolada y con la sangre hirviendo, y a él no se le ha movido ni el chaleco, no parece que hayamos vivido el mismo momento.
Y eso me hace sentir como una furcia, ¡pero joder! ¡Que es mi jefe!

Me recompongo todo lo que puedo, me bajo la falda e intento ocultar mi vergüenza.

-Ya está todo preparado, en quince días todo habrá acabado.

¡Toma! ¡Y encima tengo que aguantar esta tensión sexual quince días!
Nada de eso.

-Me parece que no, dimito -¿de dónde he sacado yo esos huevos?

-No se lo permito, el finiquito está en proceso, no voy a permitir que lo pierda.

-Dimito, y después lo denuncio -¿pero qué dices so loca? Me dice una voz en mi cabeza, esa voz llamada líbido que estaba bien activa desde hace ya bastante tiempo.

-No -dice autoritariamente-, no me va a denunciar.

Y me mira como si le diera órdenes a un perro, y no puedo hacer más que obedecer.

-Dentro de quince días tu contrato expirará, recibirás tu finiquito y una carta de recomendación.

Esto me está cansando, ¿qué se ha creído?

-No se de qué va esto. Estoy perdiendo un trabajo que me encanta por un calentón de mi jefe -la última palabra iba con rintintín, mis esquemas se estaban cayendo.

-El calentón no lo tenía sólo tu jefe -y dijo esto último en el mismo tono que yo-, su empleada también le estaba mandando señales.

¿Pero qué dice? ¿Ahora la culpa la tengo yo?

-¿De qué hablas? Has sido tu el que me ha traído aquí con falsos pretextos y me ha metido mano.

-No banalices lo que ha pasado -dijo seriamente-. Esto es algo que ambos estabamos deseando desde hace ya mucho tiempo.

-¿Qué? -¿acaso Gala se había ido de la lengua? Esa cotorra... Como si ella no se muriera por sus huesos igual que yo.

-Y no, no busques culpables -parece que pudiera escuchar mis engranajes girar a toda velocidad-, tus miradas, tus silencios, tus sonrisas... No necesitaba a nadie que me lo confirmara, como tampoco necesitaban confirmación mis atenciones hacia ti.

Vale, estoy en un puto sueño y tengo que despertarme. Intenté pellizcarme el brazo, pero solo conseguía hacer el ridículo. Ahora él me miraba y se reía.

-Sal y trabaja, voy a necesitar de tus servicios quince días más.

Levanté las cejas, ¿a qué "servicios" se estaba refiriendo? ¿A "tráeme el correo y tu culito hasta aquí", o a "este documento está mal redactado, ven a que te dé un par de azotes"?
Lo escuché reírse, lo que hizo que retrocediera un paso. Todo esto era muy raro, tenía que pensar claramente o perdería la cabeza.

-Tranquila, el sexo en las oficinas no está permitido.

-Ah, ¿no? ¿Y meterme mano si está bien?

Se levantó de repente dando un golpe en la mesa y mirándome con furia, lo que me asustó y me hizo saltar.

-Te he pedido que no banalices lo que ha pasado aquí. Y ahora sal y trabaja, seguiremos con esto en otro momento.

Y encima me echa de la oficina, ¡lo que hay que aguantar!

Salgo echa una furia, pero evitando dar portazos o dejar que otros sepan lo que ha ocurrido hace unos escasos minutos. Me siento en mi mesa y hojeo los papeles que inundan mi mesa, no consigo concentrarme. No puedo mirar a nadie a la cara, necesito espabilarme.
Me excuso de mis compañeros y me dirijo al aseo, necesito aclararme las ideas y respirar. Cuando estoy dentro me mojo las manos y la cara, la frescura del agua consigue llevarse la irrealidad de aquel día, pero no toda.
Oigo que alguien entra en el aseo, pero no levanto la cabeza, sé que es Gala.

-¿Qué te pasa? Has salido bastante rara de la oficina de Vicente.

Gala y sus preguntas, que ahora mismo no puedo responder porque no sé que decirle.

-No me encuentro bien, quizás me marcho si no consigo encontrarme mejor.

-La verdad es que estás blanca como el papel, pero no mal del todo. ¿Has desayunado?

-Pues no, debe de ser eso.

-Otra crisis superada, vuelvo al trabajo -me dice, y se marcha.

Una vez sola, respiro un par de veces, y luego otras cuantas más hasta que consigo tranquilizarme. Me miro el reloj y sé que todavía falta una hora para el almuerzo, hago de tripas corazón y regreso a mi mesa.

Sobre ella veo un paquete de kitkat y un botellín de agua fresca junto a una nota. "Come algo que te devuelva el color a la cara".
Cojo la chocolatina y la rasgo mirando a Gala, y le doy las gracias en silencio, me la como rápidamente. Noto la ansiedad comiéndome por dentro, y sé que va a ser un día duro.

Jan. 15, 2021, midnight 1 Report Embed Follow story
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R. Crespo R. Crespo
¡Menudo comienzo abrasador! No esperaba que Vicente tuviera los santos huevazos de despedirla, mucho menos por un calentón, como Raquel le dice jajaja. Aunque él quiera negarlo, ha sido por eso y seguramente por alguna política de la empresa (buena, por cierto, así no hay cosas raras). Pero me da pena ella, se ha quedado revuelta y con todas las ganas D: He encontrado algunos errores típicos de escritura rápida, los guiones en lugar de las rayas de diálogo y alguna cosa más que no recuerdo. No obstante, se puede entender bien. Sin duda, seguiré leyendo para saber qué ocurre con ese par jaja.
August 11, 2022, 15:21
~

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