macalaverde Maria Camila Laverde Gomez

Tatiana es una mujer joven que tiene que sobrevivir en época de navidad varias experiencias traumáticas que dejan una huella permanente. Una de ellas es tener que vivir las consecuencias de la vida y la muerte sin resolver de su madre. Concursando en Navidad en Inkspired


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Raptada

Ausente, lejano está el día que vuelva a sentirme un poco feliz, sentada en la pequeña estancia cerca a la ventana totalmente humedecida por la lluvia que no ha parado de caer, me encuentro viendo a lo lejos como la gente va y viene con una alegría prestada porque ya llegó navidad.

Época que siempre me hace recordar ese momento desgarrador y tortuoso que me tocó vivir por tan largo tiempo.

No había querido volver a pensar en ello, ni a recordar esos días, había tratado infructuosamente de olvidar. Pero es momento de enfrentar ese recuerdo y darle paso libre a lo que tenga que vivir.

Era principios de diciembre y mi padre como siempre, empezaba temprano a comprar en forma desmedida todo lo que consideraba necesitaba para arreglar la casa, y como le gustaba cocinar le parecía increíble poder hacer recetas nuevas e invitar a los vecinos a compartir los nuevos sabores y olores de su comida.

Él, desde que murió mi madre, se había convertido en el perfecto padre soltero de mi hermana y mío.

Esa noche en medio de la lluvia comenzaron a llegar los comensales, la familia muy pequeña y varios amigos conocidos de mucho tiempo atrás.

Estando en la charla, las risas, la buena comida y el vino, tocaron a la puerta insistentemente, y como ninguno acudía al llamado, salí corriendo, abrí la puerta y no volví a saber ni de mi padre ni de mi hermana.

Cuando desperté me encontré en una pequeña habitación forrada de piso a techo con un papel tapiz color fresa con florecitas amarillas y hojas verdes. No tenía ventana, solamente en el centro una pequeña cama con un tendido fresa y una almohada.

Comencé a llorar viéndome encerrada, no recordaba que había pasado, bastante aturdida como si me hubiera dormido por mucho tiempo.

—¿Por fin te despertaste? —una voz ronca me hablaba desde un pequeñísimo hueco en la puerta.

—Déjame salir —grité con voz apagada que salió con dificultad como de las entrañas.

—No grites —dijo con tono de mando— nadie te va a escuchar.

—¿Por qué me tienes aquí? —dije desesperada.

—¿Qué me has hecho? —pregunté porque me dolía el cuerpo como si me hubiera golpeado repetidas veces.

—No te he hecho nada, porque precisamente te estoy protegiendo —dijo convencido.

—Quiero que estés a salvo —continuó.

—¿A salvo de qué? —supliqué una respuesta y el silencio me respondió, ya no estaba allí, él se había ido.

Escuché que sonaba un timbre repetidas veces y voces de varias personas y luego silencio de nuevo.

Sentí que alguien se acercaba de nuevo a la puerta e iba a gritar cuando escuché de nuevo su voz.

—Qué gracioso, vienen a preguntar por ti y los despisté totalmente, soy un genio —dijo riéndose a carcajadas y luego sentí pasos retirándose de nuevo.

—No te vayas —grité— respóndeme por favor.

Sentía que pasaban las horas y no pasaba nada, el silencio era posiblemente la tortura más grande que en ese momento estaba soportando.

De un momento a otro y sorpresivamente.

—Separate de la puerta —ordenó— te traigo comida.

—No quiero comida, quiero salir de aquí —grité furiosa.

—Bien, te lo pierdes, es un exquisito plato que preparé especialmente para ti —y fue.

Pasaron tal vez dos días según pude medir, sin agua y sin comida porque como queriendo castigarme, no volvió a aparecer para nada.

— Tengo que ir al baño— grité con fuerza.

Y de una de las paredes se abrió una puerta que estaba totalmente camuflada entre ese horrible papel tapiz.

Asombrada y un poco más asustada de lo que estaba, me incorporé de la cama y me asomé a ver qué había detrás de esa puerta y para alivio mío, era un pequeñísimo baño, un sanitario, lavamanos y una manguera.

De inmediato entré cerrando la puerta tras de mí, para tener una poca de privacidad,

Cuando lo estaba usando la manguera soltó un inmenso chorro de agua que me tumbo, cayendo de espaldas sin permitirme levantar.

—Desgraciado —grite furiosa— si me vas a tener aquí por lo menos no me maltrates.

Logré salir del baño desnuda cubierta por una toalla, muy golpeada, escalofriada y temblando, al entrar al cuarto lo primero que vi fue ropa seca sobre la cama y una bandeja con comida.

Me vestí rápidamente con ropa interior muy fina blanca, un leggin color azul oscuro y una camiseta rosa, medias del mismo color y tenis. Comencé a comer con mucha gana, pues el hambre me acosaba. Sentí pasos nuevamente.

—Perdona lo del agua fue un accidente, no quería lastimarte.

—Desgraciado, si no quieres lastimarme, déjame salir—dije alterada al máximo.

Sin una respuesta fue tan terrible el golpe del agua que comenzaron rápidamente a aparecer hematomas en todo mi cuerpo. Me quedé profundamente dormida y cuando desperté ya no estaba la bandeja ni mi ropa mojada.

Entró y no supe en qué momento lo hizo.

Supongo que pasaron muchos días, siempre que entraba al baño, aparecía en la habitación comida. Traté muchas veces de tomarlo por sorpresa pero la puerta del baño no me lo permitía, se cerraba automáticamente.

Todos los días lo mismo, hasta que pensé que debía encontrar una estrategia que me permitiera escapar de allí.

Entré al baño y no cerré totalmente la puerta, puse un rollito de papel higiénico en la cerradura, cuando el hombre entró a dejar la bandeja, me abalancé sobre él y para sorpresa mía le pude ver su cara.

—¿Tú? —dije indignada y totalmente fuera de mi— ¿Por qué me hiciste esto? —pregunté furiosa y con un nudo en la garganta.

—Tú sabes que te he amado desde siempre, pero nunca me has dado la oportunidad de demostrártelo.

—Y ahora menos—corrí tratando de llegar a la puerta, pero él llegó primero.

—Espera déjame explicarte —dijo un poco desesperado.

—¿Qué me vas a explicar? —respondí altanera y furiosamente retiré sus manos de mis brazos, que me aprisionaba contra la pared.

—Por favor déjame contarte por qué lo hice.

—No quiero saber —dije tirándome con fuerza sobre la cama dándole la espalda.

Él se quedó mirándome por un momento, luego se retiró.

Lo conocí en diciembre cuando mi madre murió, ya hacía dos años, era un gran amigo de ella, de cuando estudiaban en la universidad, nos acompañó en todo el proceso del duelo, y yo lo noté siempre muy deferente conmigo. Después de eso desapareció.

Recordé entonces que todos los diciembres desde ese suceso, comencé a recibir un regalo muy especial pero sin tarjeta, nunca supe de dónde o quién me lo enviaba.

Al principio no sabía si recibirlo, pero eran tan especiales los detalles que terminé pensando que posiblemente era de un admirador secreto que no tenía el coraje de presentarse.

Además, desde ese momento durante estos años me habían estado pasando cosas extrañas. Sentía que me observaban y seguían constantemente, miraba hacia atrás y nunca veía nada, entonces pensaba que era por mi estado de tristeza constante desde la muerte de mi madre.

Al comentarlo con mis amigas me decían que debía ser un admirador o un acosador y se convertía en un chiste de mal gusto siempre, me hacían sentir que era solo una sensación por el duelo que estaba atravesando, y por supuesto jamás le puse mucha más atención al tema.

Ahora entiendo, que no me estaba volviendo ni loca ni paranoica, era cierto.

—Ahora si puedes escucharme —llevando una bandeja con comida y un ramo de flores— dijo con ojos llorosos.

—¿Ahora que vas a inventar? Porque ya sé que me has estado acosando todo este tiempo —dije indignada y con ganas de romperle los platos en la cabeza.

—No, no te acosaba, te cuidaba —con voz casi en susurro— lo hice porque te amo desde el mismo día que te ví.

—¡ Perdón! —dije extrañada— ¿desde que murió mi madre?

Me miró como si no me entendiera, y siguió hablando.

—Helena, amor mío, nunca haría nada que te lastimara —con los ojos entornados y muy amoroso trató de tocarme las manos.

Las retiré rápidamente y pregunté —¿Cómo me llamaste? ¿Helena?

En ese momento se iluminó mi mente. Mi madre se llamaba Helena.

—Amor mío, solo quiero que seas mía para siempre, que nada ni nadie más nos vuelva a separar.

Busqué rápidamente en mi memoria, las historias que nos contaba mi madre de sus días de juventud y recordé que hablaba de haber tenido una relación con un compañero de la universidad y jocosamente siempre decía que se había casado con mi padre ocho meses después de haber terminado esa relación un diciembre.

Yo era el vivo retrato de ella, eso me decían siempre. A partir de allí estratégicamente y muy consciente de lo que hacía, inicie un manejo diferente con este hombre enfermo.

—Te creo —dije tratando de convencerlo de que lo entendía—, pero lo único que no me cabe en la cabeza es ¿por qué traerme a la fuerza pudiendo habérmelo pedido?—pregunté tratando de estar lo más tranquila posible.

—¿Habrías venido, de verdad?— preguntó extrañado.

—Por supuesto, ¿por qué no?

—Qué linda, pero no te creo —dijo levantándose de improviso y saliendo disgustado.

Pasaron varias horas, le di muchas vueltas en mi cabeza a la situación, tratando de encontrar una solución en donde no corriera peligro.

«Está bastante mal de la cabeza, y si no lo sé tratar, voy a terminar acompañando a mi madre», pensé.

Diciendo esto, de un momento a otro entre en pánico, recordé que la muerte de mi madre esta era la hora en que nunca se supo cómo murió, ni por qué.

La encontraron sin vida en el cuarto de un hotel, tapizado color fresa, florecitas amarillas y hojas verdes, me escalofrié de solo pensar y unir cabos.

—Buenos días, mi amor ¿como amaneces? —muy contento preguntó.

—Muy bien, gracias ¿y tú cómo amaneciste? —respondí con una sonrisa fingida.

—Amaneces de muy buen genio, que bien porque te tengo una sorpresa —dijo casi feliz.

—De verdad que rico, sabes muy bien que me encantan las sorpresas —respondí tratando de ser lo más paciente y amorosa posible.

En sus manos traía una caja enorme de regalo de navidad con un moño rojo espléndido.

—Feliz Navidad, amor mío —dándome un beso en la boca que no pude rechazar, aunque por dentro la repugnancia era enorme, el miedo era más.

Abrí la caja y saqué su contenido con angustia, era un hermoso vestido de novia.

—Póntelo, vamos a cenar, hoy es 24 de diciembre y como todos los años te quiero junto a mi —diciendo esto salió de la habitación dejando la puerta abierta.

Pensé en muchas opciones «salgo en carrera y busco una salida» «me visto de novia y trató de huir» ¿qué hago? —muy confundida estaba.

—Apúrate que la cena se enfría —dijo emocionado.

Sin pensar más nada, me vestí de novia, recogí mi cabello y me dejé los tenis por si tuviera que correr en algún momento.

Con verdadero pánico, salí por un corredor estrecho, me dolía el pecho y mis manos y piernas no dejaban de temblar.

Al entrar en una estancia perfectamente decorada con todo lo imaginable de navidad, la chimenea prendida, las copas de vino, las velas prendidas y un estupendo pavo al horno en el centro de la mesa me estaba esperando. La verdad si no estuviera pasando esta situación esta visión sería perfecta.

Estando observando todo este escenario, detrás mío apareció él con gorro rojo de navidad y tarareando un villancico.

Corrió el asiento muy cortés para que me sentara, cuando timbraron en la puerta, él salió afanado a abrir y yo detrás de un empujón salí primero, aparté al hombre que llegaba con un domicilio y corrí sin mirar atrás.

Fue tal mi carrera enredada en el vestido blanco de novia que fui dejando partes de él por el camino. De pronto frené la carrera, me di cuenta que siempre estuve muy cerca a la casa de mi padre y hermana.

Corrí y timbre desesperada, mi padre salió aterrado y con un abrazo y lágrimas en sus ojos me recibió, luego mi hermanita se nos unió.

Al contarle a mi padre lo que había vivido estos días, con tristeza me confesó.

—Tu no eres hija mía, pero te amo desde el mismo día que te vi, tan pequeñita e indefensa, supe que no era tu padre biológico pero sí de corazón —dijo afligido y con un abrazo sellamos para siempre esta relación.

Ahora sé que ese hombre era mi padre, y que el amor que sentía por mi madre lo enloqueció.

Se puso la denuncia a las autoridades, pero más nunca se supo de él, pero lo más grave es que todavía siento cada día que me vigilan y me persiguen.

Dec. 7, 2020, 9:25 p.m. 3 Report Embed Follow story
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The End

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Giles Le Coste Giles Le Coste
Me gusto mucho la verdad, si te gustan este tipo de historias, yo tengo publicadas alguna historia similar, sería un placer tener algun comentario tuyo :) y así hacer comunidad.
March 30, 2021, 10:59
Carol Pereira Carol Pereira
la verdd que tu historia fue muy escalofriante me puse en tu lugar y lo senti horrible te deseo una muy hermosa navidad y que todo esto que pasaste dios te lo hago olvidar me encanto tu historia besos...
December 25, 2020, 01:12

~