Le encadené el cuello sobre un barrotes usando una cadena transparente de grafeno, y tiré de ella con maldad acumulada para comprimir su conducto fibrocartilaginoso y, por ende, redimir su capacidad respiratoria. Quizás ya no podía tragar saliva, solo sangre gorgoteaba en sus pulmones desde lo alto de su tráquea. Lo golpeé hasta que me sangraron los puños; mis nudillos estaban encarnecidos, lo que daba paso al flujo sanguíneo que se perdía tras cada revés.—. ¡Mírame, hijo de puta! —lo manipulé hasta que sus ojos se cruzaron con los míos, y acto seguido le obligué a que me cediera su mirada. Hundí mis dedos manchados en sus cuencas oculares, y se los arrebaté con mucho cuidado de no dañar los nodos internos. Los deposité en una bolsa impermeable de vacío, y luego le reventé la cabeza. Eso fue todo lo que ocurrió.
Dos días después, me desperté en un depósito abandonado. Me enderecé y vi mi reflejo en los restos de un espejo mugriento. Entonces, intuí la situación: me habían manipulado. Pero no me alarmé puesto que, en aquel momento, no disponía de ninguna emoción accesible ligada con el pánico. Volví a examinarme en el espejo, pero esta vez incliné la vista hacia un pedazo menor. La respuesta que me dio fue una grata sorpresa: me habían instalado los ojos de aquel tipo que asesine. Pero, ¡cómo! —proferí en voz alta. Mis sentidos se vieron alterados por un momento para luego regresar a aquel estado imperturbable. De repente, aquellos ojos me trasladaron hacia un plano de calidad realista donde cientos de datos vomitaron vastos párrafos de información. Un aro de dígitos viró entorno a mí ofreciéndome destrezas para conocer el origen y el fin de todo lo que me rodeaba. Comencé a relacionar todo lo que visualizaba con sus correspondientes fundamentos.
Mi percepción quedó suspendida unos instantes mientras que vi pasar un pseudo-infinito número de imágenes a través de mis ojos cerrados. Los desplegué y todo el proceso se detuvo. Comprendí entonces que los nodos oculares de aquellos ojos habían establecido sus filamentos de unión con mi cerebro. Habían creado un sistema común. Una vez interpretada la conexión, aquellos artefactos oculares inteligentes me hicieron visualizar una reproducción basada en una paliza brutal que finalizó cuando empezaron a manipular mis facciones para retirar los ojos. No escuché nada de aquella experiencia inédita, tan solo fue un efímero flash que no me tiempo a deleitarlo con gusto o quizás con asco. Acabó y como resultado obtuve un campo visual opaco, críptico e incluso confuso. Sin embargo, fueron los créditos finales los que me marcaron: Yorton, te quedan seis meses de vida. Tus lentes serán próximamente retiradas.
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