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LA TIERRA DEL DORADO


AUTOR: Alberto Suárez Villamizar




septiembre de 1998


Comienza un amanecer y poco a poco las aguas del embravecido mar van retornando a la calma. Con las primeras luces del día los ocupantes del pequeño velero empiezan a acomodar las cosas arrasadas por la inclemencia de la tormenta que azotó la pequeña embarcación durante la noche.


- Katty, mientras estoy desaguando el cuarto de máquinas ayúdame a revisar los equipos de comunicación y los instrumentos para verificar nuestra posición y corregir el rumbo.

- No te preocupes Carlos, revisaré los equipos y de ser necesario buscaré contacto con algún puerto u otro barco que se encuentre en la zona.


El fuerte oleaje había castigado duramente la embarcación, y los había desviado de la ruta. La pareja de tripulantes, aunque no eran unos marinos expertos, habían salido airosos de las embestidas de la naturaleza. Horas más tarde, luego de poner todo en orden se abrazaron duro y se dispusieron a tomar un descanso.


- Carlos, este ha sido el peor momento que hemos vivido hasta ahora, pensé que la nave no aguantaría y finalmente zozobraría, en verdad tuve mucho miedo.

- Katty, sólo nos faltan unas jornadas. Antes de la tormenta estábamos bastante cerca, aunque con la fuerza de la corriente nos hemos desviado un poco. Ya corregiremos el rumbo y continuaremos.


Se embarcaron en una aventura que terminaría según lo planeado en una desconocida isla del Atlántico, ya habían recorrido gran parte del trayecto. Pero, ¿Qué destino llevaba esta pareja? ¿Qué motivos los llevaron a emprender este viaje?


Abril 1963


En el aula de clases del colegio de un pueblo enclavado en las frías montañas de los Andes:


- Muchachos, se dice que “la tierra del dorado” fue codiciada por muchos aventureros que organizaron expediciones en su búsqueda, igualmente que en ella se localizaba la “fuente de la eterna juventud” que tanto anhelaron los antiguos – decía con emotivo acento el profesor de historia a sus alumnos -, así mismo, los alquimistas pensaban que en ella encontrarían la llamada “piedra filosofal”. Se cree que tanto el rey Salomón como varios faraones del antiguo Egipto obtuvieron sus riquezas tras su hallazgo. Según las versiones esta es una tierra llena de riquezas y misterios, que durante mucho tiempo buscaron los antiguos – terminaba diciendo el profesor.


Esos relatos de Horacio, el viejo catedrático de historia despertaba el espíritu aventurero de los estudiantes, que daban mucha credibilidad a sus palabras.


- Profesor, ¿se tiene conocimiento si alguno de los exploradores logró encontrarla? ¿hallaron “la piedra filosofal”? - preguntaban con curiosidad sus alumnos-

- Señores no se puede aseverar con exactitud que haya sido así, pero también se debe suponer, que si alguien logró hallar la “piedra filosofal” la utilizó en su beneficio y mantuvo el secreto. Quizá por eso la historia está llena de personajes con mucha fortuna como el rey Salomón y los faraones egipcios – concluía el profesor, avivando más la llama de la curiosidad de los jóvenes.


Entre el grupo de estudiantes que esa mañana escuchaban la exposición se encontraban Carlos y Katty, quienes al terminar las clases con ansía investigaban en la biblioteca del colegio los diferentes libros donde se hablaba sobre “la tierra del dorado”, “la fuente de la eterna juventud” y “la piedra filosofal”. También consultaban los diarios de viaje escritos por algunos aventureros que habían hecho las correrías.


En todas las consultas recibían la ayuda del profesor de historia, quien los animaba a continuar la investigación. Basados en sus averiguaciones y con la colaboración del educador elaboraron planos y bosquejos para ubicar ese lugar, soñando algún día poder adelantar su propia exploración.


Con el paso del tiempo los jóvenes una vez terminados sus ciclos de enseñanza secundaria viajaron a la ciudad para adelantar su formación profesional en un centro universitario, continuando allí con la recopilación de más información sobre “la tierra del dorado”, ahora que tenían a su alcance una mayor posibilidad en las librerías de la ciudad, y apoyándose en los diferentes especialistas que atendían sus consultas. También lograron obtener más conocimientos sobre el manejo de diferentes instrumentos de localización como GPS y estaciones geodésicas que les posibilitarían la ubicación de las zonas donde se encontraría la "tierra del dorado”. Secretamente hacían cálculos y elaboraban hojas de ruta para llegar hasta el lugar, lo cual soñaban hacer al terminar sus estudios y tener una mayor solvencia económica.


Años más tarde, Carlos y Katty decidieron formar un hogar uniendo sus vidas en una sencilla ceremonia en la Capilla de su pueblo natal, a donde regresaron a ejercer sus profesiones, ella como médico en el hospital de la localidad; y el como ingeniero.


Al cumplir la edad de retiro forzoso, después de muchos años de trabajo, un día que estaban dedicados a labores de orden y aseo en su hogar, encontraron en el desván los viejos mapas y las libretas de apuntes que habían elaborado basados en las investigaciones adelantadas con el profesor de historia en el colegio, donde ubicaban las posibles coordenadas de “la tierra del dorado”. Movidos por su espíritu aventurero decidieron organizar una expedición para ir a cumplir sus sueños de juventud.


Reunieron la información necesaria para realizar el viaje que los llevaría a cruzar los altos macizos de los andes, luego descender a la selva del amazonas, para llegar al litoral atlántico, y de ahí partir en busca de esa isla en el océano, donde según los cálculos se encontraría la misteriosa región que con ansias de riqueza y poderío buscaron los antiguos aventureros.


Esperaron la llegada del verano, por considerar que era el tiempo apropiado para cruzar las cumbres de los andes, y emprendieron la travesía. De acuerdo con sus conocimientos de la región y con ayuda de unos baquianos contratados lograron avanzar sin mayores dificultades. Tan solo sufrieron caídas en las empinadas trochas, sin sufrir lesiones graves, a pesar de las fuertes pendientes y las extenuantes jornadas que tuvieron que hacer.


Vinieron luego las penosas marchas por la espesura de la misteriosa selva amazónica, para lo cual utilizaron los servicios de un indígena nativo de la inhóspita región, quien los condujo por los intrincados senderos utilizados por colonos que por allí transitaban. El guía fue de utilidad para sortear las peligrosas zonas de los pantanos y de las arenas movedizas, además de utilizar algunos rezos para según él, limpiar de peligros el camino. De esa manera su marcha no tuvo mayores tropiezos, pero al amanecer de un día fueron abandonados por el nativo, quien no solo los dejó a su suerte, sino que además les hurto parte de las provisiones que llevaban para el camino. Por fortuna, para entonces estaban cerca de terminar el recorrido por la selva, el cual tuvieron que hacer en solitario, valiéndose de los instrumentos de medición y orientación que portaban.


Al llegar a la zona costera, adquirieron a un bajo precio un viejo velero en el que navegarían hacia la isla en el atlántico. Para evitar contratiempos con los marinos de la zona optaron por embarcarse en solitario rechazando los ofrecimientos de ayuda de los marinos que habitaban en el lugar, confiando en los conocimientos de Carlos como navegante, y considerando además que se trataba de una aventura. Luego de alistar y poner a punto el navío la pareja se hizo a la mar, guiándose por las cartas de navegación que les facilitó un viejo marino quien los instruyó sobre su manejo.


Fue así como se encontraban aquel amanecer del mes de septiembre de 1998.


- Katty, según los cálculos de las lecturas de los instrumentos nos encontramos a pocas millas de nuestro objetivo, debemos permanecer atentos a su lectura y revisar las cartas que elaboraron los antiguos exploradores


Con mucha atención él examinaba los diferentes planos y verificaba la posición que le indicaban los equipos. Estuvo velando durante toda la noche a pesar del cansancio, y al amanecer efectuó un nuevo cálculo de las coordenadas para establecer su posición, la cual verificó con la ayuda de su compañera.


-Deberíamos estar arribando a la zona establecida, pero acá solo se encuentra un pequeño islote de roca coralina. Estas son las coordenadas que los antiguos y nosotros mismos establecimos.


Con aire de preocupación la pareja observaba los equipos y su posición en los planos elaborados con la ayuda de los diferentes esquemas de antiguos exploradores. Con la ayuda del equipo de comunicación pidieron su posición a un buque que se desplazaba a poca distancia.


- No hay duda -dijo Carlos-, nuestra posición es correcta, pero esa no es “la tierra del dorado”. Hemos estado buscando en el lugar equivocado.

- Pero, ¿Cómo pudo ocurrir esto? -se preguntaba ella-, siempre nos guiamos con estos equipos y los mapas de otros exploradores.


- Es posible que hayamos cometido un error en los cálculos desde el principio, o quizás “la tierra del dorado” jamás existió, y sólo fue una leyenda- concluyó amargamente Carlos.



FIN

Oct. 4, 2020, 10:53 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Alberto Suarez Villamizar Nací el 27 de enero de 1958 en la ciudad de Bucaramanga, Santander, Colombia. Cursé estudios de enseñanza media hasta finalizar en 1976, en Bucaramanga. Laboralmente estuve vinculado con empresas de ingeniería civil en construcción de vías, lo que me permitió conocer varias regiones del país. Escribo por hobby, y mi mayor satisfacción es que mis escritos lleguen a todas aquellas personas amantes de la lectura

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