solarmooa Sol Armoa

El amor de verano ha sido tema de películas, canciones y de muchos corazones esperanzados y otros rotos. Justin y Kat no son la excepción. Cuatro días después del divorcio de los padres de Katherine, ella recibe la noticia de que irá a un campamento de verano mientras ellos deciden qué hacer. Katherine se siente terriblemente irritada al respecto, hasta que el destino, por primera vez, decide ponerse de su lado y le presenta a Justin cuya familia también se está separando. Una mágica y osada conexión los mantiene unidos donde empiezan a disfrutar de las alegrías y travesuras del campamento. Pero el propio destino ha decidido seguir jugando con ellos: ¿Cómo? Descubrilo en esta historia llena de pasión y diversión.


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Campamento Team

Todo el campamento eran gritos.

Los ruidosos adolescentes estaban muy juntos, codo con codo en un ambiente que era una mezcla de sol y pinos. Las voces se confundían mientras gritaban nombres una y otra vez, movían los brazos al aire para comunicarse en medio del estruendo.

Katherine sentía que no pintaba nada allí. Se abrió paso entre la multitud en cuanto vio a un asistente cargando una lista de nombres.

—¿Disculpe? Señor...—Kat era mucho más baja de lo que deseaba serlo, así que, a simple vista, el asistente no pudo notarla—. Señor, estoy buscando mi dormitorio. Y tengo sed. Normalmente Dorothea me recibe con una jarra de agua helada, por esta condición que tengo donde debo beber agua todo el tiempo. Larga historia. El punto, no sé si el agua de aquí es sanitaria me gustaría su mejor botella de agua mineral...

—Bienvenida Camp Teen—El hombre vestía bermudas caqui y una camiseta azul con la insignia de dos pinos y una bandera impresa en medio—. Lo que puedo hacer por ti es llevarte a tu cabaña ¿Podrías decirme tu nombre?

Su radiante sonrisa relucía tanto que a Kat le molestaba.

De hecho, todo a su alrededor le molestaba. Normalmente a ella le gustaba la gente, tenía muchos amigos en la escuela donde iba: Dalton School. Vivía en un lujoso edificio en Nueva York en Upper West Side. Era lo bastante popular, pero no la típica arpía que se burlaba de las demás chicas, ella era un ejemplo para todos y los profesores la adoraban. Dedicaba gran parte de su tiempo libre a estudiar y hacer deberes, un auténtico ratón de biblioteca, pero bonita y sexy. Casi no participaba en actividades con sus amigas: las integrantes del equipo de porristas. Se concentraba en su futuro. Participaba en clubes de lectura, tomaba talleres que tenían que ver con su pasión hacia la medicina. Planeaba estudiar en Harvard, de hecho, ya había comenzado a prepararse para los exámenes de admisión, pues este era ya su último año en la escuela preparatoria. Kat era inteligente. Su vida estaba hecha.

Hasta que sus padres decidieron que querían divorciarse. Entonces, todo su mundo comenzó a ponerse patas para arriba. Es normal que los hijos quieran que sus padres estén juntos, y aceptar la separación no es fácil.

Su madre, Lana fue quien tomó la decisión final. Y su padre, Demyan Farmiga había pasado por el trámite de duelo que incluía, tristeza, enfado y sentimientos de culpa hasta que finalmente aceptó la nueva situación: su esposa ya no lo amaba.

Kat también elaboró su propio proceso de duelo.

Comenzó a decir sí a sus amigas a cada salida. Iba de fiesta, los fines de semana despertaba tarde, asistía a eventos de moda, gastaba tanto dinero como podía en zapatos y ropa. La rebeldía es una de las características más sobresalientes de la adolescencia, pero esto no era usual en Kat y su madre ya no sabía cómo tratar con ella sin gritos. De pronto, Kat intentaba casi desesperadamente cortar sus lazos afectivos con madre, su conducta era contraria a todo lo que había hecho anteriormente. Y todo aumentaba en cuanto el divorcio se hacía más rápido.

La solución de Lana fue, mandar a su hija a un campamento de integración fuera de Nueva York, lejos del bullicio mientras los trámites se completaban. Así que, ahí estaba ella.

—Katherine Farmiga—respondió la joven, mientras buscaba en los bolcillos de su chaqueta su encendedor.

—Bueno, Katherine, yo soy el asistente de cabaña, mi nombre es Steve. Y mi lista...—le dijo con un exagerado entusiasmo—... me dice que tu cabaña se encuentra cerca del lago. Puedes seguir la fila que se encuentra por allá y encontrarás a la Consejera de cabaña, ella te guiará.

Kat miró al grupo de personas que caminaban en línea recta y luego volvió hacia Steve.

—Claro.

Regresó trotando en dirección a un auto estacionado, el maletero estaba abierto y un hombre con jeans y camiseta de franela estaba quitando dos maletas.

—Qué bonito—comentó el padre de Kat mientras echaba un vistazo a su alrededor con ambas maletas en sus manos.

—No tiene nada de bonito, papá—protestó Kat, ahora plantada frente a él —. Parece uno de esos campamentos de terror, como Jason.

—Tienes una estupenda vista de la naturaleza—observó él.

Kat puso la punta de un cigarrillo en el borde de sus labios y lo encendió, en cuanto dio su primera calada, su padre se lo arrebató.

—¡Katherine! No se supone que debas fumar, tienes diecisiete años.

—Tú fumabas a los diecisiete años.

El padre de Kat bajó una maleta y rodeó a su hija con el brazo.

—Nunca dije que fuera una buena imagen paterna.

Ella soltó una carcajada.

—Muy bien—le dijo su padre dando una palmada—. Siguiente parada, tu nueva habitación por las siguientes dos semanas.

La cabaña estaba hecha toda de madera. Los muebles estaban compuestos por dos camas, literas, una arriba de otra. Las cabañas parecían todas iguales, como las habitaciones de hospitales, quitando toda la madera y la ausencia de baños. No había televisión.

Pero había una chica ya en la cabaña.

—Tú debes Katherine—le dijo la chica, tenía pelo negro y lacio. Sonreía y le tendía una mano.

Ella por otro lado, no hacía más que mirarla con desinterés.

—Kat—se adelantó su padre—. Puedes llamarla Kat.

El padre empujó a su hija levemente con su hombro para que reaccionase y esta le estrechó la mano. Le dijo que su nombre era Evelyn.

—Vaya, tienes mucho equipaje—le dijo—. Yo ya he terminado de desempacar.

Kat metió nuevamente un cigarrillo a la boca. Su padre se lo arrebató.

—Me apetecía ir por una hamburguesa antes de que comiencen las actividades de bienvenida—continuó la chica, turnando la mirada entre ambos—. ¿Quieres venir?

—Gracias, pero prefiero instalarme antes—le dijo, hurgando en el bolcillo de su chaqueta: otro cigarrillo.

—Está bien. Elegí la cama de arriba, pero me da igual. Si quieres quedarte con ella, coloca mis cosas abajo—sonrió.

Cuando su compañera de cuarto se fue, Kat se volvió hacia su padre.

—Por favor, no me obligues a quedarme aquí.

—Cariño, nadie te está obligando a nada—Su padre le acarició una mejilla—. Tu madre y yo te lo preguntamos, dijiste que sí. Además, te hará bien. Conocerás gente nueva. Te sentirás bien, hija—El hombre sonrió levemente—. Y yo también ¿de acuerdo?

Kat lo miró a los ojos unos segundos. Parecía cansado. Tener el corazón roto debía ser agotador.

—Deberías adoptar a un perro—le dijo.

El hombre sonrió.

***

Cuando fue la hora de despedirse, Demyan besó la frente de su hija antes de cerrar la puerta detrás de él. Kat se sentó en el colchón desnudo de su nueva cama. Respiró profundamente intentando evadir toda aquella ansiedad que le latía en la garganta como un nudo. Ella no quería que nadie se diera cuenta que estaba al punto del colapso. Y si eso sucedía, Lana, su madre se comportaría como si lo estuviera haciendo apropósito, por llamar la atención, para arruinarle sus planes de divorcio.

«Ya verás, cómo esto es lo mejor para todos» le repetía su madre una y otra vez mientras ella hacía las maletas para estar en donde estaba. Lana ya había estado investigado sobre campamentos de integración desde el invierno, antes que las cosas con Demyan fueran tan graves, había escrito el nombre de su hija y enviado los formularios. Lo había planeado todo. Llevaba diecinueve años casada con su esposo ¿Por qué iba a dejar de amarlo a estas alturas?

—Nos llevamos mejor cuando no estamos juntos—le dijo su madre una noche—. No tienes la culpa de nada. Te amamos.

Para el final de la tarde, Kat acabó de guardar la ropa y luego abrió la caja de objetos personales que se había llevado consigo.

Sacó una foto de su padre y ella. Era la foto de su cumpleaños número quince. Tenía un hermoso vestido veis y sonreían. Su madre no pudo llegar a tiempo para la ceremonia, pues trabajaba demasiado como diseñadora de interiores, mientras que su padre se dedicaba a ser bartender en una cervecería.

A continuación, sacó una foto enmarcada de su madre. Era una fotografía preciosa, tomada el día de su boda. Estaba joven y sonriente, con un vestido blanco de los años cincuenta. Kat debería haberle mandado un mensaje a esas alturas del día, solo para decirle que había llegado bien, pero no quería. Estaba molesta con ella. Era su madre, pero también era la mujer que rompió el corazón de su padre.

Encontró sus libros guardados en el fondo de la caja. Los depositó sobre la mesita de luz.

Esa misma noche, la consejera asignada entró a la cabaña para anunciar que la hora de la diversión comenzaría. Habría una fogata cerca del lago que comenzaría en unos minutos. Evelyn, salió disparando por la puerta ansiosa por participar.

Había fuego, y la gente que corría delante de él reía mientras algunos tocaban música con guitarra y otros cantaban.

Del rincón donde los pinos y los árboles se mantenían vigilantes, llegaba un poco de frío, y del otro extremo se acercaba un muro de calor del fuego. Uno de los campistas del campamento entró rugiendo y se produjo una aclamación de diversión. Se escuchó una ovación y luego brotó música, no más guitarras, pero sí un pésimo rock nacional y actual, grosero.

Kat se paró junto al fuego, serena. Permaneció un segundo de pie hasta que se preguntó «¿y ahora qué?» Consideró sentarse sobre uno de los troncos que habían cerca. Pero no lo hizo. Pues un joven se paró junto a ella mientras miraba tan fijamente aquellas llamas.

—Se supone que debes tirar algo al fuego ¿sabes? —le dijo, todavía miraba fijamente al frente, Kat lo miró de reojo—. Quemarlo.

—¿Por qué lo haría? —le preguntó la chica.

—Es una manera de...—Esta vez el muchacho sí la miró, como si quiera explicarle algo con total seriedad—. Es como cuando tu terapeuta te aconseja que escribas en una hoja todo lo que te pase por la cabeza, sin guardarte nada. Y luego lo quemas. Es como empezar de nuevo o algo así.

El chico era alto, delgado. Fuerte, pensó Kat: los hombros, la mandíbula, los brazos, todo. Fuerte y duchado, en buena forma física. A juzgar por su pelo castaño, que estaba revuelto. Alguien lanzó un grito ahogado que terminó en una carcajada.

El chico sonrió.

—Ese es mi compañero—dijo—. De alguna forma consiguió meter un poco de hierba sin que nadie lo notara y fumó antes de venir. Será mejor que vaya ayudarlo.

Kat devolvió la vista al fuego.

—Claro—Estaba a punto de marcharse, pero Kat agregó:—. Me avisas si tiene más.

Lo dijo. Pero cuando creyó que había cometido un error, el chico sonrió abiertamente dejando al descubierto su perfecta y blanca dentadura.

—Por supuesto.

Kat buscó en sus bolsillos algo que lanzar. Encontró una fotografía de su madre y ella, cuando apenas tenía unos frágiles cuatro años, cuando sí pasaban tiempo juntas y se convirtió en humo en segundos. Continuó fija, más fija en el fuego que hasta incluso comenzó a mover la cabeza al ritmo de la música de fondo. Lo contempló un poco más, hasta que se dio cuenta que el chico tuvo razón. El chico. No le había preguntado el nombre al chico. De pronto, sin razón alguna, Kat sintió una verdadera necesidad de hablarle una vez más en ese mismo instante, esa noche. Miró en derredor, pero estaba tan abarrotado de gente y de calor que se rindió.

Se alejó del gentío, hacia las cabañas mientras hurgaba en sus bolsillos en busca de su cigarrillo y encendedor. Se recostó sobre un árbol grueso y alto mientras el fuego daba sus primeras chispas. Y fue cuando el chico apareció. Allí estaba. De pie junto a ella nuevamente, con una sonrisa irónica en los labios y le había preguntado a Kat qué le sucedía.

—Nada—respondió, finalmente logró encender su cigarrillo—. Simplemente no me gustan las hogueras.

—Es tu primera hoguera ¿verdad?

—No hay muchas hogueras de dónde vengo.

—¿Dónde es eso?

—Nueva York.

—Guau—respondió—. Una chica de ciudad ¿eh? ¿Cómo te llamas?

—Katherine Farmiga. Importada de Ucrania, digo, mi padre es de origen ucraniano. Por eso el apellido.

—Yo soy Justin, importado de... mi mamá, probablemente.

Kat soltó una risa y Justin también al mismo tiempo en que le arrebataba el cigarrillo y lo tomó entre los labios.

—Sé que mi nombre es medio estúpido—dijo Kat mirándose los zapatos—. Lo supe hace mucho tiempo y sigo diciéndolo. Debería parar.

—No, es genial.

—No, es un poco tonto.

—Es bonito que tu nombre tenga historia. Yo soy Justin. Mathers—se encogió de hombros—. Nada genial.

Justin sacó de su chaqueta dos botellas de cerveza y una se la extendió a Kat.

—Toma, prometo que no le he puesto nada.

—¿También lo trajo tu compañero?

—Lo sé, da miedo. Pero al menos tenemos cerveza gratis.

Kat sonrió y agarró la botella. Ella lo miró otro segundo más mientras él intentaba abrirla, entonces Kat tomó su botella porque al parecer Justin era incapaz de abrirla. Lo hizo en un segundo y al devolvérsela, el muchacho la miraba con una sonrisa divertida en los labios.

—¿Qué? —preguntó Kat—. ¿Crees que, porque soy una chica, no sé cómo abrir una botella de cerveza sin ayuda?

Justin alzó la botella hacia arriba.

—Por descubrir que estaba equivocado.

Ambos chocaron sus botellas unas con otras, brindando.

Y siguieron tomando, por supuesto. La cerveza por lo general no sabe bien, pero de todas formas todo el mundo quiere seguir tomando, y eso fue lo que hicieron Katherine y Justin mientras que más allá, en la hoguera, la gente cantaba y bailaba. Kat le confesó acerca de su repentina rebeldía. Justin le contó un relato completo acerca de su deporte favorito, y recreó todas sus jugadas entre risas tontas. Kat pensó que el futbol le resultaba muy aburrido, unos tipos en uniforme que corrían frenéticos detrás de una pelota, pero aun así prestaba atención a cada palabra. A cada mala estrategia de la selección que lo mandaba todo al carajo. Sus palabras ya eran casi inentendibles, especialmente cuando se mezclaban con las risas de los dos mientras jugaban con una pelota invisible. Kat tuvo que atajarse del brazo de Justin para no caer, y él la atrapó por la cintura.

—El partido es un aburrimiento—le dijo entre risas.

— ¿Qué? Pero si te estás riendo, nos estamos riendo.

—La verdad es que yo siempre me rio cuando estoy borracha—le confesó. Más risas—. Y ahora lo estoy.

—Seguro nunca viste un partido.

—Unos tipos que corren detrás de una pelota para meter un gol ¿Es eso o no?

—Y ser rebelde solo porque tus padres se separan es tonto—contratacó Justin.

Y al momento en que lo dijo, supo que estuvo mal. Kat dio un paso hacia atrás.

—Lo siento... yo, no sabía que te afectaba mucho.

—Mi madre dejó a mi padre. Está destrozado—le dijo—. ¿Sabes qué? Estoy cansada y borracha. Será mejor que regrese a mi cabaña...

—Lo lamento...

—Esta no es la clase de conversación que tienes con un extraño... y es mi cumpleaños, no hagas que me sienta incómoda en la noche de mi cumpleaños es antihumano—dijo, y Justin la miró—. Además, sé lo que intentas hacer. Conquistarme. Es súper obvio que ya lo hiciste muchísimas veces.

—Muchísimas—repitió Justin soltando una risita—. Es una barbaridad de veces.

Kat comenzó a irse.

—Espera, por favor—agarró de su codo derecho—. No debí hacer bromas al respecto. De hecho, mi padre dejó a mi madre, es por eso que estoy aquí también.

La miró, el rostro de Kat estaba tan cerca del suyo. Y por su expresión incrédula pensó que lo golpearía o algo así. En su lugar, ella volvió a sonreír.

—¿Cuántos años cumples hoy? —le preguntó Justin, en cuanto el ambiente volvió a la normalidad.

—Cumplo diesiocho.

Él alzó los ojos hacia ella y le sonrió.

—Feliz cumpleaños—dijo él—. ¿Qué te gustaría de obsequio?

—¿Cómo?—volvió a soltar una risa—. ¿Quieres darme un regalo de cumpleaños?

—Claro ¿Por qué no? Todos deberían recibir algo en la noche de su cumpleaños.

—No sé qué pedir—le dijo ella

—Piensa, tienes hasta media noche... —sacó su celular de su bolcillo para ver la hora—... que será en media hora.

—De acuerdo, de acuerdo, me gustaría... —se interrumpió, buscando a tientas su deseo de cumpleaños.

— ¿Bailar?—sugirió Justin, dio pequeños pasos de bailes.

Kat soltó una risa.

—El baile induce al sexo.

—¿Quién lo dice?

—Por favor... —le espetó—. Los chicos son muy fáciles, se excitan cuando una chica se les acerca mucho. Está en su instinto.

—No es cierto—Justin soltó una carcajada.

—¿De verdad? —le dijo Kat, inclinándose hacia él, cortando la distancia entre ellos. Pasó sus manos por sus muñecas he hizo un viaje lento por sus brazos hasta llegar a su cuello.

Justin entrecerró los ojos, estremeciéndose.

—Entonces... —le susurro Kat inclinándose a su oído derecho—... ¿Por qué estás temblando?

Justin abrió los ojos.

—De acuerdo—dijo Kat finalmente—. Quiero bailar. Pero como un vals o algo así.

El chico sonrió.

—Muy bien, bailemos—le ofreció su mano, Kat se le quedó mirando un momento antes de dejar la suya sobre ella.

La música de la hoguera sonaba lejana y baja desde donde ellos se encontraban. Justin la rodeó con sus brazos y se movieron en círculos sin apenas dar un paso. Guardaron silencio durante un rato, hasta que el muchacho comenzó a tararear una canción lenta. Kat sonrió enseguida.

Las manos de Justin tomaron las caderas de Kat. Y ella se sintió nerviosa ¿Por qué? Justin era un completo desconocido. De todas formas, sus brazos rodearon por completo el cuello del chico, y a continuación lo besaba. Su capacidad de razonamiento estaba demasiado ahogada abrumado por su increíble aroma a perfuma de hombre como para cuestionarse. Y a Justin parecía no molestarle en absoluto tampoco. El contacto de su boca con la de ella era electrizante, y la apretó contra su cuerpo en una reacción de querer más.

Kat pensó en parar, pero sus acciones solamente le demostraban que no estaba que su cuerpo lo deseaba. Intensificó el beso abriendo la boca, cediéndole paso a su lengua, rodeando sus manos detrás de su cuello, poniéndose de puntillas...

—¿Quieres continuar esto en otro sitio? — preguntó Justin entre más besos.

Kat sabía que tenía que decir que no. Pensó en lo fácil que era decir que no.

—Sí—respondió.

Decir que sí también resultaba ser tan fácil.

Entraron a bruces a la cabaña de Justin, afortunadamente estaba vacía. Las cortinas cerradas. Kat cerró la puerta de una patada y cuando estuvo a punto de apagar el interruptor de la luz, Justin se apartó para mirarla.

—Quiero verte—susurró con la voz ronca.

Kat sonrió.

Lo miró a los ojos, abiertos de par en par e iluminados de un extraño cariño y lujuria. Se quitó las botitas de golpe, mordiéndose el labio para evitar reírse. Y comenzó a desnudarse frente a él, quedando en ropa interior. Él se aflojó los pantalones, pero no se los bajó. Kat lo empujó con una mano hasta que cayera sentado sobre la cama, y luego se sentó a horcajadas sobre su regazo. Justin besó la piel de su hombro y con una mano apretó suavemente su muslo, y poco a poco fue subiendo hasta sus nalgas. Él ahora le besaba la piel de sus pechos hasta que al fin le desbrochó el sostén. La acostó en la cama y se sacó la camiseta, Kat admiró su pecho desnudo, terso y bien formado. Elevó su mano para acariciarlo, tocarlo, pero él se inclinó para besarla; Kat se movió ligeramente para deshacerse de sus pantis negros y estuvo finalmente totalmente desnuda ante él.

Justin finalmente se bajó los pantalones. Entró suavemente en su cuerpo hasta estar en el fondo, Kat lo sintió grande y grueso.

—Oh...—gimió ella.

Y lo hicieron, como si ambos lo hubiesen hecho juntos un millón de veces antes. Kat lo rodeó con las piernas quedando presa el cuerpo de Justin, se atrevió a deslizar la mano hasta sus nalgas y lo empujó contra ella. Él cerró los ojos y soltó un largo y profundo gemido. Sus labios buscaron cada centímetro del cuello de Kat, y cuando encontró su boca, ella hundió sus dedos en los músculos de su espalda, perdiéndose en el placer de cada beso. Los movimientos de ambos se hicieron más bruscos cada vez que pasaban los minutos, y Kat gritó. En cierta forma le dolía. Era como si apenas estuviese perdiendo la virginidad, como si fuera su primera vez.

—Mierda—jadeó Justin.

Le mordió el labio inferior, se miraron entre respiraciones agitadas para besarse nuevamente, lento, con ternura, acariciándose los labios en cada movimiento. Él siguió moviéndose contra ella, con un ritmo constante. Hasta que se arqueó sobre Kat llegando juntos al orgasmo

Finalmente, el cansancio pudo con ellos.

Para el final de la noche, ambos yacían en la cama, abrazados bajo las sabanas. Kat apoyaba la cabeza en el pecho del muchacho y él acariciaba su hombro, de vez en cuando estiraba su cabello rubio entre sus dedos.

—Bien—dijo Justin—. No ha estado mal ¿Verdad?

—He tenido peores—bromeó ella.

Ambos rieron.

NOTA DE AUTORA:

¡Buenas!

¿Qué les pareció el primero capítulo?

Espero les guste, cosa que estoy segura🌻

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Sept. 9, 2020, 2:44 p.m. 0 Report Embed Follow story
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To be continued... New chapter Every Wednesday.

Meet the author

Sol Armoa •Paraguaya de 22 años. En mi tiempo libre me pierdo en series o películas, el resto del día me pueden encontrar escribiendo•

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