charlizeclarke Charlize Clarke

Ára es una chica de origen humilde que acaba de terminar la secundaria y anhela abandonar su pueblo para cumplir sus sueños. La repentina muerte de su madre complicará su vida, pero la llegada de una increíble oportunidad acelera su partida. Federico es un joven de buena posición económica, pero a raíz de haber cometido un grave error que lo atormenta es enviado lejos de su país de origen. El destino cruza los caminos de Ára y Federico, pero las intrigas, los secretos y la envidia, pueden ser obstáculos difíciles de sortear. ¿O tal vez no?


Romance Young Adult Romance All public.

#amorimposible #intriga #amistad #drama #humor
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Capítulo 1

Ára decide que por ser domingo irá al arroyo. A las dos de la tarde de un día de verano el calor del sol es abrasador. Se pone un vestido corto que deja al descubierto sus hombros y unas sandalias cómodas. Prepara un bolso, con bocadillos, bloqueador solar y una toalla; se coloca un sombrero de alas anchas y se va al salón para despedirse de su madre, que dormita en el sillón con la televisión encendida.

Pilar está con permiso por enfermedad, tuvo un pequeño mareo en su trabajo, que la hizo desplomarse y golpear su cabeza contra un mueble. El médico le hizo varios estudios y, descubrieron que tiene presión alta, le dio una semana de reposo, dieta estricta y pastillas que debe tomar cada día y para siempre.

—¡Ma! —la llama desde la puerta—, ya me voy —le informa.

—Te acompañaría, pero van a pasar una nueva película y no me la quiero perder, puedes quedarte conmigo si te apetece —le dice la mujer al tiempo que se abanica con una revista para aplacar el intenso calor—. Tu madrina no tarda en llegar y traerá masas dulces.

—Prefiero ir a caminar y nadar un rato, además, es mejor que descanses —la regaña su hija—. ¿Quieres que me quede hasta que llegue Felicita? —le pregunta y se sienta a su lado.

—Gracias, hija, no creo que tarde mucho —dice—. Te estaré esperando con una sabrosa cena.

—Estaré aquí antes del anochecer. —Ára se acerca a la mujer y besa su frente—. Luego me cuentas de qué va la peli.

—Ay, es una con Brad Pit, el más guapo de los guapos, un bomboncito…

—Tan lindo, que hasta le llamaste así al gato —se burla Ára.

—Para que veas lo mucho que me gusta, es una lástima que se haya escapado —reflexiona su madre.

—Algunas no hemos nacido para el amor, Pilar, tendremos que conformarnos —bromea la muchacha—. Puedes comprarte una tortuga o un pez.

—Se supone que las solteronas crían gatos, ni eso puede salirme bien —se queja con exageración—. Pero tengo a Brad —añade y le muestra la revista.

—Soñar es gratis —retruca Ára—. Bueno, me voy que tengo que andar un buen rato, quiero aprovechar la tarde —dice.

—Te ves bonita, me alegro de que tengas ganas de salir, diviértete por mí y pórtate bien.

Por su situación económica no pudo pagarle el viaje de graduados a su hija y se siente culpable. Ahora todos sus compañeros están disfrutando, conociendo el mar, en alguna playa de Brasil. Pero ha ahorrado para los estudios universitarios de la joven, cuyo sueño es ingresar a la mejor universidad del país. El caso es que, para eso, debe aprobar los exámenes de ingreso y estudiar por un semestre sin dedicarse a otra cosa que no sea eso. Por lo tanto, toca guardar cada centavo que pueda para el sustento de la joven en todo ese tiempo.

—Gracias, ma. —Ára sale y en el vestíbulo observa a las orquídeas a punto de florecer. Sonríe con esperanza, se ajusta el sombrero y coloca bien el bolso en su hombro y echa a andar.

El polvoriento camino de tierra, como una gran alfombra roja, se extiende hasta donde la vista llega, fundiéndose en su punto más lejano con el despejado cielo azul. Un extenso trecho del sendero está adornado a uno y otro lado por hectáreas y hectáreas de plantaciones de soja, pertenecientes a los terratenientes del pueblo, la familia Müller, dueña de la fábrica de jugos. Es una gran empresa familiar, reconocida a nivel nacional e internacional. Es la que da vida al pequeño pueblo, que ha crecido en torno a ese imperio. Su gran edificio, así como el caserón Müller, son lo que las iglesias eran para los pueblos antiguos. La vida de sus pobladores se desarrolla a su alrededor y, la gran mayoría de los habitantes de Pueblo Alegre, trabajan ahí.

*****

En casa de los Müller el ambiente está caldeado, pero no por el sofocante día de verano. Federico, el único hijo de la menor de los hermanos, ha llegado desde Alemania. Es su castigo por haber colmado la paciencia de sus padres. Pretenden que se dedique a trabajar en las plantaciones como un peón más. A lo que el joven, acostumbrado a los privilegios de una vida acomodada en el primer mundo, tardará en habituarse, si es que logran que se quede el tiempo suficiente como para hacerlo entrar en vereda.

—Hoy puedes descansar, Federico, mañana iremos a la fábrica y te presentaré al que será tu jefe —le dice su tía Danna.

—No pienso quedarme por mucho tiempo, no es justo que mi padre me haya tirado aquí y él esté disfrutando de la vida en la capital —se queja el joven.

—Debes aprender a hacerte cargo de tus errores, además, todo lo que tienes es gracias a este negocio. Es importante que lo conozcas, porque algún día serás tú el que lo maneje —lo reprende su tía.

—Tía Danna, para eso están los empleados, se les paga para que hagan el trabajo pesado —replica el joven con insolencia.

—Escúchame bien, jovencito —dice su tía—, mi abuelo llegó de Alemania huyendo de la guerra —le da un golpe en los pies al joven para que los baje de mesilla de centro—, con una mano adelante y otra atrás; empezó desde cero, labrando estas tierras con sus propias manos, trabajó duro y sin descanso para ofrecer a su familia una vida mejor —resopla con enojo—. Es nuestro deber y obligación cuidar de su legado, y honrarlo trabajando con el mismo ahínco y dedicación que él.

—La misma cantaleta que Astrid, estoy cansado de vuestros discursos, mejor salgo a dar una vuelta —responde Federico y coge las llaves del vehículo—. Hay algún pub o bar adonde pueda ir.

—En el pueblo hay una cantina y una hamburguesería, pero no creo que llenen tus expectativas, señorito me llevo el mundo por delante —le responde Danna—. Voy a descansar que estuve recorriendo las plantaciones frutales y el calor que hace es terrible.

—Iré a dar una vuelta, a conocer la urbe que nos rodea —dice él con ironía.

—Te deseo suerte, y espero que te comportes, recuerda que somos una familia respetada, condúcete con prudencia.

—Como siempre.

—De eso es lo que tengo miedo, de que hagas lo de siempre.

—Por favor, tampoco soy un desubicado.

—Creo que tienes una autopercepción muy diferente a como te ve el resto de la humanidad, pero trabajaremos en eso.

—A eso vine, pero mi nueva vida empieza el lunes.

—Conoces el camino, no te pierdas, sobrino.

—Son cuatro calles locas, sería imposible.

—Puedes ir al arroyo, al final de la plantación de soja hay un bosque, si caminas unos diez minutos llegarás a un pequeño paraíso, solo sigue el sendero —le sugiere Danna que, en realidad, lo que no quiere es correr el riesgo de que el muchacho vaya al pueblo a beber y arme algún escándalo—. Si decides ir ahí, no olvides llevar agua fresca, pídele un termo a Rosa, que está en la cocina —agrega y se retira.

*****

Un todoterreno pasa raudamente, produciendo una tormenta de polvo que cubre por completo a Ára. Su sombrero vuela y su falda se levanta, ella intenta cubrirse el rostro, pero igual queda completamente sucia.

—¡Loco! —grita y corre tras su sombrero.

Avanza un poco más y se cuela entre el alambrado hacia el campo de los Müller, si camina unos diez minutos entre los árboles puede llegar a un recodo del arroyo poco conocido y, en el que normalmente no va nadie. Al llegar busca un árbol a la vera del arroyuelo y extiende su toalla para sentarse sobre ella. Se mira y está cubierta de tierra roja, se saca el vestido quedando en su traje de baño y entra al agua. Es tan transparente que se puede ver el fondo cubierto de piedras blancas y a los peces. Zambulle su cabeza y lava su negra y lacia cabellera. Luego nada hasta una pequeña presa natural y se acomoda boca arriba flotando entre las resbalosas piedras dejando que la torrentada masajee su cuerpo. Se relaja y su inquieta imaginación le trae imágenes de su futura vida en la capital. Estudiar empresariales es su sueño, quiere tener su propio negocio, todavía no está muy segura cuál será; pero está convencida de que adquiriendo conocimiento y, estableciéndose en el lugar, donde ella piensa, se centran todas las grandes oportunidades la conducirá a buen puerto en el descubrimiento de su gran pasión. El ruido de la hierba siendo pisada por alguien, la saca de su ensoñación. Bracea hasta la parte playa y sale del agua. Empieza a vestirse con rapidez.

—¡Señorita! —escucha que la llama una voz varonil con acento extranjero.

—Disculpe, es que nunca nadie suele venir aquí, no quise invadir la propiedad —se justifica atolondradamente mientras junta sus cosas.

—Está bien, no se preocupe, no la acusaré con nadie —le responde él—. Por favor quédese —le sugiere el desconocido—. Soy Federico, nuevo en el pueblo y en la gran empresa de los Müller —dice lo último con un deje de ironía.

—Mu-mucho gusto —tartamudea. Se seca la mano por el vestido y la extiende—. Ára, del pueblo —se presenta.

—Igualmente, Ára del pueblo —responde él en broma y estrecha su mano—. Es bueno conocer a alguien, fui a dar una vuelta por el pueblo y no había ni un alma, solo una cantina de mala muerte estaba abierta.

—Es el local de don Fernández —le informa—. Es que los domingos las personas descansan, a no ser que sea época de cosecha o siembra, siempre es así —le comenta Ára.

—¿Y la vida nocturna? ¿Cómo es aquí?

—¿Vida nocturna? —se ríe—. Ni que fuéramos murciélagos.

—Eres chistosa, me agradas —Federico la observa y no puede evitar pensar que es una chica hermosa. Su piel morena y su cabello negro llaman la atención del joven.

—Mm… gracias, supongo —duda ella. También se fija en los bellos ojos verdes del joven y en su franca sonrisa.

—¿Cómo se divierten aquí? —indaga curioso.

—Los jóvenes van a la ciudad que está a unos treinta quilómetros, bueno, los que pueden. También tenemos el festival de la cerveza en octubre y el festival de las colectividades en noviembre y… —se rasca la cabeza—, la fiesta de la cosecha.

—Interesante —responde Federico y apoya la pequeña nevera portátil en el suelo, la abre y saca un par de cervezas—. ¿Bebes?

—No, gracias —responde Ára y sacude la cabeza.

—Eres una niña de bien —le dice Federico.

—Soy responsable —responde ofendida—, me enseñaron a no aceptar bebidas de extraños, en ninguna circunstancia.

—Claro —dice el muchacho—, tienes razón, pero te prometo —se lleva la mano derecha al corazón—. No soy ningún delincuente y ya nos presentamos, Ára del pueblo.

—Eso no me importa, Federico nuevo en el pueblo —dice ella en el mismo tono sarcástico—, y me voy, espero disfrutes el paisaje.

—Ya lo hago —sonríe socarronamente y entrecierra los ojos—, definitivamente es hermoso.

—Adiós y que pases una linda tarde —se despide la joven con sequedad.

—Nos vemos por ahí —grita él y levanta la cerveza emulando un brindis.

—Ajá —murmura ella y se aleja lo más rápido que puede.

«Dios me libre y me salve. Espero que no», piensa.

A toda marcha y en tiempo récord llega hasta el alambrado, a la orilla del camino ve estacionado el todoterreno color plata. Resopla enojada al descubrir que es el mismo que la cubrió de polvo.

—Tenía que ser —dice en voz alta. Salta el alambrado y empieza a caminar mientras piensa en el chico nuevo.

No es raro que de vez en cuando pasantes de otros países, chicos de intercambio cultural o misioneros de diferentes organizaciones sin fines de lucro visiten el pueblo y sean recibidos por los Müller. Por lo que ella asume que Federico puede ser algo de eso. Cuando está a punto de pasar la plantación, de nuevo la adelanta el vehículo, a la misma velocidad de la primera vez y produciendo el mismo resultado. Ella se sacude el polvo y observa como este derrapa y dobla la curva que lleva hacia la propiedad de la familia Müller.

—Pedazo de desgraciado —se queja en voz alta—, hay que ser payaso —grita.

«Con esa actitud pedante y desconsiderada no puede ser un misionero», reflexiona.

Por su parte, Federico, está conforme con su pequeña broma. Cree que ya tendrá oportunidad de disculparse la próxima vez que la vea, además, él no vino a hacer amistades en este maldito pueblo del fin del mundo, y no piensa quedarse por mucho tiempo. Está analizando la manera de que su tía lo devuelva a su país, lo antes posible. Cuando se dé cuenta que es un completo inútil para la vida de campo será enviado en el primer vuelo, directo y sin escalas a Alemania.

El resto del camino, Ára lo hace con alegría a pesar de que su perfecta tarde fue interrumpida por un desconocido. Su mente pasea por los planes que hace para cuando se vaya del pueblo. A lo lejos ve como el cielo empieza a oscurecerse, una tormenta empieza formarse, presagio de lo que está por suceder en la vida de Ára, se está acercando una tempestad que no solo la mojará, sino que también cambiará todo para siempre.

July 2, 2020, 2:42 a.m. 1 Report Embed Follow story
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Liliana Melchor Liliana Melchor
Hermoso inicio! Realmente lo disfrute, me encanta como se van presentando los personajes.
July 02, 2020, 15:31
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