Cuando Luke me dejó en la puerta del hotel, los nervios no cesaban en mi interior. Estaba aterrada.
-Eh. Tranquila. Todo va a ir genial.
-Las entrevistas me ponen nerviosa...
-El puesto es tuyo. Sólo va a ser una presentación en sociedad - Dijo, besándola.
Le miré, con dudas. Ayer, parecía que nuestra monotonía comenzaba a romperse. Sus ojos, irradiaban felicidad, así que, le devolví la sonrisa.
-Te espero en la cafetería de enfrente.
Salí del coche, me introduje en el hotel, y pregunté en recepción; me comunicaron que debía esperar unos minutos. El hall era grande, lleno de reflejos dorados, irradiados por las grandes lámparas del techo. Era una preciosidad.
-¿Diane Sawn?
Estaba tan encandilada por el lugar, que tuvieron que repetir mi nombre. Mal empezaba.
-Soy yo.
-Buenas tardes, soy Eva Muñoz, la gobernanta. Encantada de conocerla - Se presentó estrechándome la mano.
-No parece usted de aquí.
-En absoluto. Soy de España, pero me afinqué aquí, en Manhattan, hace un par de años. ¿Me sigue?
Eva me condujo hasta una sala, donde sólo estaba presidida por una mesa, y dos butacas. Ambas nos sentamos al unísono.
-Bien, Diane. Estamos muy interesados en su perfil. Francamente, nos parece una mujer muy válida para este puesto.
-Gracias.
-¿Tiene algún inconveniente con el horario?
Me fijé detalladamente en la mujer. Bajita, morena, con el pelo ondulado, y unos ojos vivaces, que me llamaron poderosamente la atención.
-Eh... No... Sin problema.
-Bien...
-En absoluto.
-De todos los candidatos, usted es la que más encaja actualmente en el perfil.
-Gracias.
-Mire, voy a ser franca. Tiene un porcentaje muy elevado de probabilidades de entrar aquí.
-¿De veras? - Mis ojos se abrieron de par en par.
-Bien... ¿Me permite enseñarle un poco las instalaciones?
-Claro.
Cuándo nos dirigimos a la planta superior, me quedé fascinada por el tamaño de los pasillos, eran muy largos.
-No te preocupes - Dijo Eva, fijándose en mi reacción - Te aseguro que son menos largos de lo que parece a simple vista.
Cuándo la miré a los ojos. Vi que irradiaban algo que superaba a la cordialidad. Eran ojos hambrientos, como si quisiera devorarme allí mismo.
"No seas ridícula, Diane", me dije.
El resto del tour, se sucedió sin más complicaciones. Una vez en la puerta, nos despedimos cordialmente.
-Hasta mañana a las 7, Diane. Yo estaré por aquí, si necesitas algo.
-Muchas gracias, Eva. Ha sido un placer conocerte.
Cuando salí del hotel, ignoraba que los ojos de Eva, no dejaban de mirarme, con una lujuria desmedida.
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