atenas atenas

Catalina, una errante fotógrafa, inicia una travesía por Europa. En medio del viaje conoce a una de las que sería sus mejores amistades, Angelique Le Boissieu, una muchacha de la aristocracia francesa con la que apenas conocerse estrechan una profunda relación. Desde ese momento, Catalina se hunde en las traiciones y amoríos de la complicada elite. Sin pensar jamás, que ella terminaría siendo el centro de los problemas. Cuando su vida parecía ser color de rosa, Catalina se topa con Matthew, el controlador hermano de su nueva amiga. Quien, entre pesadillas y desafíos, le termina enseñando ese mundo de pecados que ella nunca había conocido. Haciéndose, entonces, el causante de todos sus calores (como de los mejores alivios).


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#drama #erotico #romance
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I

Matthew salió de su coche mientras un sobretodo negro lo abrigaba del frio voraz. Las noches de invierno eran tortuosas en el sur de Francia, pero eso no parecía importarles a los clientes del bar donde lo habían citado. Mientras azotaba un vendaval atroz, los jóvenes fumaban y bebían en las mesas de la calle como si nada fuera capaz de perturbarles. No llegaba a entenderlos; él nunca había padecido esa nebulosa de ingenuidad y falsa valentía de la que gozaba la juventud.

Pasó por la puerta sin advertir a los empleados que cuidaban de la entrada, era imposible que alguien de su estirpe levantara alguna sospecha. Al instante de haber ingresado, lo inundó un calor casi agobiante que hizo que se desprendiera con rapidez de su sobretodo. Buscó con la mirada entre la muchedumbre alocada y gritona. Se estaba televisando un partido de fútbol; los cuartos de finales del mundial, y muchos de los clientes estaban absortos en él. Muchos de ellos turistas, usando las camisetas de sus respectivos países. Odiaba a los extranjeros, tan petulantes y pretenciosos, le daban la impresión de querer presumir algo.

De fondo sonaba una canción del álbum “AM”, no supo cual, pero identificó la voz de Alex Turner al instante. Suponía que ese era el disco en reproducción porque es el más popular, pero él prefería “Whatever People Say I Am, That's What I'm No”. La música se mezclaba con el ambiente de jarana y regocijo, y no pudo terminar de reconocer el tema. Había muchísima gente de pie y eso no le facilitaba el encuentro con su grupo de amigos, por lo que tuvo que caminar desorientado para hallarlos.

Una mesera casi le tira encima dos jarras de cerveza que pudo eludir echándose hacia atrás, esquivó a un hombre que lanzaba dardos contra la pared a una distancia considerable (extranjero, pensó), y lo empujaron dos ebrios cuando comenzaron a gritarse por lo que uno había dicho del partido que estaban mirando. Mientras lanzaba insultos hacia ese bar y cada persona que había allí, escuchó que le llamaban varias voces a la vez.

Guío su vista hacia el lugar de donde provenían los gritos y divisó, en una mesa pegada a la ventana, a todo su grupo. Se acercó, intentado que no suceda ningún accidente, y dio con ellos de una vez por todas.

- ¡Al fin, hombre! – Dijo Adrien, alzando la voz, uno de sus amigos. – Pensamos que te había sucedido algo. –

-Bueno…Casi – Siguió Fausto, a modo de broma.

-Díganme…- Les habló Matthew mientras tomaba asiento. - ¿Por qué estamos en este antro de cuarta? ¿No había un lugar mejor? –

-Yo te dije que él no estaría de acuerdo con esto. – Le susurró Brian a Quentin, quien estaba a su lado. – Me debes cinco euros. –

- ¿Y si lo saben por qué escogen estas tabernas de mala muerte? –

- ¡Oye! – Adrien levantaba las palmas de las manos, como declarándose inocente. - ¡Que fue idea de tu hermana, arréglatelas con ella! –

- ¿Y dónde está entonces? –

-Hermano…- Adrien se dirigió a él con voz suave, conciliadora. – Han sido demasiadas preguntas en cinco segundos. Bebe algo y relájate. Ya que estas aquí…- Llamó a una camarera con un movimiento de manos.

- Tráenos tres botellas de su mejor cerveza rubia. –

-Negra. – Le corrigió, Matthew.

-Bueno, eso, dos rubias y una negra. – Le guiñó un ojo a la empleada. – O la que más te guste a ti…-

-Prefiero colorada. – Le dijo ella, sin prestarle mucha atención. – Pero no parece mucho su estilo…-

-No creas, yo me adapto a lo que sea. – Sonrió de forma coqueta, sin quitarle la mirada de encima. – Siempre y cuando me guste lo que me dan. –

La muchacha se retiró en silencio y el grupo estalló en carcajadas por el intento en vano de Adrien. Matthew no pudo evitar notar que, sobre la mesa de madera, a conjunto con un cenicero limpio y celulares de último modelo, había algunas botellas de alcohol vacías. Sus voces y movimientos indicaban que estaban un poco ebrios, y que cada segundo que habían pasado en aquel lugar sus amigos lo utilizaron para emborracharse como no podían hacerlo durante la semana.

- ¿Dónde está mi hermana? –

-No lo sé, Matt. Estuvo con nosotros hace rato y luego desapareció diciendo no sé qué de una amiga y Gales…-

Matthew frunció el ceño ante ese testimonio tan vago. Pero le resultó creíble ya que, al fin y al cabo, estaban hablando de Angelique. Levantó la mirada y la buscó entre la muchedumbre, pero encontrarla era casi imposible. A su alrededor, sus amigos hablaban sobre el trabajo y alguna que otra cuestión banal que poco le importaba. Si él había ido hasta ese antro miserable era para ver a su hermana y ella, a pesar de haber organizado una reunión, no se dignaba a aparecer. Se regañó a si mismo por haber esperado una actitud responsable de esa mujer (o niña inmadura, como le decía él).

Un gritó ensordecedor lo sacó de sus pensamientos. Casi todas las personas de ese bar se habían alzado y vociferado “¡Goool!” hasta dañarse la garganta. Entre abrazos y saltos cómplices pudo divisar una cabellera rubia moverse de lado a lado mientras festejaba con otras personas. Podría reconocer esa figura a kilómetros de distancia, como si fuera un radar; Angelique.

- ¡Eeeh, goool! – Celebró Fausto, segundos después de que hubiera terminado el griterío.

- ¡Golazo, tío! ¡Fue un golazo! – Angelique apareció tambaleándose y se apoyó bruscamente sobre la mesa.

- ¡Eh, mira quien ha venido, Matt! –

El susodicho no podía quitarle la mirada de encima a su hermana menor. El aroma a alcohol que salía de su boca e inundaba a todos en la mesa le estaba poniendo demasiado nervioso.

- ¡Hermanito! – Angelique lo abrazó con fuerza. - ¡Mi lindo hermanito! ¿Has venido a divertirte? Digo, porque eres tan ceñudo que ni yo me creo que estés aquí. –

Matthew la apartó bruscamente. – No, Angelique. Vine a ver cómo te emborrachas. –

- ¡Pues entonces no te quedes mirando! – Cogió una de las botellas que la camarera estaba dejando en la mesa.

- ¡Esta cerrada, Ange! – Dijo Adrien mientras reía.

- ¡Pff, ni problema! – Ella sostuvo la bebida y colocó la tapa en su boca. Luego de algunos movimientos extraños consiguió destaparla con los dientes, tirando el tapón hacia un costado.

Los cinco hombres vitorearon enloquecidos mientras se sorprendían y la alagaban por esa aptitud. Mientras que, a su lado, Matthew se había quedado inmóvil; su hermana actuaba como un borracho atrevido. De Angelique había visto muchas cosas que le llamaron la atención, pero la forma de la que estaba actuando ahora le hacía sentirse responsable por ella. No podía portarse de aquel modo sin hacerlo sentir culpable de su indigencia. Como si no hubiera tenido educación y modales, como si no fuera una mujer de su clase.

-Y también la puedo descorchar con…-

- ¡Debes enseñarme como hacer eso! – Le gritó Fausto. - ¡Una vez lo intenté y casi se me cae un colmillo! –

Angelique dio un trago hondo a la bebida, se limpió la boca con el dorso de la mano y pasó la botella hacia el grupo que yacía sentado y alborotado. - ¡Me ha enseñado la latina, mi mejor amiga! –

- ¿La latina? ¿Quién es la latina? –

- ¡La latina es una que está sentada por allá! – Señaló a ningún lugar en especial y siguió hablando – La conocí hace dos semanas en Paris y ahora somos hermanas. Más hermanas que mi hermano y yo. –

Matthew encarnó una ceja y prestó atención a lo que ella decía; Angelique había partido hacia Paris hace algunas semanas, bajo la excusa de eludir un poco la tragedia que había montado su familia. Él no había estado de acuerdo con su decisión de huir, pero la había entendido. Aunque en ese momento, sentado en una taberna mugrienta y viendo como su pequeña hermana destapaba cerveza con los dientes y se comportaba como un marinero, no se podía sentir más arrepentido.

- ¡Pues trae a la latina! – Le pidió Quentin. - ¡Que nos enseñe ese truquito! –

-No creo que quiera venir, quizá en el entre...entre tiempo. – Amenazó con caer hacia atrás y soltó un bufido que delataba que estaba replanteándose la idea. - ¡Qué más da! –

- ¡Ehhhh! – Angelique se giró y alzó la voz de tal manera que varias personas se giraron a su llamado. - ¡Catalina! ¡Catalina, tú la que estas de espaldas! –

Allí, sentada en la barra de aquella cervecería llena de turistas y ebrios desacatados, con un Jägermeister en la mano y observando el partido de fútbol como si nada hubiera a su alrededor. De espaldas a todo, absolutamente concentrada en lo suyo, había perdido a su amiga cuando ella dijo que vio a su grupo y que iría a saludarlos. El barman le advirtió que había alguien apuntándole y gritándole a ella, se giró a corroborarlo; Angelique la estaba señalando mientras gritaba su nombre como si no hubiera mañana, acompañada de varios hombres.

Se levantó de mala gana y decidió acercarse.

June 18, 2020, 12:20 a.m. 0 Report Embed Follow story
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