u15328295781532829578 Andrés Reyes Cifuentes

Cinco Personas se reúnen en un sueño para llevar a cabo un plan; el asesinato de un hombre. Sin embargo las cosas no les será fácil ya que desconocen por completo el lugar, el espacio y sobre todo la realidad en la que están.


Drama For over 18 only. © Andres L. Reyes

#sueños #fantasia #terror
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Capítulo 1

Aquella tarde soleada en la que los rayos de sol quemaban la piel de los transeúntes, Edwin caminaba con prisa tratando de llegar a tiempo a la entrevista programada para ese día a las dos de la tarde. Llevaba unos pantalones de dril color negro, un blazer de mismo color, y unos mocasines azules. Consigo sujetaba una carpeta azul plastificada, dentro; su hoja de vida que se había arrugado con el trajín del autobús en el que acababa de bajarse. Ese día parecía ser como cualquier otro, había asistido a más de treinta y siete entrevistas y en ninguna de ellas consiguió marcar la diferencia, es más, todas terminaban en el mismo punto "No nos llame, nosotros lo llamamos".

Esa tarde de 1993 su vida cambiaría, y quizás era el empleo o posiblemente las ganas de sobrevivir en aquella intensa marea, entre la depresión y el poco rigor que llevaba hacia la vida, como sea su destino estaba en la fila de volverse interesante y a cruzarse en los caminos que jamás oso pensar. Los semáforos lo retenían en cada esquina, eso era algo que lo exasperaba, pues siendo la una con cuarenta y cinco minutos, aun le faltaban más de diez cuadras para llegar al edificio donde había sido citado. Pero mientras esperaba el cambio de color, repasaba; una y otra vez en su mente, practicaba la entrevista, desde su llegada a la oficina, el saludo, las preguntas y la despedida, era un gran calculador, la noche anterior también ensayo un poco en su habitación, lo hizo también en el autobús y luego lo repaso en el camino. Cuando finalmente llego a la oficina, los nervios se apoderaron de sí mismo; era como si de repente estuviera frente a lo desconocido. "Vamos, ya he estado en muchas entrevistas iguales, que es lo peor que puede pasar..." se dijo en la mente para tranquilizarse. Con angustia y sudando en sus manos, entro por la puerta principal.

En todo el frente, se encontraba la recepción, en ella solamente estaba una mujer baja de lentes grandes y cabello pelirrojo, que digitaba en una máquina de escribir con tal fuerza que se escuchaba en todo el pasillo principal, ese tecleo rápido y desgastante.

: - ¿Le puedo ayudar en algo?

Preguntó la mujer sin hacer contacto visual con él.

Edwin entonces habló en un casi murmullo

:- ¿A qué...?

: - Perdón no le escuche...Hable más duro por favor.

Edwin entono más su voz y repitió

: - Vengo a una entrevista de trabajo

: - Ah, ¿cómo es su nombre completo?

: - Edwin González Atarraga

: - Bien, espere en la sala, ya lo llaman...

Edwin regreso por el pasillo y tomo asiento, luego inició un repaso breve en su cabeza, nuevamente ensayaba la entrevista, tomaba la carpeta con fuerza y la estrujaba, se le notaban los nervios.

En menos de quince minutos la mujer de la recepción le llamo por el nombre, Edwin se acercó.

:-Listo, suba las escaleras, el elevador está dañado, así que debe hacerlo por las escaleras, bueno, en fin...suba al tercer piso, en la oficina 301, allá le atenderán.

Indico la mujer.

Edwin asintió con la cabeza y subió por las escaleras, mientras lo hacía observaba el edificio, en realidad era un sueño trabajar allí, por un instante divago y se imaginó en aquellas oficinas, caminando de un lado a otro, portando su carnet, hablando con sus hipotéticos compañeros, recibiendo su primera paga...bueno, pero quien no ha soñado por segundo eso cuando asiste a una entrevista, mirar el entorno y sucumbir ante el encanto de quedarse a trabajar allí. En efecto eso le sucedía a nuestro protagonista, quien llegaba al tercer piso listo para recibir una buena o mala noticia.

Cuando entro, se encontró con un pasillo, estaba lleno de personas que al igual que él; esperaban y asistían a la entrevista. Contó por encima casi unos dieciocho aspirantes al mismo cargo que él aspiraba y entonces como por arte de magia, dejó de lado el optimismo, y se entregó a la desilusión. "Con tres o cuatro, podía tener esperanza, con diez había competencia...pero son dieciocho y aún falta gente por llegar... esto ya es un reto imposible". Pensó.

Al cabo de una hora empezaron a llamar por orden de llegada, cada aspirante pasaba a la sala y se demoraba unos trece o catorce minutos y luego salían, algunos se demoraban entre veinte y treinta minutos, y otros solo entraban y salían en menos de cinco minutos. Esto desconcertó a Edwin, ¿Acaso? Quienes demoraban más... ¿era porque serían escogidos o tenían chance? O quizás era al revés ¿Quiénes se demoraban menos era a quienes les veían más lo posibilidad y habían respondido las preguntas en el menor tiempo? Tarde o temprano lo descubriría, por ahora solo tomaba aire y se relajaba.

A eso de las tres y cincuenta y dos minutos, Edwin fue llamado desde la oficina, camino con agilidad y entró. Adentro, la oficina se conformaba con pequeños cubículos azules uno tras de otro y en cada cubículo había una persona, respondiendo llamadas, escribiendo algunas cartas o vacilando un poco, lo cierto era que justo antes de entrar a la oficina donde yacía la psicóloga, una mujer lo hizo esperar. Edwin espero pacientemente, mientras tanto se distraía con los rostros de quienes trabajaban allí, eran felices, estaban acostumbrados al trabajo, y quiso por un instante quedarse...pero su desvió de la realidad fue interrumpido.

: - Señor Edwin...Lo sentimos, el cargo ya fue ocupado.

: - Gracias por su participación, estaremos en contacto por si necesitamos otra vacante.

Adentro de Edwin algo se quebró, como el sonido de un vidrio rompiéndose, algo se desquebrajo y todo cayó al piso; por fuera Edwin disimulaba su fracaso con una sonrisilla tímida y tonta y un apretón de manos.

: - Gracias por la oportunidad...

Solamente dijo eso con un semblante de elocuencia falsa.

Luego salió de la oficina arrastrando los pies, y con las ganas de salir a romperlo todo. Entre su camino por el edificio, respiraba con más fuerza, y se admitía a si mismo que podía llorar en cualquier momento. "¡Mierda!" era lo único que pensaba, al salir del edificio, caminó tres cuadras más arriba, mientras buscaba entender que sucedía con su suerte; ¿tan débil era? o ¿tan fuerte? Como para soportar el peso de las desgracias que siempre traía bajo su cruel y satánica sombra, tomo la carpeta con sus dos manos, la estrujo con tal fuerza que quedó hecha añicos y luego con una ira indescriptible la lanzó a un bote de basura y mientras miraba el bote lloro como un niño pequeño.

Nada le habia salido bien, todo se le cruzaba siempre con aquella resistencia a que todo marchara a un ritmo positivo, estaba condenado al desastre, no entendía porque la vida puede ser tan injusta a veces, y allí en ese parque veía a todas las personas tan felices, con sonrisas en sus rostros, y él sin poder pertenecer a aquel cuadro. Se encorvó y camino como un fantasma desorientado por las calles. Pronto se hecho sobre una banca y disimulando su tragedia desamarraba su corbata, y entonces le profirió un discurso a Dios. "¿Qué puedo esperar ahora?, ¿la muerte? ¿Quien es injusto en este maldito mundo? Tú y toda tu pompa dorada y divina, nadie puede nunca corregir tus putas equivocaciones, pues te diré algo, la vida sin ti esta mejor, si... ¡lárgate!, No haces nada para remediarlo, no haces nada para justificarlo, crees que tienes el control...hace rato perdiste el control...recompensas tu control con el miedo, con la degradación... ¿Cómo es posible que puedas sufrir? Decidiste hacerlo por consecuencia de tus actos ¿a dónde está tu sagrada palabra?, ¿se despareció con el tiempo? Disfrazas la miseria con el pecado y te lavas en medio de la sangre de quienes adoran tu divina y exacta presencia... no tienes nada calculado, solo calculas odiar, odiarte a ti mismo con el vacío, si acaso tuvieras el poder de decirme cuantas veces he pronunciado tu nombre en mis plegarias...¡Oh! He rezado como no te imaginas, he pedido por todo, he agradecido, te he puesto en pedestales imaginarios y ahora tú te burlas de las circunstancias...Nadie teme por sus actos, ni siquiera tu que te interpones entre la verdad y la oscuridad... ¡VETE A LA MIERDA!"

Y a Dios parecía tampoco importarle lo que Edwin decía en aquel momento. Pero lo cierto era que ese día; 16 de junio de 1993 su vida cambiaría para siempre.

June 17, 2020, 1:21 a.m. 0 Report Embed Follow story
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