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Una pequeña chispa

Imperceptible. Una diminuta chispa. Aparece como del vacío. Sobrevuela, como en reconocimiento. ´

En el punto exacto, a la hora indicada y en el lugar correcto, se posa.

Y explota.

“A veces lo más pequeño puede ser lo más dañino”, pensé. Pero estaba errada.

Lo externo, que no controlamos, no tiene poder para modificar un mundo. No estallan ciudades.

Así como la chispa no explotó por sí y no destruyó nada.

Los inflamables éramos nosotros. La chispa solo fue ese externo incontrolable.

Sin nuestra entera disposición a estallar, jamás hubiésemos explotado.

Si no hubiéramos dejado al descubierto todo el amoníaco que nos veía de adentro, como a chorros, la chispa no hubiese tenido efecto alguno.

Sin embargo, ¡Qué chispa tan cruel! ¡Qué oportuna! Como atraída por lo que sabía entraría en colación, ahí cayó.

Los daños son inmensurables, y hasta los colaterales son inmensos.

Es un estallido que esparce, escupe, cual volcán en erupción, pedazos de todo lo que éramos.

La vida y la risa, pues sí claro. Pero sobretodo, el odio, el resentimiento, el rencor, los celos, la envidia. Y también la soledad, el abandono, la decepción.

El enchastre, como cuando uno enciende la licuadora sin tapa. No escatima, no discrimina.

Son manchas difíciles de limpiar, pareciera que siempre queda un rastro imposible de borrar.

Se nos gastan la piel, las uñas y las manos en un frenesí de ansiedad, medio histérico, por querer desaparecer esas manchas para siempre.

La idea de absoluta limpieza. Lo estático, lo utópico, en una errada palabra de perfección.

Inexistente. Estamos hechos de manchas, rastros, restos, que jamás se borrarán, que luchar por su extinción es luchar contra uno mismo y matarse.

Esas manchas son reales y no van a irse.

Desgarrarse en un intento inútil de olvidar, vaciar, desangrarse por un “antes” que no existe “hoy”, o en una visión o sueño que no existen en nuestra realidad parece no tiene sentido.

Y aún así, cuerpos hundidos en lava, unos despedazándose a los otros, en ese mar de manchas, tratando de expiarse, ahogándose unos a otros y todos juntos. Hasta morir.