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Un crucigramista divorciado aloja en su casa a un vagabundo ciego, quien fue amigo de su infancia. Durante su estancia, comienzan a desentrañar poco a poco los nudos que dejaron pendientes en su pasado, invadidos de tanto resentimiento como amor. Una historia donde la violencia y el maltrato es vista desde la perspectiva de quien la ejerce. ° Violencia ° Drama ° Temas delicados ° Adultos +25 ° Explícito °


Drama Nur für über 21-Jährige (Erwachsene).

#drama #violencia #violenciadoméstica #abuso #gay #boyslove #lgbt
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DE MARAVILLA

Desde mi divorcio pasaba el doble de tiempo en mi trabajo. Algunas personas atenúan sus depresiones acondicionándose en un gimnasio, viajando, enamorándose de nuevo o haciendo cosas que antes no se atrevieron, pero yo prefería quedarme en mi trabajo hasta que cayera la noche, salía del edificio únicamente para fumar, ver los automóviles pasar sobre el río de asfalto, oír alguna canción de un músico ciego que cantaba a cambio de limosna y luego volver a encerrarme.


Yo tenía veinticinco años, solían decirme que era bastante joven, pero me sentía envejecido y desanimado, el divorcio me desgastó mentalmente, supe que tuve la culpa del triste desenlace, fui un celoso enfermizo cuyo delirio de engaños terminó por fastidiar a mi esposa y un día se fue. Cuando una mujer se ha decidido no mira atrás.


Entonces, cuando yo salía a fumar -porque estaba prohibido dentro del edificio- cerraba los ojos pensando en Rachel, oía la música de la guitarra, suspiraba, apagaba el cigarro y le botaba un par de monedas en el estuche al artista callejero antes de volver a encerrarme en mi oficina.


Nunca reparé en lo que me rodeaba, pese a que salía a fumar dos o tres veces todos los días, no hubiera diferenciado los automóviles estacionados, al cantante pidiendo limosna o al perro pardo echado junto al estuche de guitarra; yo estaba tan ensimismado que no me fijaba en detalles.


Y una vez al mediodía, me quedé en la banqueta a fumar como siempre y oí que el vagabundo entonaba una canción muy conmovedora para mí, la recordaba con cariño porque solía cantársela a mi esposa, incluso la bailamos en nuestra boda; me acerqué sonriendo y me reflejé en los lentes oscuros del artista: «Vamos a una fiesta / y todo el mundo se gira para ver / a esta preciosa dama que viene conmigo. / Y entonces ella me pregunta, “¿Te sientes bien?”. / Y yo le digo: “Sí, esta noche me siento de maravilla”. / Me siento de maravilla porque veo / la luz del amor en tus ojos, / y lo maravilloso de eso / es que ni siquiera te das cuenta / de lo mucho que te amo».*


Sonreí sosteniendo el cigarrillo y añorando a Rachel, extraje de mi bolsillo un poco más de las monedas habituales para dejarlas caer en el estuche, fue hasta entonces que noté la juventud del artista y atendí también la guitarra, que me pareció demasiado costosa.


—Qué linda canción de hoy —agradecí, era la primera vez que le hablaba y al observar de cerca el cuerpo de la guitarra, hallé una inscripción familiar— ¿Qué carajo...? ¿Tú...? —Me enderecé, perplejo— ¿Bicho? —pregunté; el artista levantó la cara.


—¿Quién es? ¿Cómo sabes mi nombre?


—¡Soy Abraham!, ¿me recuerdas, Bicho? —inquirí, me acuclillé frente al músico, quien movió la cabeza.


—¿Abraham? No conozco a ningún Abraham.


—¡Vaya que sí! Yo te obsequié esa guitarra, Bicho, cuando vivíamos en Apalaches, ¡seguro eres tú! —El artista se negó, dejó por un lado la guitarra y comenzó a echar las monedas del estuche a sus bolsillos— ¡No puedo creerlo! Te he visto aquí por meses y no te reconocí. —El joven guardó la guitarra y levantó la franela sobre la que estaba sentado.


—No sé quién eres ni de qué hablas. —El vago le colocó una correa vieja al perro, que se sacudió varias veces. Sé que no me equivocaba, pude reconocer sus facciones trianguladas detrás de las gafas oscuras aun si estaba muy sucio, por eso la actitud de él me molestó.


—Si no sabes quién soy, ¡entonces regrésame la guitarra! Se la obsequié a mi mejor amigo cuando éramos chicos. —Cuando intenté arrebatarle el estuche, el perro comenzó a ladrarme.


—¡Oye, bastardo! —gritó el músico, aferrándose con ambas manos al instrumento— ¡Es mía! ¡Fue un regalo de mi amigo! —Terminé por jalar el estuche y el vago cayó de rodillas, sus lentes oscuros se deslizaron en el suelo y a tientas intentaba hallarlos.


—Bicho, ¿en serio no me recuerdas? —insistí entristecido. Entonces vi las sirenas de una patrulla que se estacionó en la acera y el uniformado bajó rápido para alcanzarme.


—¡Ah, oficial! —Coloqué el estuche en el suelo para explicarme.


—¿Todo bien, caballero? —Me preguntó sin verme siquiera. El vagabundo encontró los lentes y se los colocó de nuevo.


—Sí, solo que-... —El policía me interrumpió y se adelantó hasta el ciego.


—Largo de aquí, muchacho, ¡te lo he dicho varias veces! ¿Quieres que te arreste? —El músico se incorporó, tomó la correa del perro y la franela.


—¡Lo siento! —lamentó y apuró el paso en otra dirección. Yo me quedé con la guitarra por un lado.


—Cuando usted mire a ese pordiosero por aquí —me indicó con amabilidad— sólo llame a emergencia, vendré de inmediato, caballero —Me tendió la mano y yo correspondí—. ¿Está bien?


—Sí, gracias, oficial.


Murmuré abstraído y alcancé el estuche de la guitarra antes de entrar a la editorial.


Por un momento dudé de mis propias memorias, quizá confundí al ciego con aquella persona que conocí cuando era adolescente. Por confirmar mi suposición abrí el estuche y revisé la inscripción de la guitarra que decía: «La música es solo amor buscando palabras. Te amo. Abraham».**


«Definitivamente es Bicho», pensé, «Debo hallarlo». Cerré el estuche, me eché las llaves al bolsillo y salí del edificio en busca del vagabundo ciego.


°*°*°*°

Notas

* La canción es "Wonderful Tonight" de Eric Clapton (1977).

**Frase atribuida a Lawrence Durrell.

7. Mai 2020 21:00 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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