R
Ricardo Laredo


Un cuentito para cada día de cuarentena. Le esconderemos al invisible virus que nos asecha instantes de distracción. Así esperaremos pacientes su extinción.


Kurzgeschichten Nicht für Kinder unter 13 Jahren.

#coronavirus #cuentoscortos #quedateencasa #cuarentena
Kurzgeschichte
1
4.5k ABRUFE
Abgeschlossen
Lesezeit
AA Teilen

Segundo día 24 de marzo 2020-Tal vez cambie

Desde la otra noche está medio raro, ocurrieron cosas que se veían venir hace mucho tiempo. Resulta que los Quiroga nos invitaron a su aniversario de matrimonio, festejaban sus bodas de plata como “ le habían sabido decir” a los veinticinco años después de casarse legalmente.

Él, mi marido, refunfuñó toda la tarde, diciendo que su amigo no debería gastar su plata en huevadas teniendo en cuenta cuánto odia a su mujer y que como todos saben, durante esos años le ha hecho ver la vida a cuadritos. Sin embargo se duchó, lustró sus zapatos y se puso su traje negro, el de los acontecimientos especiales, se peinó delicadamente con un gel importado para evitar la caída del cabello y con una mirada me previno que no quería tardanzas, yo que lo conozco enojado, me puse el vestido de fiesta rosado que él escogió para mí el año pasado,cuando fuimos a la boutique, me saqué rápidamente los ruleros, puse sombras en los ojos, cremita al cuello y las manos, pinté mis labios con un rouge rojo que compré en La Cancha, porque estaban baratos, luego me miré en el espejo y vi satisfecha a otra persona en mí lugar, me encontraba bonita, delgada y joven todavía, pese a la sacrificada vida que llevaba.

Para salir revisé las llaves de la casa en mi carterita ya que mi olvido la anterior semana fue motivo de un tremendo lío, no quiero recordar lo furioso que se puso ni lo que me hizo esa noche, lloré todo el domingo, pero en fin, así nomás es él, pensé al salir y cerrar la puerta. Por un momento me imaginé cumplir mis bodas de plata rodeada de mis familiares, deseo que se disipó al mirarlo de reojo.

Llegamos a la fiesta y el por delante, hecho al desenvuelto, felicitó sonriente a los anfitriones y a varias personas más, sin presentarme, como siempre. Yo noté la mirada fija de algunas mujeres de la fiesta junto con la paralela y disimulada inspección malsana de sus maridos, no miré a nadie porque sabía que una vez borrachos estos tipos son peligrosos

Comenzó el baile, bailaron primero los emperifollados novios bajo conminatoria del disyóquey del conjunto, tipejo que se gastaba la voz más antipática que he oído en mi vida. Me senté entre dos enormes señoras de edad para evitarme líos y con un gesto amable saludé a ambos lados para quedarme quieta como un palo, pensando divertirme con solo observar ya que estaba segura que era imposible que mi sonriente marido se acordara de mí. Lo vi paradorcito como es , en medio de varios tipos más altos que él, tomándose unos tragos y por un momento sentí miedo. En eso estaba cuando escuché frente a mí al Coronel Pereira solicitándome cortésmente una “piecita”, motivado estoy segura por una orden - codazo de su mujer, la que no quería lucir su gordura en la pista de baile, acepté casi instintivamente para no hacerles un desaire. El Coronel resultó buen bailarín, alguien me contó que en el Colegio Militar los obligan a aprender eso junto con el oscuro oficio de las armas. Terminó la pieza y él volvió a su puesto secándose la frente con un pañuelo blanco bajo la mirada orgullosa de su consorte. Solo en ese momento vi de reojo que mi maridito se había dado la vuelta a mirar si yo existía.

Me dirigí a la cocina con la intención de pedir un refresco ya que los mozos solo servían tragos fuertes y la encontré vacía, de pronto se abrió la puerta con violencia y vi entrar al José, mi marido, furibundo insultándome y acusandome de coquetear con todos, propinándome de pronto un sonoro sopapo que me dejó sabor a sangre.

No sé de cómo, ni me lo explico ahora, vi entre mis dedos y las lágrimas que me cubrían la cara a las dos señoronas dentro del cuarto sosteniéndole las dos manos y a él tratando de escapar de semejantes manillas, una de ellas me ordenó pegarle fuerte con un cucharón de palo en la punta de los dedos, entregándome el que ya tenía en la mano izquierda. - A estos pegadorcitos solo los cura el cucharón de palo en las manos, dale con fuerza hija, me dijo, mientras sacudía con una fortaleza sorprendente al desesperado prisionero.

Demás está saber que me pasó, le di fuerte y varias veces, creo que me enloquecí sin escuchar sus alaridos. Cuando lo soltaron de un brinco atravesó la puerta y no paró hasta la calle donde se puso a insultar, - patoteras, cobardes, abusivas, vengan una a una las desafío a pelear, me las van a pagar y otros gritos llenos de palabrotas. Regresamos calladas al salón y a nuestros puestos, miramos tranquilas la fiesta entera, nos despedimos cortésmente, tome un taxi para regresar y me di cuenta que mi marido ya se había acostado sobre nuestra cama y dormía o se hacía el dormido, totalmente envuelto y quieto en una frazada ploma.- Ojala cambie.

24. März 2020 22:52 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
0
Das Ende

Über den Autor

Kommentiere etwas

Post!
Bisher keine Kommentare. Sei der Erste, der etwas sagt!
~