Abrimos las puertas negras,
esperamos la entrada del carruaje,
pero el conductor se despistó
y el carruaje lo aplastó,
pasando a ser un acordeón.
Las quejas se pronunciaron,
los reclamos cantaron.
Sus vecinos escucharon,
la audiencia se ha juntado.
Abrieron las bocas,
grandes y secas,
salidos de un desierto,
cuando una chica vino volando
en descontrol, con su bicicleta azul.
Un crac se escuchó por el barrio,
una caída se produjo al instante,
una rueda gira y gira,
gira y gira,
gira y gira,
y en un solo movimiento,
la chica se levantó,
sin saber con qué se estampó.
Aterrizó a los choques,
casi como un pajaro azul,
escapando de su atacante,
de sus enormes colmillos,
afilados como cuchillos.
Solo un paso doy,
solo un pie muevo,
escucho el rugido de una moto
y mi cuerpo se congela de nuevo.
El motociclista se para,
el casco lo tira a la calle,
veo los largos pelos canosos,
que me recuerdan a los lobos,
mostrando sus colmillos blanquecinos
con sus ojos asesinos.
Sus pelajes aparecen,
sus papeles lo aprenden.
Lobo y pájaro se transforman,
y relegada quedo de la escena.
El lobo se acerca feroz a su presa
y la muerde con sus colmillos,
salpicando la sangre en la pared
como pintura recién fresca.
El pájaro azul no logra gritar,
no logra gritar “Ayuda”,
solo lanza un largo piar,
un largo alarido,
doloroso y lleno de miedo.
Presa y depredador,
depredador y presa.
Cazador y presa,
presa y cazador.
Lobo y pájaro,
pájaro y lobo.
Animales son,
animales siempre serán.
Presa y depredador,
depredador y presa.
Cazador y presa,
presa y cazador.
Víctima y asesino,
asesino y víctima,
son los papeles que tocaron
y nunca debieron interpretar.
La escena se distorsiona,
los ojos se me aclaran,
no es un documental sobre un animal,
es un asesinato cometido por un animal.
Grito un “No”,
grito un “Alto”,
grito un “Detente”,
grito, grito, grito.
Corro hacia el animal,
al monstruo con navaja,
que apuñala a la chica,
sin piedad por mi suplica.
Agarro al animal,
trato de frenar la monstruosidad,
que tengo frente a mis ojos
llorosos de tanta inhumanidad.
Desenfrenado de poder,
enfrascado de locura,
un monstruo trato de detener,
una chica intento salvar.
La chica al suelo se desploma
como una arrancada pluma,
su boca forma un agujero,
que no logra producir un eco.
Sus ojos negros me miran,
negros y redondos,
me observan
para siempre apagados.
Sigo gritando,
sigo pegando,
sabiendo que la chica
nunca más volverá.
Sigo gritando,
sigo pegando,
sabiendo que la muerte
se la ha llevado.
Cierro los ojos,
abro los ojos.
Cierro los ojos,
abro los ojos.
Despierto en la oscuridad,
inhalando aire,
exhalando aire,
aliviada con la realidad.
Con el corazón en su lugar,
intento volver a dormir,
pero los minutos pasan
y no logro volver a soñar.
No por la imagen del monstruo,
mi grito desgarrado,
el cuchillo ensangrentado,
o el asesinato cometido.
Son los ojos negros,
de la chica de la bicicleta,
grabados en mi conciencia,
dibujados sin tinta.
Esos mismos ojos negros
iguales a un pájaro azul,
entonando su canto invernal,
sin darse cuenta alguna
que sería su canto final.
Vielen Dank für das Lesen!
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