EN EL SENO DEL PADRE
1. A las altas instancias
2. Como arroyo nemoroso
3. El cuerpo que habité
4. ¡Verdad, luche con ilusión ... !
5. Hijos de Caín
6. El perdón
7. Sweet María Jo
8. Retornad al polvo
9. Divinal y profano.
10. En el valle de Josafat
11. Vuelve Señor
12. Bythos
EN EL SENO DEL PADRE
I
A LAS ALTAS INSTANCIAS
A las altas estancias
donde duermen los sueños;
a las lúgubres noches
que desvelan mis horas.
Al ominoso abismo
donde mi alma mora,
al ardiente desierto
donde tu voz me llama,
a las sonoras fuentes
donde brota agua viva.
A los gélidos páramos
donde habita el olvido,
a los dulces recuerdos
que el invierno marchita,
a los sonrosados cielos
que anuncian la aurora,
a la luz mortecina
que precede a tu ocaso.
Deciros, sin palabras, quiero
que por pura esperanza espero,
que de tanto esperar, yo muero
de dulce muerte seductora,
que mi espíritu arrebata,
con una sonrisa de plata.
De muerte piadosa y agraz
insobornable y pura,
humilde con los humillados,
con los poderosos altiva,
que de esta prisión me libera,
dando fin al sufrimiento.
Amarga lágrima,
filial abrazo,
perdón sin juicio,
feliz reencuentro,
que acoja mi frágil vida
en lo profundo de tu seno.
II
COMO ARROYO NEMOROSO
Como arroyo nemoroso,
que se despeña desde las bravías fuentes,
y discurre raudo por un sotobosque
de prados y umbrías,
alimentando los cauces que se funden
con el undoso e inmenso piélago,
así mi vida se vierte en la tuya
que, rebosante de amor,
embebe los desiertos,
sedientos páramos de mi existencia,
dónde las flores ha tiempo que no brotan,
ni los pájaros se detienen
para alegrar con sus trinos,
las horas oscuras.
Voy hacia ti,
con el alma henchida
por el miedo y las dudas,
cual luciérnaga en la oscuridad,
sedienta mi boca
del néctar y la ambrosía,
luz indefectible, que señala mis pasos,
y , en la sombra, me guía.
Más, sobre las blancas,
veladas tumbas de mis ojos,
se ciernen oscuros presagios,
como atormentadas moscas,
torbellinos de angustia,
miríadas de estorninos,
pájaros de mal agüero,
que, en las edades últimas,
agitan mis sueños.
Negros augurios del alma mediumnica
de los rapsodas,
profetas y paragnostas,
bardos y aedos,
de tu revelación, sutiles instrumentos.
Masas acéfalas agitan sus brazos,
desprovistas de luz y sentido,
rebelión espantosa, cólera colectiva,
preludio de los males que se avecinan,
que sembrarán la tierra de cenizas,
hecatombes de inocentes,
que subirán, con el humo de las ofrendas,
a tu insondable seno.
III
EL CUERPO QUE HABITÉ
Al cuerpo que habité,
mi morada temporal,
le debo todo.
A su través, pude percibir tu luz
inundando el mundo;
tu voz y tu eco
prolongándose en mí,
por la Palabra,
que fue tuya e hice mía,
para poner nombres concretos al amor,
a los seres que me otorgaste
como don, mi pequeña grey,
a la que nunca abandonaré.
El cuerpo que habité
en el mundo terreno,
estaba lleno de energía y de vida,
que se fue consumiendo
con los trabajos y los días,
pero la llama que lo alumbró,
sigue dando luz y calor
en esta otra orilla,
donde, plácidamente,
espero reencuentros,
abrazos y caricias.
Yo, ya estoy a salvo,
nada puede herirme,
nada causarme dolor,
estoy con los míos,
espero a los que aún me faltan.
El tiempo no cuenta,
un eón es un soplo,
mil vidas, una tarde de domingo.
IV
VERDAD, LUCHE CON ILUSIÓN!
(Alétheia)
" Quien madrugue para buscarla no se fatigará, pues la encontrará sentada a sus puertas …” (Sab 6,14)
¡Verdad, luché con ilusión por alcanzarte!
puse el tiempo, el deseo, la voluntad ...
te tendí toda clase de añagazas,
fingí amarte, vano pretexto de mi codicia.
Te busqué en lo excelso, lo virtuoso, lo sublime del hombre,
y descendí, para poseerte,
hasta los abismos del Impuro,
bebiendo de la amarga copa de la desesperación y el miedo,
hallándote, al fin, sentada ante tus puertas, desnuda, al amanecer.
Viniste a mí de la mano de un galileo:
-Soy el Resucitado ¿Me crees? dijo ...
yo le escuché por curiosidad,
en un momento de debilidad y extravío,
cuando más lejos de mi estabas,
despechado por tu silencio,
amargado por tu ausencia.
De sus sencillas palabras,
fuiste brotando como fuente inagotable:
vida, esencia, autenticidad,
saber único que calma la sed y cura toda herida.
Me ganó para sí,
perdiéndome para el mundo,
sin embargo, qué real, qué densa,
se volvió la vida en mi entraña,
al sentir su latido en mi latido.
Y así, en efecto, comprendí,
que sólo hay un camino,
una verdad, y una vida.
V
HIJOS DE CAIN
Hijos de Caín, razas oscuras,
indómitos habitantes
de las tinieblas.
Pueblos desterrados,
innúmeras estirpes,
hijos del viento y de la lluvia,
del sol y de la estepa.
El hogar tan ansiado,
la dulce hora de la siesta,
sólo sueño será que alumbra la noche,
que el despertar
convierte en quimera.
Tras los rebaños
en las cañadas,
en los caminos enlodados,
sucios y harapientos
sin descanso caminan,
huyendo del exterminio;
engendrando al abrigo de la roca
y del hontanar,
hijos del bronce y de la furia,
que heredaran la tierra,
cuando airadas
hachas silentes,
caigan sobre las dormidas cabezas.
Hijos de Caín,
perenne estigma
grabado en la frente,
y en la mano la promesa:
siete veces, siete,
castigo recibirá,
quien muerte os diera.
VI
EL PERDÓN
¿Creéis acaso en la bondad?
¿Que alguien puedo librarse,
por sí, de la tiranía del pecado?
¿Que no soy injusto o malvado?
¿Que no hiero con mi lengua,
o traiciono con mi desdén?
¿Que no infrinjo dolor a quien me quiere,
y que no tengo compasión ni de mi mismo?
¿Que no engaño o juro en vano,
o que no mancillo la verdad y la inocencia?
Y, por contra …
¿Que no soy generoso o desprendido,
que no amo o cultivo la piedad,
que no soy solidario y servicial,
o ayudo al que lo necesita,
que no tengo el corazón limpio?
Ni ángel ni demonio,
tan sólo un hombre,
con su doble naturaleza.
Mucho peco y pequé
pero también mucho amo y amé.
Y, ya sabéis: “ a quien mucho ama,
mucho le será perdonado”.
Ahí radica la fuente de mi confianza,
de mi fe y alegría ...,
en que he sido
perdonado por Mi señor,
único Juez al que me someto.
VII
SWEET MARÍA JO
Te amo, te amaré,
Aunque el tiempo
haya transformado nuestras vidas,
y no nos reconozcamos
en el espejo de nuestros sueños:
en la superficie, ni en su fondo.
¿Qué, de aquellos ideales,
qué de los proyectos,
de los anhelos,
las esperanzas de una vida mejor;
qué de la quimera
de un mundo justo y en paz?
“Vanidad de vanidades…,
y caza de viento”.
¿Qué, del deseo,
los placeres,
el gozo de todo lo efímero…?
La vida se resiste a abandonarlo,
no damos por perdido su encanto,
más tampoco lo añoramos,
porque “todo tiene su momento,
y cada cosa su tiempo bajo el cielo”.
Te amo, pues, y te amaré,
en la esclavitud del cuerpo,
con un amor duro y frágil
como roca diamantina,
fraguado en el crisol del desvelo,
en el atanor de una dulce soledad,
no por rehuida, menos encontrada.
Te amo, te amaré
con la ternura
del corazón unificado,
viva sustancia del dolor,
tu dolor reposado
y mi dolor aún dolido,
pasajera emoción,
humillada tentación de los sentidos.
Te amo y amaré, en silencio,
por la vida que engendramos,
el pan que compartimos,
y el lecho que habitamos,
los paisajes que anduvimos,
los miedos que pasamos
las hogueras que encendimos,
y el daño que nos causamos.
Te amo, te amaré,
porque tu corazón es limpio,
sin adornos ni oropeles,
puro, como el agua lustral pura,
y, en su balcón,
tiendes cada día sábanas blancas
con tus manos pequeñas,
a fuerza de dar, vacías,
(maldigo las mías y su furia posesiva)
y porque tu alma
es reidora y habladora,
creada a la medida de mis silencios.
Te amo y te amaré
en tu inocencia obstinada,
que aún conjuga corazón con amor…,
que si el primero cansado,
el segundo, acaso,
para siempre, entregado.
Te amo, te amaré,
aunque no sepan ya verte mis ojos
con la mirada resuelta del ayer,
sino persiguiendo
el brillo de los tuyos,
sintiéndote ajena y presente,
con tanta persistencia que me abruma.
Te amo y te amaré,
en el rincón vedado
donde silente vagas,
el reclinatorio
donde tu frente se humilla;
sé que ese claro destello
de tus pupilas
no me pertenece,
pues navego, todavía,
por un mar de tinieblas.
Y si creo percibir
una luz entre las olas,
confiando mi fortuna
a la estela de tu proa,
es porque anuncias bonanza,
tras la noche inacabable
de mi tormenta.
Te amo, te amaré,
porque lo mejor está por llegar,
el presente se ha ido,
fugaz como un soplo,
el futuro empieza en el umbral
de cada nuevo día,
y el pasado,
nuestro único patrimonio,
nadie, nunca, podrá arrebatárnoslo,
porque ya es de Dios,
(pertenece a su Misericordia).
Te amo, te amaré,
hasta la extenuación,
sin demostraciones ni promesas,
sin proyectos ni mentiras,
dejándolo todo, para entregarte todo.
Con las cuentas claras,
en el momento que tú me lo pidas.
Mientras me quede aliento. Siempre.
VIII
¡RETORNAD AL POLVO!
Desapareced fantasmas del pasado,
retornad al polvo
encarnaduras del camino,
luctuosos, fúnebres ecos,
despojos de mi tormento.
Abominables presencias,
enviados del sheol,
retornad al polvo,
al fondo de la Gehena,
expiad vuestras culpas,
vuestros crímenes ocultos
contra el amor.
Os aparté de mi vida,
me desprendí de vuestras garras
como reptil de su piel;
mis llagas se cerraron,
edifiqué mis muros
una torre erizada de púas,
mi defensa y mi prisión.
Me recluí en mis silencios,
no me sojuzgasteis,
sólo me sometí al ángel,
al Juez de mi destino,
que sellará mi boca,
y enjugará las lagrimas,
del amargo adiós.
Mi alma entregada,
remecida y llena,
franquea ya el umbral,
tierra y cielo apacibles,
y una vida etérea sin dolor.
IX
DIVINAL Y PROFANA
Blanca rosa, dorada espiga,
fruta del paraíso,
Virgen de Melun,
divinal y profana,
sobre retablo de tronos consagrados,
y ángeles cerúleos y escarlatas,
que en la frente luminosa
y en el níveo pecho
luciste un día la mística corona,
el esplendor de las joyas de Palmira
y el oro de Ofir.
Suspendida sobre el tiempo ingrávido,
con la hipnótica danza
de los derviches giróvagos,
aspirando la cálida brisa
de un mar ribeteado de sal escarchada
y fútil espuma,
amaneciste, por fin, bajo otro cielo
y otra tierra nueva, creada para ti,
y contemplan ya tus ojos,
más allá de las puertas de Ketama,
la serena placidez de los cuerpos etéreos,
salvo en el dolor, eternamente ausentes.
Y la vida en Cristo,
fuente oculta de amor inagotable, único,
en cuyos pies, postrada,
derramaste todas tus penas
y el último suspiro, asida a la cruz.
X
EN EL VALLE DE JOSAFAT
Descendieron hacia el valle,
silenciosos, con el gesto crispado,
por la estrecha senda,
sombría la faz, angustioso el rictus,
fija en el suelo la mirada.
En la llanura,
yacían multitudes
exhaustas y exánimes,
postradas sobre la tierra ennegrecida,
y la roca vítrea,
iluminados sus despojos
por la corrompida luz
del último amanecer.
Eran cientos,
eran miles,
eran cientos de miles los gentiles;
sombras espectrales,
alargadas hacia el horizonte,
bajo el rojo sol de Satán.
harapientos, desnudos
mostrando sus llagas
y el descarnado sexo,
esperando la muerte segura
y nadie levantó la voz.
Aceptaron su destino,
de criaturas indómitas,
sin remedio, sin esperanza,
sin pedir perdón.
Voló el Ángel y arrojó el fuego,
las fuentes se secaron
el mar hirvió,
se abrieron las puertas del Averno,
liberando a los demonios
que atormentan las almas
y a las fieras necrófagas
que los acompañan.
Subió a Dios el humo de la pira
con el último hálito
henchido de blasfemias,
ira, soberbia y furor.
XI
VUELVE SEÑOR
Vuelve, Señor, al hondo pozo
donde yace mi corazón sediento,
pues ya mi alma te busca y te anhela
con nostalgia de encuentro.
Ven Espíritu Santo,
revélate en mi corazón
como suave brisa
que transporta la Voz del Padre.
Llámame por el nombre
que susurras de noche en mi oído;
el nombre que está escrito
en la palma de su sagrada mano,
el nombre de mi nombre,
así sabré que eres Tú.
Si, desvélate,
Trinidad y deidad única,
como entonces,
cuando era niño,
vierte sobre mi cabeza
el Agua Santa,
rescátame de la sima,
del centro de mi centro,
de lo más profundo
de mi yo profundo,
para ser otro en Ti.
Tú que me has acogido,
Tú que me has guiado,
Tú que me has amado y me amas
con amor personal e íntimo;
porque sólo de ti espero
el milagro de resucitar
dando nueva vida a mi vida,
a esta seca y mustia rama
que crece en el desierto.
Quiero volver a ser la roja llama,
el ascua de tu incienso,
el humo que sube a tu presencia.
A cambio te entrego
mis miserias y pecados.
Dispónlos sobre tu ara sagrada
para la hecatombe
como novillos bien cebados.
Prepáralos para el sacrificio
y la oblación perpetua,
pues perpetuas son mis faltas
y mis infidelidades.
Vuelve, Señor, al hondo pozo
donde yace mi corazón sediento.
XII
BYTHOS
¡Oh Abismo!
Cuanto más te contemplo,
más turbia es mi visión,
¡Oh Impenetrable Mónada!
Tu grandeza sin fin
envuelve mi mente
en la oscuridad;
tu Sabiduría me sobrepasa.
¡Oh Creador y Demiurgo!
si miro hacia abajo y hacia dentro,
a lo que hay en mi de materia,
me hundo en las profundidades,
donde no llega la luz;
me transportas
a un infrauniverso de substancia
infinitamente inconmesurable
que emana de Tí, a través de los eones.
Comprendo al fin, por Revelación pura,
la cita bíblica: tanto es arriba como abajo,
abajo como arriba,
en la tierra como en el cielo;
y después de descifrarla
veo que aún me quedas Tú,
El Innombrable,
el Incognoscible,
fuera de todo lugar,
de todo tiempo,
y, sin embargo, en mí,
en quien te manifiestas,
a través de mi historia insignificante,
con toda tu potestad y tus potencias.
¡Oh Plémora, Ser Viviente y Único,
compendio de todo lo existente,
hallo en mí un principio más no el fin,
pues sé que retornaré a tu seno,
como la lluvia al mar, al final de los tiempos,
según prometiste al signar tu Alianza.
L. Gregorio Torre Rivero
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