khbaker K.H Baker

Los recuerdos varían según nuestras experiencias pasadas, pueden ser felices, tristes o dejar en nuestro interior el sabor amargo del deseo de venganza...


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Capítulo 1

1

—Rob…Rob, ¿hueles eso?

—¿Qué? No, no huelo nada, duérmete, mañana madrugo.

—Rob… Rob, por favor ve a ver, huele a quemado.

—Será el señor Donovan, ese viejo está chalado. Estará quemando su colección de sellos o vete tú a saber.

—Son las cuatro de la mañana, ¿por qué iba a estar quemando algo a estas horas?

—Ya te lo he dicho, porque está chalado. Por favor, Sarah, duérmete ya.

—No puedo dormir, Rob. Voy a ir a decirle que deje eso hasta mañana por lo menos.

—Muy bien, pero no hagas ruido, me levanto a las seis de la mañana.

—¡Rob!

—¡Por el amor del cielo, Sarah!

—¡La casa está ardiendo!

—¿De qué estás hablando?

—¡Joder! ¡La casa está ardiendo!

—¿De dónde viene el fuego?

—De fuera… Las puertas y las ventanas están cerradas…

—¿Cómo van a estar cerradas?

—Desde fuera. Están bloqueadas.

—¿Pero quién…?

—He visto al señor Donovan en el jardín delantero de su casa…

—¡Dile que llame a los bomberos!

—¡No va a hacerlo!

—¿Qué? ¿Por qué no?

—¡Porque estaba tomándose una cerveza… sonriendo mientras me miraba a través de la ventana!

—¿Pero qué…? ¿Por qué iba a hacer eso? ¡Dios! ¡Está como una puta cabra! ¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí!

—¡Comprueba las ventanas!

—¡Ya lo hice!

—¡Pues compruébalo otra vez! ¡Debe haber alguna salida!

—¡El incendio se origina en cada punto de salida! ¡Es imposible!


2

—¿Has encontrado una salida?

—Si la hubiera encontrado ya te habría avisado, ¡¿no crees?! ¡Donovan! ¡Abre la puta puerta! ¡Eh! ¡Pero mírale! ¡Está sentado ahí y no hace nada! ¡Vamos a morir por tu culpa, maldito vejestorio! ¡Donovan! ¡Sé que me oyes! ¡Eh! ¡Mírame! ¿De qué te ríes? ¡Esto no tiene gracia!

—¿Qué tiene ahí?

—¡Yo que sé! Es… Espera, ¿es una foto? ¡Donovan! Sarah, ve a mirar la puerta de atrás, no puede estar todo rodeado. Intenta alertar a otro vecino, no sé… ¡Algo!

—¡El coche de los Parsons no está y la puerta está cerrada!

—¿Qué te ha pasado?

—Me quemé intentando abrir la puerta. El pomo me abrasó la mano y tuve que vendármela con un paño húmedo para rebajar la quemazón. ¿Tú conseguiste algo?

—No, nada… El humo comienza a entrar por debajo de la puerta…

—¡Coloca paños húmedos en las puertas y las ventanas! ¡Yo bajaré al sótano! Quizá podamos salir por la puerta que da al jardín trasero.

—Nos tiene encerrados, Sarah…

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te rindes ahora?

—¡¿Es que no lo ves?! ¡Incluso ha cortado la línea de teléfono!

—¿Y tú móvil?

—No tiene batería…

—Yo no pienso tirar la toalla, Robert. Tú haz lo que quieras.


3

—¿Hola? Mi nombre es Sarah Robinson, vivo en el 439 de Birch Street. Necesito que envíen a los bomberos cuanto antes.

—Señora, escuche, tiene que relajarse.

—¿Qué me relaje? ¡Mi casa está en llamas!

—Lo entiendo señora, pero si no se relaja no podemos ayudarla. ¿Cómo dijo que se llama?

—Sarah Robinson y vivo en el 439 de Birch Street.

—Muy bien, Sarah. Necesito que siga mis instrucciones, ¿vale?

—¿Qué instrucciones?

—Escuche, Sarah, los bomberos tardarán unos quince minutos en llegar pero usted querrá sobrevivir hasta que lleguen, ¿verdad?

—Sí…

—Bien, entonces haga lo que yo le diga. ¿Dónde está ahora mismo?

—En el sótano. Todo se está llenando de humo poco a poco.

—Está bien, Sarah, ¿la puerta del sótano tiene candado?

—¿Qué?

—Céntrese, ¿tiene candado o no? Es por su seguridad.

—Eh… Sí, creo que sí.

—Tiene que cerrar la puerta con candado.

—Está bien, iré a avisar a mi marido.

—¡No! Si sale fuera será pasto de las llamas. Si quiere tener una oportunidad tiene que cerrar la puerta y quedarse en el sótano.

—Pero, ¿y mi marido? Morirá si se queda ahí fuera.

—Él dejó que mi mujer muriera.

—¿Qué?

—Hace tres años, en Dayton.

—¿Señor Donovan? ¿Cómo…?

—¿Importa eso? Tiene la oportunidad de vivir.

—No puedo dejarle morir de esa forma.

—Pregúntele qué hacía en Dayton, Sarah.

—¿De qué está hablando?

—Le comunico que en tres minutos exactos avivaré el fuego, yo de usted me daría prisa…


4

—¿Había salida? Has tardado mucho en regresar.

—No. ¿Tú encontraste algo?

—No. ¿Dónde vas?

—Al piso de arriba.


5

—¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loca?!

—¿Recuerdas el viaje a Dayton?

—¿A qué viene eso ahora?

—¡Responde!

—¡Sí, si lo recuerdo! ¿Qué pasa con eso?

—¿Estuviste realmente de viaje de negocios?

—¿Qué?

—¡Limítate a responder con un sí o un no!

—¡Joder!

—¡Responde!

—¡¿Pero qué haces?! ¡Deja de romper las ventanas! ¡Avivarás el fuego!

—¡Pues dime qué demonios hacías en Dayton hace tres años!

—¡Fui por negocios!

—¡Di la verdad!

—¡Estoy diciendo la verdad!

—¡Mientes!

—¡No miento!

—¡¿Atropellaste a la mujer del señor Donovan?!

—¿Eso te ha dicho ese lunático?

—¿Es verdad o no?

—¡No!

—¡Di la verdad!

—¡Sarah! ¡Por Dios! ¡Moriremos asfixiados por el humo antes de que las llamas nos envuelvan! ¡Tenemos que salir de aquí!

—¡Pues di la verdad!

—¡Te he dicho la verdad! … ¡No! ¡Espera! ¡Deja de romper ventanas! … ¡Está bien! ¡Sí! ¡Atropellé a su mujer! ¡Pero fue un accidente!

—¡Qué demonios hacías en Dayton!

—¡Te dije que estuve de viaje de negocios!

—¡Mientes! ¡¿Quién era?!

—¡Joder Sarah! … ¡Sarah vuelve! ¡Sarah! ¿Vas a comenzar a dudar de mí a estas alturas?

—¡Llevo los tres últimos años pensando que seguía casada con el hombre ideal y resulta que eres un asesino! ¡Claro que desconfío!

—¡No fue a propósito!

—¡La dejaste morir y por tu culpa ahora estamos así!

—¡Es él quien ha prendido fuego a la casa! … ¡Sarah!

—¡Déjame!

—¡Espera! ¡Sarah! ¡¿Qué haces?! ¡Abre la puerta!


6

—Ha hecho bien, Sarah…

—No estoy segura… No deja de repetir que fue allí por trabajo…

—¿Y le cree?

—Ya no sé qué creer…

—Ya ha hecho lo más difícil, Sarah, pero debe tomar una decisión definitiva.

—Yo le quiero.

—¿Él la quiere a usted?

—¡Pues claro que me quiere!

—¿Está segura?

—¿Qué ha sido eso?

—Aguarde, Sarah, y escuche. Sobre todo, escuche.

—Rob, ¿puede escucharme?

—¡Maldito viejo psicópata!

—Tranquilícese Robert, cuanto más se exalte, más humo tragará y más rápido morirá.

—¿Por qué nos haces esto?

—¿Por qué dejó morir a mi mujer?

—¡Fue un accidente!

—Podría haber detenido el coche.

—¡No podía!

—Robert, ¿usted quiere a su mujer?

—¿Qué pregunta es esa? ¡Claro que la quiero!

—¿Haría lo que fuera por ella?

—¡Por supuesto!

—Tiene la oportunidad de salvarle la vida, solo tiene que sincerarse.

—¿De qué estás hablando?

—Su mujer está en el sótano, ¿verdad?

—Sí, ¡por su culpa!

—El sótano no tiene ventilación, solo unas puertas de madera donde yo coloqué unos troncos, para que fuera imposible abrir desde dentro.

—¿Dejarías morir a mi mujer? … ¡No te rías!

—Disculpe, pero no podrá negarme que esa pregunta tiene su parte irónica.

—¡No tiene gracia!

—Claro que no, Robert. Esto es un asunto muy serio, se les está acabando el tiempo.

—¡Deja que mi mujer se vaya!

—Dejaré que se vaya cuando responda a unas preguntas muy simples.

—¡No voy a dejar que me chantajee!

—Acerque la oreja a la puerta del sótano, Rob. Si se concentra será capaz de escuchar como su mujer tose a causa del humo. Se está ahogando. La única forma de salvarla es que yo abra la puerta que lleva a su jardín trasero.

—¡Eres un puto psicópata!

—Y usted un vulgar asesino, estamos en paz.

—Ella no tiene nada que ver con esto.

—Eso depende de usted. ¿Va a colaborar?

—Sí…

—¿Por qué dejó morir a mi mujer? ¿Por qué no paró el coche? Si lo hubiese hecho, ella todavía seguiría a mi lado.

—No podía parar…

—¿Por qué no? ¿Por qué no podía parar?

—Porque iba borracho. Si la policía me veía envuelto en aquello, me habría visto en graves problemas.

—No se equivoque, en graves problemas está ahora. Si hubiese parado el coche y la policía le hubiese arrestado, se habría llevado una multa y tal vez unos meses de cárcel. Habrían podido socorrer a mi mujer y no habría muerto. Ahora es mucho peor.

—¿Va a entregarme a la policía?

—No.

—¿Entonces qué va a hacer conmigo?

—He tardado tres años en descubrir quién fue el responsable de la muerte de mi Anaïs y, ahora que sé quién es, voy a disfrutar cada momento. ¿Qué hacía en Dayton, Robert?

—Ya lo he dicho, ¡joder!

—Sabe que sé perfectamente lo que hacía, ¿verdad?

—¿Entonces por qué insistes tanto?

—Porque quiero que usted lo reconozca. Y rápido, se le acaba el tiempo.

—¡Está bien! ¡Estaba con otra mujer! ¡No podía parar el coche porque entonces la habrías visto y se lo habrías dicho a mi esposa… Ahora, por favor, deja que ella se vaya.


7

—¡Sarah! Sarah, por el amor del cielo, estás bien… Tienes que llamar a los bomberos, a la policía, a quien sea… Intenta apagar el fuego desde fuera… No, espera… ¿Dónde vas? ¡Sarah!

—¡Me miraste a los ojos y me mentiste!

—¡Sarah deja esa garrafa! ¿No ves que quiere ponernos el uno en contra del otro? Sarah no… ¡Por favor, mi amor! ¡Para!


8

—Cuéntenos todo lo que ha pasado, desde el principio… Tranquila, tómese su tiempo.

—Mi marido y yo estábamos durmiendo… Me levanté cuando olí a quemado. Me levanté y bajé a la cocina para ver de dónde provenía y entonces vi las llamas a través de la ventana. Había una pila de troncos rodeando toda la casa.

—¿Qué hizo en ese momento?

—Fui a despertar a mi marido. Intentamos buscar una salida pero todas las puertas estaban cerradas por fuera y las ventanas tenían algunos tablones clavados para evitar que saliésemos. ¿Cómo está mi marido?

—Todo a su tiempo, señora. Cuéntenos como se hizo eso…

—Fui a la parte trasera de la casa. Donde tenemos el comedor hay una puerta que da a la parte trasera del jardín, pero cuando cogí el pomo de la puerta me quemé… Las llamas todavía no habían llegado tan alto, o al menos eso parecía desde la cocina, no podían haber calentado el pomo con tanta rapidez. Alguien lo calentó a propósito.

—¿Sabe si su marido tenía enemigos?

—¿Qué? ¡No! Todo el mundo le quiere… Espere, ¿tenía? ¡¿Qué le pasó?! ¡Dígame que está bien!

—Señora, su marido inhaló demasiado humo y tenía quemaduras de tercer grado cuando los bomberos le encontraron… Intentaron estabilizarle pero fue imposible. Entró en parada… Lo siento mucho. Si necesita un momento lo entiendo, pero tenemos que hacerle unas cuantas preguntas más.

—Si quiere yo puedo respondérselas.

—¿Quién es usted?

—William Donovan, su vecino de en frente. Yo llamé a los bomberos.

—Señor Donovan, ¿puede decirnos a qué hora se originó el fuego?

—No sabría decirles la hora exacta. Estaba durmiendo, pero me despertó el ruido a cristales rotos. Fue entonces cuando vi las llamas desde mi ventana, creo que eran las cuatro y media, más o menos. Mi impulso fue ir a ayudarles, pero vi que la puerta principal estaba tapiada, por lo que volví a mi casa para llamar a emergencias.

—¿Dónde encontró a la señora Robinson?

—Después de llamar a emergencias, volví para intentar ayudarles. Escuché gritos y me guié por el sonido. Había un tronco grande sobre las puertas que llevan al sótano…

—¿Cómo sabe que esas puertas llevan al sótano?

—Porque yo también dispongo de esa entrada. Como iba diciendo, me llevó mi tiempo quitar el tronco de encima de las puertas. Ya no soy un chaval y mi fuerza no es nada del otro mundo pero, cuando conseguí quitarlo, abrí las puertas y Sarah estaba tendida en las escaleras. Había muchísimo humo y la puerta del fondo ya era pasto de las llamas, así que la arrastré hasta sacarla de allí. Cuando volvió a respirar con normalidad, esperamos a los bomberos en la carretera. Me costó retener a Sarah porque quería entrar a por su marido, pero si la hubiese dejado, ella también habría muerto… Sé que no estuvo bien dejar allí a Robert, pero compréndame…

—No se preocupe, señor. Hizo lo correcto.

—Señora Robinson, necesitamos que acompañe a los operarios de la ambulancia. Tendrá que someterse a algunas pruebas para comprobar que sus vías respiratorias no están perjudicadas. También deberían verle esa mano. Y no estaría de más que tenga una charla con el equipo de psicólogos del hospital, acaba de vivir una experiencia traumática y le vendría bien desahogarse.

—¿Puedo acompañarla? Somos vecinos desde hace más de diez años.

—Claro, no hay problema.


9

—¿Cómo se encuentra señora Robinson?

—Bien, ¿puedo irme a…? No sé, ¿qué voy a hacer ahora? No tengo donde ir.

—¿No tiene hijos? ¿Un familiar con el que pueda quedarse hasta que el seguro le pague los destrozos?

—No… Y la casa no estaba asegurada…

—Si quiere puede venirse a mi casa, Sarah. Solo hasta que encuentre algo mejor.

—No es necesario, señor Donovan, muchas gracias. Doctor, ¿puedo irme ya?

—Sí, aquí ya hemos terminado pero, aquí tiene la tarjeta de nuestro psicólogo, si necesita hablar, no dude en ponerse en contacto con él.

—Lo haré, gracias.

—Sarah… Sarah, espere. ¿Se encuentra bien?

—Mi marido ha muerto, ¿cómo quiere que esté?

—Sabe que ha hecho lo correcto.

—He hecho lo que usted quería. He dejado morir a mi marido, fruto de la presión y el instinto de supervivencia. ¿Puede decirme que va a ser de mí ahora?

—Ya se lo dije, puede quedarse conmigo hasta que encuentre algo mejor.

—Y yo le dije que no es necesario. No quiero ver mi casa reducida a cenizas cada vez que salga a por el periódico.

—¿Y dónde va a ir?

—Me quedaré en un hotel esta noche, mañana iré a ver a mi hermana. Tal vez pueda quedarme con ella hasta que me reponga.

—Sarah, mire la parte buena…

—Ni se le ocurra decirme que esto tiene parte buena. Yo no tenía culpa de que su mujer muriese y, sin embargo, soy yo la que está sufriendo los platos rotos.

—¿Puedo hacer algo por usted?

—Por mí puede irse al infierno…

—Le he abierto los ojos, Sarah.

—Sí, y me alegra haberme dado cuenta de que estaba casada con un mentiroso y que mi vecino es un asesino, pero eso no significa que vaya a darle las gracias por arruinarme la vida… ¡Taxi! Hasta nunca, señor Donovan.


10

—Las noticias hablan sobre el incendio ocurrido en el 439 de Birch Street. Según parece, las puertas y ventanas estaban tapiadas, impidiendo a los inquilinos escapar del lugar. El fuego se originó fuera de la casa, alrededor de la misma. Robert Robinson, de 50 años, murió tras inhalar una gran cantidad de humo. La señora Robinson, su viuda, pasó la noche en urgencias y, por el momento, parece estar estable. Hasta el momento no se ha encontrado a ningún sospechoso, parece obra de algún pirómano, así que, no dude en llamar a la policía si ve algo fuera de lo común en su barrio. Soy Susan Brandon y estas han sido las noticias de la mañana.

—Al final todo ha salido como esperaba… ¡Sarah! ¡Qué sorpresa! ¿Qué hace usted aquí? Deme un momento que coja la bata y le abro la puerta… ¿Qué hace? ¿Sarah? ¿Dónde va con esa garrafa? ¡Sarah!

8. Juni 2019 06:56 5 Bericht Einbetten Follow einer Story
7
Das Ende

Über den Autor

K.H Baker Intento de escritora, amante de la música ♫ y adicta al café. Creando mis propias ramas del "Bakerverse". Nací para ser heroína ♚ pero el mundo me convirtió en villana ☠ y, ¿sabéis qué? En el lado oscuro lo pasamos mucho mejor ;)

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Maritza Abril Perez Diaz Maritza Abril Perez Diaz
Hola, debo confesarte que al principio me perdí un poco, no entendía de que trataba, pero también me era imposible parar de leer. La forma en que escribes es bastante peculiar, y me gusta ese toque enredado, misterioso, y adictivo. Gracias
June 22, 2019, 20:55
MC Mari Carmen
Una forma muy interesante de llevar a alguien a la locura. Escoger entre salvar a tu pareja o nuestro instinto de supervivencia
June 11, 2019, 17:56

  • K.H Baker K.H Baker
    En ese momento, las decisiones nos pueden sorprender incluso a nosotros mismos June 12, 2019, 09:09
Cuenta Borrrada Cuenta Borrrada
Un relato interesante e intenso!
June 08, 2019, 13:15

~