u15519752281551975228 Ibán José Velázquez de Castro Castillo

Desde tiempos inmemoriales la familia Argent ha estado al cuidado de todas las amenazas perpretadas por licántropos, que pretendían someter y exterminar a los humanos. Siglos después de la última gran incursión de estos, que casi acaba con el mundo tal como lo conoceremos, ¿podrán los últimos miembros de la familia Argent y sus amigos, parar a esta amenaza para la cual no los han formado?


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La nota

"Año 1549 d.c


El aire de cuento de hadas que tiene la historia que os voy a contar, hace que sea difícil que la toméis en serio, Pero es cierta. Según la leyenda: existe una raza de seres extraordinarios que se convierten en lobo a voluntad, son más fuertes cuando se aproxima la luna llena. Son cazadores natos, inteligentes, despiadados y llenos de rabia. El hombre-lobo posee la fuerza y la astucia del lobo salvaje, pero conserva la voz y los ojos humanos, gracias a lo cual, se le puede reconocer. Esta es mi historia y la del mundo que conocemos hoy en día.

En una época de misterio y malos augurios, existe una joven llamada Argent, que significa “plata“ en francés, es de pelo moreno, con unos ojos penetrantes, muy oscuros, casi negros. Tiene personalidad, de mente fría y despiadada. Nunca había visto algo igual, cuando se enfadaba no había quien la parase. Es cazadora de hombres lobo, como muchos de nosotros, pero ella al contrario que el resto, había nacido para esto: Provenía de una estirpe de cazadores.


Desde hace siglos su familia caza hombres lobo. Argent perdió a toda la misma en una emboscada por parte de esas bestias "apestosas" y ahora es la única descendiente de su estirpe.

A estas alturas, el mundo ya está casi destruido por completo, el mundo que se conocía, ya no es el que era. Ahora hay por todas partes, bestias rondando. Animales enormes, con grandes dientes, garras largas y muy afiladas, que pueden partir a una persona de un solo zarpazo en dos. En su mordisco segregan una toxina, que se propaga con violencia y rapidez por todo tu organismo y empieza a provocar cambios en él, hasta que terminas convertido en uno de ellos.


Se han formado grupos de resistencia para luchar contra estas bestias llamadas hombres lobo, son vulnerables a la plata y al fuego. Son seres que pueden escuchar como late tu corazón a 1 km de distancia, son fuertes, ágiles y nunca se rinden, viven y mueren para cazar. Se agrupan en manadas, cazando del mismo modo. Sólo a un recién infectado se le puede encontrar sin la protección de un grupo, ya que primero tienen que pasar por la iniciación de la sangre en su primera luna llena.



Todo esto nos lo ha enseñado Argent, la líder de la resistencia. Nos está entrenando para luchar rastrear y matar bestias. Nos enseña a manejar la espada y el cuchillo, tan bien como nuestro propio cuerpo, a ser ágiles y silenciosos, a no temer a nada. Cuando empezamos y entramos en la resistencia éramos más de 2000. Había familias enteras, niños y madres, recién nacidos, todos bajo nuestra protección. Solo sobrevivimos los más fuertes.


El fatídico día era de noche. La luna cubría gran parte del cielo, a lo lejos vimos una manada de casi 100 hombres lobo. Arrasaron el poblado matando a todos los niños y mujeres. ¡Fueron a por los más débiles!

Hicimos tocar la campana de alerta. Enseguida tuvimos a 250 hombres listos y entrenados para matar, en los lugares más altos. Tenían arcos cargados con flechas de platas.

Argent mandó a que todo hombre capaz de luchar empuñara una espada, el resto, debían encerrarse en las casas. Un pequeño grupo fue mandado a los túneles subterráneos que cubrían toda la ciudad en un radio de 3 km, solo había una salida posible para salir, daba al bosque algo alejado de la ciudad, era nuestra vía de escape en caso de no resistir el ataque.

Los hombres lobos estaban cada vez más cerca y nosotros estábamos ya preparados con nuestras espadas de plata y antorchas. En seguida aquellas bestias se acercaron al poblado, los arqueros comenzaron a disparar, pero aquellos animales eran demasiado rápidos. Solo consiguieron matar a unos cuantos, los demás esquivaron la lluvia de flechas y se acercaron a la muralla. Treparon. Había docenas de lobos, creí que era nuestro fin, había bestias por todas partes, asediando la ciudad, metiéndose en las casas de los refugiados, masacrando a la multitud de personas. Yo estaba en la fila de soldados dentro de la ciudad, Argent nos mandó a hacer un circulo para cubrirnos las espaldas. Se nos acercaron docenas de hombres lobo. La mayoría morían antes de verlos, los más hábiles conseguían herir o matar a alguno.

Era una pesadilla, había cientos de lobos por la ciudad, cada vez eran más, los arqueros no los podían contener. Se colaban en las casas, aullando y arrancando miembros ante nuestros ojos sin poder hacer nada, solo esperar a que se acercaran para matarlos. Teníamos trampas y círculos de aceite que prendíamos, para encerrarlos y quemarlos vivos. Tirábamos aceite desde las torres. Aun así no era suficiente, eran demasiados y nosotros no estábamos preparados para todo esto. Puede que jamás pudiéramos haber estado preparados.


Argent ordenó la retirada. Todos sabíamos que hacer. Corrimos hacia los túneles, éramos la presa y ellos los cazadores, no podíamos hacer nada.

En menos de lo que imaginaba el poblado fue arrasado y la gente que no fue hacia los túneles, murió despedazada. De vez en cuando veías sobre un muro un lobo masticando carne humana, pedazos que habían arrancado y saboreaban ante nuestros ojos.

Una vez todos estábamos a salvo en los túneles, Argent salió con su antorcha y su espada matando a todo hombre lobo que se le acercaba. Era maravilloso ver como se movía, con esa rapidez y astucia, entonces supe que yo quería aprender, aprender a ser un cazador de verdad.

Corrió. Fue hacia una casa que estaba en llamas, había unos niños gritando socorro, encerrados, sin escapatoria. Aquellas bestias estaban rodeando la casa para comérselos, les brillaban los dientes bajo la luz de la luna llena.

Argent saco la ballesta y empaló a 2 hombres lobo que fueron contra la pared. Siguió corriendo y mató a tres más con su espada, cogió la antorcha y ahuyentó a otro que venía por su derecha, directo a los tobillos. Se metió en la casa, antes de encontrarse con mas bestias rabiosas. Cogió a 2 niños que estaban allí, asustados, su madre estaba a pocos metros desangrada y colgada del techo, como si de un conejo recién cazado se tratase. Metió a los niños en el túnel que se encontraba bajo la mesa del salón, a salvo de aquellos lobos con sed de sangre. Huyeron por aquel túnel oscuro, lleno de polvo, sucio. Estaba encharcado, pero era mejor que ir por arriba de eso estaba seguro…

Tardaron poco tiempo en unirse a los demás. Todos estuvieron corriendo, lo que parecieron horas, por el túnel, hasta que al fin hallaron la salida. Los demás estaban expectantes, esperándolos y con esperanzas de ver a sus familias y amigos. Unos pocos tuvieron suerte, recuperaron algo, otros no tanta, la mayoría se quedaron solos sabiendo que sus niños, padres, madres o amigos habían sido devorados por los lobos y descuartizados por los lobos, sin querer pensar en un destino aún mucho peor.

Entonces, allí, miré a mi alrededor, solo veía caras alejadas, en estado de shock algunas, llorando por su gente. Esa noche se derramó mucha sangre. Aquellas bestias nos habían declarado la guerra, eso estaba claro, no teníamos forma de defendernos ante tales seres, eran demasiados y ellos no estaban preparados para esto. Allí todos perdimos un poco la esperanza.


Los túneles nos llevaron fuera de la ciudad, a un kilómetro y medio de la puerta principal. Parecía que estábamos a salvo y así lo creímos durante los siguientes días, en los cuales escapábamos a pie del sitio que había sido nuestro hogar durante tanto tiempo. Aún recordábamos los gritos, los lloros de nuestra gente, sus miembros cortados y los ojos rojizos y llenos de odio de esos seres, trepando por nuestros hogares y cazándonos como si fuéramos conejos indefensos.

El miedo se había adueñado de nuestros corazones y las cerca de 50 personas que logramos escapar de allí iniciamos un viaje largo y duro hacia el siguiente asentamiento humano. Sabíamos que los hombres lobo nos rastrearían. Tuvimos que ocultar nuestro rastro y olor con barro y dejamos algunas pistas falsas en el bosque, usando nuestras vestimentas.

Siguiendo las órdenes de Argent seguimos un largo camino sin apenas descansar y cogiendo armas, alimentos, ropas, armaduras y caballos de cualquier poblado que encontrábamos. Por allí no se veían muy a menudo lobos, gracias al cielo. Cuando nos encontrábamos con alguno, Argent se enfrentaba a ellos y en el camino nos iba enseñando como matar bestias, queríamos ser tan buenos en cazarlos como lo era ella.

Nos enseñaba a rastrearlos, a convertirnos en cazadores y no en las presas. Sobretodo nos enseñó a utilizar la espada, el arco y la ballesta. Aprendimos a movernos con las pocas cosas que teníamos, ahora éramos pocos y solo nos quedaba nuestro espíritu de seguir hacia delante.
Esa misma mañana, Argent nos explicó cómo atacaban y vivían las bestias, se abalanzaban sobre los tobillos para arrastrarte y devorarte vivo. Sino estábamos preparados para cuando nos los encontráramos, solo seríamos un rebaño de carne fresca para ellos. Vivían en manada, eso dificultaba mucho el poder matarlos ya que nunca estaban solos.

Nos advirtió que había dos clases de hombres lobo, los alfa y los beta, los alfa eran los líderes de la manada y los que podían convertir a alguien en hombre lobo solo de un zarpazo o una mordedura, mientras que los beta eran simplemente la manada del macho alfa, donde iba este, iban todos los demás. Él era quien les daba las órdenes a la manada, si acabábamos con él, acabábamos con el grupo. El macho alfa tenía muy mal genio según nos contaba Argent. Eran inteligentes y astutos, podían controlar sus transformaciones, eran los únicos.

Aquellas bestias sí que eran un problema... Eran el doble que un beta, mas rápidos, fuertes e impredecibles.

Estuvimos todo el día andando, nos turnábamos los caballos cada 2 horas más o menos, parábamos poco a descansar pero cuando lo hacíamos había seis que hacían guardia para dar la alerta en caso de ver algún licántropo. Los demás aprovechábamos para descansar. Estaban todos excitados y ansiosos de cazar bestias, Argent les decía que eran ingenuos y morirían como se confiaran, aun así era su motivación, lo que les hacía seguir hacia delante sin detenerse, el vengar a sus familiares y amigos.


La guerra había empezado y nadie estaría a salvo, solo los más fuertes sobrevivirían ante los sucesos que estaban por llegar o eso pensábamos.

Nos encontrábamos en un bosque interminable, los arboles ocupaban gran parte del cielo sin visión alguna al exterior, median más de 20 metros cada uno. Según nos contó Argent. Faltaban dos días más para llegar al próximo poblado.

Estuvimos semanas andando y entrenando, ya habíamos andado gran parte del inexorable camino que teníamos por delante, Argent nos había preparado para cazar y en nuestros corazones residía el odio, no dejando espacio en nuestros corazones para nada más.
Estábamos preparados para salir de caza no de hombres lobo, aun no, primero teníamos que aprender a cazar ciervos y todo tipo de animales que se podían encontrar en aquellos bosques frondosos. Esta es la historia de argent y de cómo consiguió salvarnos a todos de la extinción. Ninguno de nosotros estábamos preparados para lo que el futuro nos iba a deparar, pero sin los Argent no habría habido futuro alguno.
"


La nota terminaba aquí. El hombre del rostro serio, con una pequeña cicatriz en la mejilla izquierda, la agarró con las dos manos. Al principio parecía tener la cara relajada, pero poco a poco se tensaron todos sus músculos. Sus labios se curvaron dejando entrever, unos colmillos incipientes, mientras sus ojos, parecían dos trozos de carbón ardientes.


Emitió un leve gruñido cuando el documento se partió entre sus manos. Miró satisfecho al techo rugiendo y aullando en pleno centro de Toledo. Siseó entre dientes unas palabras que se repetía como un mantra, mientras miraba el suelo, donde el cuerpo decapitado de una pareja de ancianos yacía, tintando de rojo toda la estancia:

"No quedará vivo, ningún Argent".






31. Mai 2019 15:59 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Über den Autor

Ibán José Velázquez de Castro Castillo Soy un pequeño alma errante devoradora de historias que quiera aportar su pequeño granito de arena a las cientos de palabras escritas para el deleite de las personas. La historia que traigo lleva muchos años en mi cabeza y algunos otros en el papel. Ya tenía cerca de 60 páginas escritas a máquina hasta que pasó lo impensable, me atasqué, la di de leer a más gente y decidí reestructurarla toda y dar más profundidad y un enfoque de tiempos a mi novela diferente.

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