Noche fría de algún mundo.
El farol alumbra al banco pequeño de hierro atornillado al suelo pedregoso e impecable, y su luz se expande a través de un diámetro de cinco metros. La pequeña araña se desliza desde lo alto del farol y se mantiene colgando en el aire, allí intocable, inalcanzable. Al diámetro de luz llega una rata, corre alrededor del banco en busca de algún mendrugo, el animal tiene hambre, pero nada, sólo es el frío hierro del farol, y el áspero suelo de piedra. Al irse, agitada y voraz, alcanza a oír los pasos de alguien que se acerca, es el sonido persistente que producen las suelas de los zapatos cuando se camina con elegancia y sin arrastrar los pies.
El joven se detiene justo detrás de aquel banco, saca la mano izquierda del bolsillo y acaricia una de las barras de hierro del respaldar. Llega hasta el farol y observa la luz que parece atenuarse debido a las gafas que le cubren los ojos. Luego mira el cielo, lleno de tristes nubes grises. Junta las manos y hace crujir los dedos, se toca la nuca, se desprende la chaqueta y se sienta sobre el banco.
Al rato llega una sombra, observa al joven sentado cruzado de piernas, y sin preguntar, el ente se decide a hacerle compañía.
- ¿Porqué usa gafas?, es la noche, no tiene sentido.- dijo la sombra.
- ¿Y usted porqué toma la apariencia de una sombra?- replicó él.
Ambos guardaron silencio.
- ¿A que ha venido?- Preguntó él intrigado.
- Solo a pasear, pero no estoy de buen humor, estoy cansada, harta y cansada de ser sombra, de ser alumbrada por la tímida luz de este viejo farol, molesta de que el cielo nunca muestre las estrellas, harta y cansada de vivir en la nada y de vagar sin saber adonde ir.
- Hoy nos hemos encontrado y todo lo que le cuente resultará ser tan increíble como extraordinario. Pretendo no dejar de lado ningún detalle. Por favor, relájese y preste atención.
Y la sombra afirmó tímidamente con la cabeza.
Vielen Dank für das Lesen!