carla-astorga1548857922 Kazumi F

Historias de vida. El recuerdo de una tragedia natural de la vida, que nos causa dolor y tristeza, pero que sin embargo nos ayuda a reflexionar y nos obliga a comprender que todo está hecho como tiene que ser por una razón divina y sabia.


Lebensgeschichten Alles öffentlich.

#historiasdevida #338
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La esperanza de una despedida.

Ahí estábamos en la misma habitación que había servido de comedor en nuestro cálido hogar, dónde habíamos compartido más de mil alimentos y más de un millón de alegrías, consejos y momentos agradables y felices, donde habíamos celebrado nuestras navidades, años nuevos, cumpleaños y una que otra discusión sin saber que el tiempo se terminaría pronto y que sería en el mismo lugar donde tiempo después estaríamos desesperados. Ahí estábamos junto a otras personas que fueron parte importante de nuestra vida, pero sólo viéndonos ella y yo, mirándonos fijamente intuyendo que quizás sería la última vez que nos veríamos allí, ella con la mirada pérdida en mis ojos tratando de penetrar por última vez en mi para decirme cuanto me amaba y yo tratando de traspasar a ella mi mayor agradecimiento y amor, con la angustia de no poder hacer que se levantara una vez más de su cama... ya esa habitación no era el antiguo comedor que nos brindó todas nuestras alegrías, de eso sólo quedaban los recuerdos, desde que enfermó se había convertido en su dormitorio, su cocina, su baño, en el único lugar donde podía estar y quizás el único testigo sin voz de su sufrimiento silencioso. 

Eran aproximadamente las seis de la mañana de un tres de febrero cuando desperté de golpe de mi cama, bajé las escaleras de mi habitación que se encontraba en el segundo piso a su dormitorio "el antiguo comedor" y la vi, agonizando, quejándose y un poco inconsciente, la toqué y estaba fría, no podía abrigarla, nada servía para calmar el frío de su cuerpo que me quemaba como hielo del dolor que sentía. Traté de comprender dentro de mis aletargados pensamientos que había llegado el momento, pues llevaba enferma tres años, su sistema auto-inmune estaba atacando tu propio cuerpo como en una guerra donde lo único que tienes para defenderte es la aceptación, más sabía que en los últimos días había empeorado, pues un resfrío oportunista le estaba haciendo más difícil la partida, además ya hacía un mes y medio donde en nuestra última navidad la había soñado, la visualicé en la misma habitación con luz tenue  despidiéndose para siempre. Todos esos pensamientos pasaron por mi mente mientras procesaba el impacto de verla ahí, fueron segundos donde todas mis neuronas hicieron catarsis, la adrenalina subió a tal nivel que tiritaban mis manos y en el vacío de la impotencia me fui al baño, entré, salí, volví a entrar y prendí un cigarro, me senté en el piso y pedí a alguien que me ayudara, no sé a quien le hablé porque allí no había nadie, tenía la fe de que un espíritu, un Dios, una energía me dijera que hacer, pero no oí nada ni a nadie, en una soledad que calaba los huesos y un silencio aterrador me fumé el cigarro y volví donde ella. Exclamé que había que llamar a una ambulancia pues la situación empeoraba, rápidamente mi madre marcó el teléfono y creo que en minutos llegó, ya la noción del tiempo se perdía, pero el reloj que había estado desde siempre en la pared se empoderaba como nunca lo había hecho, haciendo ecos de su segundero. La enfermera la miró y exclamó que había que llevarla al hospital, mientras acercaban la camilla la miré por última vez, fueron sus últimos segundos de lucidez y conciencia, sé que fue la última batalla que peleó para salir por segundos de los lapsus de inconsciencia y poder despedirnos, no te hablé, no tenía una sola palabra que en segundos resumiera todo lo que te tenía que decir, ella también me miró con los mismos ojos dulces que había visto desde que nací y dentro de todo su sufrimiento me regalo su última sonrisa en aquel "comedor antiguo". 

La subimos a la camilla tomándola con las mismas sábanas en las que se encontraba acostada, pues no se podía mover, al subirla nos fuimos en la ambulancia. Mi casa quedaba aproximadamente a dos minutos del hospital, al llegar la entraron a una sala con urgencia, me quedé en la sala de espera y me alcancé a sentar pensando en esperar allí hasta irme con ella, pero eso no sucedió, pues en segundos salió el doctor y nos dijo que había fallecido, no alcanzó a ponerle el oxigeno, ella se tenía que ir. 

Escuchaba el sonido del reloj en mi cabeza, pero ya no había reloj creo que era mi corazón y veía al igual que una cámara lenta a la gente moverse a mi alrededor, abracé a una tía que estaba sola parada a mi lado sin saber qué hacer y le dije que se sentara, que estuviera tranquila, escuchando como mi propia voz se oía tan lejana. No lloraba, sólo tome el teléfono y llamé a mi mejor amiga, le conté y colgué, no entiendo porqué hice eso, quizás necesitaba verbalizar la realidad parar saber que no estaba soñando. 

Llevé a mi tía a un parque alrededor del hospital, pues había que esperar todo el trámite que viene cuando una persona fallece, escuchaba a los pájaros cantar mientras de mis ojos salían lágrimas sin ningún esfuerzo, no decíamos nada, ahí estábamos sentadas porque el tiempo seguía corriendo y la vida continuaba como si nunca hubiese ocurrido algo. 

Luego de unas horas mi madre me pidió ayuda para vestirla, entré a una sala donde estaba acostada, dormida, la toqué y sentí que su cuerpo aún estaba un poco tibio, mi madre me dijo que había que hacerlo rápido, pero no podía, la tomaba y lo hacía con delicadeza, no asimilaba que ella ya no sentía, mientras seguía preocupada como días anteriores de vestirla suavemente para que no le doliera su cuerpo, de repente con chispas de realidad en mi cerebro la soltaba porque me daba cuenta de que estaba muerta, mi madre me brindó la oportunidad de salir, pero le dije que no, que debía hacerlo. Cuando terminamos regresé a casa y la fui a esperar a la habitación "antiguo comedor" para su velorio, esta vez no llegaría como años anteriores, feliz a darme el almuerzo cuando estudiaba, a acompañarme a tomar el té, a verme cuando quedaba sola, a dormir conmigo y jugar a las cosquillas, a las peleas o a las muñecas, ya no llegaría a contarme cuentos de magia, de animales, de flores, de juguetes y de todos los que se me ocurría que me contara cuando niña, esta vez llegaría en un cajón de madera, fría y provocando en mi corazón la mayor tristeza que nunca había sentido. 

Llegó en una carroza fúnebre, la instalaron en un espacio con algunas flores que habían dejado personas que también la habían conocido, llegó sin dulces ni chocolates, sin voz, sin vida, me senté en una de las tantas sillas que había a su alrededor y recordé nuestra despedida, retrocedí en el tiempo y recordé su voz, su cariño, su comprensión, su compromiso, su dedicación, su entrega, su bondad, su paciencia y su amor. Recordé sus consejos, quizás los únicos que habían servido en  mi vida, y me prometí tomarlos hasta el final de mis días, recordé una promesa que habíamos hecho años anteriores "si una de las dos muere primero, deberá avisar a la otra que hay allá" y recobré la esperanza y en mi interior pensé que la volvería a ver, que no estaba todo perdido. 

En el transcurso del día comenzó a llegar la gente que la había conocido, pues ella había trabajado antes de que enfermara en un negocio, donde se caracterizaba por conversar y escuchar a más de uno que iba a llorar sus penas. Ella era una hermana más de diez hijos que mis abuelos habían tenido, no se había casado ni tampoco había tenido hijos ni hijas, sin embargo era la mejor con los niños y niñas, todos los que habíamos pasado por sus brazos habíamos recibido amor puro, pues bien dice el dicho "Dios le da sombrero a quien no tiene cabeza". 

Llegó la noche y mirando la luna hermosa que nos regalaba la noche mi esperanza seguía viva, pasado dos o tres días dormiría y ella vendría a contarme que hay más allá... Pero eso no ocurrió. 

Pasaron dos y tres noches, pasaron semanas, meses y años y aún la espero, aún recuerdo nuestra promesa, quizás sea la única que la recuerdo, quizás ella ya la olvidó. Quizás "allá" no hay nada, quizás ella está en un sueño absoluto, quizás si sucediera esa sería la última despedida y mi cerebro se niega a encontrarla en otras dimensiones, quizás la promesa es un motivo que me regaló para no perder la esperanza, no lo sé. Pero mientras nos quede algo pendiente tenemos un plazo para saldar deudas, de todo lo que ella hizo por y para mi, tengo tantas deudas que yo misma atribuí sin que nunca me las cobrara, porque su amor era desinteresado, el único con esas características que he conocido durante mis casi treinta años. 








 


30. Januar 2019 16:36 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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