C
Christian Becerra


Cuando Fermín recibe una llamada de la mujer que pensó que sería la mujer de su vida, regresa a Madrid y el pasado cobra una nueva vida.


Romantik Romantische Spannung Alles öffentlich.

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Hola, Madrid

Me fui directo a Madrid tras una llamada de su hermana Paulina, -¡Cleotilde dice que quiere verte, cuanto antes!- me dijo con un tono de extrañeza, como sospechando una aventura entre su hermana y yo. No la culpo, tomando en cuenta que conozco a Paulina desde que me cargaba una reputación de mujeriego. 


Me bastó con pisar la terminal 4 del Aeropuerto de Barajas para recordar la dulce frescura de mi andar por las calles de Villaviciosa a mis veintitrés años. Aquellos años que en cuestión de un parpadear, parecían tan lejanos. Tan extraños como si alguien más los hubiera vivido. Tan ajenos que se confundían entre recuerdos, sueños o historias de terceros, como las anécdotas que mi padre me contaba de su juventud y de su infancia. Sin duda he cambiado mucho desde aquellos tiempos donde mi edad era precisamente la mitad de mi edad actual.


Me bastó con llegar a su edificio en la Avenida Principe de Asturias para darme cuenta que Cleotilde nunca perdió lo auténtica, como lo auténtica de sus raíces nórdicas y mexicanas, vaya mezcla que te asombra, como solía asombrarme ella con sus cariños llenos claroscuros.


Estaba ya esperándome en el salón, en un sillón individual con la quijada amarrada y su mirada dulce como la de aquella niña en que conocí a mis quince. Sin embargo su boca, insisto, su boca era como un cerrojo oxidado, amarrado al pasado y a los secretos del alma, unos labios con arrugas encima de sus labios, y unos ojos llenos de un vacío y repletos de desesperanza.


—¡Cleotilde! Pero qué gusto verte —le dije con mi usual alegría inoportuna.

Era obvio que el gusto no le quitaba el suspenso a la circunstancia, ni la intriga, ni nada.

—Gusto verme— me responde con un amargo tono de ironía.

Aunque debo confesar que sonreí un poco; no solo por su acento castellanizado sino porque esos sarcasmos, típicos de ella, típicos de la mujer que habla entre palabras, que escribe entre líneas y no compromete por ningún sentimiento romántico su firmeza rotunda.

Tras un eterno silencio que duró 3 segundos, acerqué una silla y me senté en frente de ella, como el padre que se acerca a su hijo para generar cercanía, y con un tono de voz que intencionalmente remontaba a nuestra juventud le dije

—Cleotilde, ¿Qué pasa? —

Yo esperaba una palabra, un abrazo, un apretón de manos o hasta un llanto, pero claro, este hombre había olvidado la fiereza de esta mujer desprendida de la compostura. Se levantó rápidamente

—Nada, no pasa nada — me respondió con un tono iracundo y enfadado, me percaté entonces de la importancia del momento.


Los años me habían hecho menos perceptivo y sin lugar a dudas, esta vez, si me quedé sin palabras. Pero pensé, he viajado 5 horas a causa de una llamada de su hermana, ha llegado el momento de sacar el carácter de una vez por todas.

— ¿Nada?, Entonces no pasa nada. Escúchame Cleotilde y escúchame bien no he venido a verte para que me digas que no pasa nada, no he dejado a mis perros con los vecinos y gastado 500 Coronas en un viaje para que me digas que no pasa nada —le hablé con un tono firme aunque coherente.

Apenas terminé mi frase y corrió a mis brazos, postró su rostro en mi hombro y me dijo con una ternura entre sádica y reconfortante

—Fermín, ¿Por qué sigues solo? Mírate; eres un hombre bueno, haces y deshaces con tus convicciones siempre por delante, ¿Esta es tu convicción?¿Estar solo a tus 47 años sin haberte enamorado hace veinte? ¿Sin hijos, sin familia, con tu gente en otro continente? 


El simple hecho de mirarla mirándome así me dejó mudo, más allá de sus preguntas desafiantes, su olor me remontó a mis días de músico, aquellos días en que la conocí era el año 2003.


Lo que me gustaba de ella no lo recuerdo concretamente, supongo que sólo un niño entrando a la pubertad puede sentir una atracción tan completa y desinteresada. La quería desde el primer instante, la deseaba a ella, a su alma, no a su sexo. Pasamos semanas juntos y sin duda ella lo disfrutaba, pero yo era tan solo un chaval y no sabía de conquistas, de juegos, de besos, !No sabía de nada! El verano pasó y pasó también nuestro tiempo juntos. Todo lo que empieza, como aquel largo verano, acaba.


— Cleotilde, tendremos tiempo de platicar de mi vida más adelante, sólo dime qué te pasa— le dije

— Ay Fermín, tu siempre pensando en el tiempo, en números, en kilómetros. Lo que pasa es que quería verte, eso es lo que pasa. Quería verte porque sí, porque quería verte y no tenerte a la distancia. No quiero tus preguntas, por favor Fermín, ya basta —


Una pregunta y respuesta me vinieron a mi mente de manera simultánea. ¿Cómo no enamorarse de una mujer tan complicada?. Sé que es una pregunta extraña pero así, justo así es como las mujeres me gustaban.


Aunque no era extraño que se me reprochara mi cambio constante de posición geográfica, Cleotilde tenía un punto. Yo estoy entrando a una edad en que la soledad comienza a pesar particularmente cuando miras al futuro, porque se ve tan predecible, tan inquietantemente estático que asusta. Y estar estático para mi, es lo más cercano a la muerte. Mis constantes mudanzas datan desde pequeño, tan joven, tan inocente. 


Desde siempre me dediqué a partir.

16. Dezember 2018 18:57 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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