Ahógate en pena Follow einer Story

Talis había viajado por semanas, había cruzado desde la parte norte del país al sur, al cálido sur, ya había agotado casi todo el poco dinero que pudo llevar consigo, pero para él valió la pena, había llegado.

El claro de las dríades era un lugar de magia y misterio, un lugar en donde las energías terranéas eran potentes, un lugar en donde alguien podía comenzar a practicar su magia y por tal motivo Talis había emprendido tal viaje, luego de escapar de su hogar al tener un altercado con su padre y sus tercos hermanos, había decidido que ya era suficiente y que era hora de vivir como él quisiera, y cuando nadie se lo esperó se escapó del palacio, llevando solo el libro de hechizos de su abuela, unas cuantas monedas de oro, algunas prendas de vestir y muchas ganas de aprender.

Pero el viaje no había sido del todo sencillo, se encontró con que el resto del reino no era para nada parecido a lo que estaba acostumbrado, y con razón, pues venía de una familia noble.

Era para mejor, pensaba, había salido de una burbuja de ignorancia y decadencia y ahora podía ver el mundo por lo que era, sin filtro ni adornos, por su belleza y en igual medida fealdad.

Y había visto de todo esto en sus viajes, personas hambrientas, enfermas, asustadas. E intentó ayudar en la medida de lo posible, tenía algunos conocimientos básicos de alquimia y herbolaria, de lo poco que había podido estudiar del libro, sin embargo, encontró que estas habilidades básicas fueron determinantes a la hora de salvar muchas personas, en algunos pueblos le agradecían y le hacían honores, en otros lo trataban de monstruo, lastimosamente sucedió más lo anterior que lo primero.

Pero no importaba, pues había llegado al claro y el tiempo de reflexión sobre la naturaleza del ser humano podría esperar hasta después que terminara sus estudios de magia.

Salió de su introspección, y admiró el claro, la tierra y la hierba eran suaves, y la caricia de la brisa era como palpar seda, podía escucharse a la distancia el sonido de riachuelos, que Talis supuso llevarían el agua más fresca que hubiera probado jamás, los pájaros no eran nada tímidos y de vez en cuando se acercaban a él, con lo que aparentaba ser curiosidad.

Y ante tal embriagante calma, no tuvo más opción que rendirse ante ella, y se recostó sobre el verde y suave pasto, inhaló aquel aire, el más puro que había probado alguna vez en su vida pensó, y por un instante, anque fuera uno muy corto, las penas y dolores desaparecieron, todas las precocupaciones  se evaporaron como rocío ante el sol matinal, y desde que había iniciado su viaje, se permitió cerrar los ojos y descansar en paz.