Por: Jorax
Mi nombre es Randy Scythe y asesinaré a un héroe.
Oprimido por las leyes de sus respectivos gobiernos, los héroes dejaron de ser los vigilantes y protectores del mundo de antaño. Restringían sus acciones y los actos heroicos y desinteresados, ya no lo eran. Es cierto, los héroes trataban de hacer el bien, pero al ser limitados por la nacionalidad de los países a los que pertenecían, se volvían meras armas. ¿En qué se podía diferenciar una ametralladora empuñada por un soldado, que un héroe atacando un convoy por órdenes de un general? No eran más que instrumentos en manos de los altos mandos de un país.
El mal y el bien ya no luchaban entre sí. Solo eran los intereses de unos, chocando contra los de otros. Pero no en una forma diplomática. Inclusos los debates habían dejado de existir. Tenían armas más poderosas que una bomba nuclear a su disposición, pero éstas no contaminaban, la destrucción era controlada y solo morían aquellos que debían morir. O al menos eso fue en un principio. Ese fue el sueño prometido, justo antes de convertirse en esta pesadilla sin fin.
Las ciudades devastadas, las poblaciones reducidas y la naturaleza rogando por su salvación. ¿Cuántos países quedaban en este mundo marchito? ¿Diez, veinte, cincuenta tal vez? No estoy seguro. Solo sé que alguien tiene que hacer algo. Y como nadie se levantó para enfrentar a los héroes que alguna vez idolatraron; yo lo hago.
Los héroes se han pasado al enemigo. Ya no queda de quien aferrarse. Ya nadie nos salvará. Pero aún estoy vivo, y mientras continúe así, haré todo lo que este a mi alcance para volver al mundo que conocía de niño.
Recuerdo verlos atravesar el cielo rompiendo la barrera del sonido. Otros corrían con increíbles velocidades, atravesando hasta la superficie del agua. Y algunos solo eran hombres, sin ninguna habilidad extraordinaria, o con unas muy débiles. Pero todos compartían un sentimiento que los impulsaba a combatir monstruos de mundos lejanos o del nuestro. Ambiciosos e insaciables. Villanos.
Los villanos eran incomprendidos y despreciados. Incluso por mí. Ahora que no están, he visto el hueco que han dejado. Ellos eran los que hacían y moldeaban a los héroes. Nos mostraban la oscuridad, pero solo para que dentro de ella pudiera nacer la luz, la justicia y la bondad. Sin embargo, los bandos se han mezclados y, como dije antes, tanto los héroes, como los villanos, se han convertido en los títeres de los impulsos y deseos de los simples mortales.
Al principio creí que se revelarían, todos lo creyeron. Matarían a los que trataban de obligarlos a cumplir un rol para el que no estaban hechos. Sobre sus cuerpos en descomposición y los huesos de los que llevaban ya tiempo muertos, gobernarían. Los héroes y villanos se unirían y destruirían a los opresores que trataban de controlarlos y, con ellos, al mundo. Pero no fue así.
Tal vez se trataba del temor a las consecuencias. Tal vez querían evitar que el mundo se destruyera en una guerra de poderes inhumanos. Incluso tal vez, en verdad creían en la propuesta que les planteaban. Los tal veces para poco sirvieron, pues el mundo se cae a pedazos y no hay nadie capaz de sostenerlo en estos tiempos difíciles. Solo ellos, si vuelven a ser lo que eran. Y para ello, necesitan motivación.
Es por esto que me he convertido en la oscuridad que el mundo necesita. En la sombra que han querido dejar atrás y que ahora vuelve para acosarlos y recordarles quiénes son. Me llaman asesino, anarquista, escoria, virus, y la realidad, es que tienen razón. Aun así, no soy un virus que quiere solo destruir. Deseo que se generen anticuerpos para liberarse de mí. Y de esa forma, liberarse de las cadenas que los sujetan.
No solo me llamo Randy Scythe. También uso otro nombre. Un nombre que ya he dado a conocer por el mundo. Un nombre, que algún día, hará temblar a los héroes con solo escucharlo.
Sacrifice.
Me encuentro en una pendiente, con el abdomen apoyado en la tierra, oculto en la hierba y observando una base militar a través de unos binoculares. Hace mucho calor. Aun así, llevo el equipo completo de un miembro de SWAT. Mi antiguo uniforme. También un pañuelo de color negro y gris cubriendo mi cabeza, dejando solo mis ojos al descubierto.
Estoy aquí para matar un héroe conocido como Rayo Azul. Un nombre que, por cierto, nunca me pareció muy original. Claramente, su poder consistía en lanzar rayos azules. Lo hacía desde sus manos, ojos y boca.
Durante semanas estuve investigando y espiando la base militar. Sabía que era el punto de partida para las misiones que le eran asignadas a Rayo Azul. Y también, que a partir del día siguiente, dejaría de serlo. Lo había estudiado por mucho tiempo. Si quería matarlo, había llegado el momento.
Espero hasta el anochecer y desciendo por la pendiente. No hay muchos guardias afuera y creo que son muchos menos adentro de la base. No están para proteger a Rayo Azul, sino para vigilarlo.
Trato de evitar la mayor cantidad de guardias posibles y los que me cruzo, los noqueo con la culata de mi pistola, o les rodeo su cuello con mis brazos hasta dejarlos fuera de combate pero vivos. No quiero hacerles daños. Ellos solo obedecen órdenes, es su trabajo, no son culpables de los errores que han cometido los héroes. De las promesas rotas.
Mi intención era sorprender al héroe dormido, aplicarle un sedante, llevarlo conmigo, torturarlo hasta que confiese sus crímenes y luego ejecutarlo. Pero de alguna manera él sabe que estoy aquí, me detectó. En una tienda cercana escucho un estallido, veo una luz y, de un momento a otro, Rayo Azul aparece frente a mí.
Salto hacia atrás y descargo mi pistola sin demora en su pecho. Sin embargo, las balas no llegan hasta él. Hay una especie de burbuja eléctrica, creada desde sus manos, protegiéndolo.
—Así que los rumores son ciertos. Nos estás matando —reconoce Rayo Azul—. Has caído muy bajo, Randy —me acusa.
—No puedes ser más hipócrita, ¿verdad? Pero tranquilo, he venido para expiar tus pecados.
—¿Eres una clase de castigador? —pregunta divertido.
—Más bien diría que soy un sacrificio —respondo arrojando mi pistola al suelo. Es inútil volver a cargarla, ya comprobé que las balas no funcionan en él. Pretendo intentar otra cosa.
Rayo Azul lanza una bola de energía directo hacia mí y hace brillar el machete que llevo en mi mano, justo antes de esquivar el proyectil.
El héroe me lanza bolas de sus manos, rayos finos como una aguja de la punta de sus dedos y ráfagas de sus ojos. Los esquivo con elegancia, pero aún no me puedo acercar lo suficiente a él y mi resistencia disminuye con cada segundo que pasa. Intento algo nuevo. Le lanzo el machete y como esperaba, lo intercepta con su escudo-esfera. Caigo sentado, tomo la pistola que guardo en mi tobillo y disparo. Su tiempo de respuesta no es suficiente para crear el escudo y parar la bala que atraviesa su estómago dejando un pequeño orificio. Corro hacia él, levanto el machete y le corto el brazo. Pero esta vez, está preparado y me golpea con un gran poder en el rostro.
—Ríndete ya, viejo amigo. Eres solo un humano, no podrás con nosotros —afirma.
—¿Lo soy?
Me quito el pañuelo prendido en llamas, la mitad de mi rostro comienza a derretirse y, cuando la piel desaparece, queda ha descubierto la mitad de mi verdadero rostro. Rojo, con marcas negras indescifrables, como cicatrices, un ojo amarillo y luminoso y dos colmillos más afilados que los de un tiburón blanco.
La cara del héroe pierde el color mientras pasea su mirada por los rasgos de mi rostro.
—¿Qué has hecho, Randy?
—Lo necesario —declaro—. Y por favor, llámame Sacrifice.
Las botas negras se me rompen y unos pies rojos, con las mismas marcas negras aparecen en su lugar. La piel de mi mano se desintegra dejando ver su verdadera forma. Roja, dura y filosa como una espada. Se convierte en mi arma.
Rayo Azul está sorprendido y no sabe cómo enfrentarse a eso desconocido que apareció frente a sus ojos. Ya no ve a un hombre, pero si a un demonio. O trata de hacerlo. Soy muy rápido para sus ojos y para su poder. Los proyectiles azules pasan a mi lado, sin si quiere rozarme. Por primera vez, el héroe teme por su vida. Sabe que es vulnerable. Piensa en correr, pero es demasiado tarde. Mi mano roja le provoca una caricia mortal en su cuello. Su cabeza se desprende, como si fuera solo un débil trozo de tela. Cae al suelo, con la boca y ojos abiertos, y rueda unos centímetros. Cinco segundos después, se desploma el resto de su cuerpo sin vida.
Un héroe ha muerto.
Mientras mi piel se regenera, escucho como los guardias sueltan sus armas asustados y desesperados para mantener la mayor distancia posible de mí. Tontos. No quiero matarlos, quiero que vivan y corran la voz. El cazador de héroes es real.
Me he convertido en algo que de niño hubiera odiado. Pero es necesario. Buscaré a más como yo. Que compartan mi propósito. Mataremos héroes hasta que despierten de está inducida pesadilla y vuelvan a ser lo que eran. O morirán todos y el mundo por fin dirá: No más héroes.
Vielen Dank für das Lesen!
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