juan-criollo1525153912 Juan Criollo

Una historia que pretende brindar una reflexión acerca del famoso, camino de la vida.


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Kurzgeschichte
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"Cariño, te perdiste en el camino"

Ambos se encontraban frente a un espejo, claro que cada uno en una diferente ubicación de la ciudad, mientras él yacía en los suburbios, a unos 6 kilómetros al sur de la ciudad, ella se encontraba en los lujosos bares del norte, mismos que solo eran frecuentados por aquellos magnates y adinerados, hombres de negocios ilícitos.

El enlace que une a estos dos personajes en particular, es la similitud en sus acciones y pensamientos en aquella larga noche del 12 de Febrero del 2018. El reloj marcaba las veintidós horas con treinta minutos y cada uno se encontraba ebrio hasta más no poder. Él había logrado llegar hasta el baño de aquel bar de mala muerte gracias a la ayuda de uno de sus amigos, cuyo hombro sirvió para que este se sostuviera y pudiera entrar a la sección de hombres sin tropezar ni caer. Ella se había quitado los tacones para mantener el equilibrio, o más bien la dignidad, y así evitar caer frente a todos en aquel sitio lleno de lujos y gente importante.

Tal y como en el inicio de este relato, ambos se encontraban frente a un espejo, y aunque sus alrededores físicos tenían sus diferencias, la similitud en el pensamiento reflexivo fue lo que les asemejó. Una sensación melancólica y deprimente invadió a cada uno, mientras veían su reflejo de sí mismo al frente. La música había sido ignorada por completo ante sus oídos, como si se tratase de algún efecto que el alcohol y las drogas producen en un organismo, pero hay una sensación mucho más fuerte que el de las drogas, y era el de su consciencia, plagada de remordimiento y arrepentimiento por hechos del pasado.

“Damas primero” como suelen decir.

-“Ella, tan frágil y tierna, su mirada conmovía hasta al más amargado de los hombres”-Así la describía su padre, y así lo recordaba ella mientras se veía en el espejo, mientras veía como esa “tierna mirada” se había convertido en una clara muestra de cómo luce la depresión. Sus pupilas ya no eran las mismas en que se reflejaba el rostro de orgullo y alegría que tenía su padre cada vez que la veía en cada mañana, ahora lucían tristes y a su alrededor se mantenía un rojizo producto del consumo de marihuana, y en cuanto al maquillaje de sus ojos, unas manchas de rímel y delineador cubrían aquella piel blanca que papi adoraba y acariciaba mientras este mismo le cantaba una de sus canciones favoritas, “Girl you will be a woman soon”. Pues ahora esa niñita había crecido, pero no se convirtió en la mujer en la que papi tanto había anhelado, ella sabía esto y lo reconocía, mismo reconocimiento que se plasmó en un llanto agudo frente aquel espejo en el baño de ese lujoso bar. Se mantenía de pie, al parecer aún no llegaba a la “parte fuerte” como para arrodillarse y lamentarse por completo, se mantuvo inclinada hacia el lavamanos mientras sus lágrimas caían en el mismo, su llanto no era preocupante ni alarmante, pues los sonidos de sufrimientos se mezclaban con la alta música de aquel lugar, pero aun así, en su cabeza solo permanecían aquellos chillidos que ella evocaba, junto con las palabras de su padre al terminar cada canción “Siempre serás mi orgullo mi pequeña”, tal vez estas palabras eran lo que más le dolía, acompañados de recuerdos de tragedia y dolor. Terminó de llorar (al menos por ese momento) volviendo la mirada hacia su reflejo, por primera vez soltó unas palabras de sinceridad aquella noche, algo que ella sí quiso decir a voluntad propia:

¿Por qué no terminaste la Universidad?, ¿Por qué abandonaste a papá? Aun cuando el ya viejo y enfermo te pedía que te quedaras, quizás no por él, sino por tu bien. ¿Por qué aceptaste ese dinero y esa droga a cambio de una noche con aquellos tipos que te sobreexplotarían noche y día por el resto de tu vida? ¿Por qué siendo tan bonita e inteligente actuaste como una estúpida? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¡¿POR QUÉ?! Y tras esta última pregunta sin respuesta rompió el vidrio de un puñetazo en el centro, varios trozos de vidrios se esparcieron por el suelo al igual que una cantidad considerable de sangre que se derramaba por el lavamanos de aquel baño. Finalmente ella se arrodilló en el suelo mientras su llanto arrojaba unas lágrimas que se mezclaban con la sangre de ella mismo que yacía en el piso, se había dado cuenta que su sufrimiento comenzó al recordar y preguntarse, y al no hallar respuestas empezó su agonía. Es normal que el dolor venga acompañado de preguntas, porque todos queremos una explicación y justificación en el momento en que nos sentimos heridos. Pero muchas de las veces estas preguntas no tienen una respuesta, y ahí comienza la agonía, de sufrir y tratar de vivir sin conocer aquella respuesta. Pero debe ser peor que las preguntas en las que tú exiges respuestas, te las haces a ti misma porque no hallas más culpable y aun así, no puedes responderlas ni justificarlas.

Llega el turno de los caballeros.

Haciendo un esfuerzo inmenso por mantenerse en pie, con sus manos apoyadas en el lavamanos, se encontraba él mirándose fijamente en el espejo. Ni los efectos del alcohol o de aquella droga barata de dudosa procedencia que había inalado le distrajeron de aquellos pensamientos que tenía en aquella noche. Se miró fijamente así mismo, manteniendo su apoyo completamente en su mano izquierda, alzo la derecha señalando con su dedo índice su propio reflejo mientras con una gran sonrisa decía: “!Ay! mira ese caballero, tan guapo y elegante, que dicha poder verlo pero aún más conocerlo”. Frase que le decía su madre en cada mañana después de que lo peinaba con un recipiente de agua caliente y una peinilla en mano. (Su primogénito, su adoración, un niño responsable y educado que destacaba entre los demás, sin duda alguna, excepcional y único). Así surgieron los recuerdos de su infancia, mientras el repetía aquella frase una y otra vez, los sucesos del pasado recorrían su mente, aquella vez que salió como el mejor egresado de su colegio y recibió una beca para ir a la Universidad, mientras tomaba aquel título observaba como en las primeras filas entre aplausos de maestros, se encontraban las lágrimas de orgullo de una madre soltera que había sacado a su hijo adelante. Pronto vinieron los problemas, cuando en sexto semestre de la Universidad uno de sus tantos “amigos” como él les decía, llevo una sustancia química de benzoilmetilecgonina, también conocida como cocaína. Su adicción fue más grande que el amor a su madre, más fuerte que aquellos deseos que tenía por superarse y más placentera que aquellos sueños y metas que se había planteado en un futuro como profesional. Tras haber hecho un breve recorrido por su mente, con sus mejores y peores momentos en la vida, dejo de pronunciar aquella frase, al igual que su sonrisa se borró, su brazo derecho volvió a sujetarlo al lavamanos. Ahí fue cuando comenzaron a surgir las lágrimas, y el dolor no paraba ahí, pues nuevamente surgieron recuerdos, esta vez de aquellos momentos en los que el salía con su bici a dar largos paseos por alrededor de la ciudad, en uno de estos tuvo una caída tan fuerte que tuvo que regresar a casa cojeando con su bici hecha pedazos. Recuerda como en aquella tarde su madre angustiada al ver a su hijo con la rodilla izquierda y manos cubiertas de sangre, lo aseó, lo limpió y se acostó con él mientras ambos abrazados, lloraban por el dolor, él por aquella sensación de ardor que tenía en sus rodillas y palmas de sus manos, mientras que ella por la impotencia y remordimiento de no haber cuidado o no haber sido lo suficientemente precavida con su hijo.

-Mi viejecita, mi dulce viejecita, perdóname por favor-

Decía entre lamentos y recuerdos que surgían en el transcurso de esa noche, una noche de arrepentimiento y dolor como él siempre la recordaría, por no haber seguido “el camino correcto”, por perderse en vicios y tentaciones que su madre le había advertido pero él no tuvo la suficiente fuerza de voluntad para ahuyentarlos.

Es aquí en este punto del relato en donde ambos comparten nuevamente una similitud, hombre y mujer llorando en un baño, quizás lo destacable de este relato sea su reconocimiento por esas acciones indebidas y erróneas que tuvieron en un pasado. Ahora ambos se encuentran mirando hacia arriba, imaginando como un Padre y una Madre apenados se encuentran observando a dos hijos que se equivocaron en el camino de la vida. Tal vez no sea tarde, el primer paso sea reconocerlo, porque puede que aún estés a tiempo, o al menos esa es la mayor motivación que cada uno puede darse, tener esperanza, pensar que aún hay tiempo, y que si aquel Padre o aquella Madre estuvieran ahí con ellos, tal vez dirían “Cariño, te perdiste en el camino. Pero aún puedes continuar, eres mi orgullo y mi adoración”.  

26. August 2018 01:23 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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