u15333675451533367545 Vicente Ortiz Sepúlveda

Pequeño paseo por tradiciones orales quien sabe de donde


Kurzgeschichten Nicht für Kinder unter 13 Jahren.
Kurzgeschichte
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¿Me permite?

Gaspar Jacobo era un enigmático, todos coincidían en eso.

Arribó a los puertos de Valparaíso a mediados del siglo XIX

Alto delgado, con una barba muy bien cuidada y de colores claros, siempre vestía muy bien, su traje religiosamente impecable, aunque se sabía no tenía mucho dinero.

Además de su aspecto, nadie conocía más de él, solo que era médico y que su especialidad eran los niños, solo lo supieron hasta que una madre desesperada corría por las calles de Valparaíso, con un pequeño bulto entre sus senos, hervía y tenía zonas de piel enrojecidas y con erupciones

- ¡Ayúdenme! ¡Por favor! ¡El niño, el niño!

Una cabeza de pelos castaños apartó las manos de las pala, se las sacudía en el pantalón y fue donde la mujer, que con la cara enrojecida y cubierta de lágrimas era rodeada por una muchedumbre inútil, que la miraba con cara de condolencia, no sabían hacer nada por ella.

- ¿Me permite? Dijo Gaspar con su voz de terciopelo

La desesperación de la mujer hizo que cualquier atisbo de esperanza fuera suficiente para confiar a su hijo a las manos de un desconocido.
Gaspar tomo al pequeño de no más de un año, palpo su pecho y su espalda, miro sus encías y los ojos del niño, hinchados y agotados de tanto llorar

- Puedo ayudarla, con mucho gusto, si quiere me acompaña

La mujer lo miro como quien ve la esperanza misma, como el milagro puesto en su camino, asintió cortamente. Gaspar devolvió al niño y caminaron en dirección a donde vivía Gaspar y escuchando al patrón llamarlo por abandonar el laburo.
Una casa pequeña, pero muy limpia, una mesa dos sillas, una habitación y afuera un pequeño lugar donde había un pozo y un impecable asiento para las necesidades higiénicas.

- Lo que podemos hacer por su pequeño es aliviar la fiebre, y con esta infusión podremos quitarle los dolores de cabeza que ha tenido el pobre, que es la razón por la que ha llorado tanto – sugirió secamente Gaspar

Con un paño húmedo en la frente y dando sorbitos a la infusión hecha por Gaspar el niño fue bajando la fiebre y no lloró más. La madre no podría creerlo. Agradecía con todo su cuerpo, todo musculo que se movía en su cuerpo era en pos de agradecer, no podía creerlo, el peso del pecho de esta madre fue disipado, que ahora acariciaba con ternura al pequeño con el dorso de su mano.

- ¿Usted es medico? - Pregunto la mujer

- Solía serlo – respondió Gaspar

- Tiene un acento extaño, ¿de donde es?

A Gaspar le incomodó que haya notado su acento, evadió su mirada y aprovecho la alegría de la madre para desviar el tema

- Su pequeño estará bien, y estimo en unos 5 días estará del todo curado.

- Sisi, ¡muchas gracias señor Gaspar! Dios lo bendiga y lo guarde

Gaspar intento decirle que su nombre no se decía así, pero ella ya se había ido, luego entendió que no había caso en aclarar el malentendido, porque todos lo conocerían como Gaspar

La mujer muy contenta se marchó con su niño en brazos haciéndole mimos. Le contó a toda la vecindad y todas las mujeres al enterarse llevaron a sus hijos enfermos de hace semanas, sin poderlos llevar a un médico, primero atendía a un par a la semana, luego 4 a la semana, luego 6, y así hasta que llego a atender a 6 niños al día en invierno y descansando solo el Domingo

Gaspar se sentía contento de atenderlos y siempre ante la recurrente pregunta

- ¿Cuánto le debo?

Gaspar respondía que se sentiría miserable de ganar dinero por la angustia de madres desesperadas queriendo que sus hijos vivan. Él estaba enterado de las altísimas tasas de mortalidad infantil, por lo que decía estar feliz de ayudar. Estas mujeres entonces recurrían a regalarle cosas, en agradecimiento, frutas, verduras, algunas veces trozos de carne, pan, te, botellas de vino, que aceptaba con mucho gusto, por cierto, siempre comentaba que la bebida era bastante buena aquí. Una vez pudo curar una fiebre tifoidea de un pequeño, hijo de un aristócrata, que sobrado de dinero, le compró una casa muy bonita y por un año, le regalo un traje completo cada mes, así de bondadoso fue aquel aristócrata que no quiso ver morir al único portador de su sangre que continuaría con su linaje, nada de extrañar.

Así vivió, contento, por más de 5 años. Nunca le falto comida, nunca le falto que vestir, nunca le falto con quien socializar puesto que era un elocuente locutor y la oratoria se le daba muy bien, por lo que lo invitaban a conversar y beber a menudo. Su cara seria pero enternecedora y su voz era un matiz extraño entre severidad y dulzura, Gaspar era un hombre muy querido.

Pasó que, un día una mujer no fue con su hijo a consultar por su enfermedad, sino que quiso conocer a este simpático pero oscuro médico pediatra, todos conocían su maestría en la medicina, especialmente con niños, nadie conocía prácticamente nada de él, solo su nombre y que era extranjero, por su acento extraño.

Gaspar acepto conversar con ella, con bastante amabilidad, pero basto una pregunta, solo una pregunta, inocente y picarona pregunta, para que comenzara este bucle descendente de infortunio

- Y usteeed… ¿es casado?

Un incómodo silencio fue la respuesta, los ojos profundos de Gaspar se volvieron pozos infinitos, que por más que miraras no tener certeza si tenían fondo, su expresión se volvió de dolor silencioso, se llevó una mano al cabello. La sonrisa coqueta de esta mujer se fue convirtiendo en una mueca de confusión.
Luego de tres interminables minutos con su voz tan agradable como siempre le pidió a la mujer:

- Por favor váyase

Ella no espero un segundo se marchó sin más y detrás de ella Gaspar cerró la puerta, esas bisagras no volvieron a tener movimientos en dos semanas.

Y cuando lo tuvieron, de la casa salió un hombre completamente diferente, muy flaco y con apariencia descuidada no parecía ser Gaspar, parecía 10 años más viejo, aunque Gaspar en ese momento tenía 58 años se veía bastante jovial, salvo la leve cojera que tenía. Ahora parecía un viejo borracho de una casa de remolienda de mala fama.

Su expresión era huraña y salía solamente a comprar vino, nada más.
Abandono su casa, y comenzó a vagar por Valparaíso. Vagaba y bebía, si había, comía, si no, bebía y no le preocupaba nada más. Dormía donde podía.

Una noche decidió dormir en el umbral de una casa, por el frente paso una mujer de unos 30 años, de tez clara y unos ojos verdes hermosos. Buscaba donde dormir y solo encontró una posada donde la acogió una señora con alegría.

- Buenas noches doña ¿va a dormir aquí?

- Si por favor, ¿me permitiría una habitación? .- Preguntó mirando con sus ojos profundos y verdes

- Por su puesto .- respondió la mujer .- Yo la llevo, acompáñeme

- Gracias .- respondió la señora de ojos verdes

En la habitación le mostró la cama y los muebles y antes de irse le pregunto

- ¿Cuál es su nombre, disculpe?

- Marjan Jakov

- ¿Jacobo? como el médico que andaba por aca.- rió la hostalera

Fue este momento donde la cabeza de Marjan se frenó en seco y entendió que por fin estaba cerca de lo que buscaba

- ¿Kaspar? .- pregunto Marjan

- Nooo Gaspar.

Marjan le explico a la posadera que debido al acento del médico ella entendió Gaspar, pero en realidad se llama Kaspar Jakov y es polaco, y ella, Marjan, es su hermana.

La posadera se sento en la cama junto a ella y escucho anonadada la historia que tenía que detrás.
Kaspar es un médico renombrado en Polonia, su país de origen, siempre muy evocado a su profesión decidió especializarse en los niños, la suavidad de sus movimientos y su seria simpatía lo hacían ser un pediatra nato. Ejerciendo su profesión conoció a una enfermera, de la cual se enamoró y tuvo dos hijas. Vivió feliz, y se mudó a España para dictar clases sobre medicina en la Universidad de Salamanca.

Fue un día de mayo del año 1808 cuando se corría la voz del inminente inicio de una guerra y Kaspar comenzó la búsqueda de huida, pero fue tarde, mientras iban en un carro rumbo al puerto más cercano, una explosión de artillería de cañón los impacto de lleno. Fueron segundos, donde entre humo, madera y tierra rota, vio sangre y partes cercenadas de quien amó. Estrepitosamente trágico.

Kaspar solo tuvo una leve herida en su pierna derecha, cuando se reincorporó contemplo la masacre, impávido, aterrado, no tuvo tiempo de lamentarse, seguían sintiéndose estruendos y cada vez más fuertes, no tuvo tiempo de llorar, de darles un fin a los cuerpos de sus amadas, nada.

Corrió cuanto pudo y se refugió.

Al cabo de unos días y con su mente tratando por entender semejante pena tomo un barco que lo llevara lejos, lejos de aquello de lo que amó, de la casa que lo acogió, lejos del seno de esa enfermera que yacía muerta en algún lugar, lejos de todo lo que fue su vida entera. ¿Esto es suerte, que es realmente? ¿Por qué estoy vivo hoy? ¿Debería haber muerto también? Todo esto bombardeaba la cabeza de Kaspar mientras navegaba en un barco repleto de pasajeros rumbo a América, que era lo único que sabía.

- Entonces viví con él en España algún tiempo aprendí Español por la literatura española y los estudie bastante… entonces, por favor, se lo pido, dígame donde está, ¿donde lo encuentro?.

Asimilando la dura verdad del pediatra Kaspar, la hostalera le dijo muy tristemente.

- Ya nadie sabe, un día se puso medio extraño el, y no lo vimos más, se fue y nadie sabe donde

- Llevo 1 año buscándolo, ya me siento desolada…

Nuevamente el llanto de una madre, Kaspar que dormía en el umbral de aquella casa se incorpora y mira hacia donde venía el llanto, volvemos al principio. La mujer con un bulto sobre los brazos decide abandonar a aquello ahí, ya lo había dado por muerto y no resistía verlo más.

Kaspar espero a que ella se alejara lo suficiente y se acercó al bulto rápidamente se percató de que estaba vivo intento darle socorro, pero sus manos temblaron terriblemente, su cerebro lo sentía partido por un rayo al rememorar la pregunta que devolvió de golpe sus recuerdos más oscuros, aquellos que le hicieron despreciar la vida, aquellos que le impulsaron comenzar todo de nuevo.

No pudo hacer nada, solo reacciono a tomar al bulto, envolverlo en el chal que solía ocupar para combatir el frio, la amarro a su cuello y camino, hacia algún medico u hospital.

Camino, camino, cojeo, cojeo, su pequeña cojera, en sus años mozos, se volvió un notorio vaivén de piernas y rodillas, los gajes de convertirse en un nómade.

Llego al hospital, lo entrego, y espero ahí hasta que lo curaron completamente.

Kaspar, ya sintiéndose inútil y desolado por sus recuerdos atormentados siguió vagando y transportando niños enfermos igual de desolados que él, durmiendo en las soleras y enfermos los tomaba, los envolvió y los llevaba en su espalda, si no podía volver a ser pediatra caminaría con sus envejecidos pies, cargando un pequeño enfermo, para que sea curado. Aun en el descenso de su vida, entrego su máximo por lo que alguna vez amó.

Un día un hombre vio como Kaspar recogía un niño y corrió la voz

- ¡Anda por ahí un viejo que se roba los niños! ¡Los mete en un saco y se los lleva caminando! Hay que tener cuidado con el

Mejor es prevenir que curar, puesto que todos estaban atentos a evitar a ese indeseable
viejo del saco.

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4. August 2018 07:33 1 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

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Sara García Sara García
¡Hola! Soy Sara, embajadora de Inkspired. Para poder verificar tu historia necesito que corrijas algunos errores, como por ejemplo, los diálogos y el uso de los guiones en los mismos. Te recomiendo que busques en Internet páginas en las que explican cómo se escriben los diálogos en una historia. Cualquier duda puedes consultármela, ¡un saludo!
September 01, 2019, 19:53
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