Su figura era inconfundible. Desde una posición discreta pude verla sin que se diera cuenta de mi presencia.
La seguí.
El plan era perfecto. No había cabida al error.
Ni cuenta se dio cuando asesté el primer golpe. El segundo, el tercero y, finalmente, el cuarto golpe fue el que la mató.
Mi corazón estaba por estallar. Sentí que la sangre me hervía en el interior. Tenía miedo y apresuré el paso para salir de ahí.
Lo había hecho.
Regresé a casa como de costumbre. A la misma hora de siempre. Ni un minuto menos ni uno más. Debía asegurar las apariencias. Adecuarme al plan.
Leí,por un breve lapso, el libro olvidado que se encontraba en mi buró con la finalidad de hallar tranquilidad y descansar.
Desperté en un nuevo día.
Al llegar al trabajo todo mundo sabría la noticia.
"La jefa esta muerta. La policía dijo que se trató de un robo. Ella los sorprendió y la mataron", nos dijo Gustavo. Se veía consternado por ese acontecimiento.
Yo, al igual que los demás, fingí sólo tristeza. Deja caer lágrimas de cocodrilo era demasiado. Demasiado dramatismo que no estaba dispuesto a seguir.
Me convertí en un héroe sin capa, un héroe anónimo. Un héroe sin reconocimiento alguno.
Odiábamos a la jefa. Odiábamos su enorme capacidad para fastidiarnos la vida.
El velatorio se convirtió en una fiesta. Anécdotas, risas y chistes sobre la difunta, es decir, de la asesinada. Incluso el rastrero de Gustavo se unió al esposo para despotricar en contra de ella. Era su oportunidad de vengarse después de tantas vejaciones.
Yo por mi parte observaba el espectáculo velatorio cuando capté una sombra vigía.
Era como si pudiera leer mi mente.
Lo supe y huí. Por más que apresuré el paso la sombra me alcanzó.
Sentí el vacío que me engullía en su interior.
Desperté. Pero no era un nuevo día sino el fin.
Vielen Dank für das Lesen!
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