daniisora Daniela de La Cruz

Hazel, nacida bajo el seno de la “Diosa de la Creatividad”, no tenía mayor ambición que plasmar hermosas imágenes en sus lienzos. Como hija del alcalde de Duhjía, Lord Zand, sus días eran tranquilos, llenos de hermosos colores y un futuro brillante esperándole. Hasta que Tarsinno traicionó al reino, invocando desde lo más hondo del Abismo a los Monstruos más peligrosos y voraces. Todo aquello que amaba le fue arrebatado, no dejándole más que dos opciones: dejarse caer en las garras de la oscuridad en un mundo gris, o armarse de valor y determinación, enfrentando el peligro de frente junto al príncipe Ambón. Quizá logre revivir el color de su vida, o puede que caiga en una desolación aún más profunda. Esta, es la historia de una princesa sin corona.


Romantik Nicht für Kinder unter 13 Jahren.

#fantasia #monstruos #reino #radwulf #amor #principe
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Prólogo

Había sido una mañana tranquila, normal, nada fuera de lo común en la modesta ciudad de Duhjía. Pero los soldado apostados en lo alto de las cuatro torres de vigilancia, notaron que algo extraño sucedía. Primero, distinguieron el oscuro humo alzándose en la distancia, exactamente en la dirección en que se hallaba la ciudad Real, más sabían que se podía deber a cualquier cosa. Sin embargo, pronto, y gracias a la altura de las torres, divisaron por la vía que conecta ambas ciudades y entre los árboles, la característica polvareda que un rápido galope de los corceles mensajeros suelen dejar atrás.

Desde la primera torre ubicada en el exterior oeste de la ciudad, los soldados dieron aviso al Comandante a cargo, Arlow, de que se había divisado una cantidad de humo preocupante emanando de la ciudad Real, y que al parecer se acercaban mensajeros desde ahí mismo. El hombre en persona acudió a la casa del alcalde para informarle, teniendo el presentimiento de que algo nada bueno había ocurrido. El alcalde en cuestión, Lord Zand, trató de restarle gravedad al asunto descartando que alguna verdadera emergencia ocurriese en la ciudad Real.

Que equivocado estaba.

El Comandante apenas había puesto un pie sobre los adoquines frente al Palacete, cuando las campanadas de alarma que solo debían ser tocadas en caso de peligro inminente para la ciudad –y que nunca, en sus treinta y un años al servicio del reino, había escuchado–, resonaron con fuerza. La gente se apresuró a sus hogares, creyendo que serian bien resguardados, mientras que él se alejaba del palacete por la calle principal que cruzaba de este a oeste la ciudad... y entonces les vio.

Criaturas enormes y amorfas, de diversos tamaños y texturas, se alzaban por sobre los hogares adentrándose a paso acompasado.

Los gritos y las órdenes de sus tenientes replicaron, apartándolo de la primera fuerte impresión. Volvió corriendo al palacete y atravesó las puertas principales cerrando tras sus pasos. Cruzó junto a los empleados que se asomaban por las ventanas, confundidos y asustados, quizás hasta ansiosos de saber qué había roto la tranquilidad de aquel día. Pero él continuó su camino hacia el estudio privado del alcalde, donde supuso y acertó, el hombre se hallaría ahí con su más grande tesoro.

—Señor... —jadeó—. Debéis descender a las catacumbas.

—¿De qué hablas, Arlow? ¿Qué es lo que ocu...? —La voz de Zand quedó ahogada por un rugido ensordecedor, compuesto por lo que parecían voces agudas y jadeantes.

El alcalde fue tras los pasos de su hija, de tan solo once años, hacia la ventana más cercana por donde ambos pudieron divisar a una criatura larga, con múltiples extremidades semejantes a brazos y una enorme boca en el extremo que miraba hacia ellos, posada en el tejado de la casa más cercana. Por un eterno segundo la contemplaron aterrados y sorprendidos, hasta que el tiempo pareció volver a su cauce normal, y fueron arrojados lejos de aquella pared.

En un pestañear, Lord Zand vio como aquella monstruosidad se arrojó hacia la ventana, destrozando la mayor parte de la pared, mientras que Arlow desenvaino su espada y la enterró por un lado de la horripilante boca que se cerraba uniendo afilados colmillos.

—¡Id a las criptas, Lord! ¡Es el único lugar seguro! —gritó el valiente hombre, dando solo un último vistazo al alcalde y su hija, antes de volver a clavar su espada en el cada vez más molesto monstruo.

—¡S-si! —siseo Zand, cogiendo a su hija mientras intentaba mantenerse de nuevo en pie.

—¡Pero papá...!

Por un momento, Hazel se resistió. Temía por la vida del Comandante con justa razón, aunque nada podía hacer. Su padre la arrastró lejos de la perturbadora escena hacia la planta baja, y de ahí al húmedo sótano donde los empleados comenzaban a refugiarse, dejando que las mujeres y niños ingresaran primero a las profundas catacumbas resguardadas por potentes hechizos.

Con algunas lágrimas escociendo sus ojos, se internó en los pasillos y habitaciones polvorosos que conformaban las catacumbas de Duhjía, donde hace más de quinientos años los difuntos eran sepultados. Junto a su nana y las doncellas con el puñado de niños, que los hombres aun afuera iban incrementando en número a medida que los minutos pasaban.

Solo después de secar sus ojos y observar la impaciencia y miedo en los rostros de la gente a su alrededor, cayó en cuenta de que su padre no se hallaba a su lado.

El tiempo replicaba y no veía que él volvía, alimentando sus ansias y miedos.

La espera fue eterna...

8. Juli 2018 00:00 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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